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Una pregunta que puede ayudarnos es ¿cómo vivió el pueblo de Dios los tiempos de
prueba? Busquemos en la Biblia y aprendamos a reflexionar sobre el sentido de los
acontecimientos a la luz de la fe.
En los tiempos de prueba, el creyente debe ser coherente, definir sus actitudes conforme
a lo que cree y mantener ardiente la llama de la esperanza ante la circunstancia que lo
interpela. ¿Cómo podemos pues interpretar y acompañarnos desde la fe en las
circunstancias difíciles que vivimos?
Necesitamos algunos criterios para definir nuestra actitud creyente; distinguir, en primer
lugar, el temor del miedo; en segundo lugar, aprender a descubrir a Dios en los
acontecimientos y tercero, ponernos a su escucha y aprender de lo que vivimos.
Una cosa es el hecho, lo que sucede y otra es la manera como se afronta. La actitud que
asumo ante las cosas que pasan; de hecho, la manera como se afrontan los
acontecimientos puede ser infravalorar las circunstancias o sobrevalorarlas; estos
extremos nos llevan a perdernos en un mar de reacciones positivas o negativas.
a. El temor
El temor es la actitud del creyente ante una adversidad, es una reacción que nos pone
alerta frente a una situación y nos permite ponderarla, captarla con seriedad, con
profundidad, distinguiendo los riesgos, las oportunidades, dimensionando el espesor de
las circunstancias.
El temor nos abre las puertas para descubrir la mejor manera de afrontar dicha situación.
En la Biblia el temor es una actitud de respeto, de reverencia, incluso de admiración, de
sumisión y de obediencia, en primer lugar, frente a la presencia de Dios.
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Notas de la primera parte de la clase virtual “Fe viviente en tiempos del Coronavirus” dictada por el P.
Fidel Oñoro. Instituto de Biblia. 19 de marzo 2020. Se puede acceder a esta clase, haciendo clic aquí.
Cuando el pueblo de Dios o un personaje de la Biblia está en la presencia de Dios,
reconoce su presencia, se da cuenta delante de quién está y entonces se sobrecoge,
retrocede, es una manera de reaccionar para dimensionar lo que acontece.
El temor en primer lugar se experimenta ante Dios, pero también ante otras circunstancias
de la vida, que aparecen como misteriosas, incomprensibles, frente a las cuales
inicialmente no se sabe qué es lo que está ocurriendo.
Por extensión, el término temor abarca otro abanico de circunstancias en las que el
hombre también retrocede, se inclina ante un misterio para descubrirlo, profundizarlo, y
reaccionar frente a él. El temor es una actitud de respeto frente a Otro o ante una situación
compleja la complejidad de una situación.
En el libro de los Proverbios hay un texto que podemos evocar: «El principio de la
sabiduría es el temor de Dios» (1,7).
¿Deberíamos sentir temor en las circunstancias que estamos viviendo, ante la pandemia
por la propagación del coronavirus? La respuesta es si.
Los medios de comunicación nos han permitido darnos cuenta de que al principio las
cosas se tomaron, si no a la ligera, si sin la debida atención para entender que nos
encontramos ante circunstancias inéditas que reclaman atención; no logramos darnos
cuenta de una vez de la gravedad o dimensión de la pandemia.
Estamos ante lo que en la Biblia es una situación de temor; la misma comunidad científica
desde el principio no lo tuvo claro; poco a poco la investigación avanza, se van
conociendo hallazgos, ensayos, artículos y poco a poco las cosas se van aclarando; la
comunidad internacional lo ha venido asimilando de una forma excepcional; ante una
circunstancia nueva, encontramos reacciones, iniciativas que no habíamos pensado antes;
a nivel mundial la reacción es impresionante, de pronto un tanto extraña, en algunos
momentos emocionante, en otros sorprendente.
Todo esto encaja en lo que en la Biblia llamamos temor, la actitud de respeto, en primer
lugar, ante Dios que es el misterio, y ante todo lo que se nos escapa y que poco se nos va
aclarando, iluminando y que, gracias a esta actitud que es el principio de la sabiduría,
vamos aprendiendo a entender, a reaccionar y acompañar la circunstancia.
El miedo lleva a gestos insensatos. El miedo es un sentimiento que hace reaccionar, que
desata emociones frente a una adversidad que, en algunos casos, nos puede hacer cometer
errores.
La psicología dice que quien no tiene miedo es mejor que lo tenga, porque quien no tiene
miedo, no tiene reflejos; el miedo es un instinto que nos lleva a defendernos, a
protegernos; sin embargo, cuando el miedo paraliza, desorienta, confunde
emocionalmente, y esto tiene consecuencias en la vida de las personas, sobre todo cuando
se deben tomar decisiones.
Entre los griegos, Sófocles dice que para quien tiene miedo, todo son miedos; entre los
latinos, Tito Livio, dice que el miedo te hace ver las cosas peor de lo que son y no
proporcionalmente, no de manera ponderada, justa, racional, sensata. Esta sensación
continua de tensión lleva a reaccionar instintivamente, activar reacciones instintivas, por
tanto, irracionales con las que a veces acertamos, otras no.
El temor nos lleva a tomar distancia y a descubrir delante de qué estamos y reaccionar
correctamente, el temor es el respeto y el miedo es la parálisis, el descomponerse, perder
el norte, confundirse, alterarse emocionalmente.
Una cosa es la imagen de Dios como tú te la quieras imaginar y otra es la imagen de Dios
revelada en la historia de un pueblo, del pueblo de Israel y del pueblo cristiano, en el
Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento.
¿Cómo aparece Dios? El pueblo de Israel pasó por muchas calamidades; la Biblia es la
historia de dificultades superadas una detrás de otras; de maldiciones que se vuelven
bendiciones, de tragedias que se vuelven oportunidades, de una continua reconstrucción,
-resiliencia- recuperación; por eso decimos que la Biblia es una historia de salvación.
En el capítulo primero del Génesis, en los primeros dos versículos, se dice que el contexto
de la creación era el de una tempestad, de un caos, y que en medio de este, el espíritu de
Dios aleteaba sobre las aguas; aquí encontramos una clave: en el caos Dios intervino,
ordenando, es un principio de toda la revelación, Dios va ordenando las historias
familiares, la primera pareja, la de los patriarcas; Dios no causa males, sino que ante una
calamidad, interviene y salva.
Dios no es un “tapa huecos”. Dios no resuelve los problemas de la historia como un mago;
no lo hace sin nuestra participación; Dios actúa a través de creaturas que, abriéndose a la
acción divina, toman iniciativas y llevan a cabo la solución.
El Dios “tapa huecos” no es el de la fe bíblica, Dios siempre actúa con la mediación del
ser humano. Dios no nos libera ‘de’, sino que nos ayuda ‘en’, nos fortalece, para que
nosotros, junto con él resolvamos las grandes incógnitas de la vida y de la historia.
Hay un texto, de un teólogo que murió en la 2a. guerra mundial Dietrich Bonhoeffer, se
titula Cartas desde la cárcel, resistencia y sumisión2; el autor es un teólogo, un teórico,
que cuando siente los pasos de la muerte, aterriza la fe, la contrasta; una cosa es la fe que
aprendemos en el catecismo, otra es la que fe que se revela en la circunstancia trágica.
Bonhoeffer, se hizo muchas preguntas. ¿Dónde esta Dios? ¿por qué permite que estas
cosas sucedan? Y responde reconociendo que Dios no es un “tapa huecos”, no debe ser
reconocido sólo en el límite de nuestras posibilidades, sino en el centro de la vida.
¿Quien es Dios en medio de las circunstancias difíciles? Es aquel que nos capacita para
responder creativamente y que no actúa sin la mediación humana.
3. Ponernos a la escucha.
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D. BONHOEFFER, Resistencia y sumisión, Sígueme, Salamanca, 2008.
Para poder entender mejor cómo nos habla Dios, tenemos que reaccionar frente a lecturas
fundamentalistas, que piensan que Dios habla con una locución directa; cuando se piensa
así, se hace una lectura de pasajes bíblicos mal hecha, fuera de contexto, que nos hace
más mal que bien.
Quien así lee olvida que, al comienzo de este mismo capítulo, en el versículo 2, el primer
jinete que aparece lleva un caballo blanco, llamado el vencedor; la primera palabra de
Dios no fue el mal, fue el bien, fue la victoria, ese caballo blanco representa a Dios, el
jinete se llamará después palabra de Dios; lleva un arma y es vencedor.
La biblia nos da criterios, no puede uno puede extraer frases como esta del apocalipsis
(6,7-8) para decir que Dios esta diciendo que el mundo se va a acabar porque esta es la
epidemia anunciada; lo que la Biblia enseña es que, frente a circunstancias negativas,
como la epidemia, Dios tiene la última palabra y esta es positiva, Dios es vencedor.
¿Qué podría estarnos diciendo Dios en estas circunstancias? Dos cosas, que siempre ha
dicho, que atraviesan la revelación bíblica.
¿No será que en el planeta tierra nos hemos vuelo muy soberbios frente a Dios e
irrespetuosos del ser humano y del valor de la vida? ¿no será que hemos caído en una
cierta embriaguez que nos ha dado la técnica, la tecnología, la manipulación genética etc.?
¿No será que nos estamos creyendo dioses y le damos la espalda Dios, como si
pudiéramos tener en mano la estructura del ser perdiendo la visión de la verdad de las
cosas? ¿quiénes somos nosotros?
El salmo 8 nos presenta a un orante que reacciona de una manera genial. Es el salmo de
un creyente que no puede dormir, que está en el campo, en un lugar desde el que se podían
ver las estrellas; sale en medio de la noche, ve la cúpula celestial llena de estrellas, y se
siente una partícula microscópica en medio del universo y exclama: «¿qué es el hombre
para que te acuerdes de él?»
Nos hemos dado cuenta de que no somos nada. Es lo primero de lo que tenemos que
tomar conciencia. No somos nada, somos humanidad humillada frente a lo que está
pasando. Tomemos conciencia de quiénes somos como seres humanos.
Hay una segunda voz de Dios, que nos hace descubrir que existen valores. Cuando la vida
se puede escapar en un instante, la pregunta es ¿qué es lo que realmente cuenta? ¿qué es
lo que realmente vale y no se había tomado en consideración? Por ejemplo, darme cuenta,
en este período de «quédate en casa», de que hay una persona con la que vivo y no le he
dedicado tiempo.
Las circunstancias excepcionales nos llevan a descubrir valores excepcionales. Abrir los
ojos para ver que es lo que realmente cuenta. V.gr. El desierto; el pueblo de Dios, después
de su liberación, pasó por la escuela del desierto, el pueblo aprendió a vivir sin nada, sin
cultivos, sin ganados, sin sitios de recreación; el pueblo aprendió a descubrirse a si mismo
como pueblo, aprendió a descubrir que el gran valor que tiene es la vida y que donde
faltaba todo, aprendió a tenerlo todo. Circunstancias excepcionales hacen descubrir
valores excepcionales.
En medio de la masa informativa y de tanta basura, encontramos joyas; que nos permiten
fijarnos en lo que no nos habíamos fijado. Dos caras de la moneda
Por un lado, escuchamos el límite, la fragilidad; la ciencia ha tenido que agachar la cabeza
y ha tenido que confesar que no lo sabe todo; su ayuda es grande y gracias a ella hoy
podemos recuperarnos; pero también se ha aprendido a agachar la cabeza; hemos visto
como se afirman valores; llama la atención la dedicación de los médicos; se les aplaude
por su valentía y generosidad del personal que cuida de la salud.
Una circunstancia lleva a descubrir cosas grandes y a valorarlas. Tenemos recursos con
los que no contábamos antes. En las pestes, antiguamente, se tenía que esperar la muerte,
y algún cuidado paliativo; hoy la medicina tiene avances.
¿Cuál es el riesgo que podemos cometer cuando el temor deja de ser temor y respeto y se
vuelve en miedo incontrolable? corremos el riesgo de precipitarnos, opinar
anticipadamente y de colocar etiquetas, de expresarnos mal, de hacer ruido en los medios
de comunicación en lugar ayudar, pero sobre todo el no ser conscientes de lo mas
importante, de qué es lo que realmente vale en la vida.
Frente a esto no debemos perder la serenidad para tomar decisiones maduras, opciones
precisas, porque el principio de la sabiduría es el temor d Dios no el miedo.
Sobre todo que nos esta diciendo Dios: el gran valor es la vida: tenemos miedo porque
podemos perder la vida; salvaguardar el gran valor de la vida, desde la concepción hasta
la muerte; de aquellos que están expuestos en situaciones de marginalidad; no podemos
ser arrogantes y obtusos, como en tiempos de Sodoma y Gomorra, que el aviso llegaba y