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08 Parodiando A La Parodia
08 Parodiando A La Parodia
Parodiando a la parodia
Lucas Rubinich
Un cómico tiene entre sus muchos recursos el clásico de reírse de lo serio. En un tablado
popular, en un teatro, en un sketch televisivo, el cómico ridiculiza lo tradicional, se ríe de la
formalidad de las instituciones, de las vestimentas de las personas serias y de los lugares a los
que concurren. De algún modo estos artistas populares actualizan la vieja forma de la parodia
literaria, que tiene su origen en una peculiar actitud de los autores respecto al mundo
ideológico y estético de obras anteriores, orientada a revelar el envés de este mundo;
es una interpretación cómica de lo serio, un enfoque nuevo, subversivo y ridiculizador
de lo tradicional, lo convencional, lo topicalizado (Ivanov Mollov, 2006 ).
Desde la Poética de Aristóteles hasta los aportes de los formalistas rusos las formas de
caracterizar la parodia es atender a la existencia de dos planos. Obviamente el de lo parodiado y
la parodia, entre los que debe existir una inadecuación que es intencionada. Se invierte el sentido
de lo precedente, se desvaloriza, se ridiculiza, en el caso de la literatura, una obra escrita con un
propósito serio (Ducrot, Todorov, 2003,Tinianov, 1980). Los cómicos populares se han valido y se
valen de este procedimiento porque está a mano, porque forma parte de las tradiciones
humorísticas la degradación de lo serio, de lo sublime.
En la década del 80 del siglo XX , se emitió por la TV abierta argentina el programa “Hiperhumor”
a cargo de un grupo de cómicos uruguayos. En ese programa había un skecht popular llamado
“Veladas paquetas”. Allí se podía ver al cómico Andrés Redondo, vestido de smoking, con un
moño negro grande, portando una vela en su mano izquierda y hablando de la manera afectada
como lo hacen los presentadores tradicionales de música clásica. En general, tenía a sus
compañeros vestidos con la misma formalidad y podía anunciarlos por ejemplo, como “Los pitos
informales”, y ensayar una larga disquisición en torno al pito como instrumento musical
desvalorizado, pero con antecedentes dentro de la tradición clásica. La mezcla de palabras cultas
con insinuaciones sexuales sutiles, siempre conservando el tono extremadamente formal, hacía
de esta performance, una forma clara de ridiculización de lo que aparecía en la sociedad como
serio, inclusive como serio arcaico.
Lo serio puede ser tanto esa forma musical, como un status social particular, una institución y por
supuesto, los actores y las instituciones de la política. El problema para reírse de lo serio, en un
momento de degradación de instituciones que el mundo parece identificar como de un viejo
orden, es que los comportamientos que surgen de esas instituciones aparecen desfasados:
arrastran la mochila de los valores institucionales que tuvieron productividad en otro momento
histórico, o que el presente imagina que lo tuvieron, pero ya no lo tienen. Entonces la actuación,
sin que existan instituciones políticas que claramente puedan expresar los nuevos valores,
resultan de distintos modos descalificadoras de la institucionalidad en la que se sigue actuando.
No hay respeto por esas instituciones, o, si se quiere, no hay ese respeto que las religiones en
decadencia mentan como ausencia de temor a dios. Entonces las acciones corrientes,
contradictorias con los valores institucionales de algún modo terminan ridiculizando esas
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II
Claro, esto y muchos otros hechos del plano que permite el contraste con el discurso de la
transparencia, pueden ser parte de un momento anterior y el hecho político del triunfo
electoral, en el marco de una situación de extrema crisis de identidades políticas, de
fragmentación social y de debilidad institucional, producen ese relativo ocultamiento de ese
segundo plano, seguramente por motivos diferentes en distintos grupos sociales y culturales.
La existencia de una oficina anticorrupción dirigida por una anterior denunciadora militante,
que permanece, en el mejor de los casos, en un ominoso silencio frente a intervenciones por
decreto para facilitar el blanqueo de familiares y a las licitaciones ganadas por amigos muy
cercanos del ejecutivo, ya hacen más posible la presencia de ese segundo plano, y comienzan a
prefigurarse para las sensibilidades colectivas, ciertos trazos de caricatura en cada uno de
estos comportamientos.
Pero el accionar de funcionarios del gobierno, del poder judicial, y de los medios frente a la
muerte de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, si se miran apenas un mes después de
ocurridos y se los corre de las influencias circunstanciales de luchas inmediatistas que, entre
otras cosas generan esos comportamientos, no pueden evitar caracterizarse como
trágicamente ridículos, como verdaderas parodias de la visión liberal republicana. Y allí está el
caso de la ministra de seguridad defendiendo el accionar de 40 gendarmes que reprimieron
persiguiendo a campo traviesa al grito de “tírenle al negro”, a 8 o 10 personas que habían
cortado la ruta entre los que se encontraba el ciudadano Maldonado de quien luego de la
represión no se contó con datos de su paradero. Ante la fundada sospecha la ministra
contestó. "No voy a hacer la injusticia de querer tirar un gendarme por la ventana”. Y al
estilo de las mejores tradiciones del caudillismo conservador reafirmó: “Necesito a esa
institución para todo lo que estamos haciendo, para la tarea de fondo que está
haciendo este gobierno.” Y concluyó: "¡Me la banco yo!”.
III
acepción grotesca. Sobre esto es que el cómico debe construir su parodia. Debe
intentar parodiar estas formas crueles de parodias realmente actuantes.
El cómico Martin Rechimuzzi actúa dos personajes que son una parodia del titular del
ejecutivo y de su ministra de seguridad: “el presidente Handel”, y” la ministra Patricia”.
La misma cara con barba, solo que en un caso con toques más o menos presentes de
elementos gay festivos, y en el otro, con una peluca y una botella en la mano. En
relación a los sucesos relacionados con la aprobación de la ley previsional y la
represión, el personaje del Presidente Handel saluda a “los gauchos de las Indias del
Sur” y lamenta que ha tenido que suspender su muestra de fin de año de Zumba
porque tuvo que gobernar. Porta una vincha de la que salen unos cuernitos brillantes
de tela con brillitos. En la pared de fondo se ve una bandera norteamericana. Avisa a la
población que se ha sufrido un intento de ataque por parte de un grupo terrorista
llamado “Jubilados”, que intentan instaurar una gerontocracia para quedarse con
todo. Utiliza el condicional para afirmar que “estarían financiados por ISIS, los
mapuches, Bin Laden, y unas cosas más que Lanata (refiriéndose a un periodista
oficialista que participó activamente en la construcción paródica del RAM y los
destinos de Maldonado) después me va a escribir”. Y vuelve a utilizar el condicional
para referirse a la trágica situación del submarino desaparecido, hecho sobre el que el
gobierno decidió no hacer más declaraciones públicas. Refiriéndose al grupo terrorista
“jubilados”, el personaje presidente Handel, dice “Ellos habrían hundido el ARA San
Juan,” e inmediatamente aclara exageradamente, “pese a que no vamos a hablar más
de eso”. Luego hace referencia al canal de noticias TN diciendo que “nuestros jefes y
sirvientes de TN han ideado una opereta para meter presión con un DNU porque la
democracia no sirve para nada, nada de nada”. Ya al fin lo repite con ritmo musical.
Lo que ocurre en este caso, es que el humorista debe magnificar su gesto paródico, porque la
actuación de los funcionarios negando hechos, construyendo otra realidad de manera poco
sutil, encontrando enemigos exageradamente ilusorios, es ya de alguna manera una parodia. Si
se desconociesen las concretas performances de los funcionarios en relación a estos hechos,
aunque hubiese una información al respecto, los personajes del presidente Handel y la
Ministra Patricia se percibirían como terriblemente sobreactuados. Y porque se actúa sobre
una sobreactuación exagerada es que estos personajes, suponen más que una parodia, una
estilización humorística de lo real. No hay posibilidad de la parodia cuando la cultura del puro
egoísmo debe presentarse bajo ropajes democrático-republicanos. Ese movimiento es
paródico, y sobre ese plano debe intervenir produciendo una inadecuación intencionada el
humorista, pero esa inadecuación no podrá ser la simple inversión. Esa estilización es, al fin,
una operación por el que el referente tragicómico es transformado en otro objeto tragicómico,
que a diferencia del primero, no intenta encubrir sino problematizar una porción de aquello
que llamamos real.
Bibliografía
Ducrot, Oswald, Todorov, Tzvetan, 2003: Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje.
SXXI editores, Buenos Aires.
Tinianov, Iuri, 1980: Sobre la evolución literaria, en Jakobson y otros, Teoría de la literatura de
los formalitas rusos. Siglo XXI,México