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Stephen Toulmin La comprensién humana 1. El uso colectivo y Ja evolucién de los conceptos Versién espafiola de Néstor Miguez Alianza Editorial INTRODUCCION Cada_uno_de nosotros piensa sus propio: jentos. arr i nary or rR oes Se Re a oar pone ee fuos; ‘pero el len: guaje en que se articulan nuestras creencias son propiedad piblica. Para _comprender_qué son los conceptos y qué papel_desempefian Erie vd eee considerar la eladn ceitral ire nuestros efisamfentos _y~creentias,” Gué son personales o- individaales, ‘nuestra Terencia Tinglfstieay- conceptual, que es colectiva. A este respecto, a problema de Ia comprensién humana —el problema de explicar la autorided intelectual que nuestros métodos colectivos de pensamiento ejercen sobre los pensadores individual- mente— presenta ciertas semejanzas poco observadas con el pro bblema central de la teotia social y politica: el de explicar la corres- pondiente autoridad que nuestras reglas y costambres morales, nuestras leyes ¢ instituciones colectivas poseen sobre los miembros individuales de una sociedad. Estas semejanzas estén implicitas en los argumentos de los filésofos idealistas. Estrictamente hablando, arguyen, el ejercicio de derechos individuales presupone la exis tencie de la sociedad y sélo es posible dentro del marco de las insti- tuciones sociales. De igual modo, podemos afadir, le articulacién de Pensamientos individvales presupone la existencia del lenguaie sdlo es posible dentro del marco de conceptos compartidos. Ast la paradoja de la libertad politica, como la formuld Jean-Jacques Rousseau, se nos presenta también en el campo epistémico. El bom 0 ” La comprensién humane bre ba nacido libre, pero en todas partes esté encadenado'. Sin embargo, en un examen més minucioso esas cadenas resultan set los instrumentos necesarios de la libertad politica efecyjva. También intelectualmente el Hombre ha nacido con el poder del pensamiento original, pero en todas partes esta originalidad se encuentra limi. tada dentro de una herencia conceptual particular; pero en un examen m4s minucioso estos conceptos resultan también ser los instrumentos necesarios del pensamiento efectivo, Serfa bastante facil, pues, discutir los problemas de la raciona- lidad en términos de imégenes casi politics. Los individuslistas ¢ snarquistas contemplarin los conceptos compartidos, que son los instrumentos de nuestro pensar y el lenguaje comin en el que expre Samos nuestros pensamientos, como grillos o coacciones impuestos or una colectividad tirdnica, que traba la conciencia libre del indi viduo autoimpulsado y creador. Los colectivistas replicarén, con ‘igual plausibilidad, que los conceptos heredados de un individuo ho son una prisién ni un cepo. En cambio, son una estructura 0 Plataforma intelectual elevada por encima del sangriento eaos impr Vido de la existencia bruta, sobre la cual solamente puede ese indi- viduo vivir una vida genuinamente humana. Debe esta plataforme 4 los esfuerzos de sus antepasados, y su verdadera creatividad con- siste en trabajar de manera responsable y efectiva a fin de mejo tarla para sus sucesores. Pero, en cualquier caso, las pintorescas imd: genes de como «vida interna. Al explicar esta decisign slo debemos agregar una aclaracién, Nuestra discusién (en Ja Parte I) de las disciplinas cientificas otras empresas racionales similares se apartard de la costumbre de Pensadores como Ernst Mach y Bertrand Russell en un aspecto adicional. Estos consideraban Ia tarea particular de justificar las teorias cientificas s6lo como wn caso especial de un problema filo. s6fico més amplio: el de explicar «nuestro conocimiento del mundo externo» en términos generales', Para Mach y Russell, como antes para Locke y Hume, la cuestién central era: «gCémo podemos pe. netrar en el velo o pantalla interna de la experiencia privada, de modo de describit, inferit y/o construir Iégicamente un mundo externo de objetos’ piblicos més alld de aquél?» En estas indage. ciones trataré de romper el vinculo entre estos dos problemas, con. siderando el uso colectivo de los conceptos —en la teoria cientifica Y en otros campos— separadamente de todas las cuestiones con- cernientes a la fisbilidad de le percepcién sensorial. Mi idea no es ludir ninguna cuestién fundemental, en contra de Mach y otros; * Jo sumo trataré de mostrar que su igualacin de esos dos problemas era prematura. Asi, para los fines de la Parte I, podemos tratar las cuestiones sobre el aspecto comunal del uso de’ conceptos indepen- dientemente de todas las cuestiones concernientes al papel de los conceptos en la sensacién y percepcién individual. Es verdad que en la Parte II pasaré, en efecto, a criticar todo supuesto de que la s la Mente y el Mundo Externo, Pero por el momento sélo me ocuparé de mostrar cudnto podemos avanzar’sin tomar en consideracién este litigioso problema, Adquirimos, pues, nuestro dominio del lenguaje y el pensamiento conceptual en el curso de Je educacién y el desarrollo; y los con- juntos particulates de conceptos que ‘aprendemos reflejan formas de j Con respecto a Mach, véase E. Mach, Beitrige zur Analyse der Emp- findurgen (Jena, 1886), 0 la versién iaglesa, The Analysis of Sensations (Chica £0, 1914), ‘popolarizada en Inglaterra pot Kari Pearson, The Grammar of Sctence (Londtes, 1892). Cit, también, B. Russell, Our’ Knowledge of the Extemal World (Londres, 1914), Tatrodueisa 3 vide y de pensamiento, comprensién y exptesién, cortientes en ‘nuestra sociedad. En ciertos aspectos, los patrones asi desarrollados son, como puede demostrarse, productos de la historia y la prehistoria cultural, Difieren de un pais a otto, pueden cambiar de manera sorprendente en pocos afior y todo ser humano normal los aprente ‘© vuelve a aprender en sus caracteristicas formas locales. En estos saspectos, nuestra herencia conceptual es recreada en cada nueva ge. neracién mediante todos los procesos de «enculturacién», sea por imi- tacién 0 interaccién, sea por instruccién o educacién formal. En otros aspectos, claro es, estas formas de vida y pensamiento sélo son expresiones culturales de capacidades y sensibilidades comunes a todos Jos hombres y aun a todos los animales superiores: son asgos insertados» en el cerebro y el cuerpo humano durante la evolucién orgénica de nuestra especie a partir de sus progenitores, En estos otros aspectos puede que atin necesifemos aprender nues- teas habilidades conceptuales, asf como debe aprenderse a caminar, pero el efecto de este aprendizaje es simplemente despertar y des, arrollar capacidades cuya base primaria es fisiolégica. Los patrones resultantes variardn entre las culturas o las sociedades sélo en deta. lles secundarios y, por consiguiente, se resistirén al cambio, Queda ain por resolver la cuestién de cuéles rasgos, exact mente, de nuestra herencia conceptual tienen una base predominan- temente fisioldgica o genética y cudles exigen una explicacién en términos predominantemente cultural o educacional. En cierta me- dida, sin duda, toda faz de la inteligencia colectiva tiene tantos as- Pectos fisiol6gicos como culturales, y las diferentes culturas represen- tan expresiones alternativas de Jes «capacidedes innatas» difundidas ampliamente, o hasta universalmente, en la especie humana, Asi, la capacidad de crear lenguaje-en-general (langege) parece set una caps. cidad humana especifica de la especie», que exige una particular constelacién de elementos correletivos neuroanatémicos y fisiolégi- cos; mientras que el desarrollo de lenguajes particulares (langues) representa exprésiones alternativas de esta capacidad humana genera), En nuestra generacién, la tarea de desenredar las contribuciones de la herencia genética (naturaleza, capacidades innatas) y del ambiente (crianza, enculturacién) a Ja conducta humana inteligente promete Set tan engafiosa como la tarea correspondiente con la que s¢ en- frentaron nuestros abuelos en fisiologia. general y medicina Sin embargo, en un comienzo, esta dificultad Particular no tiene Por qué trabar nuestro andlisis de los conceptos, el lenguaje y la com. Brensién colectiva, Sélo necesitamos reconocer que las facultades conceptuales que ejercemos como adultos son, primarjamente, las que hhemos heredado; y para muchos fines no importarfé —dentro de 4 ‘La compressa humana ciertos limites— hasta qué punto esta herencia se transmite fisio- logicamente y en qué medida por enculturacién. Podepnos (por ejem. lo) criticar las formas particulares de vida y comprensién en las gue hemos crecido, tratando de mejorarlas y elaborando formas me. jores; asi, nuestro’ pensamiento reflexivo individdal puede innovat, modificer y, con el tiempo, reemplazar esos conceptos heredados En este caso, tanto los conceptos originales como sus reemplazantes zo serén, meros productos de un proceso cultural, sino también ex. presiGn de nuestras capacidades innatas. Pero esta dualidad no supone diferencia alguna con respecto a la cuestin operativa del caso saber, qué consideraciones tienen importancia en la innovacién conceptual y cémo deben juzgarse las variantes conceptuales nuevas A estos fines, las anteriores formas de conceptos siguen siendo los puntos de partide para todas las innovaciones. posteriores y_ los ‘nuevos conceptos «reformados» serén Ia propiedad potencial de todos ‘nuestros semejantes tanto como de sus predecesores. Ni los viejos ni los nuevos conceptos serén manifestaciones de propiedades gené. ticas universales 0 de nuestras experiencias privadés solamente, As! volvemos al punto primero e ineludible Nuestras_creencias perso- ‘ales sélo ballan expresién mediante el uso de conceptos eomunales, Los nuevos “moldes en Tos aa se_plasman_nuestros_pensamientos personales adquieren una forms defies ‘cuando se convierten eh todo caso, potencialmente— en i trumentos intelectuales co- lectivos de una’ comunidad determinada. 5 aspectos colectivos de la comprensién, por consiguiente, son el tema general de la Parte I. Los aspectos individuales del uso de conceptos 10s ocuparin principalmente en la Parte II. Podemos reservar para la Parte III la consideracién de los problemas filosé ficos especiales que surgen cuando ponemos unos junto a otros los ‘aspectos comunales y los personales del uso de conceptos y reevalua ‘mos la autorided intelectual de nuestros conceptos y ereencias dentro de una explicacién integrada de la comprensién humana, Capitulo 1 EL PROBLEMA DEL CAMBIO CONCEPTUAL 11, El reconocimiento de la diversidad conceptual Giertas fechas de Ja historia humana adquieren una significacién retrospectiva que nadie podia haber discernido en la época. Contem. plindolas desde una época posterior vemos en ellas el punto en el que un nuevo factor, influencia o idea entré —imperceptible, pero irreversiblemente— en el curso del desarrollo histérico. Se planté cen la mente o los asuntos de los hombres una simiente cuyo creci- miento podemos rastrear desde comienzos que fueron demasiado fenues pare ser reconocids. Una de esas fechas es el 13 de abril le 1769. Exe dfa, el capitin James Cook legé a Tahit{ en el barco de Su Majestad Discovery, completando asi la primera mited de un Viaje alrededor del mundo!. La circumnavegacién habla sido ple- neada como una expedicién cientifica: Cook Ievabe consigo a Joseph Banks y a un conjunto de cientificos reunido bajo los auspi- ios de la Royal Society. Tahiti habia sido elegido como un conve- niente punto de observacién, sl otro extremo del Globo con respecto 4a Greenwich, para registrar el trénsito del planeta Venus por el disco del Sol, que debia tener lugar el 3 de junio de 1769. Por ello, J. C. Beaplehole (recop), The Journals of Captain James Cook, Vol. I: ‘the «Endeavour», 17681771 (Cambridge, Ingh, 1953), e5pe- CLEXIECKCH; tambien, Hl. Wooll, The’ Trans of Venus: ighteenth Century Science (Princeton, 1959), ” 56 La comprensién humana Ja primera preocupacién de Cook al llegar a Ja isla fue elegir un promontorio adecuado —Ilamado Punta Venus, en honor del plane- ta— sobre el cual instalar los instrumentos astronémicos necesarios, Estas observaciones de trénsitos eran necesarias para completar vn ‘iltimo detflle importante que hasta entonces faltaba en el cuadro newtoniano ortodoxo de la Creacién astronémica de Dios. Compa rando los tiempos que necesita Venus para su trénsito por el disco solar, observado desde una serie de puntos diferentes dispersos pot la superficie de la Tierra, los astrénomos esperaban poder caleular, finalmente, en medidas absolutas, los tamafios reales de las étbites planetatias, triangulando el cielo del mismo modo que un nave- gante triangula el océano 0 un topégrafo triangula la tierra, Esta parte premeditada de la expedicin fue delicada pero rel tivamente sencilla, y se lev6 a cabo sin ningiin obstéculo serio. Pero a su retorno, en julio de 1771, el viaje del Discovery se convir. 16 en la comidilla de Europa por muy otras razones imprevistas, El problema de las distancias astronémicas podia agitar la imaginacién de los cientificos y los tedlogos, pero la mayoria de los europeos cultos compartfa la creencia de Alexander Pope de que «el estudio propio de la humanidad es el Hombre». Asi, la mayor impresién que dejaron los informes de la expedicién no provino de sus resul- tados astronémicos, sino de algunos curiosos subproductos. antropo. legicos. Las costumbres de los. tahitianos resultaron ser mucho mils desconcertantes que las distancias de los planetas. La vida en ‘Tahiti, aunque bastante tranguila, era sorprendentemente libre fécil: Jos habitantes vivian felizmente, aunque ignoraben muchos de los tabies y mandamientos considerados en Europa como ele. Mentos esenciales del Orden de Dios. Los europeos del siglo xvint lefan relatos del viaje con sta mezcla de asombro y envidia. La amabilidad de las mujeres téhitianas se convirtié en algo proverbial y el nombre de Punta Venus adquirié asociaciones totalmente im- previstas. E! nuevo ideal roméntico del Noble Salvaje, como encar- nacién de una Naturaleza Humane no deformada por las exigencies de la sociedad, las convenciones y los prejuicios, parecia haber ad- quirido vida en las islas de los Mares del Sur. Esta confrontacién fue sélo un indicio de un conflicto entre los supuestos tradicionales de la filasofia y la teologia y los hechos de Ja variedad histérica y cultural, conflicto que los 200 afios poste. tires no han hecho més que agudizar. El viaje de Cook fue planeado para establecer, finalmente, 1a estructura eterna de la Creacién de Dios; pero su resultado fue conicentrar Ia atencién en la variedad Ja manifiesta incompatibilidad ce las morales, las culturas y las ides’ de los hombres. A partir de eatonces se hizo cada vez més difidll 1. El problema del cambio conceptual m adecuar el conocimiento féctico de los hombres sobre las teorias y las costumbres de sus semejantes con las opiniones aceptadas acerca del punto de vista imparcial desde el cual debfan efectuarse el juicio y Jn apteciaci6n racionales. Consideréndolas retrospectivamente podemos ver que esas opi niones aceptadas habian incorporado varias exigencias independien- tes, y el efecto inmediato de los nuevos descubrimientos histéricos Toda Ta‘tradicign de el testimonio de los sentidos’sélo se re lares, se_necesitaban algunos principios_teé is para Felver In conadlnioney Gy our de sus bilidad y contingencia socava también Ta base del lenguaje ——como Juego infirié Cratillo—, se necesitaba, ademés, criterios més dura. deros para garantir los sentidos aceptados de las palabras, Y si s, De modo que, wart Kant como, part Platén, le racionlidad de los i tun hombre debfa juzgarse por principios univers para Kant como para Platén, slo era correcta en. forma y en contenido una determinada filosofia natural, y para Kent como para Platén, el supremo mérito intelectual de su filosoffa natu- ral residfa en su sistematicidad y su coherencia. Fue thesién a_un solo sistema universal de principios intrinsecamente racionales| fg que darante el siglo vt, Talmene- choos de free cor ka ‘descubrimientos de Ia histor la_antropologia. Pero desde muy temprang-eita tdledn: datiinante en filostia se convittio ep una Teceta para el itarismo intelectual, “en lugar de ong gensina ImpriSaiead ES Ene init coms er one Greencia en principios «universalmente vélidos» ¢ «intuitivamente evidentes» estimulé cierto farisefsmo y parroquialismo. Cuando los helenos se comparaban con los bérbaros o los europeos del siglo xvitt se enorgullecfan de su superioridad sobre los antiguos bretones y otros pueblos «primitivose, no podfan evitar la suposicién de que las verdades suptemas y vélidas con exclusivided sustentarfan sus propios conceptos y métodos de pensamiento bisicos. Asi se amotti- gud un tanto el impacto inicial de los descubrimientos histéricos y Beogrificos. A fin de cuentas, en cierto nivel, la variedad de gustos, hébitos ¥ estructuras sociales de los hombres era familiar para los europeos desde mucho antes de Ia década de 1770 y Ilevé algin tiempo reco- nocer su plena significacién..En su tratado sobre L'Esprit des Lois, Montesquieu habla comparado gentes y culturas de diferentes lugares geogréficos, con diferentes climas y suelos, recursos y tradiciones, y habia usado esas diferencias ambientales para explicar por qué esas sociedades tenfan diversos sistemas de leyes, instituciones y técnicas econémicas, asi como variados temperamentos y gustos attisticos *. Sin embargo, para Mostesquieu, esas diferencias no llegeban a consti- tuir incompatibilidades directas. Ain representaban otras tantas ex- va Seki Eanty Prolesomene to any Future Metepbyics (1783), especialmente 8 Seccién 38, “Véase de Montesquieu L'Esprit de Lois (Ginebra, 1748), El anilisis de Montesquieu ere una tradicién de ideas estfticas y etructureles que he man- tenido su vigencia en Francia hasta la actualidad, como lo. pone de manifiesto, por ejemplo, la Aniropologia Estructura! de Claude Lévi-Strauss (Paris, 1938), traduccién inglesa de C, Jacobion y B. G. Scheop (Nueva York, 1963), Véase también Discovery, eapivalo 3. 1. problema del cambio conceprod] a presiones de las mismas leyes y principios sociales fijos, basados en Ja misma y permanente «naturaleza de las cosas»; 0, alternativa- mente, a otras tantas variaciones estructurales sobre un tema co- smiin que reflejaban diferentes equilibrios entre las condiciones rele. vantes de la vida social. Hasta un autor tan liberal y poco ortodoxo como Voltaire consideraba la variedad de las costumbres humanas como una cuestién superficial, detrés de 1a cual las exigencias fun. damentales de la Razén y la Naturaleza permanectan tan fijas ¢ ineluctables como siempre: «Sélo hay una Moralidad, como. sélo hay une Geometrian °. Montesquieu y Voltaire, sin embargo, tabian poco de las cul turss y las sociedades ajenas a las tradiciones del Oriente ‘Medio y europeas. China y la India apenas habfan salido del dmbito de Ie fabuloso; min podfan ignorarse, por birbaras y primitivas, las socie. dades tribales de Africa Central y América del Norte; mientras en Jo concerniente a las civilizaciones perdidas de los Incas y los Az. tecas, el testimonio de los Conquistadores Cen castellano en el ori- ginal; n. del +.) espafoles era esquemético y sospechoso, Habla datos suficientes sobre los romanos, griegos y persas clisicos, sobre las diversas naciones eutopeas y, en menor medida, sobre los judios ¥ los musulmanes, culturas todas relativamente homogéneas, basadas Por igual en la cuenca mediterrdnea o en las trac Te Biblia. Ast, casi hasta 1800, Ie sparenee tumbres y practicas de las sociedades humanas ec interpretarse como diferentes manifestaciones de una nica Natu. raleza Humana estética que acta en todas partes segiin los mismos Principios fijos, casi geométricos. Fueron necesarias las circumnavegaciones de hombres como Cook ¥ Bougainville los informes de los viajeros europeos al sur y al este de Asia para abrir las tlkimas y més remotas partes del Globo, des plegindose asi el espectro total de la variabilidad humana. El estimulo ue los descubrimientos zoolégicos y botdnicos dieron a las especu. Jaciones sobre la taxonomfa y los otigenes de las especies orpinicas Jas observaciones antropoldgicas resultantes lo dieron también a Ia especulaciones sobre la moralidad y los origenes de la sociedad. En los decisivos argumentos de Darwin Pata demostrar la variabilidad orgénica, los elementos de juicio concernientes a la actual distri- bucién geogréfica de las especies se ensamblaban con los clementos de juicio geolégicos y paleontolégicos sobre el pasado, Del mismo modo, alrededor de 1800, los descubrimientos de la etnologia y la iedad de leyes, cos- ‘onocidas atin podian * Moltsire, Dictionnaire Philoropbique (1767), s.v. «Morales, ed. J. Ben- a, vol. TL (Barf, 1943}, pp. 1602 @ La comprensiéa humans antropologia se habian unido a una comprensién més profunda del pasado histérico para configurar una poderosa argumentacién en Prueba de Ia variabilidad cultural; y los posteriores desarrollos del siglo xrx s6lo dieron mayor fuerza a esa argumentacién. Desde el momento en que los hombres reconocieron toda la gama y variedad de las costumbres e ideas mdrales aceptadas en diferen- tes culturas y épocas, ya no podfan considerarlas plausiblemente como nada més que efectos alternatives de causas eternas y univer- sales, como expresiones alternativas de leyes sociales estéticas, como soluciones alternativas de ecuaciones sociales intemporales. Por e’ contrario, surgié la tentacidn de atrojarse por la direccién relati- vista opuesta y concluir que las précticas morales son asunto de opcién local, como los cédigos de leyes y los procedimientos admi- nistrativos, de modo que se debe decir también de los principio: morales: cuius regio eius lex. Al prinel sin embargo, la ape lacién al relativismo quedé limitada cuestiones de conducta. préc- tica: por ejemplo, a cuestiones de moralidad. Dentro de la trama social de Tahiti, €l amor libre y el infanticidio parecian tan seem tados y respetables como la monogamia y el afecto paterno en la Europa del siglo xvii ‘(Pero mientras que las costumbres y la moral de los islefios del Pacifico podian ser un desaffo a las Presuposiciones éticas de los europeos, no parecfs haber ninguna razén similar para considerar (digamos) el sistema de numeracién, la cosmologia y las creencias animistas de los aborigenes australianos como ‘genuinas alternatives a la matemética, la astronomfa y la fisica europeas. Por ello, durante unos 100 6 150 afios, los hombres evitaron extender los argumentos sobre ¢] relativisma ético a las disciplinas o con. cepts. mateméticos y cientificos. Las pretensiones intelectuales de Ja geometr{a euclidiana y la fisica newtoniana —que Kant habla tado de asegurar mediante razonamientos trascendentales, a priori— atin las ponia, en la mente de los hombres, aparte del resto. del ensamiento europeo y de las ideas protocientificas de otras culturas. ‘Unos pocos filésofos idealistas (es verdad) tomaron el cambio Ja variedad histéricos suficientemente en serio como para argii que todas las categorfas bésicas del pensamiento y las teorfas hu- manos —matemdticos y fisicos, tanto como éticos y teoldgicos— eran productos de una secuencia histérica, y no ‘tasgos «universales y $ Besgehol, of, et, pp. CLXXXVIILCLRXXIX. Como iba a demestrar avis tarde la obra de Moeenhoot, a ausciga en Tait! era mas comple de fo que ablan indicado los. primeros informes: In exandalonn, pero eects sot conde us bbl etc tania aly curd ‘ed uit fesuls set caratristica pincpalimente de an Gnico s00prupO expe cializado de tahitianos que ‘tenfan funciones semisacerdotales. 1. Bl problema del cambio conceptual 8 apodicticos» de la «raz6n pura». Pero la mayoria de los hombres del siglo xvitt no consideraron ineludible este argumento. Sélo. gl afio 1900 —en particular, desde 1905— se ha hecho, eee fimo, Evidente que los jucios y_concepios_intclectuales edn Sipuestory ua vatcdad,-¢ elativided beacsial ejante_a lade Ia ‘Briticas Tegales, Tas_creenclas morales y las instituciones soci mo comprendemos ahora, Tos jentos de numeracién, [as nomenclaturas de colores, las .cosmogonias y las tecnologias de las diferentes sociedades reposan en principios que difieren tan radi- calmente como los que subyacen en las diferentes actitudes morales iales. Entre tanto, dentro de la ciudadela de la misma ciencia fisica, el sistema clésico de Euclides-mds-Newton ya no pretende poseer la autoridad intelectual tinica que conservé du. tante gran parte del siglo xrx. Ast ée ha eliminado la principal barrera a la extensién del argumento relativista de la conducta prictica a los conceptos intelectuales. Ahora, el desafio de la variedad hist6rico-cultural nos afronta tan idamenie en Ja vida intelectual ‘og en Tega pracmeg EE 8 Tk Vl Tomo tesul Taio ‘de esto nos encontramos ‘hoy en una situacién nueva y desconcertante. Si el siglo xvitt ubicé su confianza suprema on la Rezén o la Nattdlers,y ef 0x Tandé 53 confines tetera en-Tos hechos providenciales de la Historia a siglo xr aire acosado ‘Por el problema no resuelio de Ta selatividad. En los Wltimos setenta des, oe boner Thalnenie bar sao eg ee relatividad de Tos juicios humanos no sdlo afecta a la moral, la re- Ugign y Tas relaciones personales, sino también a todos Tos otros tipos de epapios- meando nae as ientificas. Y_esta relatividad no_s6lo. existe entre culturas separadas or Ta distancia Roma y Florencia, China y Japén, Norte américa y el Asia Septentrional—, sino también entre comunidades ¢ individuos diferentes dentro de tna misma ciudad. No s6lo divide a hombres y épocas alejados i él tiempo’ —al siglo x1x del xvut, 4 la sociedad moderna dela meleal, siglo xx a.C. del vint d. C—, sino también a los hombres de décadas y generaciones sucesivas, Los ‘conceptos que emplea un hombre, los patrones de juicio racional que Feconoce, cémo organiza su vida e interpreta su experiencia, todas estas cosas dependen, al parecer, no de las caracterfsticas de una «caturaleza humana» universal o de la evidencia intuitiva de sus ideas isicas solamente, sino también del momento en que nacié y el lugar en que vivis, Este descubrimiento nos pone en un aprieto. Si todos los con- ceptos, interpretaciones y patrones racionales de los hombres —en la ética o en la vida préctica, en Ja ciencia natural y aun en la matemé. “ La comprensi6n humana tica— son variables histéricas y culturales, de modo. que: nuestros modos habituales de pensamiento son reflejos de nuestro. tiempo lugar particular tanto como nuestros modos habituales de conducts social, entohces se plantea en cada caso el mismo problema funda. mental. Qué pretensiones sélidas a nuestra adhesién intelectual pueden’ tener conceptos y modos de pensamiento cualesquiera? Si toda cultura tiene sus propias ideas fundamentales y todos sus iuicios deben ser interpretados teniendo en cuenta esas concepciones articulares, ¢no serfa un anacronismo o una falta de comprensin juzgar las creencias y conceptos intelectuales de una cultura o época totalmente desde el punto de vista de otra, como en el caso de sus actitudes morales o sociales? En tal caso, gedmo hemos de decidir qué conceptos tienen une genuina autoridad intelectual sobre nos- ‘otros o algtin derecho serio @ nuestra atencién? En verded, en esta nueva situacién, equé significado puede tener para nosotros la idea de enpt y descrip. tivas, que eran asunto de Jos psicdlogos del conocimiento; y centrd su Fuego contra. ién de Ta logica y Ia matemética que et Gisciplinas eminentemente tacio- nal de Tas Tepes 2 ey ricas.que_gobiernan T6s_«procesos mientales> reales Su opostign a Ta adiltsacin le i Hlosols pot lo psicologia se extendia también a la historia. Después de distinguir el andlisis filos6fico (0 légico) de los conceptos del estudio psicolégico (0 empi- ico) de los procesos de pensamiento, pas6 a distinguirlo de modo igualmente tajante de Ia historia de las ideas. El enfoque histérico, con su meta de discernir Smo comenzaron las cosas ¥ de llegar, « partir de'esos origenes, @ un conocimiento de su naturalezs, cs, *R. Descartes, Discourse on Method, Parte 1, segunde oracién. Vésse {p. ch Descartes" Philosophical Writings, eds, Haldane’. Ross (Cambridge, ngl., 1911; rept, Nueva York, 1955), p. 81 °°G. Frege, «On Concept and Object» (1892), trad, ingl. en Translations from the Philosophical Writings of Gottlob Frege, ed. por P. Geach ‘M, Black (Oxford, 1966), p42, 1. EL problema del cambio. conceptual 6 2 a eam ing nr nin ent ts dp Estutere en luo continus 9 nale'se pantvirs To bor tao iawn posed de conc sattnies ie gar sempre, na abe Serfa dificil hacer més explicito que en estas sltimas palabras de Frege su platonismo esencial, su conviccién de que todo verda- dero conocimiento debé fundarse, en sltima instancia, en propic- dades, relaciones 0 principios inmutables y ahistéricos. Como filésofos (prosigue Frege), debemos ignorar todos los descubrimientos meramente empfricos, sea acerca del desarrollo de Ja comprensién en la mente individual, sea acerca de la evolucién histérica de nuestra comprensién comunal. mos, al parecer, que los conceptos crecen en Ja mente individual coro hojas en’ un éebol, y' pensamos que descubritemot su naturaleze estudian- do tu crecimiento; tratamos de definitlos psicolégicaméate, en términos de la ‘mente humans. Pero esta explicacién convierte todo en algo subjetivo, y ai le adoptamos hasta el fin, hard desaparecer la verded. Lo gue se conoce coma la pistoria de los conceptos ex realmente una historia de nuestro comocimiento de lor conceptos 0 del significado de palabras Los fildsofos deben ocuparse de Jos «conceptos» s6lo como ides- Jes intelectuales intemporales que la mente humana lucha por al canzar, en el mejor de los casos, penosamente y poco a poco. «A me- nudo sélo después de un inmenso esfuerzo intelectual, sostenido quiz a lo largo de siglos, la humanidad logra, finalmente, el cono- cimiento de un concepto en su forma pura, despojindolo. de los agregados irrelevantes que lo velan ante los ojos de la mente ® Para_un_platénito como Frege, al igual que antes para Descartes, {a concgonre fener comes a on¢ Smut on st ones Teale Ca ienies en UN Comunidad Selo oi Mis sSficamente _significativas como aproximaciones al sistema tert los «conceptos» ideales. Las cuestiones filosdficas concernientes a la sacinaldad, Te WONT neces y Te SORE oe eS ‘en términos de ese sistema ideal de concept6s, ¥ todo conjunto real hhisiGrico, “de_concepciones puede tener un aicendiente intelectual Kato bre neste S30 nT fimo sobre nosotros sélo en Ja medida en que se aproxima a ese ideal, Considerando Ia inicial preocupacién de Frege pot Ia filosoffa de Ja matemética pura, su enfogue no era irrazonable y pronto condujo © G. Frege, The Foundations of Arithmetic (Breslau, 1844), trad, ingl. de La taphgio (Oxford, 1990), p. VIL. (Les basa 'som mis, en dea y en ‘cites siguientes ING. Frege, The Foundations of Arithmetic, lo, 6. » Bia 7 La comprensién humana a algunos resultados mateméticos importantes. Se habla fijado lo tarea de definir el concepto fundamental de la ari es, el de nifmero— en términos que lograsen «des los «agregados irrelevantes que lo velan ante los ojos de la mente», exponiéndolo asi «en su forms pura». Para sus fines carecia de ob- jeto preguntarse cémo se habla desatrollado histoticamente el uso real por los hombres de concepciones del ntimero o qué diferencias habian encontrado los antropdlogos eatre lor miiodas de cons y calcular usados en culturas diferentes. Tales estudios ffcticos hacen meramente la crénica de los cambiantes significados de las palabras que designan némeros en nuestras agrupaciones histéricas, &n mar. cha hacia concepciones del mimero totalmente adecuadas o «purssy ‘Una aritmética de base racional, en cambio, debe ocuparse del sis- tema ideal y definitivo de conceptos numéricos, el eval brindard ‘un patrén 0 modelo intelectual nico para juzgar todas las anteriores y toscas creaciones protonuméricas de los hombres. El anilisis de Jos conceptos numéricos, pues, debe emprenderse usando solamente los instrumentos de la légica. Exige la construccién e interpretacién de una rigurosa red de definiciones y relaciones formales, a fin de completar el sistema axiimético ya elaborado para la atitmética por el matemético italiano Peano. Los Fundamentos de la aritmética, de Frege, fueron un ejemplo filoséfico que pronto fue seguido por otros. El programa que é) enuncié en el decenio de 1890 se convirtié en un modelo para |i labor de Bertrand Russell en légica filoséfica y para medio siglo de investigacién sobre filosofia de la ciencia, especialmente en Viena y los Estados Unidos. No necesitamos examinar aqui cémo los suce- sores de Frege realizaton en detalle su plan pare la filosofia; es sufi- ciente demostrar su permanente adhesin a sus principios absolutistas originales. En el caso de Russell, esto no es dificil de hacer. Desde su tempreno atticulo «Sobre la denotacién», pasando por los Prin cipia Mathematica, hasta sus clésicas conferencias sobre La filosofia del atomismo légico, Russell concibié su tarea filosdfica de manera que permanecia estrictamente contenida dentro de los limites ofi- Binales de Frege”. Definié esa tarea apelando a una distincién esen- cial entre las «formas gramaticales» de las oraciones usadas en diferentes lenguas «naturales» 0 con existencia histérica. —que itmética —esto pojarlo» de todos 13 B. Russell, «On Denotings, Mind, 14 (1905), 479.93. «The Philosophy gf Logical Atomisme, Monist, 28 (1918), 495.527, y' 29 (1919), 32.63, 190-222, 34580;, cf, también, B. Russell y A. N. Whitehead, Principia MesBematice (Cambridge, Ingl., 1910, 1912, 1913) 1. El problema del cambio conceptual pueden exhibir de manera clara, aunque por Jo general no ocurre ast, el significado comin que esas diferentes oraciones pretenden wansmitir— y la «forma l6gica» de la proposicién subyacente que verdaderamente tiene ese significado. La tarea filosofica era eli. minar todas Jas confusiones intelectuales que la idiosincrasia de la forma y la costumbre gramatical imponen a nuestro pensamiento, y Hevar a la luz las proposiciones subyacentes, cuyas formas y rela. iones légicas son lo tinico significative sin ambigiiedades. Asi, en sus primeros escritos, Russell explicaba los «agregados inrelevantes» de Frege como producto de los aspectos engaiiosos del Jenguaje ordinario y el uso cotidiano. Esta explicacién afiadié un detalle la posicién de Frege, sin cambiar lo esencial de ella. Para el primer Russell como para Frege, los conceptos y las proposiciones segufan siendo entidades ideales, intemporales, captadas incompleta. mente, en el mejor de los casos; por Jas palabras y oraciones em- pleadas en uno u otro momento de Ia historia. El verdadero ca. racter de esas entidades intemporales s6lo podia ponerse de relieve en términos \égicos, como un sistema de relaciones necesarias; esto significaba que los fil6sofos debfan elaborar un simbolismo y un célculo légicos mediante Jos cuales extender el tratamiento de Frege ¥ Peano de Jos conceptos aritmétices, primero a toda la matemé tica, y, Iuego, a los restantes conceptos de la ciencia natural y vida préctica. De este modo se podria separar, finalmente, el andlisis filoséfico de los conceptos proplamente dichos, a ie aspitaba 4 constituir un sistema Tormal de relaciones necesari Yadio Risiérico de los cambios en mi det signiticads-de las palabras ‘como det arrotto” intelectual del individ, Sdlo de ‘euro de escapar a las herejiae gemelas del falacis genéti La tarea de realizar completamente el programa intelectual de Frege, claro esté, ha demostrado ser mucho mayor de lo que él y Russell solos podian realizar. Pero su obra suministré el. primer fundamento indispensable, y los céleulos formales del Befriffsschrift, de Frege, y de los Principia Mathematica, de Russell y Whitehead, Pronto adquirieron la misma autoridad soberana para los filésofos del siglo xx que la geometria de Euclides habla tenido para Descartes. En _su_aspecto més ambicioso, su objetivo filosdftto era_integrar ei Sep taal del conociniene Mea eee cbiete Tae tttmds er fr denis de 1920 FOUN Coa Dale eae leisy habla proyectado la geometiia pura en la aritmética, como Peano y Rusself habfan fundado Ja matemitica pura en la Iégica pura y como Hamilton y Hertz habian convertido la dinémica n R La comprensi ‘umena mecinica racional, los defensores del movimiento de la Unidad de Ja Ciencia planearon basar toda la ciencia natural en un tinico sistema légico. Esperaban, después de agregar términos primitives, postu: lados y reglas de correspondencia a la légica simbélica de ‘Ruscell, incorporar, todas las ramas genuinas de la ciencia al edificio axio indtico restltante; y puesto que las partes matematieas exenciales de este edificio quedaban mejor expuestas en el formalismo légico exis. tente —en particular, en el Iamado «célculo funcional de primer orden»— debia extenderse y adaptarse Ia misma notacién pare servir 4 los fines de Ia totalidad. Como resultado de ello, el. simbolismo de la légica matemética se convirtié en el medio obligatotio para exponer una teoria cientifica unificada y coherente, 0 Weltbld, como antes lo habian sido las ideas geométricas de Euclides ™ Esto en cuanto al programa y los manifiestos. Pero cuando ce Jo quiso poner en prictica, el plan de Frege de un sistema universal y asi, matemético de conceptos «puros» chocé con dificultades, Es verdad que, al analizar nuestros patrones de juicio racional en tér minos abstractos, evitamos el problema inmediato del relativismo pero Jo hacemos al precio de reemplazatlo por un pro. pertinencia historic. Para ver cdmo surgen estas diffcul. tddes debemos comenzar por trazar una distincida, que los suce. sores de Frege no siempre toman en cuenta, entre las cuestiones: L,_Si los conceptos de cualquier campo de estudio se prestan al estilo de andlisis formal de Frege, “2) Qué luz arzoja este anilisis formal sobre la racionalided de los cambios intelectuales en el campo considerado. Compartiendo In adhesin de,Frege a Ia matematizacién de la filosofia, Russell y los filésofos del Circulo de Viena también acep. taron, naturalmente, la fe platénica tradicional. en las-virtudes-espe- iales de las relaciones Idgicas y la sistematicidad légica. La demos. itacién de la posibilidad formal de analizat cualquier conjunto de conceptos mediante el simbolismo Iégico ha sido, para ellos, toda la prueba que se necesitaba de que el sistema resultante es aplicable en Ia practica, No consideraron lo suficiente la cuestién de cémo Puede autovalidarse una abstraccién o garantir su propia perti. néntia“préctica.“En-la-matemdtice puta, donde quedan de lado las Chestiones de pertinencia empfrica, este enfoque puede tener alguna Vésse mi, ensayo. segen qué principios més generales se supongan, y las afirmaciones més amplias se relacionan con las mas resttingidas no como los axiomas con los teoremas, sino mas bien como presuposiciones con cuestiones que son consecuencias de ellas. De tal modo no es la verdad de prin- eipios generale la que determina o es deterininada por verdad de ‘Gnunciados particulates; Tos_enonciados_espectficos en itinas_mds_generales, 3 T. Lakatos, «Criticism and the Methodology of Scientific Research Programmes», Proceedings of the Aristotelian Society, 69 (1968), 149-6. 2 La comprensién humana sacia I6gica» de conceptos especificos més restringidos se remite a, y depende de, la «cficacia Iégicar de conceptos generales més’ am. plios. ©, para decitlo con nuestros propios términos: Ips conceptos Y cuestiones restringidos y més especfficos sdlo son operatives allf donde son _pertinentes y aplicables los conceptos y principios mas amplios y més generales.) “ estructura I6gica, argifa Collingwood, caracteriza a los siste- mas_conceptuales_en todas sus partes y en~todo nivel, ue tox lemento_especitico ‘un _asistema de suposicionesp, ‘en dltimo andlisis, 38 es operative a coh icin de que sean perti- inentes_y-aplieables sur pitncplos tas generals Tae ees natural como Ta Fisica, por ejemplo, ‘Presuposiciones mds gene- tales decerminan qué patrones de 'pensamiento se emplean para Teconocer ¢ interpretar fenémenos fisicos; y al hacerlo asf determi- nan también qué cuestiones son aceptadas como operativas en este campo de investigaciGn. Asi, la fisica clésica del siglo xtx reposaba en toda una serie de supuestos técitos, por ejemplo, que puede ex- plicarse normalmente el movimiento de los cuerpos inanimados de manera totalmente independiente de sus colores y olores, y que es posible identificar determinadas acciones 0 fuerzas para” explicar todos los cambios de cantidad de momento lineal, A menos que sean vilidas estas presuposiciones, los conceptos y cuestiones especificos de a fisica clésica no serén operativos; en este sentido su significado mismo depende de la validez de tales Presuposiciones. Y ciertamente, desde el punto de vista del historiador, tal descripcién aclara mucho Ja mecénica newtoniana. Porque, geudl serfa el efecto de abandonar totalmente los axiomas generales de la dindmica de Newton? No solamente haria falsos un gran niimero de enunciados sobre «fuerza» ¥ sus efectos sobre los «momentos» de los cuerpos que antes. s¢ suponia verdaderos, sino que realmente se despojaria a esos términos de significado, de modo que los enunciados en que se empleasen dejarian de aparecer, de ser operativos 0 aun de tener sentide, En este punto central de su argumentacién, Collingwood intro- duce un conveniente y atrayente par de términos técnicos. Dentro de u1_sistema de presuposiciones, los conceptos y_ cuestiones st Fela: jonan con otros conceptos y cuestiones de niveles adyacentes, por de Ta eficacia TWégica de I siguiente _nive 4s_general ®. Asi, los problemas fisicos concernientes a la: disper- Nac Gpriastendetn um dgnifeate determina nie dentro del ii bito del concepto més amplio de «indice de refracciéa». Es decir, % Collingwood, Metaphysics, pp. 27. 1. El problema del cambio conceptual cs nuestro-uso de la expresién adispersién épticay presupone la perti nencia y aplicabilidad de las leyes normales de la refraccién, (Esto es ast porque Ia dispersién de una sustancia transparente se define como el modo en que su indice de refraccién varia segtin la longitud de onda de Ia luz refractada.)eNo obstante, esta presuposici6n sigue siendo —en la terminologia de Collingwood— meramente «relati- van, pues los conceptos de erefraccién» e «indice de refraccién» a su vez presuponen la aplicabilidad de otrod términos atin més amplics, como «rayo de luz». Los problemas acerca de Ia refraccién tienen ur significado cabal sélo aplicados a fendmenos dpticos que pueden describirse cabalmente en términos de tayos de luz; de modo que toda Ia terminologia de la refraccién presupone, a su turno, ideas ain més generales. De tal manera, los mismos conceptos que Presuponen en un nivel dependen, en otro, de presuposiciones ain ain mds generales. De tal manera, los mismos coneeptos que se Presuposiciones meramente relativas.) Cuando Hegamos ala céspide de una jerarquia conceptual_nos affetamor con tnt Tania ¢ conislciar Se oe ee rales que ya no dependen de ots de carder nie nena Ee este vel nat" mucstiosconcesior 7 games eee que “ol lama _presuposiciones «absolutas», y Ta validez de todo Spee iets eee puede aa de la pertinencia y apli- cabilidad de tales principios generales. Mientras que las presuposi: ntras gue a iones relativas tienen relaciones légicas en ambas ivetciones, las ‘presuposiciones absolutes se yerguen sobre sus propios pies. Una vez que una afgumentacién llega a ete nivel final, ya ho guedan supuestos bésicos que revelar. Abandonar un conjunto de prevuposi- ciones absolutas significa renunciar al correspondiente patrén de Pentamiento en su totalidad. Esta distincién entre presuposiciones absolutas y relativas es esencial, arguye Collingwood, ‘para una adecuada comprensin del papel que desempesian los sistemas con ‘eptuales, tanto en Ja ciencia o la filosofia sisteméticas como en la do_ campo, el comienzo de la sabi. consideramos en términos generales el cuadto de Collingwood de la historia conceptual, podemos hallarlo atractive y plausible, pero si lo levamos més alld de cierto punto, surgen dificultades de interpretacién. Podemos ver, por ejemplo, que un témino como a ‘La comprensién humana -«rayo de luz» es una nocién fandamental para toda la éptica geo- métrica, de manera que abandonarlo sigoificaria renunciar a la 6p- tica geontétrica tal como a conocemos. (De la misma forma segia dificil imaginar una dinémica que careciera totalmente del concepto de inercia.) Sin embargo, cuando examinamos en detalle la de ipcién de Collingwood né esté claro en qué nivel exactamente ‘resuposiciones dejan en Ia_prictica de_ser_arelativas» —esto s, lependientes de otros principios ain més amplios— para convertirse sn_«absolutas» o autosustentadas, Qué es exactamente To qué ingwood considera como un ejemplo especifico de presuposicién absoluta? Sobre esta cuestiGn sus propios ejemplos no nos ayudan mucho. Asi se formé una concepcién muy personal del desarrollo de la fisica entre 1680 y 1930, concepcién en Ia que dividié este des- arrollo en tres etapas sucesivas, regidas, respectivamente —decia—, Por una presuposicién newtoniana, segiin la cual «algunos sucesos tienen causas», una presuposicién kantiana de que «todos los. su- ‘cesos tienen causas» y una Presuposicién einsteiniana de que aningin suceso tiene causa» ¥. Ahora bien, el concepto de causa ciertamente hha desempefiado papeles muy diferentes en Ia fisica en époces dife- entes de los lkimos tres siglos, pero la f6rmula de as tres etapas de Collingwood sélo hace justicia muy tosca a esta historia; _y, en general, sus propias aplicaciones de la teoria de las presuposici nes al cambio conceptual en las ciencias de Ia naturaleza més pet judican a su tesis que Ia benefician, De todos modos, los malos ejemplos no deben distraernos del rasgo esencial de la descripcién de Collingwood. Cuando arguye.que iertos conceptos fundamentales son, por asf decir, constitutivos de las ciencias dentro de las cuales se los usa, pisa terreno firme. Sin los conceptos de «rayo de luz» y de «inercia», la Optica geomé- ttica y la dindmica desaparecerfan. Quisd otras ciencias vecinas po- drian invadirlas y tomar posesién de sus campos de investigacién, pero esto es otra cugstion. Y Collingwood también pisaba terreno firme al hacer otra afirmacién filoséfics, a saber, que las opciones intelectuales decisivas en una ciencia suponen cambios en sus con- ceptos bésicos de un género que sélo es inteligible si las estudiamos en sus antecedentes histéricos. En ultima instancia, s6lo podemos laborar una historia conceptual adecuada de una disciplina intelec- tual si escudrifiamos los procesos procedimientos por los que Jos sistemas conceptuales totales —las «presuposiciones absclutasy y todo Io demés— se desplazan unos a otros en el curso de su dey. arrollo histérico. % Collingwood, Metaphysics, pp. 51-5; cf, también pp. 325, 328 y 333, 1, El problema del cambio concepruc! 85 Ast, el Ensayo sobre la metafisica de Collingwood, enfrenté a los Tilésofos, de manera directa y en términos precisos, con el pro. blema del cambio conceptual. No_presenté el problema como una ‘Geihad Woes) Got employ de dia-6 eee vuna_dificultad de complete geierd lidad, que surge en todo sistema Sonceptual_caracterizado por una estructura coherente de conceptos. Fesuposiciones. Por_consiguiente, la comprensién del cambio Foon “Suponfauna indagacién en tres etapas de cardcter esen. Gilimente “histonico. Para delinear el desarrollo intelectual de una Sicipina ‘debemos, primero, una constelacin particular de presupo- siciones absolutas, 0 sea, aquélla dentro de Ia cual son operativos; y {una vez que abaridonamios ef ambito de un marco particular abando- ‘namos_tambiga el ambito de la comparai@n y ol julco Tacionales, En el curso de este razonamiento, el hecho indudable de we ‘uestros_patrones racionales nden en i Basie palane juicio —To ales cmor ea ‘ en gus_formnas Tinales —yperfectas. 3 lingwood, por_su parte, reco- fose la imporiancl de a cuestida pers po ee conced ninguna ma- neta de responderla. “Sus dificultades al respecto se originan en dos niveles diferentes. En apariencia reflejan ciertas ambigliedades de su terminologla par. ticular. El rigor mismo de la dicotomfa que establece entre las prem posiciones absolutes y Jas relativas su propio absolutismo, podria. ‘mos decir— lo priva de los patrones racionales que necesita, para 1, El problema del cambio conceptual "7 evaluar los cambios en los conceptos fundamentales. Sin embargo, en un nivel més profundo, este absolutismo surge de su adhesion al mismo ideal de sistematicidad légica que impidié a los suce- sores de Frege abordar los problemas del cambio conceptual. ‘Comencemos con las dificultades especiales que crea la terminolo- sia de Collingwood. El texto del Ensayo sobre la metafisica formula en términos precisos el problema que nos ocuparé en capitulos pos. terior, a taber, la sdinmieay dl eno Ir open conceptuales. Para formularlo con sus propias palabras: «En qué género de oct. siones y por qué procesos y procedimientos, los conceptos fundamen- tales o constelaciones de presuposiciones caracteristicos de Jos modos de pensamiento corrientes en una generacién bumana se desacreditan ¥,s0n abandonados a favor de otros cdnceptos 0 presuposiciones?» # Collingwood consigue plantear esta cuestin, pero extrafiamente hace ‘muy poco para responderla. Después de enunciar el problema fun. damental se detiene. En el resto del Ensayo describe una erie de ciemplos histéricos estéticos del desarrollo. del pensamiento cent fico y filoséfico, pero deja totalmente sin solucién el problema de la dindmica conceptual. Sobre las ocasiones en que las «constelaciones de presuposiciones» se suceden unas a otras, Collingwood dice algo, peto no mucho. Sobre los procesos y procedimientos por lot que ‘una constelacién ese convierte en otra», no dice absolutamente nada, Esta laguna en la argumentacién de Collingwood es tan notoria que un colega a quien mostré su manuscrito Je aconsejé explicar cémo concebia tales transformaciones: «He sugerido.... que las presupo. siciones absolutas cambian. Un amigo mfo piensa que los lectores pueden acreditarme la opinién de que tales cambios son meramente cambios de moda’ y me pide que explique lo que yo ereo que son». La respuesta de Collingwood a esta cuestién, afiadida al texto en una nota al pie sustancial, merece ser citada’en su tota- lidad: Un scambio de moda» es un cambio superficial, quizs sintomftico de cum: ‘bios infs profundos ¢ importantes, pero que no es en's! mismo profundo o impor. tante. Una persons Jo adopta simplemente porgue_otres person De ordinario, I gente no es consciente de sus presuposiciones absolutes y, por ende, no tiene conciencia de los cambios que se producen en ellar’ tal ® CE Collingwood, Metephysics, p. 73. % Tbid, p. 48 0. ‘La compeensién humans Por consiguiente, no puede ser aunto d lo fevpo en ll. nada or que —pregunta wai amigo— frente, PORE les pranjoacines dina ae Ook lquier fic dea histor, formar uote gue ‘We $0 samordguadasr quier sociedad, en cu std sujeta a etensiones» de mayor o menor intensided i sanuladas. Si las Esta réplica nos dice mucho acerca de la posicién de Collingwood, pero soslaya el problema fundamental y deja la dificultad bésica sin resolver, porque esté enunciada totalmente en términos metaféticos ¥ —como sucede con todas las metéforas— podemos interpretarla literalménte de modos alternatives. Podemos, desde luego, hablar de un sistema de presuposiciones como una ‘eestructura» sujeta a «tensiones», siempre que estemos preparados para explicat por cudles tipos de efectos se revelan esas tensiones» y por cuales ctiterios podemos reconocer que sus efectos «destrictivose han sido weliminados». Pero cuando se plantean tales cuestiones, Colling- wood se pone a cubierto, Vacila incSmodamente entre dos respues. tas posibles y, en buena conciencia, es incapaz de abordar coheren- temente esas cuestiones de cualquiera de los dos modos.. ¢Efectus. mos el cambio de una constelacién de presuposiciones absolutas a otra porque tenemos razones para hacerlo o sélo porque ciertas causes nos compelen a ello? Las preguntas sobre las «modificaciones» de ‘uestras estructuras» intelectuales, ghan de responderse en. tér- minos de razones, consideraciones, ‘argumentos y_ justificaciones —esto es, en términos de categorias «racionales»— 0 se las debe responder, en cambio, en términos de fuerzas, causes, compulsiones y explicaciones, esto es, en términos de categorias «causaless? Considerando los anteriores argumentos de Collingwood, nin- uno de los dos tipos de respuesta podia satisfacerlo totalmente. No puede responder en términos consecuentemente tacionales porque su propio andlisis se lo impide. Si exponemos «razones» para justificar el reemplazo de una constelacién de presuposiciones absolutes pot otra, la valides de este argumento adicional tendré que ser juzgada en términos de algtin princip.o todavia més general. Esto impli: card, en primer lugar, que ninguna constelecién es totalmente «also. uta» 0 auténoma; de modo que debemos seguir adelante ¢ introdu. cir una presuposicién «superabsoluta» para decidir eudndo esté are. % Collingwood, Metaphysics, p. 48 a, 1. El probleme del cambio concepeuel 9 cionalmente justificado» pasar de un conjunto de presuposiciones a otro; y ambos conjuntos rivales de presuposiciones —aunque se st ponfa inicialmente que eran «sbsolutas»— serdn entonces «relativasn 4 esa nueva presuposicién superabsoluta. En esta etapa, la elimi. nacién de las atensiones» de una «estructura» conceptual se conver- tird nuevamente en una operacién intelectual comin dentro de una teorfa tinica bésicamente inmutable. Por lo tanto, podemot ex plicar el cambio concepmual en_el nivel fundamental” en TERRInGE s decit, tal” interpretacién supone a rr Ta contri de Collingwood a la argumentacién filoséfica, Pero gqué alternativas quedan? Bajo presién, Collingwood su- siere —aunque sin afirmerlo explicitamente— que debemos renun. ciar a todos Jos intentos de describir «la eliminacién de tensiones» en términos racionales, Sin embargo, esté claro que esta perspectiva no Je hace feliz, Si no queda ninguna posibilidad de justificar nalmente tales transiciones, todo lo que nos resta es explicatlas cau salmente; pero entonces, gcémo entraré el «pensamiento» en la cuesti6n? Hasta en la crucial nota al pie, Collingwood trata de ela. dir esta conclusién cuando arguye que, puesto que las personas «de ordinario no son conscientes» de los cambios en sus presuposi- ciones absolutes, estos cambios «no pueden ser asunto de eleccién (racional)»; pero ain atribuye tales «modificaciones» —en un len- guaje casi racional— a un «proceso de pensamiento inconsciente», En otras partes del Ensayo avanza en una direccién causal. Por ejemplo, compara las «tensiones» en los sistemas conceptuales con las —aun con mindscula—, y no’ le quedé ninguna teorfa alternativa del cambio conceptual, aparte de lun vago materialismo histérico que lo explicaba en términos de metéforas casi causales: «procesos de pensamiento inconscientes», «ctensiones» socio-culturales, etc. Por otro lado,,el supuesto de la sistematicidad tuvo una segunda ificaién para’ Collingwood. Sin eho tena manos We Regt tintas. A menos que las sucesivas aconstelaciones de presuposiciones absolutas» fueran claramente diferentes, no habia procedimiento al- uno para distinguir un «perfodo» histérico del siguiente o para establecer dénde deben trazarse los Iimites apropiados de le discu- sidn racional. En verdad, 9 falta de criterios claros para distinguir Jos ssistemas» newtoniano, kantiano y einsteiniano de Ta Tisica (por ejemplo) come absolutos y autosufitentes, ef relativsia hist tiene fundamentos clatos para diferenclat sar pont hubiets abandonado ef supuesto de ls sistmaticted Wee Coline ‘wood Tabata supine Wr ince ates Rae dela store conceptual —junte con tar omen eS telsicor— de-ots fase posterior con su provis dene Paecniny distnts e incgnmensurabler con lade Wat anvenes sie os, is_cuales expresat Ta conclu- yadas distintas «taj fas de tiempo» ‘tGrieas, cada una con su propio «sistema de presuposiciones Collingwood pod{a al menos conceder autoridad soberana a esos sis. temas transitorios, aunque negase las pretensiones de cualquier sistema a ser universal y «absoluton. Si las divisiones entre fases sucesivas son consideradas arbitrarias, ya no hay épocas_claramente Separadaspate-que los pittones inelewiales els once Dt0s_ sean selttves ae ches ED are Re "pierde sus obj le referencia. En cambio, Ta sucesin de fases intelectuales, cada una definida por su propia constelacion es se derrumba en_un flujo Bistérico en que los conceptos y las proposiciones cam- Gian no sttenftimene the Sicaeeenaea eS de fallar una Tuemte dea autoridad rational quid aucomeos en pie, Esta es, de hecho, la que debe ser_nuestra conclusién. El pro- blema_del_cambio conceptual es inabordable por Frege y_Colling- ‘Wood, jurtamente-porgie- amber ausenben al salto Mahi te la sistématicidad, esto es, a Ta creencia de que los conceptos deben or a Ta_consiguiente Igualacién deo atacional» con Io «légico». Lo mismo sucede con muchos otros 1, EL problema del cambio conceptual 95 autores filoséficos: cuando se plantean cuestiones racionales concer- nientes al cambio conceptual_en_el nivel fundamental, iodo el que acepié toe supuestos «sisteméticos» serd incapaz de abordatlas. Sea cual fuere el tipo de sistematicidad al que otorgue su favor —sea ‘que interprete las relaciones «légico-racionales» entre conceptos proposiciones coexistentes como taxonémicas 0 axiométivas, como hipotético-deductivas 0 presuposicionales—, en todos los casos, el problema insoluble seré el mismo. Puede admitir cuestiones concer- nientes a Ia justificacién, al mérito intelectual y a la racionalidad sélo en tanto surjan dentro del émbito de un «sistema légico> par- ticular, de modo que suponge relacionar p con el resto del sistema. En los puntos de transicién entre sistemas auténomos se verd obligado a suspender toda cuestién acerea de la justificaci6n y Ia racionalidad. Los pasos intelectuales involucrados en tales transiciones no pueden ser justificados racionalmente en términos tomados de ningiin sistema sislado, lo cual —dada la identifieacién de la racionalidad con la logicidad— implicaré que no pueden ser justificados en absoluto En _un nivel més profundo, pues, tanto el absolutismo de Frege conto el selntviuno oe Calicgwend coatben Ir eugeaae des ‘Punto. de_viste universal ¢ imparcial para el julcio racional como Ta hecesidad”de “un sstema’de-pattonerobjetivos 0” absolutes. de. ls caitica "racional. EI absolutista afirma, en un nivel suficientemente absiracto, casi imatemdtico, S_patrones pueden ser_formu- Indos como eprincipios eteracssy-mienitt e telavice sagleseee flega- que tal punto: deviate pac tener validez universal. Y ‘mismo supuesio conn Tes inpide a ambos abeal a ZCémo, pues, evitaremos las dificultades de ambas reacciones? El primer paso es rechazar la adhesion a la sistematicidad légi bela f aedatega 1 ears itivas disponibles. Esta ‘isién nos Weva al centro de la cuestién. En efecto, fae siempre un error identificar la racionalidad con la logicidad, Sto es, suponer amt i actividad intelectual histdricamente en desarrollo puede ser compren- dide-pualmenis-en-1ésminos-de-lorsistemes_proposicionales 0 con- eeptuales en i 6 expresado Guna tomaépocaLas cuestiones de «racionalidad» conciernen precisamente_no_a las “doctrinas intelectuales _particulares “docirinas invelectuales particulares que un hombre —@"un grupo profesional— adopta en cualquier momento ‘ado, sino a las condiciones y la minere oo que #08 Tipaenie cambios intelectuales a través del tempo, a formal —como concuerdan Quine y_ Collingwood— se ocupa_simplemen articulacién interna de sistemas inelectunler os perenne bi sicos no estén cominmente en duda; tales relaciones Idgicas pueden ser consideradas en cualquier momento particular, o independiente- ‘mente del tiempo. En este sentido no hay, desde luego, ninguna «l6- gica» en el descubrimiento de nuevos conceptos. Pero esto no implica fen modo alguno que los cambios conceptuales en la ciencia no se produzcan de una manera «racional>, esto es, por buenas o malas ra- zones. Sélo implica que la racionslidad» del descubrimiento cientl- fico —de los procedimientos intelectusles por los cuales los cienti- ficos convienen en efectuar cambios intelectuales bien fundados— elude necesariamente el andlisis y el juicio en términos «légicos» solamente, Por consiguiente, desde este punto en adelante debemos dejar de lado _el_culto tradicional de la sistematicidad y evar nues isis de los_conceptos —en Ta clencla y en otros dominios punto de partids apropiado. El contenido intelectual de_cualqu ssctividad racTonal no Forma iema 16 temporal de tales sistemas. En cambio, es una empresa intelectual cuya «tacionalidad» reside en los procedimfentos que gobiernan su de lo y su evolucién histéricos. Para ciertos fines limitados, po- demos considerar util representar los resultados provisionales de tal empresa en la forma de un «sistema proposicional», pero esto serd siempre una abstraccién, El sistema al que se llegue de este modo no es la realidad primaria; como‘la nocién de punto geométrico, serd una ficcién 0 attificio de nuestra elaboracién, En todas nuestras in- fessciones_posteriores, por lo tanto, nuestro puno de parida sein fas empresis_vivientes, en desarrollo histrico, dentro de las Cuales Jos conceptos hallan su uso colectivo;_y Ta validacién de nuestros re- soltadorsenf-relerta'a suse experiencia en cas empresas hist6- ricas Este cambio de enfoque 0s obliga a sbandonar todos esos ané- lisis estéticos, «fotogrdficos», en los que los filésofos han discutido durante tanto tiempo los conceptos corrientes en las ciencias de la naturaleza, y otras actividades intelectuales. En cambio, debemos lat_una descripcién més historice, «cinematogréfica», de”nuestras empresas de este modo discernir Ia naturaleza y las fuentes de su «racionali- 1, EL problema del cambio conceptual ” dad». Desde este nuevo punto de vista ningiin sistema de com ceptos y/o proposiciones puede ser «intrinsecamente> racional © pretender una soberania y una autoridad necesarias sobre nuestra adhesin intelectual. Desde ahora _debemos, en cambio, tratar de somprender los proceSos histéricos por los cuales nuevas familias de Sooapies + ote se_generan, aplican y modifican en la evolu- ign de nientay enpiene malate 7 EE empresas intelectuales, y réconocer que Tos funda: mentos para comparar Ia adecuacién. de diferente empresas _intelectuales involucradas. 13. La Racionalidad y sus Jurisdicciones Los problemas de la comprensién humana y la racionslidad ded set Sisco eo uns de day comeniose a aS oa aS, Si_nos concentramos exclusivamente en las dificultades teéricas ton: vertimos e508 problemas en cuestiones de Filosofia «pura», que ex en anil, deliniclones 7 dlanindones-Tormalee TedEs of termine “racional” descriptivo o prescriptive?» «gCémo puede el ‘mismo’ concepto operar, propiamente hablando, en dos sistemas conceprus- les ‘diferentes’?»), Si los enfocamos, en cambio, en sus implicaciones pricticas, los tratamos como problemas metodofégicos que requie- en indhcadores, criterion y/o medidas’ pragmticas’ (edL cattamente aque distancia de Ta media cadence are Tastee caverimental se convierte en una desviacién ‘significativa’ de lo esperado?» «gEn base a qué pruebas un tribunal inglés decidir que un concepto legal soviético tiene la misma funcién que, por ejemplo, el concepto de negligencia en el derecho consuetudinario?»). Aquf aspiramos « exa. sinar los problemas, en lo posible, teniendo presente ammbor Conse fos al-mistno tiempo, confando en lsc experienc prises ae Ia Empresas concretas para sugerir modos de mejorar nuestros andlisis filoséficos y, a su vez, usando estos andlisis mejoredos para aguzat ‘uestra comprensién préctica de los problemas reales, Al reformular ‘nuestros problemas tedricos concernientes a los papelés colectivos de los concepros dentro de empresas histGricamente en desanrollo, por ende, polemor comeiaar por ploguneree ae ee femos comenzat_por preguntarnos qué se puede aprender Sobre ellos del modo prictico en que se conducen nuestras empresas Iacionales edo ae-sbordan ev seule prledine ie te coltades qi ag hemes planende oe ee wuramente te6ricos. Hiacendo una seleecdn dune gras vanced campos posibles, 3 Véase R. Causey en la coleccién The Structure of Scientific Theories, ed. por F. Supe (de furura aparicién). 38 ‘La comprensiéa humana fonsideremos ejemplos tomados del derecho, la fisica y 1a antropo- fa. 1) Para comenzar con el derecho: en el curso de la historia le- gal, abogados, jueces y profesores de jurisprudencia han sbordado tepetidamente cuestiones de procedimiento pricticd que sélo més tarde surgieron ante el andlisis filosdfico formal..Solén, el arquitecto réctico de Ia jurisprudencia ateniense, precedié a Sécrates, el fil6- sofo abstracto de la justicia. Hombres como Bodino y Selden elabo- raron dentro de contextos legales las técnicas de anilisis comparativo ‘en las que los posteriores historiadores académicos se basaron pata desarrollar los métodos de a historiografia moderna. Andlogamente, nuestro problema teérico central —el de hacer comparaciones racio, rales entre los conceptos y patrones de diferentes medios hist6rico. culturales— tiene una larga historia, en el plano de la préctica, en Jos procedimientos legales de las jurisdicciones del derecho consuetu. dinario. En cada caso, las exigencias de los asuntos pricticos han brindado el material pata posteriores andlisis tedticos, y no-a la inversa Por tanto, echemos una breve ojeada al término , pueden describirse en estos términos sin racionalizar merameate uuna parroquial preferencia por nuestros patrones cortientes. Si demos comprender —en términos generales— cémo han de ‘haces estas coimparationes, aunque sea en un solo caso, esto serd suficiente para_demostrar_ que Ta telatividad de-nuestros conceptos y juice es uns fuente de problemas sustanciales pero soluble. no fractas « ineludibles paradojae 1. ET problems del cambio conceptual 103 3) El atractivo del relativismo sigue siendo fuerte, ain hoy, en ‘un campo sustantivo de la indagacién intelectual, a suber, la attire, Pologfa. En ésta, el problema de comparar diferentes patrones de tacionalidad se ha convertido en una seria y activa cuestién metodo- egies, pues el antropélogo debe decidir, en casos reales, en. qué medida debe prestar atencién a sus propias ideas de la racionalidad ¥en qué medida a las consideraciones juzgadas «taciontles» dentro de la tribu que estudia, al emitir juicios sobre la adecuacién racional de sus actividades y costumbres. Si una. tribu con una larga tradi- cin de magia simpética insiste en usar medicinas homeopéticas, con preferencia a los antidotos, ¢debe necesariamente el antropdloge ft esto como conducta «racionals? Sin duda, los “miembros de la tribu darén sus razones para obray asi, razones que para ellos son buenas y suficientes; pero, a juzgar por la eficacia de esos proce. dimientos, gqué actitud debe adoptar el antropélogo? Frente a esta cuestién, durante largo tiempo los antropélogos se sintieron tentados a cambiar de tema. Era més fécil adoptar la salida relativista: com, siderar sélo como racional lo que una tribu as{ consideraba y eludic Ja cuestién de si tal actitud era correcta © incorrecta, bien fundada o in fundamento. Durante mucho tiempo, por ello, se juzg6 ilegitima esta cuestién 0, en todo caso, como totalmente ajena a la antropolo- Bia, Sélo recientemente, en efecto, Jos antropélogos han comenzado a discutir este problema de manera explicita y analitica, distinguiendo Jos diversos contentos y fines para los que puede plantearse la cues. én de Ie «racionslidad> ”. Nuevamente se presenta una actitud filoséfica elemental que a primera vista promete una evasién directa del problema, Sin dude, Puede argiirse, debemos distinguir dos enfoques diferentes de lag cuestiones concernientes a la racionalidad y, por ende, dos sentidos en que puede usarse el término «racional». Podemos adoptar un enfo. que estrictamente féctico, en cuyo caso. nuestro uso del ‘término seré Puramente descriptivo. Simplemente informaremos entonces cémo en diferentes sociedades 0 tribus se llega’o se ha legado # los juicios intelectuales o précticos, es decir, qué es lo que ocurre. Alternative. mente podemos adoptar un enfoque valorativo, en cuyo caso nuestro uso del término seré, cortespondientemente, prescriptivo. Establece- Femos entonces desde nuestro punto de vista reglas para determinar emo otros pueblos deben llegar a sus juicios, es decir, qué debe ™ Vésse Rationality, recop. de B. R. Wilsor (Oxford, 1970), especial reate of capil 9, «ome Protley About Redonda de Sooken Pee Bublicado criginalmente en Archives Européennes de Socologie, VIII (1961), 104 1a compreasiéa humana hacerse. Si respetamos la diferencia entre estos dos enfoques po- demos evitar los inconvenientes. Como antropélogos empiricos fe. bemos limitarnos a los hechos acerca de la tacionalidad, en cl sen: tido descriptivo. Si optamos Por plantear cuestiones adicionales 50- bre Ja racionalidad, en el sentido Prescriptivo, entonces estaremos Planteands cuestiones valorativas y actuaremos como Iégicos © mon ralistas, no como antropdlogos. Sin embargo, ¢hasta qué punto los antrop6logos pueden permi- tise permanecer en el erreno puramente fdctico en’ su enfoque y descartar todas las evaluaciones, juzgindolas irrelevantes 0 sjente a Is profesién? Puede argiirse que esta autonegacién es initil ¢ mane. ceseria. En primer lugar, aparta le atenciéa de toda una gama de cuestiones totalmente apropiadas, por ejemplo, cuestiones Cobre el grado real de éxito terapéutico alcenzado por ia magia simpatica 0 las medicinas homeopéticas y, por ende, sabre los motivor de une tribu para conservar tales métodos, a pesar de su relativa ineficacia. En realidad, » menos que el antropélogo esté ocasionalmente pre: Parado para tomar distancia y evaluar las costumbres de una tribp én sus propios términos, no puede abrigar la esperanza de comprem, ler toda la significacién de esas costumbres para la tribu misma, Tam bin es innecesaria una preocupacién exclusiva por las cucstiones «téc, ticas». La posibilidad de distinguir entre «hechos» y «valoress no nos obliga a considerarlos en términos totalmente sepatados, Por el con, ftatlo, como nos lo recuerda el ejemplo del derecho consuetudinario, ty maneras Perfectamente satisfactorias de llegar a conclusiones vale, tativas «a la luz» de los testimonios fécticos. La tradicién del derecho consuetudinario, en efecto, se basa fran- camente en el método de los «precedentes», en el cual se invocan re- petidamente tardé un siglo y medio en completarse y fue discutida cada paso. La visién del mundo que surgié al final de este debate, es verdad, tenfa poco en comin con las anteriores concepciones pre. copemnicanas. Pero, por radical que fuese el cambio resultante en las ideas y teorlas fisicas y astronémicas, fue el resultado de una % Véase, por ejemplo, Max Planck, A Scientific Autobiography (Londres, 1950), Max Born, Bsc in my Gencraion, Laney Nee oak Tey x, también, Ia autobiogratie inteleeruel de Einscin ‘ch el volumes, Albegt Einstein, PhilosophersStentst, recap. de P. A. Schilpp (Evanston, tik, 190 6 ‘La comprensiéa humane continua discusién racional y no implicé ninguna ruptura en los métodos intelectuales de la fisica y la astronomfe. Si los hombres de Jos sighos xvr y xvrr cambiaron de opinién con respecto a la estrac. tura del sistema planetario, no fueron forzados, motivados o sedu. se referfa al esquema racional de alguna forma de explicacién teérica cuya autoridad intelectual derivaba de sus Probados méritos explicativos, o se referfa més bien a alguna presen. tacién esténdar de la teorfa, en un libro o una monografia clésicos, cuya autorided detivase secundariamente de Ia autotidad personal del hhombre que los compuso? La oscuridad sobre este punto dio la © Néase Crombie, op. cit, pp. 347 ss, 120 La comprensién humana disertacién de Kuhn en el Worcester College un cardcter innecesa- tiamente parad6jico; pero su comparacién retérica de los para. digmas en la ciencia con los dogmas en la teologia logré plousibifidad sélo oscureciendo esas distinciones. Si tenemos el suficiente cuidado de distinguir la autoridad intrin- seca de una teorla establecida de la autoridad magistral de un maestro cientifico, por otto lado, la comparacién entre paradigmas y dogmas pierde inmediatamente su fascinacién. Cuando describe fl papel de las ideas de Newton en la modelacién de las preocups. ciones de los fisicos del siglo xvi11, por ejemplo, la presentacion de Kuhn no traza ninguna distincién entre la influencia de: 1) los Prin- cipia de Newton, que fue el documento de fundacién de la mecénica clisica, y II) la Optica de Newton, que tuvo una influencia domi- nante sobre el pensamiento fisico del siglo xvitt en un plano mas general. Tomando primero los Principia podemos usatlos para ejemplificar un importante punto filoséfico, a saber, que una funciéa de un esquema conceptual establecido es determinar de qué patrones tedricos se dispone, qué cuestiones son significativas y qué interpre. taciones son admisibles para un fisico que trabaja dentro de (digs. tradicién newtoniana de la mecdnica, de modo que, mientras de Newton conserve su autoridad intelectual, sus princi- pios puedan servir como Tribunal teérico de Ultima Instancia, es decir, sean «paradigméticos». Pero éste (repitémoslo) es un punto filoséfico que refleja el cardcter metddico de los Procedimientos cientificos, y no apoya en nada a ninguna afirmacién de que el «dogma desempefie papel alguno en la ciencia. Por el contrario, entre 1700 y 1880, los fisicos actuaron muy razonablemente —y no dogmiticamente— al tomar la dinémica newtoniana como punto de pattida provisional; y entonces, como shora, siempre podian desafi la autoridad intelectual de los conceptos newtonianos fundamenta- les. (Este permanente derecho al desafio, como Karl Popper afirma con insistencia, es una de las caracteristicas que sefalan aun Procedimiento intelectual como genuinamente «cientifico».) Alternativamente, si tomamos la Optica de Newton como ejem- plo, podemos usarla para aclarar un punto diferente, sociolégico éste, a saber, que, como hecho histérico, los cientificos de segunda cate goria, como los newtonianos del siglo xvutt, tienden a-captar menos del cuadro total que los cientificos originarios que fueron sus men. tores y les brindaron su inspiracién, Notoriamente, los discipulos tienden a estrechar sus mentes y a admitir como cuestiones signi: # Véase, por ejemplo, KR. Popper, Conjectures and Refutetions (Lon- sdres, 1963), capitulo’ 1. El probleme del cambio conceptual a ficatives, interpretaciones legitimas y patrones aceptables de pensa- miento sélo a aquellos que consideran —correcta 0 erréneamente— sancionados por el ejemplo del maestro en cuya «escuela» trabajan, Hablando en términos histéricos, este defecto puede set ventajoso, ues permite a un gran cientifico como Newton ejercer su autoridad magistral y, de este modo, brindar Iineas directrices dentro de las cuales quedan convenientemente limitados hombres menos capaces, Pero esto (repitémoslo) es una cuestién de sociologia, no de filoso. fla, y sélo podemos discutir titilmente 1a funcién del dogma en la investigacién cientifica en este nivel sociolégico. Asi, mientras las teorfas dinémicas de Newton conservaron una legftima autotidad in- telectual por s{ mismas haste 1880 0 después, la influencia de la Optica tavo un efecto restrictivo antes de fines del siglo xvmm. En efecto, en 1800, la permanencia de la autoridad de la Optica fue poco més que el predominio sutoritario de una gran mente sobre otras menores, y los modos en que los cientificos newtonianos invocaben ‘esa autoridad estaban comenzando a caer en el dogmatismo. (Basta recordar cémo los newtonianos respetables reaccionaron ante la teorfa ondulatoria de la luz de Young, que rechazaron por mera reverencia hacia Jas ideas supuestamente corpusculares de Newton siguieron rechazéndola aun después de que aquélla lograra un sus- tancial apoyo experimental ®,) En si misma, pues, la costumbre de basar las teorfas en «pa digmas» no tiene nads de dogmética. Si citamos los Principia y Optica para ejemplificar una misma teoria del cambio cientifico debemos reconocer que sirvieron como paradigmas en sentidos signi- ficativamente diferentes de la palabra, y debemos cuidar de respetar la distincién entre los dos tipos correspondientes de sutoridad: Ia sutoridad intelectual intrinseca, ligada a un esquema conceptual bien establecido, y la sutoridad magistral o institucional, ejercida por un individuo 0 una escuela dominante. Si lo hacemos veremos inmedi tamente que, tomada en su sentido filoséfico —como definitoria del papel intelectual de un eparadigma» en el desarrollo racional de Jas teorfas cientificas—, la afirmacién de Kuhn, segin la cual los a Kuhn, era mucho ind inetccamre que wa tered Teinterpretacion, y si esta reinterpre- tacin Fuese toda Ta verdad, su eleccién original del término «revo- TuciGne no Tue aalamente ini crageracon fetGils, tins algo tees, Pies esta explicaion Til reduce In Uiferencis shire los sates «normales»_y Tos_«revolucionarioss a Ta distincién entre cambios proposicionalés, qbe no suponen ninguna novedad conceptual y, ‘nde, se pres agU Ope de sttication deductive tat ede ‘iva, ¥ Tos cambios concepimales, que van tds all del dmbito de oda 7 deductivos. Ast in- terpretado, desde Tuego, todo cambio cientifico normalmente tendré algo de «normal» y algo de «revolucionario». Y si esto fue tode lo que Kuhn quiso significar con el uso de la frase «revoluciones cientificas», esta eleccién fue sumamente ‘engafiosa, pues simple- a vistié una distincién légica a (pero ftemperal) con un fantasioso ropaje irrelevantemente histérico. En lugar de. distinguit dos tipos histéricos de cambio cientifico, sé Tadeo aes aston, ‘Togicamente distinios, de todo cambio tedt en Ta clencia. {través de Tos ator, pies, la explicicién de Kuhn de las revolu- sioies_cenilicas no se-ta hecho nenot anbiges aio nae ‘men2d, como Col lingwood, sonociendo Tos defectos de fa ISgica inductiva tradicional, que nunca puede Megar a abarcar las transfor. ndoctiva tradicional, que nines puede © The Structure of Scientific Revolutions, 2: ed., Appendix, 126 La comprensién humana maaciones teéricas profundas como las implicadas en el establecimi ‘de ly Geoels coperneane,-Y en Gnu tua ct Wenig sei Meramente un rouulo hitorico deseipavo, Pasé laego's exponet tuna hipgtesia_histérico-socolgpiea para explicat Tos 8 Procesos del entifico, que se basaba en traste fundamental entre Jos_procesos_drdsticos (0 «revolucions _y_ los «normales». (0 ‘consolidativos);_y en est el tésmino arévoluciény fue elevado al nivel de nd categorie explicate Bio orla_explicativa, Bajo Ta presién de los ejem- plos contrarios a su tesis, poco a poco ha puesto reservas de tantas maneras a esta explicacién que todos los cambios genuinamente teé- ricos han terminado por calificarse como revolucionarios, con lo cual vacié al t€rmino de su distintivo valor explicativo. ¥ por el tiempo en que acabé, explicd el contraste entre lo «normal» y lo «re- volucionario» come si no implicara més que la distincién légica entre las conclusiones «deductivemente justificables» y las que no lo son. Para algunos lectores estas ambigiiedades han hecho més atrac- tiva le argumentacién de Kuhn, pues nos han obligado a atendet mis circunstanciadamente de lo que era antes habitual a las rela- ciones entre las ideas de una ciencia de la naturaleza y los hombres gue conciben, defienden, sostienen o rechazan esas ideas. Como Kuhn ha mostrado, una explicacién amplia del desarrollo conceptual no sélo debe considerar los conceptos abstractamente e independien- temente de los hombres que los conciben y usan, sino también rela- cionar la historia de las ideas con Ja historia de la gente, colocando asi el desarrollo de nuestras tradiciones conceptuales dentro de Ja evolucién de las actividades que Mevan esas tradiciones. Por a €poca de los primeros escritos de Kuhn, la mayorfa de los filésofos de Ia ciencia desconfiaban excesivamente de las falacias genéticas y psicologistas, Al escribir en calidad de historiador de la ciencia tin- ié un wil servicio al poner nuevamente de relieve las estrechas conexiones entre el desarrollo sociohhistérico de las escuelas, pro- fesiones ¢ instituciones cientificas y el desarrollo intelectual de las mismas teorlas cientificas. Pero una cosa era restablecer Jos vinculos olvidados entre los cambios conceptuales y su contexto socio-histérico y otra muy di ferente identificar problemas intelectuales, y més atin légicos, con problemas socio-histéricos. En realidad, ‘cuanto més aguda’ con- ciencia se tiene de la interdependencia de los conceptos y sus con- textos, tanto més indispensables se hacen ciertas distinciones, por ejemplo, entre la autoridad intrinseca de las ideas y la autoridad magisterial de libros, hombres instituciones, o entre Ia aceptacién metédica de conceptos cuyos méritos han sido demostrados y la aceptacién dogmética de conceptos cuyos méritos carecen de tal 1. EL problema del cambio conceptual wa demostracién. Infortunadamente, la consecuencia de la apropiada importancia asignada por Kuhn a la sociologia de la ciencia fue. pri- mero, hacerle olvidar esas distinciones necesarias, y, finalmente quitar toda coherencia a la nocién de «revoluciones intelectuales». Para exponer la confusi6n central de manera clara: si tomamos en serio las declaraciones finales de Kuhn y concebimos la distincién entre argumentos cientfficos «normales» y «revolucionarios» | er términos l6gicos, esto tendria una consecuencia sumamente emba- tazosa. En esta wiltima reinterpretacién, la explicacién de Kuhn de las «revoluciones cientificas» reposa en una perogrullada légica y —como tal— ya no es en absoluto una teoria del cambio conceptual Tal vez habria sido posible prever estas dificultades, pues en otros camy de estudio la idea de «revolucién» ha tenido una historia infortunada y una ojeada a esas dificultades anteriores arroja luz sobre Ia significacién més profunda de los cambios de Kuhn primero, de un cambio revolucionsrio a un cambio micto-revolucio- nario, y, luego, a una explicacién Iégica del cambio cientifico. En otras ciencias histéricas —por ejemplo, en la teoria politica, la Beo- logia y la paleontologia—, las consideraciones que forzaron’a Kuhn 4 cambiar de posicién son conocidas desde hace tiempe. Los espe- cialistas en teoria politica, por ejemplo, aprendieron hace muchos afios por amarga experiencia que la palabra puede ain ser titil como un rétulo descriptivo que indique una transferencia de la autoridad politica efectuada de una manera més profunda y precipitada que lo usual. Pero, en un nivel explicativo, las diferencias entre el cambio normal ¥ el revolucionario resultan tener escasa significacién te6- rica real, Lo mismo es cierto en Ia historiografia de la ciencia. Toda suge- rencia de que un cambio completo de paradigme supone modifica. ciones conceptuales de un tipo en un modo diferente de las que se producen dentro de Jos limites de un mismo paradigma general —que representan algin género de «discontinuidad racional» y originan una Tneludible incomprensién— es absolutamente enga- fiosa, A lo sumo, los dos tipos de cambios conceptuales sblo difieren cen grado y, ciertamente, en Gltimo andlisis, deben ser explicados en té:minos del mismo conjunto de factores y' consideraciones. Suponer que los cambios cientificos «normales» pueden ser explicados en ‘érminos histéricos, que de algiin modo quedan en suspenso en el Taro suceso de una «revolucién» cientifica, seria nuevamente caer en tuna historiograffa totalmente ingenua. Podemos identificar Ja fuente de las dificultades atin con mayor claridad si recordamos el desarrollo de la geologia y la paleontologia entre 1820 y 1860". En los primeros afios del siglo x1x unos pocos hombres estaban ya convencidos de que profundos cambios eol6- Para un examen més completo de este tems, véate C. C. Gillis Genesis and Geology (Cambridge, Mass. 1951), capitulo IV; también Die covery, capitulo 7, Pp. 139 as 1, El problema del cambio conceptual we sgicos y zoolégicos habfan tenido lugar en la historia de la Tierra, Con todo, las téorfas aceptadas del desarrollo geoldgico y paleonto. gico, que culminaron con las primeras ediciones de los: Principios de geologia, de Charles Lyell, seguian siendo «uniformistas». Segtin estas teorfas, Jos mismos agentes naturales —tanto inorgdnicos (el viento, el agugyetc.) como’ orgénicos (plantas, animales, etc.)— han. estado activos “en toda’ etapa de la historia de la Tierra exacta- mente de la misma manera que podemos observar hoy. Contra estos supuestos muy simplificedos, George Cuvier expuso la teorfa rival de las catéstrofes geol6gicas». El punto de partida de esta teorfa era un hecho auténtico de verdadera- importancia geoldgica, a saber, las discontinuidades entre estratos adyacentes, manifiestas hoy en la corteza terrestre, que no son a primera vista explicables como productos de una suave y continua sedimentacién o compre- sidn, La explicacién de Cuvier de estas discontjnuidades estratigré- ficas era una ingenua explicacién erevolucionaria», En su opinién, eludfan las categorfas de la explicacién geolégica normal: tales dis. continuidades de efectos, argifa, deben ser el producto de causas jigualmente discontinuas . Asi, para ser explicables debian ser inter- pretadas como producto de ia Intervencién Divina. Los procesos «normales» del cambio natural estaban jalonados por raras en su contenido intelectual deben cativas andloglas en Is sotiologla y otros campos. La creencla de que la sociedad en su conjunto forma un solo «sistema social» cohere y funcional, por ejemplo, es Ia contrapartida directa de la creencia de que la fisica en su conjunto forma un «sistems légico» coherente De hecho, el andlisis supersistemético de la estructura social ha do- minado a una gran parte de Ja teorfa sociolégica durante casi tanto tiempo como su contrapartida légica ha dominado a la filosofia de Is ciencia. Y en ambos casos, la tesis revolucionatia es una reaccién extrema, pero comprensible, a esa denominacién, Pero en ambos casos esta reaccién revolucionaria tiene los mis- ‘mos defectos. Podemos considerar que una sociedad forma un solo sistema» funcional sélo si dejamos de distinguir las relaciones so- ciales y politicas més flojas, entre las diferentes instituciones de una id, de las més rigides y formales que existen dentro de una institucién, Puede haber relaciones funcionsles estrictes entre los diferentes roles de una misma institucién, entre el presidente de tuna junta directive y el gerente general, o entre el comandante en jefe y el jefe de estado mayor. Pero concebir las relaciones entre, por ejemplo, el ejército y la industria, la Iglesia y In Legislatura, segiin este mismo modelo sistematico, seria tan errneo como su- pponer que las relaciones entre la mecénica y la éptica, digamos, son Felaciones Iégicas estrictas, comparables a las relaciones que tigen dentro de la mecénica misma. En ambos casos este error sugiere la misma respuesta, Si Jos elementos componentes de una sociedad —o uuna ciencia— sePallan tan_estrechamente relacionados como im- 1, EL problema del cambio conceptual 139 plica esta tesis, entonces no _habré manera de modificatlos parcial Menie_o uno por vez: Ta nica posibilidad de Ga csnbip reside en fel_esistema> reside “en el rechazo_del_ssisteme» como un tedo-y en empezar fe nuevo. wersamente, la tinica manera segura de eludir esta conclusign es suprimir den plumazo tanto la posicién supersistemética como la SupenTevoluconara Bn eco ae te ence bas STS Rees ue lor QMerenies onceptor de un : cionados més Hlojamente de lo que han supuesto los filésofos. En Togar de-intoduchelor + todos ator yal missy tome oe inico sistema légico con un tinico fin cientifico, los diferentes con- ‘ceptos y teorias son introducidos en una ciencia independientemente, en momentos diferentes y para propésitos diferentes. Si sobreviven hoy tal vez sea porque ain sitven a sus funciones intelectuales origi © porque han adquiride desde entonces otras funciones diferentes; y somos libres de reemplazat, modificar © complementar esos conceptos independientemente, en ei futuro, segiin lo exijan las legitimas circunstancias cientificas. Esto significa reconocer que una Ciencia comprende una «poblacién histérica» de conceptos y teorias Iogicamente independientes, cada uno de los cuales tiene su historia, su estructura y sus implicaciones propia. En sociologfa, igualmente, las diferentes instituciones de una so- siedad estén relacionadas de modos més laxos que lo que reciente: ‘mente se ha supuesto, En lugar de ser inteligibles sélo si se las consi. dera juntas, como un solo «sistema social» integrado, deben ser concebidas en términos més histéricos, pues otiginalmente se las establecié en épocas diferentes y con diferentes fines en vista. Si sobteviven hoy puede ser —nuevamente— porque atin sitven a les funciones para las que se las cred 0 porque han adquirido desde entonces otras funciones; y somos libres de reemplazar, modificar © complementar nuestras instituciones independientemente, en el fu turo, segtin lo requieran nuestras legitimas circunstancias sociales, Esto también significa ir més allé de la teoria sistemética de la estructura social y de la teotia revolucionaria del cambio social que 3 su antftesis, para admitir que las sociedades comprenden «po. blaciones historicas» de instituciones, cada una de Jas cuales tiene su historia y su estructura interna propias. Cuando hayamos.avanzado ids en nuestras indagaciones volveremos a esto y vetemos qué cues. tiones plantea tal teoria «populacional» de los cambios sociales. Por el momento, nuestra tarea inmediata es desarrollar la corres. Pondiente explicacién

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