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A. Los ámbitos en los que ha tenido influencia la Teología bautismal del Concilio
En la Iglesia australiana, que representa tan sólo un cuarto de la sociedad, la
afirmación del Vaticano II de que "El Bautismo constituye un vínculo sacramental de
unidad, vigente entre todos los que han sido regenerados por él" (UR 22), ha producido
notables frutos en el trabajo por la unidad de los cristianos. Se ha dejado de insistir en lo
que divide, para concentrarse en la búsqueda de la "unidad" propugnada por el Concilio.
A partir de la imagen de la Iglesia como Cuerpo de Cristo, el Concilio recuerda que
"por medio del Bautismo hemos nos identificamos con Cristo" (LG 7). Ese Cuerpo está
llamado a ser el Nuevo Pueblo de Dios (LG 9). Este Nuevo Pueblo de Dios es descrito
como "casa espiritual y sacerdocio santo" por medio del Bautismo (LG 10). Este sacerdocio
exige ser ejercido en la celebración de la liturgia, porque "el pueblo cristiano, "linaje
escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido", tiene derecho y obligación, en
virtud del Bautismo" (SC 14) a esta celebración.
En el contexto australiano, la invitación del Concilio fue acogida con entusiasmo y
ha sido muy fecunda para la Iglesia. Como afirma el Resumen de conclusiones del
encuentro de 1998 entre un grupo de obispos australianos y miembros de la Curia romana:
"El trabajo de renovación de la Iglesia en Australia ha avanzado sobre todo gracias a la
renovación de la liturgia y a la participación del pueblo en las celebraciones litúrgicas" (§
37). Dicha renovación se percibe claramente en muchas parroquias, en la cuidadosa
preparación y celebración de la liturgia dominical, en el gran número de ministros litúrgicos
que han sido formados para dicho servicio, en el compromiso de muchos feligreses en la
vida de la parroquia y la conciencia cada vez más profunda de que la asamblea parroquial
es el fundamento de la Iglesia (en algunas parroquias esa conciencia peligra por la falta de
celebraciones eucarísticas dominicales, dada la escasez del clero).
La Iglesia australiana tiene aún mucho por hacer en su camino para que la liturgia se
vuelva "la cumbre a la que tiende toda la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente
de donde mana toda su fuerza" (SC 10). Entre los problemas que han aparecido
recientemente, pueden recordarse la distancia entre la liturgia y las devociones y la
insistencia en la piedad individual. En todos los casos, tenemos que repetir siempre la
invitación del Vaticano II a respetar la participación de la Comunidad en la liturgia como su
"derecho y obligación en virtud del bautismo" (SC 14).
La Teología del Bautismo del Vaticano II se ha vuelto concreta en la vida de los
laicos gracias a su compromiso en el apostolado y la actividad misionera de la Iglesia. "El
deber y el derecho de los laicos al apostolado derivan de su misma unión con Cristo cabeza.
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Incorporados por el Bautismo al Cuerpo místico de Cristo y fortalecidos con la fuerza del
Espíritu Santo por medio de la confirmación, son destinados al apostolado por el mismo
Señor" (AA 3). Estas palabras han sido escuchadas con atención por muchos laicos. Bajo la
dirección de sus pastores, los laicos se han comprometido con entusiasmo en la catequesis,
en la formación para el matrimonio, en la enseñanza, en la guía de la comunidad y, bajo
distintas formas, en el servicio a los pobres. Muchos de estos ministerios derivan de la
conciencia bautismal de los laicos.
La Exhortación apostólica Ecclesia in Oceania (2001), menciona en distintas
ocasiones el considerable trabajo apostólico de los laicos en muchas Iglesias de Oceanía "y
los Padres Sinodales han subrayado con determinación la misión de los miembros laicos de
la Iglesia" (§ 13), misión que el Vaticano II hace derivar de la nueva vida que "se
revistieron con el Bautismo" (AG 11).
La Teología bautismal del Vaticano II, por ello, ha dado abundantes frutos en la
vida de la Iglesia australiana. Los católicos australianos han escuchado la exhortación que
hace el Concilio para que vuelvan a asumir el poder que les había sido conferido por las
aguas purificadoras del Bautismo, fortificados por la potencia del Espíritu en la
Confirmación y renovados en la celebración de la eucaristía. Su respuesta de fe ha dado
vida nueva a la Iglesia. Muchos, sin embargo, no han recibido con fe este llamado y no han
trascendido la convención social que se conforma con que los niños sean bautizados y, por
eso, no son miembros activos de la Comunidad. Otros no han entendido plenamente el
llamado del Concilio y viven todavía añorando el pasado; su presencia, a menudo, en la
Iglesia está marcada por un profundo dolor.
"Que el rito del Bautismo de los niños sea revisado y adaptado a su condición real"
(SC 67). Esta directiva del Concilio ha producido una innovación en la historia de la
Iglesia: la redacción, en 1971, de un ritual para los niños. La centralidad de los niños en la
celebración del sacramento ha requerido mucha atención. La finalidad del rito era de
destacar principalmente la "participación y los deberes de los padres y padrinos" (SC 67).
Este ritual ha sido motivo de alegría para muchos padres, que han visto la reafirmación de
su papel en la vida de la Iglesia: los padres "serán los primeros maestros de sus hijos en el
camino de fe; y podrán ser también sus mejores maestros" (Rito del bautismo de los niños,
n° 70).
El Concilio había pedido también "inclúyase en el Misal romano la misa propia
"Para la celebración del bautismo" (SC 66). En 1974, al responder al pedido con la
traducción inglesa del Misal romano (p. 756), las parroquias han tenido la oportunidad de
incorporar el Bautismo de los niños en la misa de los domingos. Este hecho ha contribuido
a desarrollar la conciencia de las parroquias de su papel y responsabilidad en la celebración
del Bautismo. A su vez, ello hecho ha ayudado a que el bautismo, dejara de ser una
celebración privada a nivel familiar para convertirse en un acontecimiento parroquial. Ha
permitido que las parroquias celebren una sola ceremonia bautismal, en general de
domingo, a menudo con la participación de la feligresía.
Entre los resultados de este desarrollo, de todos modos, podemos recordar una
perspectiva nueva sobre la fe de los padres que presentan al niño para que sea bautizado.
¿Están dispuestos a trabajar para la educación católica de su hijo? Las parroquias se han
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esforzado por ayudar a los laicos para que acompañen a los padres en el proceso de
formación al Bautismo.
La invitación del Concilio a una renovación de la liturgia del Bautismo de los niños
ha sido fecunda. Los padres reciben ayuda en su elección de hacer bautizar al niño y la
encuentran continuo apoyo en la parroquia. Los padres que presentan a un niño para que
sea bautizado son exhortados a trascender la mera exigencia de la presión social, que
requiere simplemente que los niños sean bautizados, para encaminarse hacia un
compromiso en la elección de fe efectuada en el hecho de pedir el bautismo para su hijo.
Este trabajo ha sido posible gracias al compromiso generoso de los laicos en una amplia
serie de actividades prepartorias al Bautismo.
El Vaticano II, en pocas palabras, ha puesto las bases bautismales para la vida
cotidiana de la Iglesia. La Iglesia australiana sigue edificando sobre esas bases, porque se
esfuerza por vivir "la nueva vida otorgada por el Bautismo". Muchas de las discusiones que
se refieren al Bautismo no derivan directamente de la Teología bautismal, sino que nacen
en otros ámbitos: la catequesis, la liturgia, el apostolado, el ministerio. La renovación
iniciada por el Vaticano II sigue viva en la Iglesia australiana. Bajo la guía de sus pastores,
la Iglesia puede avanzar por este camino, en el que participa a todos, su rico tesoro, que es
ser el Cuerpo místico de Cristo.