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Mucho se ha tratado de comprender sobre el mundo que nos envuelve, tratándolo de hacer
de la forma más objetiva y empírica posible, sin embargo, a veces, las vivencias y sensaciones
que tenemos de nuestra realidad puede adquirir una gran importancia, especialmente en el
contexto terapéutico.
La fenomenología es una rama filosófica que trata de comprender y darle importancia a cómo
las personas vivimos el mundo en el que vivimos, tanto en cuanto a sus aspecto más físico
como en términos de interacción social y emocionalidad.
Veamos más a fondo esta compleja corriente filosófica, qué relación tiene con la psicología y
cuáles han sido sus autores más destacables.
En esta rama de la filosofía se pretende investigar y describir los fenómenos u objetos tal y
como los experimentan las personas. Esta idea no únicamente es aplicable en el campo de la
psicología, sino también en otros muchos campos del saber, haciendo que la fenomenología
abarque muy variados elementos en función de la materia en donde se aplique.
Definir claramente a qué se refiere la fenomenología con su campo de estudio es una tarea
ciertamente complicada.
Como ya íbamos comentando, se podría extraer como idea fundamental dentro de esta
corriente, que a su vez es método y rama filosófica, la de ‘ir a entender las cosas mismas’, es
decir, tratar de entender el mundo sin tener prejuicios, en forma de conocimientos y teorías
previos, que puedan influir en su interpretación.
Orígenes
Si bien es cierto que hemos dicho que esta disciplina y corriente filosófica surgió en el siglo XX,
sus raíces son mucho más anteriores. De hecho, la primera persona en utilizar el término
‘fenomenología’ fue el matemático y filósofo suizo Johann Heinrich Lambert, quien lo utilizaba
haciendo referencia al método que había propuesto para explicar cómo distinguir entre la
verdad, la ilusión y el error.
No obstante, la primera vez que fue definido el término de la forma en que se entiende hoy en
día es en la obra del filósofo alemán George Friedrich Hegel, ‘Una fenomenología del espíritu’
(1807). En resumidas cuentas, en esta obra trataba de entender y explicar el desarrollo de la
mente humana desde el sentido de la propia existencia.
Pero realmente, la fenomenología no se establece como el movimiento filosófico, tanto
teórico como aplicado, que es hoy en día a mediados del siglo XX, cuando Edmund Husserl, de
quien hablamos con más detalle más adelante, la fundó metodológicamente hablando. Fue el
autor de la fundación de la fenomenología trascendental y, gracias a él, el movimiento se
transformó en toda una línea de complejo pensamiento que a día de hoy sigue teniendo un
gran peso dentro de las ciencias humanas.
Esto viene a indicar que la persona sea consciente de que el objeto que está percibiendo es
algo sensible, que está ahí.
2. Tener autoconsciencia
En esta fase, la persona determina si los contenidos percibidos existen realmente o, por el
contrario, están constituidos por ideas, es decir, forman parte de su imaginación.
Esto no es más que sentir el objeto percibido por sí mismo, sin entrar en razonamientos de si
es o no real, solamente captarlo.
Como se puede entender en base a estas tres fases, es lógico comprender el por qué se ha
acusado a la metodología fenomenológica de ser demasiado subjetiva. Al fin y al cabo, se
centra en cómo la persona vivencia un fenómeno, no cómo, en términos más objetivos, lo
recibe en forma de estímulo los órganos de los sentidos y cómo el cerebro, a nivel fisiológico,
lo interpreta.
Lo cierto es que, a día de hoy, la fenomenología sigue aspirando a convertirse en una corriente
que trata de combinar tanto los aspectos subjetivos que la persona vivencia con una
interpretación lo más objetiva posible de esta interpretación. Lo que sí no hay duda es que el
método es más de tipo cualitativo que no cuantitativo.
Representantes de esta corriente
Además de Edmund Husserl, son muchos los grandes filósofos y pensadores de los dos últimos
siglos que pueden ser considerados como grandes representantes de la corriente, tanto
cuando ésta fue formalmente fundada como cuando aún se estaba originando.
Entre ellos se puede encontrar la figura de David Hume, quien en su obra ‘Tratado sobre la
naturaleza humana’ muestra ser partidario del enfoque fenomenológico, aunque todavía no se
hubiera conceptualizado plenamente. Otro destacable es Immanuel Kant, quien en ‘Crítica de
la razón pura’ hace una distinción de los objetos, entendidos como fenómenos, formados y
asimilados por la sensibilidad humana, y los noúmenos, que podrían traducirse como ‘cosas-
en-sí’ (por ejemplo, el propio pensamiento).
Ya hacia mediados del siglo XX son destacables las figuras de Martin Heidegger y Maurice
Merleau-Ponty.
Terapias fenomenológicas
Tradicionalmente, las terapias de orientación humanista han sido relacionadas con los
fundamentos de la fenomenología. Desde el punto de vista fenomenológico, la situación
terapéutica consiste en un contexto singular en el que se da, por lo menos, la interacción
intersubjetiva de dos fenomenologías, es decir, las vivencias del propio paciente y las vivencias
del propio terapeuta.
Así pues, el paciente vive su realidad de una forma determinada, la cual, a su vez, es
reinterpretada por el propio psicoterapeuta a quien le confiesa su mundo interno. Claro está,
el psicólogo no va a interpretar de la misma manera el mundo del paciente como el paciente lo
hace. Es decir, será una reinterpretación de una interpretación. Sin embargo, se desprende de
las terapias humanistas la idea de que se debe tratar de entender la propia visión del paciente
cuando está haciendo referencia a cómo ve y siente el mundo.
Entre las terapias, mayormente de orientación humanista-existencial, que han enfatizado los
campos fenomenológicos tanto de paciente como del propio psicoterapeuta mismo se pueden
encontrar.
Esta terapia, formulada por Carl Rogers, se basa en reflejar, clarificar y transformar el mundo
interno del paciente tal y como éste lo describe a su terapeuta.
Desde que la formuló, Rogers defendió la idea de que el terapeuta debía comprender de
manera empática la realidad vivida por el paciente, y se debía prescindir de las descripciones
clínicas de estas vivencias.
Más tarde, él mismo llegó a destacar la importancia que tiene el hecho de que dos personas
compartan sus mundos experienciales, tal y cómo los están viviendo, y así favorecer un
enriquecimiento mutuo entre los mundos percibidos por paciente y terapeuta.
2. Psicoterapia corporal
Posteriormente, esta terapia fue concediéndole un mayor peso a los procesos psicológicos y
corporales tal como son experimentados y descritos fenomenológicamente por el paciente
durante la sesión de psicoterapia.
3. Gestalt
Los terapeutas gestálticos han ido poniendo en relieve la utilidad clínica de la contrastación y
clasificación de las diferencias más destacables entre la experiencia fenomenológica del
paciente comparadas con la del psicólogo.