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Amérique Latine Histoire et Mémoire.

Les
Cahiers ALHIM
Les Cahiers ALHIM
3 | 2001
Migrations en Colombie

Emigración y éxodo en la historia de Colombia


Hermes Tovar Pinzón

Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/alhim/522
ISBN: 978-2-914297-25-7
ISSN: 1777-5175

Editor
Université Paris VIII

Edición impresa
Fecha de publicación: 3 marzo 2001
ISBN: 2-914297-02-5

Referencia electrónica
Hermes Tovar Pinzón, « Emigración y éxodo en la historia de Colombia », Amérique Latine Histoire et
Mémoire. Les Cahiers ALHIM [En línea], 3 | 2001, Publicado el 07 marzo 2006, consultado el 26 abril
2019. URL : http://journals.openedition.org/alhim/522

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Emigración y éxodo en la historia de Colombia 1

Emigración y éxodo en la historia de


Colombia
Hermes Tovar Pinzón

La fuerza inmigratoria
1 Con excepción de la inmigración española y la introducción de negros africanos durante
los siglos XVI a XVIII, el territorio colombiano no ha sido receptor de grandes corrientes
migratorias procedentes de Europa o de otros continentes. Los flujos que han llegado
después de la Independencia han sido muy pequeños, lo suficiente como para crear unas
colonias que apenas han permeado localidades pero no la sociedad ni la economía
nacional en su conjunto. Alemanes, italianos, judíos, árabes y españoles han contribuido a
dinamizar ciertos sectores económicos y financieros de diversas regiones de Colombia, en
distintos períodos de los dos últimos siglos. Así a finales del siglo XIX y principios del siglo
XX los alemanes se vincularon a la economía cafetera en Santander, a la economía
tabacalera, a la ganadería y al transporte fluvial en la Costa Atlántica como al sistema
bancario en Antioquía1. En este período los judíos y los árabes fueron animadores de las
actividades mercantiles2. A comienzos del siglo XX ciudades de diversas regiones de
Colombia vieron florecer a pequeños comerciantes y cacharreros de origen árabe y judío3.
Aún a mediados de los años de 1950 era común observar, en los pueblos de los Andes, a los
“turcos” manejando el comercio local de telas, fantasías y bienes industriales propios de
la época.
2 Los grandes movimientos de población que invadieron el Sur de América o las Antillas, a
fines del siglo XIX y principios del siglo XX, nada tienen que ver con Colombia, un país
curiosamente abierto a lo extranjero pero cerrado al potencial de una inmigración
masiva. Los intentos de Bolívar y de la recién fundada República de remozar la economía
y la sociedad con inmigrantes europeos y americanos, fracasaron a pesar de haber
entregado 2.4 millones de hectáreas, entre 1820 y 1830, a 24 empresas y empresarios
extranjeros asociados con colombianos. Las tierras y los apoyos fiscales del Estado “para
favorecer la inmigración de extranjeros”4, no fueron suficientes para vencer el temor al
trópico y el incumplimiento de las empresas interesadas en estas actividades. Es

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indudable que no era rentable poner a operar economías en territorios aislados con
climas malsanos y con productos de baja demanda en los mercados internacionales.
3 Los movimientos migratorios masivos no sólo pueden transformar la composición social
de una nación sino cambiar las costumbres políticas, los hábitos, la cultura y las
ideologías. La colonización del siglo XVI y las migraciones al Sur de América en los siglos
XIX y XX son ejemplos de ello5. Los efectos de estos impactos constituyen una de las
grandes diferencias de Colombia con aquellos países que desarrollaron políticas
migratorias en América Latina, después de 18506. A la ausencia de nuevas ideas y de una
vocación por universalizar lo local se debe, en gran parte, el espíritu conservador de
nuestras clases dirigentes. Su capacidad de manipular las políticas de Estado y su
predisposición a preservar, aún a costa de la guerra, viejas estructuras de poder
económico y político, ha colocado a las fuerzas gobernantes, tradicionales y modernas, al
borde de una catástrofe. Tal es por lo menos el fondo de la ecuación política que nadie
puede resolver a comienzos del siglo XXI en Colombia. Estos grupos políticos, herederos
de una república fracasada democráticamente, se niegan a propiciar un tránsito pacífico
capaz de incorporar al bienestar un porcentaje importante de la población marginada del
país. Por ello, preservan el espectáculo dramático de su exterminio y su pauperización.
4 A finales del siglo XVIII el 20% de la población Colombiana disfrutaba de algunas de las
ventajas de la “casta” de los blancos, el resto, eran indios sumidos en la servidumbre,
esclavos, arrochelados, huidos y mestizos pobres de todo género7. La guerra de
Independencia (1808-1822) creó sistemas de movilidad social como los ejércitos, la
burocracia estatal y nuevas fronteras territoriales que unidas a los signos de libertad,
permitieron que la población rural y semiurbana se vinculara a nuevos escenarios
económicos, políticos y de seguridad personal y familiar. La posguerra de Independencia
reforzó los sectores medios y altos que llegaron a ser el 35% de la población. Sin embargo,
casi dos siglos después los modelos de crecimiento y desarrollo dejan en Colombia 26
millones de pobres absolutos, cuyos ingresos diarios están por debajo de dos dólares. Con
40 millones de habitantes la cifra representa el 65% de la población. Así, el reto actual de
Colombia es incorporar a los mercados y al bienestar al menos un 20-25%% de estos 26
millones de parias. Con ello fortalecería su democracia incipiente y ofrecería una
alternativa de movilidad derivada de la paz y no de la guerra. Este es el más grande reto
para la economía, para los políticos y para la sociedad en su conjunto8. Como ha sido
reconocido por expertos funcionarios de Naciones Unidas, “Las reflexiones sobre los
resultados frustrantes de las reformas y el descontento social” en América Latina y otras
regiones “deberían convencer a muchos sobre la necesidad de repensar la agenda del
desarrollo”9. Una nueva agenda que debe pasar, no sólo por la pobreza, sino por los
problemas del medio ambiente, de la diversidad cultural, de los derechos humanos, de las
reivindicaciones de género y grupos minoritarios y por los de la extensión y garantía de
los derechos ciudadanos10.
5 Pero ¿Qué habría pasado si Colombia hubiera recibido los flujos migratorios de población
europea que recibió Argentina, Chile, Brasil o Uruguay? Un ejercicio contrafactual nos
llevaría a suponer que, al menos, habríamos logrado fortalecer las clases medias,
modernizar el Estado y cambiar sus costumbres políticas. Pero el problema de América
Latina es que cualquier ejercicio de análisis empírico o virtual está determinado, en
última instancia, por los intereses de los sistemas hegemónicos a nivel mundial 11.
6 Pero así como Colombia no ha tenido grandes oleadas de gentes provenientes del
hemisferio norte, sí ha tenido históricamente un gran movimiento de poblaciones,

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forzadas a recorrer su territorio de un lugar a otro, huyendo de criminales de oficio que


se visten de conquistadores, civilizadores, libertadores y promeseros de pan y equidad
social. Las migraciones internas no han cesado desde el siglo XVI cuando llegaron Balboa,
Andagoya y Pedrarias Dávila a fundar la primera ciudad y el primer gobierno de Tierra
Firme en el Urabá. Desde entonces, es intermitente el movimiento de gentes buscando
siempre un lugar en donde proyectar su capacidad creativa negada por guerreros
alucinados con mesianismos patentados por la muerte. Desde 1501, miles de indígenas de
la costa caribe colombiana fueron víctimas de razzias, de una guerra sistemática que les
hizo objeto de torturas, mutilaciones, incendios de pueblos, etnocidios y destrucción de
sus economías comunitarias12. En menos de cien años la población indígena desapareció
de muchas regiones. Quienes sobrevivieron marcharon, con cuanto cabía en sus espaldas,
incluidos niños, a buscar refugio lejos de estos civilizadores de ocasión. Caravanas enteras
se revolvían sobre el territorio de la actual Colombia, por llanos y selvas, montañas y ríos
en un esfuerzo por preservar su cultura, lejos de las zonas de conflicto. Pueblos de aquí se
asentaban allá y los de más acá tuvieron que refundar su cosmos en las tierras de otros
lados. Estos desplazamientos dejaron un mapa etnológico confuso en la historia de
Colombia.
7 Una vez pasados estos primeros años y, cuando el mundo se sembró de poblados y
ciudades, los nativos siguieron huyendo a “otros mundos”, lugares perdidos en la selva o
en los bosques.
8 Al llegar la guerra de independencia y las guerras civiles del siglo XIX la gente fue
empujada a otros lugares, lejos de las levas y de las amenazas de los contendientes. Los
que no huyeron tuvieron que afrontar el acoso, el juicio sumario y el delito de vivir en el
territorio del otro. Y cuando arribó la llamada “Violencia” (1948-1964) en el siglo XX, los
indios de Yaguará huyeron de la policía, el ejército, los terratenientes y los “pájaros”
asesinos, mil kilómetros hacia el Oriente, a los Llanos del Yarí (Caquetá) en donde
replantaron su comunidad con el nombre de Yaguará II13, en un esfuerzo por preservar su
identidad. Pero la violencia no sólo empujó etnias, sino a campesinos que buscaron
refugio en los Llanos Orientales, en el Magdalena Medio, en la Costa, en el Sur, en las
vertientes que caen sobre la región amazónica14.
De hecho en el período de la Violencia de mediados de siglo se registraron
alrededor de 300.000 muertos y se calcula en dos millones el número de desplazados
internos en medio de procesos de reestructuración profunda de la propiedad de la
tierra. Una cifra muy alta, que en su momento correspondía al diez por ciento del
total de la población. Pero la historia de este desplazamiento forzado ni siquiera se
15
ha escrito aunque se conozcan sus trazos más protuberantes
9 A la emigración masiva del período de la Violencia le había precedido la de quienes lo
habían hecho voluntariamente atraídos por los procesos de industrialización y
modernización que se operaba en las ciudades del primer tercio del siglo XX16.
10 Las mayores migraciones internas durante los siglos XIX y XX están definidas por la
llamada colonización antioqueña que ocupó la región central de Colombia17. Pero, junto a
esta migración tan importante, hubo otras menos estudiadas. La de los grupos negros
recién liberados, la de los boyacences y cundinamarqueses que bajaron de las altiplanicies
a las vertientes y luego subieron a las zonas frías de la cordillera central. Todos estos
grupos fueron a zonas de colonización, a nuevas haciendas y a nuevos centros dinámicos
como puertos fluviales y marítimos18. El desarrollo de vías de comunicación y las primeras
industrias atrajeron trabajadores rurales de tal manera que las ciudades comenzaron a

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crecer entre 1920 y 1950. Después de este último año el desarrollo industrial y la llamada
“violencia” colombiana atrajeron y expulsaron gente hacia las ciudades que alcanzaron
una tasa de urbanización del 26 por mil entre 1951-64, frente al 19,5 que había tenido
entre 1938 y 195119. Al menos hasta 1960 los aportes migratorios “que recogen las grandes
ciudades...no están compuestos necesaria y principalmente por campesinos, sino también
frecuentemente por ciudadanos de otras ciudades y núcleos urbanos menores...”20. Como
la población se concentraba en los núcleos urbanos, el censo de 1964 reveló que el 71% de
los hombres “entre los 15 y los 64 años residentes en Bogotá “eran migrantes”, a la vez
que uno de “cada cuatro adultos colombianos nacidos en áreas rurales que rodean a
Bogotá”, vivían en esta ciudad21.
11 Pero lo que se advertía en la década del 70 era que: “La urbanización ha crecido
paralelamente con la delincuencia, el abandono de la infancia, la ruptura de las relaciones
familiares y la concentración de la miseria al lado de la concentración de la riqueza” 22. Los
efectos letales de esta realidad se manifestarían con toda su crudeza en las décadas
siguientes. Estos procesos de búsqueda de expectativas por mejorar las condiciones de
vida y por encontrar tranquilidad, se han visto superados por una nueva ola de violencia
que expulsa campesinos de sus parcelas y de pequeños núcleos urbanos a las ciudades. La
hostilidad de éstas y la crisis económica ha fortalecido todas las formas previsibles de
delincuencia como un modo de sobrevivir. A ello se unen nuevas migraciones forzadas
que van hinchando la zonas marginales de los centros urbanos, incrementando el
potencial de desazón y delincuencia. De hecho,
El desplazamiento forzado interno es una de las manifestaciones de esta crisis,
quizá la de mayor gravedad, no sólo por la magnitud que reviste (cerca de 2
millones de personas en 15 años) sino por el tipo de rupturas sociales, políticas y
culturales que genera; por los interrogantes profundos que plantea sobre el sentido
histórico y futuro de la nación colombiana y por la tendencia a la fragmentación
23
social que conlleva .
12 La progresión del conflicto armado ha sido capaz de suplantar las migraciones internas
voluntarias y heroicas que predominaron hasta 1993. Tal vez el fenómeno más importante
de las migraciones internas después de la llamada colonización antioqueña de finales del
siglo XIX, la de quienes buscaban mejores condiciones de vida a comienzos del siglo XX y
la de los emigrados de la “violencia colombiana” de los años cincuenta y sesenta del siglo
XX, lo constituye, en los últimos años, el éxodo de “un país que huye” de los ejércitos en
conflicto24.
13 El “socialismo democrático” que un día fundamentó la razón de las luchas agrarias y
sindicales en Colombia le cerró los espacios a la política para que prevalecieran las armas.
Cierta paranoia acompaña a estos guerreros que buscan convertirse, por la fuerza, en
interlocutores válidos y únicos de la sociedad marginal frente al Estado. Para ello ocupan
territorios y obligan a la población rural y semiurbana a huir. Pero huir no es como en los
años de 1950, cuando era posible buscar un nuevo lugar para refundar la casa y el
patrimonio. En nuestros días, huir es revolverse sobre sí mismo, es no tener lugar de
destino ni esperanza de retorno. Huir es casi morir con el espacio, con los referentes
culturales, con los sueños y en el intento de sobrevivir. Huir es no llegar a ningún destino.
El problema de Colombia hoy es que no tiene un lugar para los desplazados de la guerra.
Quienes deciden quedarse, optan por una agonía más prolongada. Los que no huyen
ingresan automáticamente al mundo caprichoso de los contendientes. Quedan atados en
uno de los infiernos en que se debate Colombia. Si otro actor endemoniado ingresa a estos

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territorios efectúa una “limpieza política” mediante la eliminación sistemática de los


pobladores.
14 Los principales grupos señalados como promotores del desplazamiento, son los
“esmeralderos, grupos de autodefensa, guerrilla, milicias populares, narcotráfico,
organismos del Estado (DAS, Policía, Fuerzas Militares) paramilitares y terratenientes” 25.
Todos los señores del conflicto actúan en este fenómeno. En Colombia no hay “limpieza
étnica”, ni “limpieza religiosa”. Lo que existe es una “limpieza sucia” sistemática en
donde las víctimas mueren a veces sin saber bajo qué banderas o principios fueron
alineados antes de enfrentar el pelotón de fusilamiento o a la banda de incendiarios. En
ocasiones, todo sucede según el lugar que habiten y trabajen. Y las razones pueden ser
múltiples. “El 90% de los hogares consultados huyeron por hechos violentos cometidos
por los actores de la confrontación armada. Paramilitares 47%, Guerrillas 35%, Fuerzas
militares 8%. El 10% restante corresponde a desconocidos, narcotraficantes, milicias y
otros”26. Sin embargo una investigación en hogares desplazados en el municipio de
Soacha (Sur de Bogotá) a donde han arribado 24.750 personas en 4 años, señalaron “a la
guerrilla como el actor armado que provocó el desplazamiento” del 53% de los hogares
mientras que el 23% señalo a las autodefensas y el 12% a las fuerzas militares 27.
15 Desde 1994 la cifra de desplazados ha ido creciendo y con ello se expanden los cuadros de
los traumas personales, familiares, comunales y locales28. En 1997, “cada hora 28
colombianos se vieron obligados a abandonar sus hogares víctimas de la violencia
política” mientras que en el año 2000 la cifra de desplazados alcanzó a 300 mil personas 29.
En resumen: entre 1985 y 1994 hubo 700 mil desplazados, mientras que entre 1995 y 1999,
la cifra se elevó a 1.760.000 desplazados más30. De ellos, 86.799 hogares abandonaron
3.057.795 hectáreas de tierra entre 1996 y 199931. El impacto humano, económico, social y
sicológico es tan complejo, que el Estado colombiano parece no comprender aún que se
trata de una bomba de tiempo que recorre el país y se aglutina en las goteras de las
grandes y pequeñas ciudades. Durante el primer trimestre del año 2001 arribaron a
Bogotá 22.620 desplazados, la mayoría provenientes de zonas rurales mientras que en los
primeros 8 meses del mismo año 870 familias habían sido desplazadas en el Departamento
de Cundinamarca32. Un flujo migratorio que ha hecho comunes escenas de desesperanza y
abandono de familias que encuentran ciudades hostiles a su condición de refugiados.
Los desplazados de la Guerra contra la drogas.
16 Pero las gentes no sólo huyen de guerrillas y autodefensas, sino también de militares que
fumigan y controlan territorios en nombre del Plan Colombia o de la Guerra contra las
Drogas. “El Plan Colombia, especialmente las fumigaciones contra las plantaciones de
coca y el ataque militar contrainsurgente en el sur del país, representa una nueva causa
de desplazamiento forzado y refugio que ya se advierte en el departamento del Putumayo
y en la zona de frontera con el Ecuador”33. El ejercicio de “erradicar” coca o amapola
mediante el uso de herbicidas que atentan contra el medio ambiente se ha convertido en
uno de los recursos más agresivos contra la población. Más de 1000 hombres y “toda su
flotilla aérea” de la policía fue desplegada para “fumigar cultivos ilícitos en el
Catatumbo”34. La fumigación de 500 hectáreas en Manaure (César) ocasionó la pérdida “de
más de 100 hectáreas de cultivos de tomate de árbol, lulo y cebolla” y el desplazamiento
de unas 70 familias. A su vez, la fumigación de 7.000 hectáreas de coca “en la Gabarra y las
Mercedes” (Norte de Santander) ha dejado “desempleo y hambre porque, además de las
matas de coca, el veneno quemó cultivos de plátano, yuca y caña”35. Así en el primer
trimestre del año 2001, 92.000 personas han tenido que “abandonar sus tierras por la

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violencia”36. Se considera que “La política antinarcóticos basada en la represión de los


cultivos ilícitos lleva a nuevas formas de movilidad de estas economías y sus secuelas
sociales hacia otros territorios de la región Andina, comprometiendo de paso la reserva
ambiental multinacional del Amazonas”37
17 El Plan Colombia es un plan que, como ha afirmado el escritor Carlos Fuentes, “pone en
marcha planes militares que ahondan la violencia” y desintegra la estructura de poder de
tal manera que “uno se pregunta si sigue habiendo Estado en Colombia...”38. Su reflexión
se origina en que el Estado colombiano carece de autoridad moral, de autonomía, de
control total del territorio y de capacidad para decidir si puede seguir o no envenenando
las selvas, los páramos y los cultivos de miles de familias. La Defensoría del Pueblo, la
Contraloria General de la Nación, los gobernadores de las regiones más afectadas y, hasta
las mismas empresas productoras de Químicos, han protestado contra el empleo de
productos fungicidas que atentan contra el medio ambiente y la salud39.
18 Muchos lectores supondrán que los problemas nacionales internos no tienen por qué
estar determinados por regímenes hegemónicos de carácter mundial. Pero negar este
hecho en la historia de América Latina, sería hacer tábula rasa de una de las verdades más
importantes de su presente. La larvada guerra civil que vive Colombia desde 1948 se ha
inscrito en proyectos internacionales, principalmente de los de Estados Unidos.
19 El universo de la marihuana, coca y amapola tienen una incidencia directa sobre los
problemas migratorios en Colombia. En primer lugar porque que estas plantas que antes
inspiraban a brujos y shamanes o a cantantes de boleros y ritmos tropicales, o a Goethe
que veía en la Amapola el rojo de su teoría de los colores, se han convertido en la renta
fundamental de miles de campesinos del Amazonas, del Caribe y de los Andes. En segundo
lugar, porque los grupos guerrilleros, que un día surgieron como alternativas ideológicas
a la “guerra fría”, las han convertido en verdadero banco emisor de recursos económicos
para combatir al Estado y al “Plan Colombia”. Es decir que de los “estímulos morales” del
viejo socialismo, se pasó a los “estímulos materiales”. Y las guerrillas encontraron en
estas plantas inocentes, después de 1989, un recurso financiero que les ha permitido
actuar con autonomía frente al Estado Colombiano. Este cambio de los incentivos morales
por los materiales se encuentra ligado al cobro de impuestos por cosechar, transformar y
comercializar cultivos ilícitos. Los recursos económicos les ha permitido a los grupos en
guerra adquirir armamento muy sofisticado. Las FARC han logrado uniformar a 16.529
hombres en el campo40 y fortalecer las milicias urbanas en las zonas marginales de las
grandes ciudades41. Su poder militar es tal que demanda la convocatoria de una nueva
Constituyente en donde ellos sean el 50% del poder y el otro 50% la clase política
tradicional. Quienes no tienen armas y, son escépticos a las propuestas políticas de todos
los actores de la guerra, no tendrían espacio en esta nueva forma de Estado. Según uno de
los voceros de las FARC “Colombia requiere una constitución democrática y popular”
mientras que otro sostiene que para ellos se trata de “...establecer el gobierno que
nosotros decidamos por mayoría a través de una Asamblea Constituyente, pero que de
verdad nos represente, que erradique para siempre a los partidos tradicionales...”42. Pero
los partidos políticos son el 35-40% del electorado ¿Será posible su erradicación?
20 Desgraciadamente en este conflicto no existen prácticas de contención de la guerra
mediante políticas de desarrollo social ni de reconversión de la marginalidad en fuerza
productiva. El Estado Colombiano sólo sabe de represión militar y presión fiscal para la
guerra y el pago de la deuda externa. No existen proyectos alternativos de desarrollo

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mediante inversión social en educación, políticas de bienestar y financiamiento de


empresas comunitarias.
21 Pero no todo el financiamiento de la guerrilla se genera en los cultivos ilícitos. Ella
recurre al secuestro y a la extorsión. Mediante la llamada “Ley 002” dispuso que todos
aquellos que posean un patrimonio superior a 1 millón de dólares deben pagar un
impuesto equivalente al 10% para financiar la insurgencia43. Igualmente obtiene otras
rentas de sus inversiones económicas. Es decir que funciona como una gran empresa
militar, económica, política y fiscal. Toda esta estrategia ha sido combatida, primero por
el Ejército colombiano, el enemigo natural de la insurgencia. Después de 1980, por las
llamadas Autodefensas que de la acción defensiva pasaron rápidamente a la ofensiva.
Ante la escalada guerrillera, las autodenfensas han crecido en los últimos años hasta
llegar a tener un ejército de más de 10 mil combatientes. Las Autodefensas, que operan
como una guerrilla de derecha, se financian del mismo modo que las guerrillas de
izquierda, más los aportes voluntarios de ganaderos, de tenedores de tierras y de grandes
y pequeños comerciantes. Por supuesto que también cobran impuestos de los cultivos
ilícitos allí en donde controlan territorios. Es decir que sus mecanismos de operación son
tan eficaces como los de la guerrilla. Acusados de ser paramilitares, esta guerrilla de
derecha, ha querido ser el soporte militar de la clase media ante la incapacidad del Estado
por garantizar la seguridad. Tal vez el éxito más notable de las Farc en la llamadas
“conversaciones de paz” es haber conseguido que el Estado abra un nuevo frente de
guerra contra sus enemigos más temidos como son las autodefensas44. Este nuevo frente
militar del Estado le ha brindado a las guerrillas una mayor movilidad y operatividad en
su lucha armada.
22 Por su parte el Estado colombiano no opera como tal, pues depende de las decisiones de
los Estados Unidos. Y a estos sólo les interesa fumigar cultivos ilícitos, crear nuevas
unidades de combate y fortalecer a las fuerzas militares. Tal es el espíritu del Plan
Colombia, monitoreado por todo tipo de autoridades americanas y supervigilado por su
Embajada. Un informe especializado escrito para los mismos Estados Unidos diagnostica
la necesidad de pensar en una distinción entre contraisurgencia y contranarcóticos, en
crear “autodefensas reguladas por el Estado”, en fortalecer la incorporación de nueva
tecnología militar y evitar que la fumigación termine por generar apoyos a la guerrilla.
Este informe paradójicamente concluye que “El gobierno de Colombia, al aceptar como
única la visión de Estados Unidos a cambio de los recursos que éste le proporciona, ha
perdido margen de maniobra para desarrollar otras estrategias que pueden ser más
convenientes”45.
23 La guerra fría (1948-89) y la guerra contra las drogas han dejado millones de muertos y
desplazados en Colombia. Sin embargo, los emigrantes forzados de la guerra fría
encontraron una frontera rural y urbana. Allí pudieron tener una seguridad y una
oportunidad para rehacer la vida. Pero los emigrados de la “guerra contra las drogas” no
tienen fronteras físicas y deambulan como peste sin destino. Entre 1995 y hoy, dos
millones y medio de personas han huido de sus tierras y provincias, y en su caminar sólo
encuentran territorios de intolerancia. Se dice que entre 1995 y 1999, el 30% de las
familias desplazadas “poseía tierras, con o sin título,” con un área promedio de 3
hectáreas. Es decir que 52 mil familias perdieron o vendieron en “condiciones
desventajosas” o abandonaron 160 mil hectáreas46. Los ejércitos de combatientes los
expulsa y el Estado los abandona y les deja expuestos a perder su identidad, a vivir en la
nostalgia, a caer en el vicio, y a sobrevivir en un mundo sin retorno. Y lo más paradójico:

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a tener que ingresar al círculo de la delincuencia, los negocios clandestinos, la emigración


a zonas de cultivos ilícitos y a la lucha armada para contribuir a trazar el círculo de este
universo de desesperados y desarraigados. Terminan enfrentando a los actores que los
desarraigaron introduciéndole al conflicto pasiones y odios irreconciliables. En general,
los desplazados “por temor ocultan su condición y engrosan las filas de la violencia”47.
Otros se pegan en esquinas y calles de las ciudades como si fuesen las primeras lavas de
un volcán que anuncian una erupción futura. “El problema de Colombia es una tragedia
de proporciones enorme(s), tan grande como cualquier desastre natural”, afirmó un
congresista americano48. El hecho de que “cada hora llegan a Bogotá 4 desplazados de la
violencia” y que en el año 2000 se hayan instalado en esta ciudad 43 mil desplazados 49,
pone de manifiesto la magnitud de un problema social de incalculables consecuencias
para el país.
24 Todos huyen, hombres, mujeres y niños en una diáspora que no recorre como en el siglo
XVI el interior del país, sino otros territorios y otras naciones convirtiéndose en una
plaga que, como la viruela en el siglo XVIII, es capaz de conmover la tranquilidad pública.
Un problema nacional que se ha vuelto internacional. Enfermos de miseria miles de
desplazados llegan sin Visa hasta las aldeas globalizadas. Una población, la cual al
convertirse en refugiados, queda “expuesta a maltratos y abusos de las fuerzas militares”
de países vecinos y amigos, “bajo la consideración de que se trata de narcotraficantes o de
colaboradores de los actores armados colombianos”50. Entonces son comprensibles las
leyes de extranjería cuyas murallas quieren detener los sueños de paz, de vida y de orden
de estos desterrados de la guerra. Pero para los refugiados la globalización no opera como
un derecho a elegir territorio y aspirar a un trabajo. La globalización es para las
mercaderías y para los capitales de las grandes corporaciones. Un día Europa vio en
América Latina la residencia del sueño por la libertad y el progreso personal cuando otras
guerras, no menos crueles que las nuestras, les negaban el derecho a vivir. América se
llenó de hombres honestos, delincuentes y tramposos. Pero ahora, ante el rechazo
universal a la libre circulación de fuerza de trabajo, en el hemisferio sur se repite aquel
dicho popular de que: “¡Así paga el diablo a quien bien le sirve!”. Lo paradójico es que las
nuevas restricciones invitan a una globalización de la criminalidad y la delincuencia
común. Tal es la elección de quienes niegan el cambio de la agenda del desarrollo.
Los autores
25 Todos los problemas aquí esbozados son analizados empíricamente por diversos autores
colombianos. No vale la pena repetir sus argumentos ni insistir en los gestos del drama.
Basta con leer los testimonios que unos y otros recogen para dibujar una idea sobre las
deformaciones de una nación. Su sociedad sufre una guerra inventada por múltiples
poderes en un ejercicio caótico de represión y contestación. Las regiones, las familias y la
literatura se han visto inundadas por el ruido de quienes caminan en busca de un refugio.
26 La importancia de la migración y el éxodo no es sólo un fenómeno de población sino que
conlleva un compromiso ético de quienes dicen ser herederos de viejos y nuevos
humanismos. Colombia merece ser asimilada y apoyada. Pero cuando hablo de Colombia
no pienso en sus gobernantes ni en sus herederos políticos, pienso en los que sufren el
destierro, en los que sufren en silencio, en los que cohabitan con el luto, en aquellos que
añoran la lluvia, un espacio y unos pájaros. Colombia es más que sus diplomáticos,
embaucadores silenciosos de la tragedia nacional. Colombia es una herida abierta sobre el
mundo. Es una agonía que inunda los Andes, el Caribe y el Amazonas. Todo este
patrimonio de vientos, hojas, aves e insectos, todos los ríos de colores con sus peces se

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han alejado de la vida cotidiana con su sinfonía de sonidos y lenguajes. Es necesario un


lugar para volver a reconstruir las palabras y las cosas. Y ese único lugar está aquí, el cual
hemos perdido con la complacencia tuya y la mía, mientras los unos hacen de mesías
iracundos y los otros nos envenenan el pulmón del mundo.

NOTAS
1. Adolfo Meisel Roca, Joaquín Viloria De la Hoz, LosAlemanes en el Caribe Colombiano: el caso
de Adolfo Held, 1880-1927, Centro de Investigaciones Económicas del Caribe Colombiano,
Cuadernos de Historia Económica y Empresarial No. 1, Banco de la República, Cartagena, 1999.
Alonso Valencia Llano ‘Centu per centu, moderata ganancia´ :Ernesto Cerruti, un
comerciante italiano en el Estado Soberano del Cauca” en Boletín Cultural y Bibliográfico,
Bogotá 1988, p.56-75.
2. Louise Fawcett y Eduardo Posada Carbó, “Arabes y judíos en el desarrollo del Caribe
Colombiano, 1850-1950” en Boletín Cultural y Bibliográfico, Volumen XXXV, Número 49,
Bogotá, 1998, p. 3-29.
3. Daniel Mesa Berna,l De los Judíos en la historia de Colombia, Planeta Colombiana Editorial,
1966; Adelaida Sourdís Nájera “Los Judíos Sefardíes en Barranquilla. El caso de Jacob y
Ernesto Cortissoz” en Boletín Cultural y Bibliográfico, Volumen XXXV, No. 49, Bogotá 1998,
p.31-47. Este ensayo forma parte del libro El Registro Oculto: los Sefardíes del Caribe en la
formación de la Nación Colombiana, 1833-1886, de próxima circulación.
4. Hermes Tovar Pinzón, Que nos tengan en cuenta. Colonos, Empresarios y Aldeas: Colombia
1800-1900, Tercer Mundo Editores, Colcultura, Bogotá 1995, p.44-48.
5. Serge Gruzínski, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en
el México español, siglos XVI a XVIII, Fondo de Cultura Económica, México, 1991.
6. Nicolás Sánchez Albornoz, La Población de América Latina desde los tiempos precolombinos al
año 2005, Alianza Universidad, Madrid 1994, p.121-155.
7. Hermes Tovar Pinzón et Alter, Convocatoria al poder del Número. Censos y Estadísticas de la
Nueva Granada, 1750-1830, Archivo General de la Nación, Bogotá 1994.
8. José Antonio Ocampo (Ed.), Historia Económica de Colombia, Biblioteca Familiar
Presidencia de la República, Bogotá 1997, Un futuro económico para Colombia, Alfaomega-
Cambio, Bogotá, 2001.
9. José Antonio Ocampo, Repensar la Agenda del Desarrollo, Naciones Unidas – Cepal,
Santiago de Chile, 2001, p.32.
10. Naciones Unidas – Cepal, Una década de Luces y Sombras. América Latina y el Caribe en los
años noventa, Cepal-Alfaomega, Bogotá 2001.
11. Fred J. Rippy, El Capital Norteamericano y la Penetración Imperialista en Colombia, Editorial
la Oveja Negra, Bogotá, 1970; Alvaro Tirado Mejía, Colombia en la repartición Imperialista
1870-1914, Ediciones Hombre Nuevo, Medellín 1979.
12. Hermes Tovar Pinzón, La Estación del Miedo o la Desolación dispersa. El Caribe Colombiano
en el siglo XVI, Editorial Planeta, Bogotá 1997.

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Emigración y éxodo en la historia de Colombia 10

13. César Augusto Velandia Jagua y José del Carmen Buitrago Parra, “El problema
indígena en el Sur del Tolima, 1950-1980”, Informe a Instituto Colombiano de
Antropología y Universidad del Tolima, Ibagué 1989.
14. Augusto Gómez, Indios, Colonos y Conflictos. Una historia regional de los Llanos Orientales,
1780-1970, Siglo XXI editores – Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá 1991.
15. “Esta Guerra no es Nuestra”: Niños y desplazamiento forzado en Colombia, Codhes – Unicef,
Bogotá, 2000 p.9.
16. Ramiro Cardona G. (Ed.), Las migraciones internas, Asociación Colombiana de
Facultades de Medicina, Editorial Andes, Bogotá [s.f.]; Urbanización y Marginalidad,
Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, Tercer Mundo, Bogotá, 1968.
17. James Parsons, Antioqueño Colonization in Western Colombia, Berkeley 1949; H. Tovar
Pinzón, Que nos tengan en cuenta...op. cit.; Juan Carlos Vélez Rendón “Los Pueblos allende el
río Cauca. La Formación del suroeste y la cohesión del espacio en Antioquía, 1830-1875”
Tesis para optar el título de Magister en Historia, Universidad Nacional de Colombia,
Medellín S.F.
18. Catherine Le Grand, Colonización y Protesta Campesina en Colombia, 1850-1950,
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 1988. Theodore E. Nichols, Tres Puertos de
Colombia. Estudio sobre el desarrollo de Cartagena, Santa Marta y Barranquilla, Banco Popular,
Bogotá 1973.
19. Carmen Elisa Flórez N., Las Transformaciones sociodemográficas en Colombia durante el
siglo XX, Banco de la República –Tercer Mundo Editores, Bogotá, 2000 p.65-6
20. Juan C. Elizaga, Migraciones a las áreas metropolitanas de América Latina, Celade, Santiago
de Chile, 1970, p.13.
21. Alan B. Simmons – Ramiro Cardona, “La selectividad de la Migración en una
perspectiva en el tiempo. El caso de Bogotá (Colombia) 1929-1968” en Ramiro Cardona (ed
.), Op. Cit. p.164.
22. Carlos Castillo (ed.), Vida Urbana y Urbanismo, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá,
1977, p.9.
23. “Esta Guerra no es nuestra”.... op. cit. p.7.
24. Codhes –Unicef, Un país que huye. Desplazamiento y violencia en una nación fragmentada,
Bogotá, 1999.
25. Jaime Andrés Erazo et alter, “Diversas causas y costos del desplazamiento:¿Quién los
compensa?” Banco Mundial, Informe 2001, p.12.
26. “Esta Guerra no es nuestra”... op. cit. p.15
27. Arquidiócesis de Bogotá – Codhes, Desplazados. Huellas de nunca borrar. Casos de Bogotá y
Soacha, Bogotá 1999, p.119-120.
28. Donny Meertens “Víctimas y sobrevivientes de la guerra: tres miradas de género” en
Revista Foro Bogotá, Junio de 1988, No. 34, p.19-35; Nora Segura Escobar “Desplazamiento
en Colombia: perspectivas de Género” en Revista Foro, Bogotá, Junio de 1988, No. 34,
p.5-17.
29. J. Andrés Erazo et alter “Diversas Causas... op.cit. , p.3
30. “Esta Guerra no es nuestra”...op. cit. p.14.
31. Codhes Informa, No. 2, s.f.
32. El Tiempo, Sábado 11 de Septiembre, 2001 p. 1-10 “Bogotá, destino de desplazados”;
Cunadinamarca, Sábado 8 de septiembre 2001 pp. 1 y 3.
33. Codhes Informa, Boletín de la consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento,
Bogotá, 5 Diciembre 2000, No. 33, p. 15.
34. El Tiempo, (Bogotá) 29 de Mayo del 2001, p.1-14.

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Emigración y éxodo en la historia de Colombia 11

35. “Tempestad por Fumigación” en El Tiempo, Domingo 22 de Julio del 2001, p.1-2 y 1-3
36. “Paz Aporte” en El Tiempo, Domingo 22 de Julio del 2001, p.1-16.
37. Codhes Informa. Boletín de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento,
Bogotá 7 de diciembre, 2000, No. 34, p.3-4.
38. Entrevista a Carlos Fuentes, ”El Plan Colombia no resuelve nada” en El Tiempo, Bogotá
1 de Julio del 2001, p.2-14.
39. El debate sobre las fumigaciones tanto en Colombia como en Estados Unidos puede
seguirse en la Prensa Colombiana de correspondiente a la última quincena del mes de
julio y durante el mes de agosto del año 2001.
40. Este número ha sido calculado por las Fuerzas Militares, Noticiero de las Siete, T.V. Julio
4 del 2001.
41. “¿Qué significa guerra urbana?” en El Tiempo, Bogotá, Miércoles 27 de Junio del 2001,
p.1-2 , Un informe de inteligencia militar asegura que las FARC”enviaron en el segundo
semestre del año pasado, 2500 fusiles para el fortalecimiento de la red urbanístico en
Bogotá”. Hace 10 años se fortalecen las milicias urbanas en Medellín, Cúcuta, Bogotá y
Barrancabermeja. También “Con los ojos puestos en las milicias” en El Tiempo, Bogotá,
miércoles 27 de junio, del 2001, p.1-3 sobre la milicias en Medellín.
42. El Tiempo (Bogotá), Jueves 5 de Abril, p.1-12.
43. “La Ley del Monte” en Revista Cambio, (Bogotá) 18-25 de Junio/2001, No. 417 p.17-22
Informa que más de “2000 empresas han sido citadas a Uribe por las Farc para pagar la
extorsión de la llamada ley 002”.
44. “Cacería a finanzas ‘Farcs´” en El Tiempo, (Bogotá), 25 de Mayo del 2001, p.1-2
Entidades gremiales del sector ganadero protestaron por los allanamientos realizados por
la Fiscalía buscando documentación que vinculara a estas instituciones con las
Autodefensas.
45. “Prestigioso consultor de E.U. hace diagnóstico de Colombia” en El Tiempo, Bogotá,
Viernes 8 de Junio del 2001, p. 1-11
46. Jaime Andrés Erazo et Alter, “Diversas Causas...”, op. cit. p.23.
47. El Espectador, (Bogotá), 16 de julio del 2001, p. 1-A.
48. “Congresistas de E.U. piden a Bush ayudar a Colombia” en El Tiempo, Bogotá, miércoles
27 de Junio del 2001, p.1-9.
49. El Espectador (Bogotá) 16 de Julio del 2001, p. 1ª.
50. Coches Informa, Boletín de la Consultoría para los derechos humanos y el desplazamiento,
Bogotá, 7 de diciembre del 2000, No. 34, p.20.

ÍNDICE
Palabras claves: Emigración, Colombia

Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, 3 | 2001


Emigración y éxodo en la historia de Colombia 12

AUTOR
HERMES TOVAR PINZÓN

Universidad Nacional de Colombia

Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, 3 | 2001

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