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CLXII SOBRE LOS TIPOS LIBIDINALES 1931 Sigmund Freud.

LA observación nos demuestra que los distintos individuos humanos realizan la imagen
general del ser humano en variedades de casi infinita multiformidad. Si se quiere ceder
al legítimo impulso de distinguir tipos particulares en dicha multiplicidad, habrá de
comenzarse por seleccionar las características determinadas y los puntos de vista
precisos a los cuales deberá ajustarse esa diferenciación. Con tal objeto, es evidente
que las cualidades físicas serán tan útiles como las psíquicas, y las más valiosas serán
por fuerza aquellas clasificaciones que se funden sobre la constante y regular
combinación de características físicas y psíquicas.
Es dudoso que ya hoy se pueda revelar tipos que cumplan dicha condición, aunque
seguramente se llegará a descubrirlos en el futuro sobre una base que aún
desconocemos. Si limitamos nuestros esfuerzos a definir ciertos tipos puramente
psicológicos, las condiciones de la libido son las que mejor derecho tienen para servir
de fundamento a tal clasificación. Podráse exigir que ésta no se apoye únicamente
sobre nuestros conocimientos o nuestras conjeturas acerca de la libido, sino que
también sea fácilmente verificable en la práctica y que contribuya a clarificar la suma
de nuestras observaciones, permitiéndonos arribar a una concepción global de las
mismas. Admitamos sin vacilar que estos tipos libidinales no necesitan ser los únicos
posibles, ni aun en la esfera psíquica, y que tomando otras características como base
de clasificación podríase establecer toda una serie de distintos tipos psicológicos. Todos
ellos deben ajustarse a la regla de no coincidir en modo alguno con cuadros clínicos
específicos. Por el contrario, han de abarcar todas las variaciones que, de acuerdo con
nuestros criterios prácticos de estimación, caen dentro de la gama de lo normal. En
sus expresiones extremas, sin embargo, bien pueden aproximarse a los cuadros
clínicos, contribuyendo así a colmar la supuesta brecha entre lo normal y lo patológico.

Ahora bien: es posible distinguir tres tipos libidinales básicos, de acuerdo con la
localización predominante de la libido en los distintos sectores del aparato psíquico. No
es muy fácil denominarlos, pero ajustándome a las orientaciones de nuestra psicología
profunda quisiera calificarlos de tipos erótico, obsesivo y narcisista.
El tipo erótico es fácil de caracterizar. Los eróticos son personas cuyo interés principal
-la parte relativamente más considerable de su libido- está concentrado en la vida
amorosa. Amar, pero particularmente ser amado, es para ellos lo más importante en la
vida. Hállanse dominados por el temor de perder el amor, y se encuentran por eso en
particular dependencia de los demás, que pueden privarlos de ese amor.

Aun en su forma pura, este tipo es harto común. Existen variantes del mismo que
obedecen a las variables combinaciones con otros tipos y al agregado más o menos
considerable de elementos agresivos. Desde el punto de vista social y cultural, este
tipo representa las demandas instintivas elementales del ello, al que las demás
instancias psíquicas se han rendido dócilmente.
El segundo tipo, al que he dado el nombre, a primera vista extraño, de tipo obsesivo,
se caracteriza por el predominio del super-yo, que se ha segregado del yo bajo elevada
tensión. Las personas de este tipo se hallan dominadas por la angustia ante la
conciencia, en lugar del miedo a la pérdida de amor; exhiben, por así decirlo, una
dependencia interna en vez de la externa; despliegan alto grado de autonomía y
socialmente son los verdaderos portadores de la cultura, con orientación
predominantemente conservadora.
Las características del tercer tipo, justamente calificado de narcisista, son
esencialmente de signo negativo. No existe tensión entre el yo y el super-yo, al punto
que partiendo de este tipo difícilmente se habría llegado jamás a establecer la noción
de un super-yo; no predominan las necesidades eróticas: el interés cardinal está
orientado hacia la autoconservación; las personas de este tipo son independientes y
difíciles de intimidar. EI yo dispone de una considerable suma de agresividad, que se
traduce asimismo por su disponibilidad para la acción; en el terreno de la vida
amorosa, prefieren amar a ser amadas. Impresionan a los demás como
«personalidades»; son particularmente aptas para servir de apoyo al prójimo, para
asumir al papel de conductores y para dar nuevos estímulos al desarrollo cultural o
quebrantar las condiciones existentes.
Estos tipos puros difícilmente escaparán a la sospecha de haber sido deducidos de la
teoría de la libido. En cambio, nos sentiremos al punto sobre el sólido suelo de la
experiencia si encaramos ahora los tipos mixtos, más frecuentemente observados que
los puros. Estos nuevos tipos -el erótico-obsesivo, el erótico-narcisista y el narcisista-
obsesivo- realmente parecen facilitar una buena clasificación de las estructuras
psíquicas individuales, tal como se presentan en el análisis. Si estudiamos estos tipos
mixtos, hallaremos en ellos cuadros caractéricos hace mucho conocidos. En el tipo
eróticoobsesivo la preponderancia de los instintos está restringida por la influencia del
super-yo; la dependencia simultánea de las personas que son objetos actuales y de los
residuos de objetos pretéritos, como los padres, educadores y personajes ejemplares,
alcanza en este tipo su máxima expresión.

El erótico-narcisista quizá sea el más común de todos los tipos. Reúne en sí contrastes
que en él logran atenuarse mutuamente; estudiando este tipo en comparación con los
otros dos tipos eróticos, compruébase que la agresividad y la actividad concuerdan con
un predominio del narcisismo. Finalmente, el tipo narcisista-obsesivo representa la
variante culturalmente más valiosa, pues combina la independencia de los factores
exteriores y la consideración de los requerimientos de la conciencia con la capacidad
para la acción enérgica, fortaleciendo al mismo tiempo el yo contra el super-yo.
Parecería una broma si preguntásemos por qué no se ha mencionado todavía otro tipo
mixto, teóricamente posible: el erótico-obsesivo-narcisista. Mas la respuesta a esta
broma es seria: porque semejante tipo ya no sería tipo alguno, sino la norma absoluta,
la armonía ideal. Adviértase así que el propio fenómeno del tipo sólo se da en la
medida en que, de las tres aplicaciones básicas que la libido puede tener en la
economía psíquica, una o dos sean favorecidas a expensas de la otra o de las dos
restantes.
También cabe preguntarse cuál es la relación de estos tipos libidinales con la patología:
si algunos de ellos disponen particularmente al pasaje hacia la neurosis, y de ser así,
cuáles tipos conducen a qué formas de neurosis. La respuesta nos dirá que la
postulación de estos tipos libidinales no arroja ninguna nueva luz sobre la génesis de la
neurosis. La experiencia nos demuestra, en efecto, que todos estos tipos pueden
subsistir sin neurosis. Los tipos puros, con su indisputado predominio de una única
instancia psíquica, parecen contar con mejores perspectivas de manifestarse como
formaciones caractéricas puras, mientras que de los tipos mixtos cabe esperar que
ofrezcan un terreno más fértil para los factores condicionantes de la neurosis. Creo, sin
embargo, que no se debe abrir juicio al respecto sin realizar antes detenidas
comprobaciones dirigidas especialmente a este fin.
Parece fácil deducir que, en el caso de desencadenarse la enfermedad, los tipos
eróticos desarrollarán una histeria, y los obsesivos, una neurosis obsesiva, pero aun
esta correspondencia se halla afectada por la incertidumbre mencionada en último
término. Las personas de tipo narcisista, que a pesar de su independencia general
están expuestas a ser frustradas por el mundo exterior, llevan en sí una disposición
particular a la psicosis, como también presentan algunos de los factores esenciales que
condicionan la criminalidad.
Bien sabemos que las condiciones etiológicas de la neurosis aún no han sido
establecidas con certeza.

Sus factores desencadenantes son frustraciones y conflictos internos: conflictos entre


las tres grandes instancias psíquicas, conflictos producidos en la economía libidinal, a
causa de nuestra disposición bisexual; conflictos entre los componentes instintuales
eróticos y agresivos. La psicología de las neurosis se esfuerza, precisamente, por
descubrir qué es lo que confiere carácter patógeno a estos procesos que forman parte
del curso normal de la vida psíquica.

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