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LIMA
Lima, veinte de enero de mil novecientos noventinueve.
CONSIDERANDO:
Primero.- Que, la acción pauliana, de vieja raigambre romana, que obtuvo su nombre
del Pretor que la introdujo en su Edicto (Digesto, Libro Cuarentidós, Título Octavo),
prevista en el Artículo ciento noventicinco del Código Civil, es la que tiene el acreedor
que ve disminuido el patrimonio de su deudor en forma tal que perjudique el cobro de
su crédito, para que se declare la ineficacia, respecto de él, de los actos de disposición
de su deudor. Para Josserand presenta los siguientes caracteres: a) es estrictamente
individual; b) sanciona un abuso de derecho: el "fraudator" abusó del derecho de
conservar libremente su patrimonio; c) es personal, ya que no se concibe que un
derecho de crédito sea sancionado por una acción real; d) no es una acción
indemnizatoria, e) en realidad la acción pauliana, mal llamada revocatoria, es una
acción de nulidad, (Derecho Civil, Bosch. Buenos Aires mil novecientos cincuenta,
Tomo Segundo, Volumen Uno, página quinientos sesentiuno). Para Giorgi, está
dirigida a restablecer el patrimonio del deudor en la situación que se encontraba antes
de los actos fraudulentos, con el único fin de que el acreedor pueda conseguir lo que
hubiera obtenido si el acto fraudulento no hubiera sido consumado (Teoría de las
Obligaciones, Tomo Segundo, Madrid). Según Colin y Capitant está destinada a
revocar los actos del deudor que causan perjuicio a los acreedores cuando presentan
carácter fraudulento. (Curso Elemental de Derecho Civil, Tomo Tercero, Editorial Reus
mil novecientos veinticuatro, página ochentidós).
Segundo.- Que, el acreedor tiene un derecho general de garantía sobre los bienes de
su deudor, y por eso la Ley le concede determinadas facultades de preservación de
éste, como señala el Artículo mil doscientos diecinueve del Código Civil, a las que se
agrega la acción pauliana, que no es un privilegio, sino que constituye uno de sus
derechos, cuyo objeto es impedir que el fraude de su deudor lo perjudique; es un
remedio ante un acto doloso. (ver sobre el tema La Lucha Contra el Fraude Civil de
Cirilo Martín Retortillo, Bosch, Barcelona, mil novecientos cuarentitrés).
Tercero.- Que,el Artículo ciento noventicinco del Código Civil adopta los dos requisitos
tradicionales para el ejercicio de la acción revocatoria: el "eventus damni"y el
"consilium fraudis"; el primero es objetivo y consiste en la intención por parte del
deudor de causar perjuicio a su acreedor y el segundo es el conocimiento que tiene el
tercero que contrata con el defraudador en cuanto al perjuicio que se irroga al
acreedor.
Cuarto.- Que, estando a la redacción del Artículo ciento noventicinco, bajo comento,
establecida por la primera disposición modificatoria del Decreto Legislativo número
setecientos sesentiocho, ya no es necesario que el acreedor pruebe el perjuicio, sino
que éste se presume al disminuir el patrimonio conocido del deudor, de tal manera que
se invierte la carga de la prueba y el acreedor no necesita probar la insolvencia del
deudor, y como dice Lohmann, el empeoramiento se produce al haber quedado
reducida la garantía patrimonial conocida que respaldaba la responsabilidad. (El
Negocio Jurídico, Grijley, Segunda Edición, mil novecientos noventicuatro, página
cuatrocientos veintitrés y cuatrocientos veinticinco).
Quinto.- Que, el otro requisito se cumple cuando el tercero ha tenido conocimiento del
perjuicio al acreedor o que según las circunstancias haya estado en razonable
situación de conocerlo o de no ignorarlo; deberes de conocimiento que señala
Lohmann "viene a explicarse como carga de previsión, y no se exige que el deudor
tenga en mente la determinación resuelta y de mala fe, mediante la ocultación de su
patrimonio, escondiéndolo y poniéndolo fuera del alcance del acreedor; no se requiere
que se hagaex profesopara perjudicar, inclusive puede haber procedido de buena fe,
no obstante lo cual el acto es impugnable, si fuera gratuito, o de ser oneroso, si el
adquirente actúa de mala fe" (Obra citada, página cuatrocientos veintinueve).
Sexto.- Que, la acción pauliana no importa la de nulidad, sino la ineficacia del acto,
esto es que el acto fraudulento no será oponible al acreedor accionante, y sólo a él, de
tal modo que sus efectos no se hacen extensivos a otros acreedores. Esto a diferencia
de lo establecido en el Código Civil de mil novecientos treintiséis que le daba el
carácter de revocatoria y de anulabilidad y cuyos efectos aprovechaban todos los
acreedores, como resulta de sus Artículos mil noventiocho, mil noventinueve, mil
ciento uno y mil ciento veinticinco inciso segundo. Los hermanos Mazeaud consideran
que la acción pauliana sólo favorece al acreedor que la ejercita, y que el acto
impugnado sigue siendo oponible a cualquier otra persona (Lecciones de Derecho
Civil, Buenos Aires mil novecientos cincuentinueve, Parte Segunda, Volumen Tres,
página doscientos setentidós).
Octavo.- Que, como obliga el Artículo cuatrocientos ochentinueve "in fine" del acotado,
el patrimonio familiar no puede exceder de lo necesario para la morada, en este caso,
de los beneficiarios.
Décimo.- Que, hay error en ese razonamiento, por las siguientes consideraciones: a)
la sociedad conyugal puede subsistir aun cuando se liquide la sociedad de
gananciales y ésta, además de las causales señaladas en el Artículo trescientos
dieciocho citado, puede liquidarse por declaración de insolvencia de uno de los
cónyuges, como establece el Artículo trescientos treinta del mismo Cuerpo de Leyes,
concordante con los Artículos ciento quince y ciento veintisiete del Decreto Legislativo
número ochocientos cuarenticinco; b) de tal manera que nada impide embargar los
derechos expectaticios de un cónyuge en la sociedad de gananciales, a la espera de
su liquidación, que puede ser por la declaración de insolvencia; y c) la acción pauliana
no es de cobro, sino que para poder ejercitar las acciones sobre aquellos bienes que
por un acto fraudulento se han puesto fuera del alcance el acreedor, es necesaria una
declaración previa de ineficacia del acto.
Décimo Tercero.- Que, elpatrimonio familiar reconocido en nuestro Código Civil, tiene
como finalidad excluir del comercio de los hombres un bien determinado, el tal manera
que no puede ser enajenado ni gravado, siguiendo sus antecedentes históricos del
"homestead" sajón y del hogar de familia en el Código de mil novecientos treintiséis, y
se sustenta, entre otras doctrinas, en la del Rerum Novarumde León XIII que reconoce
especial importancia a la propiedad familiar de la vivienda y de la tierra", "la finca en
que habita toda una familia y de cuyos frutos saca íntegramente, o al menos en parte,
lo necesario para vivir". (Ver Familia y Propiedad, de José Castán Tobeñas, Madrid mil
novecientos cincuentiséis).
SS. URRELLO A.; ORTIZ B.; SáNCHEZ PALACIOS P.; ECHEVARRíA A.; CASTILLO
LA ROSA S.