Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Romanos 14, 6-8
2
Cf. Juan 15, 1-8
3
Cf. Mateo 16, 18
orientada por este camino, camino de ofrecimiento, se torna en una vida orientada con
relación a Dios y con relación a la Iglesia.
Por otra parte, cuando por ejemplo alguien sufre por la enfermedad, la vida de esta persona
alcanza, cada vez más, una dimensión excepcional para toda la Iglesia. Si esta persona sufre
y se ofrece a Jesús, es decir cuando el Espíritu Santo hace que ella se ofrezca a Jesús, esto
hace que ella esté colocada al Centro de la Iglesia. Cristo se compadece de ella, y ella unida
a Jesús forma parte de este gran Sacrificio del Señor y de toda la Santa Iglesia ofrecido al
Padre. A lo cual el Padre responde con Amor, responde derramando sus gracias sobre todos
nosotros en el Espíritu Santo, en Cristo y por Cristo. De esta manera cuando miramos a una
persona enferma que sufre, vemos que ella no vive para sí misma, sino que ella vive para
Dios y se realiza cada vez más su vida en Cristo, se empieza a desarrollar cada vez más su
Comunión con Cristo crucificado, Cristo que se ofrece por nosotros.
Toda persona que sufre por la enfermedad o por cualquier otra causa, puede considerar
este asunto de su vida dentro del corazón de Iglesia. No obstante, cuando uno sufre es casi
imposible controlar sus pensamientos, porque el sufrimiento nos absorbe completamente,
impide casi todo lo demás. Pero en el fondo uno puede querer unir su sufrimiento al de
Jesús, y al hacer este tipo de actos de voluntad, que a pesar de que surgen en alguien que
es tocado por el sufrimiento, estos tienen un inmenso valor a los ojos de Dios; y ciertamente
Cristo Jesús le une consigo.
Uno puede permanecer en esta Comunión, no sólo por la Eucaristía sino también por la
Comunión con Cristo Crucificado, con Cristo que agoniza en la Cruz, mirando la Cruz y
ofreciéndose a Cristo sólo con decir: “Cristo yo me ofrezco a ti”, y esto le dará a uno un gran
alivio, porque Cristo da paz, Cristo da muchas nuevas gracias por las cuales uno obtendrá la
posibilidad de mirar su situación, mirando en la misma dirección que Jesús.
Cuando Jesús anunció a los Apóstoles su futuro sufrimiento, su futura muerte, su futura
resurrección, Pedro no entendió nada porque no fue en ese momento capaz de mirar en la
misma dirección que Jesús. Pero en el caso de una persona que sufre, si mira en la misma
dirección que Jesús, mira a Cristo crucificado, y Cristo crucificado le une cada vez más
consigo y cada vez más vive en ella y por ella, y cada vez más se realiza en forma subjetiva,
es decir interiormente, lo que dijo San Pablo en su carta a los Romanos: Porque ninguno de
nosotros vive para sí mismo, como tampoco muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para
el Señor; y si morimos, morimos para el Señor. Así que, tanto en la vida como en la muerte,
del Señor somos4.
¡Con María!
4
Romanos 14, 6-8