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I. LA INVENGION DE AMERICA, La razin de ser de las dos Américas, las calificadas ~para dife- renciarlas y singularizarlas— de Angloamérica ¢ Tberoamérica fue expuesta en mi libro La invencién de América, Recordé- ‘moslo brevemente. La tesis bisica consiste en afirmar que el ente histérico- ‘geogréfico llamado América no cobré existencia en el mbito de la cultura de occidente como resultado de un “descubri- miento” que hubiere revelado —develado— el ser de ese ente ‘como algo previo, ya hecho y constituido desde siempre y para siempre; en todo tiempo y lugar y para todos. En suma como tuna esencia, Tal, en efecto, la implicacién ontoligica de la interpretacion de Ia hazafia colombina de 1492 sub specie de “descubrimiento”. Propuse, en cambio —para sustituir esa manera esencialista de entender Ia aparicién de América— 1a idea de que el surgimiento de ese ente fue el resultado de un proceso inventivo gestado en el seno de la arcaica y cerrada concepcién tripartita del mundo geogrifico-histbrico, proceso ‘que culminé en la ideacién de las nuevas tierras como “cuarta parte” del mundo y que, al poner en crisis de fundamentos aquella antigua manera de entenderlo, Ia sustituyé, a su vez, por una concepcién abierta que abrazé, por lo pronto, a la totalidad del globo terréqueo como domicilio césmico del hom- bre, y en el limite, a todo el universo. Congruente con esa idea, Hamé a ese proceso el de la “invencién de América". ‘Al explicitar la conceptuacién ontolégica de las nuevas tie ‘ras como “‘cuarta parte” del mundo, distinguf las dos modali- 8 dades de su ser: la fisica, en cuanto ente de naturaleza, yde ‘moral, en cuanto ente histérico, A la primera, corresponce la ideacién de América como “continente” geogrifico; a la segunda, la de “Nuevo Mundo” ‘Al examinar, en seguida, la estructura constitutiva de esas dos modalidades del ser de América, mostré que, en cuanto “continente”, fue concebida como homogénea respecto a los otros continentes 0 “partes” del mundo, o para decirlo en té minos de Ia época, que se trataba de una porcién de la natura- leza, constituida y organizada de acuerdo con los cuatro ele- mentos constitutivos de la materia y de los tres reinos de la jerarquia animica de los entes, segiin el pensamiento aristoté- lico-tolomaico-escolistico entonces vigente. Ninguna novedad de esencia significé, pues, la aparicién o invencién de América: era una provincia —hasta entonces ignota— de la naturaleza cereada; pero, es0 sf, sélo una provincia mas en una serie ine finita de otras posibles. Por lo que toca a ia constitucidn del ser moral de América, es decit, en cuanto fueron concebidas las nuevas tierras como “Nuevo Mundo”, la primera circunstancia que se impuso fue la existencia del mundo indigena, que, por su alto desarrollo cultural en algunas regiones, no podia ser ignorada como dato esencial del problema, La respuesta consistid en reconocer est realidad antropoldgica pero tinicamente dentro de la esfera del acontecer natural, es decir, descontada su signi térica sui generis, por estimarse carente de sentido especto al acontecer histérico universal el propio al mundo y sélo plenariamente encarnado en la cultura cristia: nna europea, Se trataba, pues, del hombre en estado de natura. leza y de unas sociedades naturales que iban desde la barbarie hhasta la civilizacién, pero fuera de Ia érbita de la historia pro- piamente dicha, El indigena —pese a sus logros que, en opinién de algunos, cumplian los requisites aristotélicos de la sociedad civil perfecta— fue conceptuado, en definitiva, como una reali dad histérica en estado de mera potencia que deberia actua- Jizarse mediante la incorporacién del indio a la cultura europea ¥ en todo caso, al cristianismo, 4 Sonat ee ado a dingiad mor atom dl Se Se ties ee exams cas es aa ne acs caters emopen, oe ie Se ene in pba est wn Nr Sky ce cea, einen, I ar mo Ee demain Anyplace uo Ceo ee aie db ac ene samo "har MOE ral ce foes tn minor, 0 Po Ae ell el “Vij Mama Se ee cries eicade oe Jo Se eect am eral ae Si enc omnes Ee Caen eee de i celuacién euros © oo pone ule donde proce dee sadn de In ex a eS aes nj yo tn, gas deo ee II, LAS DOS AMERICAS: ENTELEQUIA Y UTOPIA {Lo primordial al respecto es Ia disidéncia que, por lo menos deade el siglo x1, se venia incubando en el seno de Ja cultura feuropea y que, ya para los siglos xvty Xvit, aparece polarizada fn In hostilidad entre Inglaterra y Espatia, los voceros de la fmodernidad y de ln tradicién, respectivamente, Gigantesco Conflict militar y politico, pero, mis a fondo, oposicién entre ‘dos modos distintos de concebir el destino humano y la rela {Gon del hombre con Ia naturaleza, De tan complejo y volumi- fnoso suceso importa subrayar Ia indole y orientacién raciona- Tista y cientfica del programa inglés, cayo objetivo pri consisa en reformar el ambiente natural‘en beneficio del hom- been el aqut y ahora de esta vida, Programa, pues, de empre- fas reatizaciones materiales y sociales encaminadas a fabrica- Je al nuevo Adin un paraiso del que seria dueio y seflor como bra salida de sus manos. Programa de acciin y libertad indi- Siduales bajo el sgno de un crstianismo reformado, de rgida tnoralidad y de exaltacon del trabajo, que no exclu la creen- Gis en una vida en el mis all, pero cuya esperanza de logro tho estaba refida, antes fortalecida por el éxito alcanzado en {sta vida sublunar. El programs, cn sums, en que debla desem- tocar el antiguo nominalismo de un Rogerio Bacon, euyo frato seria el hombre moderno, el futuro protagonista de la historia motivado por la avider de un saber de dominio que Jo impuisard a la conquista del univers. Contraparcida de ese proyecto fue el programa tradicionalis ta ibérico, No porque no se ambicionara el poder y 1a hegemo- 1 ‘nia mundial, sino porque su finalidad era instaurar la unidad ecuménica con el reino de los valores de Ia verdad catélica, creida y vivida como de vigencia absoluta y eterna, De una verdad, pues, que tenia ya resuelto para siempre el modo de vida individual y social; opuesto, pues, a las reformas novedo- sas y a Ja empresa de transformar la naturaleza por estimarse ser un acto de soberbia, en cuanto que implicaba epmendarle a obra de la creacién a la suprema sabiduria divina. El mundo no tenfa por qué ser un paraiso de delicias donde reinara la abundancia y la prosperidad; era valle de ligrimas y lugar de destierro del Adin caido. Se trataba, pues, de un programa que, en el fondo, postulaba la repeticién, y tan estitico ¢ in- tocable como Ja verdad revelada que le servia de sustento. EI sentido bisico de su accién s6lo podia ser Ia conquista lleva da a todos los rincones de la tierra y el proselitismo. Ahora bien, puesto que —como ya indicamos~ la actualiza- ién del ser historico de América consistia en realizar en las nuevas tierras la nueva Europa, nada mis obvio que en ellas se reflejaran los dos programas que acabamos de puntualizar: Ja Europa de la modernidad y la Europa de la tradiciin ¥ fue asi que, en la medida en que los pueblos ibéricos se fueron, aduefiando de territorios americanos, y en la medida en que ‘otros fueron cayendo bajo el dominio anglosajén, en esa misma medida fue surgiendo y consolidando la gran dicotomia ame- ricana.' Ambas Américas son respuesta a tun mismo anhelo de realizar en el nuevo continente la nueva Europa; ambas, pues, cobran su ser por efecto de un trasplante cultural; ambas, por tanto, son Ia resultante histérica de un proceso imitativo, pero aqui termina el paratelo, porque la imitacién en el uno y en el otro caso fue de indole distinta por la diferencia entre las dos modalidades de 1a cultura europea que, respectivamente, sirvieron de modelo, Para que esto quede claro consideremos que todo acto tativo.supone 1a apropiacién de los rasgos constitutivos del modelo, apropiacién que, sin embargo, puede ser 0 meramen- te repetitiva o de manera que no excluya la originalidad, cuando, quien imita, imprime a lo que toma del modelo un 8 nuevo ¢ inusitado deserllo, La primera manera consite aaerfecar las nuevas eircuntancias al modo; Ia segunda, en Sisson el modelos ls nue ceutansAbors bin ta putbilidad dc ese isyuntva et a raxdn de ver de aa eeaeterenca de las dos Américas. Toroamérca, en Seto Conta par In prmera via Angouméi, ot ised, o po dei de o1ro modo, en aque wa fia od trina, adewando ~hits done fe reac Ine maces ccunsancan americans a las exigee verfane. en ata, en cambio, fueron las nuevas circunstan- se sgee prvaron en el taplante del modelo moderne Repuicign del modo de ser en el primer cso; originalida, per egunday Una meee Europe, Ia Amica ier, frente a espe nasuao renova, ln Ataéricasajona, es ~digae Seen eea sa diferencia en To que se fnca la justice Morse de genio ameriano para os hijos de eglommérza, fos ametcanos por antonomasia, Booed sage evidente que en el haber seguido ese dx isin naan eset ek modelo euopeo no s wat seen ibve clei menos am de un eapricho; se trata de te es comewenca de ta diversided en el modo de sr niet gas respetivos programas, porgue es no menos ev- rete tha lel erndcionalita, dosti, absolutita see Me Ge novedades del programa ibero, st raplate Tertulla Conceive con In rigier de In mera repetcén see Renda de ser conagrado como inaerble, Diame se mente opuesto eh el evo del programa anglosjon que sara tle, postlaba como tae sencilla cransformacisn Bela nual la resin demure ods eT ovens seas nel con plenitud I promest del cvangelio de mmodernidad i sre tcomala americana sori us, pore inte, por wna pare, de longa In vigecia dean prope de vida at Parr or on parte, de actualizar wn proyecto de vide eX Futenia, Para Tbeonnérca el modelo fue una entlegua: reer ngleamexcn, ana wopla, He agi los coneptos ave pe ta radicar, en la entrafia de su razén de ser, la diferencia en el 10 destino hhistérico de las dos Américas y para comprender €l porgué del coll desegulie libro que aca smarcha acendente dela modemided, ns) "SOU 8 11, EL LEGADO ONTOLOGICO DE LA COLONIA Dejemos por ahora a la América sajona para encontrarla més adclante, préspera y poderosa, constituida ya en esa nacién de prodigiosa historia que se llama Estados Unidos de Amé ‘a, yufijemos la mirada en Ia situacién peculiar del hombre Ge ta Colonia en la Améxica.hispana. Me refiero, concreta y singularmente, al problema central de su identidad historica. Este asunto ha sido motivo de la preocupacién de muchos ‘estudiosos de Ia historia de las ideas en Iberoamérica, yjaqui bastard exponer en resumen Jos resultados més idéneos a los aque, a mi parecer, podemos atenernos. Fl punto de partida eG interno desequilibrio —digamos asi= del alma colonial es: findida por el sentimiento ambivalente de ser ibérica y al fmiamo tiempo de ser algo distnto, La expresion histrica mis Sobresiliente de ese insexi icra es, si y cada sex més enconada_hostili colonial hacia fl gachupin, el peninsular-que, pese a.residencia, intereses 0 fmpleos en las Indias, no. partcipaba en las peculiaridades Gel modo de ser crollo, es decir, en el mundo de quienes vivian fa Colonia como patria. Vinculo espiritual, que no primaria mente éinico, el amor a esa patria no exclula el amor y la fidelidad a la patria metropolitana, y todo consiste en com: prender eémo, mediante un proceso de autoafirmacién de la Fireunstancia propia, (el criollo colonial alcanzd un equilibrio Ontologico entre esas dos lealtades al fincar st ser histérico fomo ibero distinto al metropolitan, pero ibero al fin y al abo. Y al decir esto se subraya que esa afirmacién de identi n Gia Puso en crisis el equilibrio que habia alcanzado el eriolle colonia. puesto que introducta el reclamo de una pata sepe, rada de la metrépoli, circunstancia. que por si sola inelule i, Posibitidad —y la necesidad~ de concebir de manera distin, % ta la propia identidad en inevitable pugna con tn ‘manera tradicional de concebirla, _g Ahora bien, como, nuestro propdsito es comprender ese suce ae ng este s© ofrece como el acontecimiento principe de Ia historia iberoamericana— debemos puntualizar lor eke seine Lbético, Son pues, dos, los elementos o vertientes que Gebemos considerar, a saber: el ser crillo colonial en conten al género, y el mismo en cuanto especie. Frimero, en cuanto al género. Se trata, claro esti, de la per dantia al mundo ibérico y dependencia de su cultura y medo Ge-ser. Como rama de ese tronco, participa, como algo catrans femente suyo, en el programa de vida tradicionalisa, absole Est, eatélico y enemigo de la modemidad que describimaos pad nas anteriores como el propio de aquel mundo, Es suye, Pues, ta hostlidad hacia el mundo moderno, racionalista, clon {ificsta, ienico, Uberal, progresista y reformador de la rasan leva, Y puesto que la verdad tradicional y catdlica s¢ tiene y Profesa como verdad absoluta, esa misma caracterstia tending cl set que heredard Iberoamévica ya separada de sus antiguas, Tretrépolis, Desde el punto de vista del modo de ser, lint dependencia politica resulta, pues, un mero accidente, 1g Segundo, en cuanto a la especie. Empecemos por recordar el expedient el ques valle cil clonal pra afar su identidad frente al mundo metropolitano. El motor fue el menosprecio que, en mayor o menor grado, sentia el peninsular por su hermano ultramarino, Este reaccioné, légicamente, opo- hiendo un concepto de si mismo y de su circunstancia que Aeminsern ot motivs, cetos 0 no, de aque enimini. lo colonial exalté a una altura fFue asi y por es0, que el eriollo col ae excelenciny dighidad, mis alls de toda proporion 7 me [site todo cuanto le era peculiar 0 enratableiente eyo, Se als pa lo de lo medion propio al encreimieno en ta Ja excala de la realidad, deste el mundo de la naturaleza fsica hasta ef sobrenacural, pasando por el historico,\Proclamé con pasmosa exageracién conceptual y verbal la primiacia en belle 2a, benignidad y riqueza de la naturaleza americana y la exce- Jencia sin par de las facultades y virtudes de sus hijos, y no vacild en reclamar la especial benevolencia con la que los mira- ba y favorecia la Providencia Divina) Y si bien es cierto que tan extremosa autocomplacencia dificilmente podia persuadir a os extrafos, lo cierto es que, pasando a Ia esfera de las erence invulnerable a tas objeciones empl, logs para los propios et objetivo que Ia habia motivado. Pudo ast el ctillo colonial etperar, en la intimidad Je ta condenca, el pecado de la falta. de originalidad con que fue concebido, pero no sin transmitir @ I posteridad iberoamericana ese amor propiae excellentiae que, puntualmente, es la definicién que ‘da Santo Tomés, de la soberbia. - El legado de esa creencia, de esa soberbia invulnerable a la realidad, encontrar sn expresién en eso que se lama el troy calismo det alma iberoamericana cuyas més notables manifes- taciones puntualizamos en seguida, . Un afecto desmesurado e indiscriminado a la exageracién en lo bueno y en Io malo, y muy particularmente en la expre- sién verbal, tan propicio a la ocultacién de la verdad y al halago de sentimientos y virtudes supuestamente poseldos en grado altisimo como rasgos caracteristicos del espfrita nacio- wal,\La belleza y abnegacién de la mujer; Ja extraordinari 13 ppotencia sexual del hombre, su temerario valor frente al peligro Y su puntillosa dignidad ante la injuria, Y en otro orden, la proliferacién de héroes purisimos, santos laicos que dejan, para gufa y consuclo de todas las generaciones por venir, una cestela de ejemplaridad y de sacrificio o de pronunciamientos de un patriotismo edificante henchiidos de una profética sa- biduria que los convierte en dogmas demagégicos del credo © grupo politico en turno. Existe, sin duda, un estrecho paren- tesco entre el sermén panegirico de Ios predicadores coloniales y el discurso de las campafias electorales y de los aniversarios Patridticos; entre las dedicatorias de los libros diigidas a los. vitreyes, prelados 0 patronos y los serviles agradecimientos al primer magistrado por haber hecho lo que sélo era de su obligacién 0 por el inmenso favor de su visita, o bien y por liltimo, entre Ia manera de dar noticia de sucesos adversos como si fueran dichosos acontecimientos previstos y procura- dos por el paternal desvelo de las autoridades. ‘Unano menos desmesurada e indiscriminada idea acerca de Jas inagotables y fabulosas riquezas naturales que hacen del territorio patrio la joya mis preciada de la creagién y, por con- siguiente, el objeto de perpetuas y arteras maquinaciones dic tadas por la envidia y Ia codicia de vecinos poderosos y caren- tes de ética, sin que la cruda y en proporcién considerate adversa realidad logre empafiar tan beata visién, sistematica- ‘mente corroborada por el panegirico de las exposiciones oficia- les, los informes de ipre pronta, vigorosa y valiente denuncia en “todos Jos foros” de las poderosas “fuer- as oscuras” que impiden el cumplimiento de las doradas sn de una naturaleza tan privilegiada se enrique- eéeon el ciego crédito que se concede al vivisimo ingenio, superior inteligencia y extremada habilidad de los nacidos bajo su Cielo, excelencias todas que, ya bajo la égida de un naciona- lismo poco menos que patoldgico, se ofrecen como posibilidad de invencién de una eficaz y revolucionaria téenica llamada a competir ventajosamente con la extrafia, que, sin embargo, nunca acaba por enseflorearse de los talleres, fabricas y labora: torios! 4 suma, en cuanto a la especie, el criollo colonial afirmé fi ser j el de su circunstancia americana mediante la atribu- én de una superioridad, tanto en el orden material como en el moral, y asi, al orgullo de pertenecer al tronco de la YVeultura ibera Ia ‘nica que en una Europa escindida por Ja herejia moderna mantenfa en alto el etandarte de la verdad religiosa— se afiade la soberbia alimentada por Ja supuesta alta jerarquia de las peculiaridades propias,)Nada de sorpre- sivo tiene que, andando el tiempo, el hombre de Iberoamérica se acoja a tan consoladora creencia acerca de si mismo, y proclame, como verdad apodictica, la superioridad espiritual de su modo de ser respecto al angloamerican “Tal el legado ontoldgico que nos dejé la Colonia; tal, pues, 1 punto de partida para reconstruir el proceso, motivo de estas rmeditaciones. 15

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