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Eso que llaman amor, es trabajo no pago

Fragmento del libro “Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin
perder el glamour)” de Mercedes D’Alessandro.

En la Argentina, la participación de las mujeres en el mercado de trabajo creció


muchísimo desde mitad de siglo pasado hasta hoy. Lo que no se movió al mismo ritmo
fue la participación de los varones en las tareas del hogar. Las Cenicientas actuales
esperan a su príncipe azul no solo limpiando los pisos sino también trabajando en un
comercio, en la escuela, el laboratorio o la oficina. Ya no tienen como máximo objetivo
ser el ama de casa perfecta, ahora tienen (además) que ser exitosas profesionales y
buenas trabajadoras. Al mismo tiempo, los hombres de hoy son mucho más
comprometidos con las tareas del hogar; cocinan, cambian pañales, limpian, y hacen
cosas que en generaciones anteriores incluso eran impensables como poner o sacar
la mesa. Muchas mujeres pueden decir orgullosas “mi marido/mis hijos me ayudan en
casa”, aunque a veces no se dan cuenta de que esa frase reproduce la idea de que es
una tarea que le toca a ella y que es afortunada porque el/los varones del hogar
colaboren.

Ilustración de Lina Castellanos

Aun con esa ayuda amorosa que fue creciendo en las últimas décadas gracias a cambios
culturales, la brecha de la participación en el trabajo doméstico sigue siendo alta y las
mujeres siguen encabezando la lista. En el ranking de “fanáticas de la limpieza” de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se encuentran en
primer lugar las mujeres turcas con 377 minutos al día promedio, seguidas de las
mexicanas con 373. Entre los varones, los que menos aportan al cuidado del hogar son los
hombres coreanos con solo 45 minutos trapito en mano.
Los países más igualitarios en la distribución de las labores del hogar son los nórdicos
(Noruega, Suecia, Dinamarca, Islandia y Finlandia). Y no fue magia, en ellos hace décadas
que la sociedad se dio cuenta de que necesitaba ajustar ciertas clavijas. Desde los setenta
se vienen desarrollando políticas orientadas a cerrar brechas de género y concientizar a los
va- rones de lo importante que es su aporte en estas tareas cotidianas. En 1975, una
marcha movilizó a más de 25 mil mujeres por las calles de Reikiavik, casi un 10 por ciento
de la población de Islandia. Se trataba de una manifestación a modo de “día libre de las
mujeres” y una huelga en la que participó el 90 por ciento de las mujeres islandesas:
ninguna de ellas hizo tareas domésticas ese día. A los hombres les tocó estar a cargo de la
casa, los niños y todas las tareas asignadas tradicionalmente a las chicas. Como resultado
de este paro se cerraron bancos, escuelas y negocios. Un año después, el Parlamento
aprobó una ley de pago igualitario. “Lo que ocurrió ese día fue el primer paso para la
emancipación de las mujeres en Islandia. Paralizó el país por completo y abrió los ojos de
muchos hombres”, dijo Vigdís Finnbogadóttir, quien luego fue la presidenta de los
islandeses por más de una década. Como diría Lisa Simpson, la pequeña feminista que nos
acompaña en la televisión desde hace más de quince años, estas muchachas seguían la
consigna “voy a planchar tus sábanas cuando planches las desigualdades en nuestras leyes
laborales”.

Si sumamos el trabajo pago y el no pago, a nivel global, la OCDE estima que las mujeres
trabajan 2,6 horas diarias más que los hombres en promedio. En la Argentina, según la
Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo realizada en 2013, una mujer
ocupada full time dedica más tiempo al trabajo doméstico (5,5 horas) que un hombre
desempleado (4,1 horas). En términos generales, ellas hacen el 76 por ciento de estas
tareas. Además, “casi nueve de cada diez mujeres (88,9 por ciento) participan en el trabajo
no remunerado en la Argentina. En cambio, el 57,9 por ciento de los varones usa parte de
su tiempo en cuidar a los hijos o hacer funcionar el hogar. Eso implica que cuatro de cada
diez varones no cocinan, ni limpian, ni lavan la ropa, ni hacen compras en ningún momento
del día. Y, entre los que sí lo hacen, tienen tres horas de descuento en relación con el
tiempo que depositan las mujeres en la vida cotidiana” ilustra Luciana Peker, periodista
especializada en género.

Las estadísticas disponibles muestran que estas cifras desbalanceadas se repiten a lo largo
de todo el mundo. La OCDE tiene una base de datos para algunos países en donde se
pueden ver las diversas actividades en que reparten el día varones y mujeres entre trabajos
pagos, tareas del hogar, cuidado de niños, deportes, dormir o ver televisión. De ellos se
deriva que en prácticamente todas estas economías, los hombres son capaces de disfrutar
valiosos minutos de tiempo libre, mientras que las mujeres pasan más tiempo enfrascadas
en la rutina del hogar. En todo el planeta ellas realizan más trabajo no pago que los
hombres (y también, los hombres más trabajo pago que las mujeres).

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