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Reporte No.

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En Castoriadis, más que en Lefort, hallamos una concepción profunda acerca de los componentes
fundamentales del cambio social. Al tomar en cuenta el componente predominantemente
inconsciente de la psique humana, hallamos en lo imaginario la “creación espontánea e
inmotivada de la humanidad” que posibilita a su vez los parámetros bajo los que se elaboran los
cambios racionales, organizados. En Castoriadis parece importante reconocer, desde un primer
momento, la dimensión epistémica en la que se inscribe su argumentación. Lo imaginario radical
constituye un fundamento del hacer humano, el cual nos abona a comprender el movimiento
histórico como una sucesión de conflictos no mecanizada por factores plenamente económicos,
como puede comprenderse desde el marxismo ortodoxo, sino tomando en cuenta aspectos
psíquicos del ser humano; dicho ser comprendido, además, como un ser indisolublemente
colectivo.

Lefort, en cambio, pudiera entenderse como un pensador de la escuela subjetivista, que antepone
los aspectos simbólicos del ser humano a sus dimensiones económicas, pudiendo caer en la
negación dogmática. Pero esto no parece ocurrir a causa de limitaciones epistémicas. Es bien
conocido que, como parte del Plan Marshall para la reestructuración de Europa en la posguerra,
los Estados Unidos mostró un gran interés por apoyar a la intelectualidad francesa antisoviética,
en un esfuerzo por establecer una escuela de pensamiento que retomara ideas alternativas al
marxismo predominante. Es así como cobraron importancia intelectuales como Raymond-Aron,
fundador del École des hautes études en sciences sociales, posicionando los llamados estudios
culturales en oposición a estudios de herencia marxista y a escuelas que ya tenían mucha solidez
en Francia, como el caso de la escuela de los Annales fundada por pensadores como Braudel.
Lefort, siendo del instituto mencionado, junto con intelectuales como Lyotard o Daniel Bell,
fungieron como impulsores de la escuela posmoderna que predominó en la academia europea
durante todo el periodo post-soviético.

Bajo este contexto podemos diferenciar los planteamientos de Castoriadis y de Lefort; uno, como
crítico del economicismo del marxismo vulgar, y el otro como un agente intelectual de clara línea
antimarxista. Sobre todo podemos entender a cabalidad posturas de Lefort como el del “lugar
vacío” que ocupa el poder en la democracia moderna. No pareciera ignorar Lefort la existencia de
estructuras concretas, como el Estado quizás, cuando menciona que “ningún individuo, ningún
grupo” puede ser consustancial al poder, y que el poder no se localiza ya en “lo real”. ¿Podemos
hablar, no de una descorporalización del poder, sino de un encubrimiento del verdadero cuerpo
del poder? ¿Podría decirse que el poder no es tanto un lugar vacío por el desarrollo de la
modernidad, sino un lugar oculto por sus necesidades?

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