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Un ministerio relevante para cada etapa de la niñez

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25 de febrero de
2020

Este artículo fue extraído del libro «Tu ministerio de niños puede crecer» de Henry y Adriana
Pabón, Luis y Sandy López y Willy y Arely Gómez

Si vas a servir con niños debes tener muy claro quiénes son ellos. Los niños son nada más y
nada menos que personas espirituales. Son seres creados por Dios; tienen un espíritu, un
alma y todo ello vive en un cuerpo. Presta atención: su cuerpo, al igual que su alma y su
espíritu están en desarrollo. ¡Esto significa una gran responsabilidad!

Antes que nada, dentro de cada niño hay un espíritu y los padres, de la mano de la iglesia,
somos el mejor equipo para bendecir el espíritu de los niños. Pero, y en la práctica, ¿qué
significa que los niños son seres espirituales? Que su espíritu tiene necesidades y nuestra
misión es llegar a ellas. Algunas de las necesidades espirituales que todos tenemos son la
necesidad de salvación, de dirección, de propósito, de trascender, de amar, de ser amados,
de adorar, de comprender y, por sobre todo, la necesidad misma de Dios.

A medida que los niños van creciendo sus necesidades van desarrollándose también y ahí
es donde aparecen los espacios pastorales ideales. En los siguientes párrafos te queremos
explicar de una manera muy sencilla cómo son los niños en diferentes edades y algunas
formas en las que podemos apoyar como iglesia en ese crecimiento espiritual.

En un bebé, la necesidad de ser amado es evidente. Como iglesia debemos apoyar a los
papás a demostrar ese amor. Cada iglesia debe determinar, de la mano del equipo pastoral,
cuál es el mejor espacio para los bebés y los niños de 2, 3 y 4 años. Sin embargo, el objetivo
es lograr espacios para que padres e hijos descubran el amor de Dios como papá, protector,
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amigo, todopoderoso y pastor, y también para que descubran a la iglesia como un lugar
seguro donde son muy amados. El trabajo con papás debe ser muy cercano al punto que
los protagonistas de la formación espiritual son los padres y la iglesia actúa como lugar de
refuerzo y apoyo. En estas edades tenemos que estar preparados para demostrar amor a
los niños en momentos en que ellos lloran y viven la inseguridad del desprendimiento de
sus papás.

Ya en edades previas al ingreso al colegio (5 y 6 años) y en los primeros años de educación


(7 y 8 años), la iglesia debe poder crecer con las necesidades de los niños. Su mundo se
expande y aparecen habilidades nuevas como su increíble capacidad de analizar las
historias de héroes y victorias y su mente prodigiosa para memorizar. Es el mejor momento
para sellarlos con el amor profundo por la Biblia, llevarlos por el contenido de relatos
fascinantes de los héroes de la fe y conforme van creciendo, lograr que memoricen todas
las porciones bíblicas que puedan. Muchas personas opinan que la memorización no es una
prioridad y que no forma parte de las técnicas modernas de educación. Con todo respeto,
no es así en el tema espiritual. Entre los 6 y los 9 años de edad, las neuronas pasan por lo
que se conoce como la edad de oro en la memorización. ¿Cómo perder esa etapa gloriosa
en la vida?

Toda la Biblia que sé de memoria la aprendí de niño; esa es la Biblia que viene a mi mente
en los mayores momentos de presión o de necesidad. Recuerdo a cada profesor que desde
niño me enseñó versículos y honro su legado en mi vida. Eso aprendí y eso quiero enseñar.
En estas edades, el amor debe ser afectuoso y debe ayudarles a descubrir lo valiosos que
son en Dios y el héroe que cada uno de ellos es para Él.

A medida que crecen, van apareciendo preguntas, dudas, temores, cuestionamientos y


desafíos claros a la fe. Ya a los 9, 10 y 11 años, la necesidad de darles herramientas para
tener una fe sólida es más fuerte. Los pastores de niños se deben transformar en personas
más cercanas, “imitables”, que ellos admiren y que tengan credibilidad en sus enseñanzas.
En estas edades ellos empiezan a entender que no todo el mundo comparte su fe, y si la fe
de sus papás no es sólida, van a desafiar a la iglesia desafiando al equipo para confirmar si
están ante una fe creíble o si al igual que lo que viven en casa, no es una fe coherente. El
amor debe ser a prueba de desafíos. Debe ser un amor confidente, personal y
demostrativo, escuchándolos y entendiéndolos.

La iglesia está llamada a ir creciendo con ellos, a entender su desarrollo y suplir las
demandas que van a ir apareciendo a través de lecciones de vida claras y relevantes para
sus vivencias diarias. Esto es una de las cosas más apasionantes del ministerio con niños:
¡nunca nada es igual! Ellos crecen y la iglesia crece.

Este artículo fue extraído del libro «Tu ministerio de niños puede crecer» de Henry y Adriana
Pabón, Luis y Sandy López y Willy y Arely Gómez

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