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Cuando las palabras sólo empeoran las cosas, en vez de mejorarlas (a pesar de
las mejores intenciones), urge buscar otras vías.
Dejar las palabras a un lado, parar la mente charlatana con su discurso
interminable de quejas y críticas (y casi siempre escasas autocríticas). Parar,
callar, observar al otro, comprenderle, y recuperar el objetivo: que ambos
queremos vivir mejor.
Por eso, necesita hablar de ello, como si a través de las palabras pudiera
conseguir tender esos puentes que considera rotos.
Por qué ellos hablan tan poco Por otra parte, el malestar del hombre procede,
en la mayoría de los casos, de la sensación de incapacidad, de fracaso, de
incompetencia.
Es difícil oír que él diga: «Me avergüenzo cuando me dices que haga algo por
los niños porque me siento suspendido como padre»; o ella: «Alzo la voz y
respondo mal porque me enfada creer que ya no te importo».
Pero, ¿te has parado a pensar alguna vez que tu pareja pueda tener otro punto
de vista, otra versión de la historia, que también puede pensar que tú no
comprendes y ésa es la clave de todos los problemas?
Si nos interesáramos por lo que hace sufrir a la otra persona, no nos dolería
tanto lo que nos hace.
Pero se nos olvida el amor (la causa) y nos quedamos con lo anecdótico (las
reacciones defensivas). Y, sin embargo, más importante que los hechos son los
sentimientos que los motivan.
Ponernos en su lugar
Ellos prefieren huir Por su parte, los hombres tratan de lidiar el estrés de
maneras que, a juicio de las mujeres, parecen amenazar los vínculos
sentimentales: con distracciones (trabajo, televisión, ordenador); búsqueda de
estatus (trabajo, deportes); cierre emocional (si no siente nada, no se siente
inadecuado); enfado (si ejerce poder y control, no siente la impotencia del
fracaso), etc.
Ellas necesitan hablar Lo que a las mujeres les cuesta más trabajo entender es
que para el hombre medio las relaciones no son una fuente de consuelo.
Luchar o huir es el equivalente masculino de cuidar y hacer amistades en las
mujeres.
Cambia por un momento el «¿Qué hay de mí?» o «Así es como lo veo yo»,
por «¿Cómo te encuentras?» o «¿Qué te hace sentir mal?».
Suaviza tus requerimientos para escuchar los suyos, porque ése es el puente
que andas buscando para volver a estar del mismo lado. Desde el amor será
mucho más fácil empezar a actuar con respeto. Y hablar, finalmente, será más
efectivo.