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La “diferencia” entre ser y ente.

Por Magali Palomar

Ser y Tiempo de Heidegger es tal vez una de las obras de filosofía más complejas, no sólo
por la dificultad del texto en sí mismo y de las limitantes en revisar una traducción del alemán,
sino por el aprieto en establecer las diferencias y relaciones entre el ser y ente, especialmente
cuando estamos viciados por la definición tradicional de los conceptos. No es la intención de
este ensayo brindar definiciones a manera de diccionario, sino acercar a la comprensión
conceptual a través de la revisión de tres obras: Los Esclavos de Miguel Ángel (1530), Las
Hilanderas de Diego Velázquez (1657), y Lamer y Enjabonar de Janine Antoni (1993).

¿Por qué no aventurarse a definir ser y ente? Porque este autor exige romper con los esquemas
tradicionales de conceptualización y con esta ruptura viene la dificultad de batallar con la tan
anhelada objetividad, la cual no es más que una subjetividad que ha adquirido un nivel de
verdad universal. En la intención poco fructífera de definir nos preguntamos ¿qué es el ser?,
pero caemos en la trampa de concentramos en conocer el es sin comprender conceptualmente
el ser.

Heidegger ya señalaba esta dificultad: la comprensión del ser mediana y vaga puede estar,
además, impregnada de teorías y opiniones tradicionales acerca del ser, y esto puede ocurrir
de tal manera que estas teorías queden ocultas como fuentes de la comprensión dominante.
(Heidegger, 1927, pág. 16)

Además se suma el problema que Heidegger nombra como el acto de contar mitos, el cual
resulta de la investigación positiva de las cosas, es decir, de derivar un concepto de otro
concepto, un ente de otro ente. Esto ocurre porque buscamos puertos seguros, como un
diccionario, o datos duros, que sólo están llenos de más zonas oscuras.

Heidegger nos invita a replantear la pregunta en sí misma para poder ir dando posibilidad a
una manera diferente de conocer el ser. En su camino, el autor hace el ejercicio de regresar a
Aristóteles y Platón para encontrar respuestas, sin embrago en su regreso se encuentra en una

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aporía, en donde la respuesta del ser es tan lejana como el horizonte, porque aunque lo
buscado en la pregunta por el ser no es algo enteramente desconocido, es absolutamente
inasible. (Heidegger, 1927)

Entonces, ¿cómo asir el horizonte? No basta con enunciar su definición. Esto no nos acercaría
en nada al horizonte en sí mismo. De la misma manera, cuando preguntamos qué es el ser,
en realidad sólo nos preguntamos por el ente, pero no por el ser en sí.

Un ente es todo aquello de lo que hablamos, lo que mentamos, aquello con respecto a lo cual
nos comportamos de ésta o aquella manera; ente es también lo que nosotros mismos somos,
y el modo como lo somos. (Heidegger, 1927, pág. 17). El ente tiene una relación con el ser
en la medida en que ejerce, que establece una relación con las cosas. Por ejemplo, un
presidente es el que preside; un amante es el que ama; un vigilante, es el que vigila.

Para comenzar a aterrizar estos conceptos, sirvan de ejemplo Los esclavos de Miguel Ángel
(1530), las cuatro esculturas “inacabadas” que se encuentran en la Galleria Della Accademia
en Florencia. Se sabe que estas esculturas eran parte de un proyecto para el mausoleo que
alojaría los restos del papa Julio II de la Rovere.

Si bien se dice que estas esculturas se quedaron sin terminar por otros compromisos de trabajo
que le impidieron consumarlas, también se puede pensar que su estado inacabado responde
más a una intención deliberada de Miguel Ángel por mostrar el proceso de descubrir un

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cuerpo aprisionado. Si un esclavo es un hombre despojado de su libertad, esta pieza logra
representar la opresión en el bloque de mármol blanco y al mismo tiempo, su relación con la
liberación a partir del trabajo de devastación de la roca.

Los esclavos dentro de los bloques están oprimidos y en el acto de pulir la piedra se pueden
liberar de la opresión, salir de la caverna de Platón, o liberarse de esa incapacidad que Kant
define como la imposibilidad de servirse de su inteligencia y de ejercer su libertad de hacer
uso público de su razón íntegramente (Kant, 1784, pág. 2).

Para Kant el hombre puede emanciparse en la medida en que tenga el valor de usar su propia
razón. En esta noción puede identificarse al sujeto cognoscente en su relación con el objeto,
sin embrago esta relación tiende a ser interior. (Deleuze, 2008)

Por su parte, Heidegger toma un camino diferente cuando rompe con la idea del hombre
cognoscente de Kant, y plantea la relación del hombre con el exterior. Heidegger ya no habla
de hombre, sino de Dasein, del alemán da-ahí y sein-ser, el ser ahí, es decir, es el ser que está
arrojado en el mundo y establece relaciones con su exterior a través de su existencia.

El ser de Los esclavos es no sólo por su capacidad interior racional, ni por descubrirse como
entes, sino en la medida en que su ser establece relación con el exterior. Es el Dasein que se
pregunta por su ser y lo hace porque se da cuenta de su finitud, de la inminencia de la muerte.

En la pintura de Diego Velázquez, La fábula de Aracne (1647), popularmente conocida como


Las hilanderas, conservado en el Museo Nacional del Prado, se puede observar en primer
plano cinco mujeres que preparan la lana, y en segundo plano, tres mujeres admirando un
tapiz.

Para efectos de continuar con la reflexión, vale la pena retomar la rueca que también forma
parte de la composición en primer plano y que da la sensación de movimiento gracias al giro
de la rueda. Cabe señalar que la representación de movimiento y velocidad es
tradicionalmente atribuida a los futuristas, movimiento de las vanguardias artísticas a inicios

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del siglo XX, sin embrago Velázquez, desde el siglo XVII ya lograba capturar esta sensación
de temporalidad.

El ente la rueca y su modo girante, da temporalidad a una pintura bidimensional cuando


atraviesa la escena. Las cosas o los entes están en el mundo, pero es el Dasein el que los carga
de significado. La lana, la rueca o una aguja son entes que están ahí, pero cuando las mujeres
las trabajan establecen la relación entre los entes y les dan significado cuando los operan.

El Dasein no es tan sólo un ente que se presenta entre otros entes. La constitución de ser del
Dasein implica entonces que el Dasein tiene en su ser una relación de ser con su ser. Y esto
significa, a su vez, que el Dasein se comprende en su ser de alguna manera y con algún grado
de explicitud. […] El Dasein se comprende siempre a sí mismo desde su existencia, desde
una posibilidad de sí mismo: de ser sí mismo o de no serlo. (Heidegger, 1927, págs. 22-23)

Este privilegio del Dasein o lo que Heidegger llama como primacía del Dasein ocurre porque
éste comprende su existencia. Por su parte Derrida señala que hay en esta comprensión del
ser el privilegio de conciencia del presente (Derrida, 2003). Es justamente en el movimiento
de la rueca el gesto que expresa temporalidad presente: cada que se observa el cuadro, es una
escena que está ocurriendo en ese momento.

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La pregunta por el ser se responde en el presente, porque es ahí donde se ejecuta y tiene sus
efectos. Cuando el Dasein comprende su existencia, comprende su presente y con ello ocurre
la historia, es decir, su existencia en tiempo y espacio.

En 1993, la artista Janine Antoni desarrolló una obra titulada Lick and Lather (Lamer y
enjabonar), la cual consta de 14 autorretratos, hechos a partir de un molde del busto de la
artista. Siete son de jabón y siete de chocolate. En la pieza, Janine se mete a una tina con el
busto de jabón y lo baña mientras lo acaricia. Al busto de chocolate lo lame y chupetea en
diferentes zonas: los ojos, los labios, los oídos. Al final, los bustos quedan desfigurados en
diferentes grados, pero todos en una acción íntima consigo misma.

Janine es un ente, pero al preguntarse por su ser es el Dasein que comprende su existencia
presente y la opera en un acto de disolución de sí misma, ya que las acciones de bañar o lamer
siempre resultan en devastación, en muerte. Los bustos restantes son el testigo de historia de
los efectos del ser, de la relación que el Dasein establece con los entes en su presente.

Si Heidegger ha sido considerado el filósofo más importante del siglo XX es precisamente


porque rompió con la tradición de las filosofías del conocimiento y de la relación sujeto-
objeto. Identificó que el ente humano había olvidado al ser, no en un acto deliberado, sino
porque se había perdido en el mundo de los entes y había privilegiado el dominio de lo cósico.

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Sin embargo, Heidegger en un ejercicio de deconstrucción, enuncia al Dasein como el ente
privilegiado que hace la pregunta fundamental por el ser, y es justamente en su pregunta en
donde ocurre la diferencia, o la différance que apuntaba Derrida, palabra que pone en
evidencia la operación en dos ejes: el tiempo cuando posterga y el espacio cuando discrepa.
Así la diferencia entre ser y ente es un horizonte al que, si bien el Dasein no toca, al menos
se acerca cuando comprende su existencia.

Las tres obras aquí analizadas son ejemplo del Dasein que existe. Cada una es muestra de un
proceso inacabado, de un proceso que se ejecuta en el presente, o bien, que ya ha ocurrido,
sin embargo, la constante es que las tres son testigo del devenir, el ser que existe en el
presente y que deja historia, una marca de su existencia en la relación entre el ser y los entes.

Bibliografía
Deleuze, G. (2008). La filosofía crítica de Kant (3a ed.). (T. d. Galmarini, Trad.) Madrid,
España: Cátedra.
Derrida, J. (2003). La différance. En Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra.
Heidegger, M. (1927). Ser y tiempo . (T. E. Cruchaga, Trad.) Santiago: Editorial
Universitaria, 2005.
Kant, I. (1784). ¿Qué es la Ilustración? En Filosofía de la historia. México: FCE, 2010.

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