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A, La suspensión oficiosa
La JlJspensión oficiosa o de oficio es aquella que se concede por el Juez de Dis-
trito sin que previamente exista ninguna gestión del agraviado solicitando su otor a-
IDJen o. r el a sus caSI n o lCl0sa en a . e un acto 'ti
motu ro rio 'de la 'urisdi ción obedece a 'la ravedad del acto reclamado re
o ríes o e Uf de e'feotarse éste uede sin materia el juicio e aro ae o ¡ro o i-
bilidad de Uf se curo la la sentencia constituciona ue confiera al ue'oso la
tecClón de a Justicia Federal.
La procedencia de la suspensión de oficio en el juicio de amparo indirecto, está
en razón de dependencia con dos factores: la naturaleza del acto reclamado, que acusa
gravedad en cuanto a los efectos de su ejecución para ,el agraviado, y la necesidad de
conseNJar la materia de amparo, evitando la imposibilidad de que se restituya al que.
joso en el uso y goce de la garantía constitucional violada, Estos dos factor!", determi-
nantes exclusivos y limitados de la procedencia de la suspensión oficiosa, se encuentran
previstos en el artículo li3 de la Ley de Amparo en sendas fracciones,
La primera de ellas establece:
Dice al respecto la citada fracción: "Procede la suspensión de oficio: II. Cuando se trate
de algún acto que, si llegare a consumarse haría físicamente imposible restituir al que-
joso en el goce de la. garantía individual reclamada:'
822 L1. crítica a este caso de procedencia oficiosa de la suspensión la formulamos en el Capí-
tulo XXVI de este libro.
823 Sin embargo, por razones especialmente de carácter práctico, dicho incidente debe for-
marse por cuerda separada del' principal, ya que el Juez de Distrito siempre conserva su juris-
dicción en la cuestión suspcnsional para decidir sobre el incumplimiento al auro respective y
sobre la modificación o revocación de la suspensión por causas supervenientes, facultades 9ue no
podría ejercitar si los autos principales, y entre ellos el proveído que hubiese decretado oficiosa-
mente la mencionada medida cautelar en el auto admisorio de la demanda, se enviaran a su superior
jerárquico para la substanciación del recurso procedente. "
B. La J~Jpe1Uión a peJición de parle
La sus ensián a etición darle es rocedente
se encuentran revistos en el artículo 123 de la
ce a e artículo 124 e ro 10 oc enamiento..
de arte está sujeta a determinados r uisitos est eci os en a
a ro ar en s especies, a S3 r: re uiJifos e procedenCIa requiJitos de efecJjv/ tid.
los prImeros es consbtuí os por aque as con iciones que se reurur para
que surja la obligación jurisdiccional de conceder la suspensión; los segundos implican
aquellas exigencias legales que el agraviado o quejoso debe lIenar para que surta JUJ
e[ectos la suspensión obtenida. En la Ley de Amparo, al hacerse alusión a ambas
especies de requisitos indistintamente se emplean las ideas "conceder la suspensión"
y "surtir ésta sus efectos" como si fueran sin6nimas e implicarán la misma 00011;0·
tación; mas nosotros, para fijar con más exactitudel alcance de dichas categorías de
requisitos, hemos empleado y contraído el término "concesión" en lo que toca a la
procedellria de la suspensión a petición de parte, y las palabras "producción o caus«.
cián de ejectos' por lo que atañe a la efecJividad de la misma.
1. Introducción
Si cualquier cuestión jurídica es opinable, es decir, susceptible de apreciarse diver-
. samente, pocas como la relativa a la determinación del concepto de "orden público"
722 EL JUIOO DE AMPARO
•
presenta tan graves dificultades tanto en su aspecto puramente teórico como en su apli-
cación práctíca, Sobre todo, el juzgador de ampado tropieza cotidianamente, en su
constante labor tendiente a resolver los arduos y espinosos problemas suspensionales,
con serios escollos para precisar si las normas legales que acostumbran invocar en sus
informes previos las autoridades responsables COmo fundatorias de los actos que se les
reclaman en la vía constitucional, ostentan o no el carácter de "normas de orden, públi-
co" para negar o conceder al quejoso la suspensión definitiva. Y es que la idea de
"orden público", que tiene .perfiles tan sinuosos y vagos, no ha logrado comprenderse
en una definición atingente ni fundarse en un criterio certero, claro e invariable que
fije su esencia ·misma, para calificar, conforme a ella, todas las disposiciones legales
que suelen colocarse sobre el tapete de la estimación judicial, sin que se impida, por
ende, el empirismo, la mayoría de las veces casuístico, que frecuentemente enseñorea
las decisiones que se emiten a prop6sito de la institución suspensional dentro de nues-
tro juicio de garantías. Parece ser que el "orden público" es un enigma indescifrable,
una incógnita que difícilmente puede despejarse con propensión de generalidad; r el
solo intento, ya no digamos de definirlo, sino de-o describirlo con un criterio uni-
forme, valedero para .todos los casos concretos en que suele debatirse, se ha visto
abandonado bajo el ominoso signo del fracaso apenas se ha pretendido iniciar. Esta
impotencia de la mente jurídica frente al coloso conceptual que representa la idea de
"orden público", se ha registrado no sólo en la legislación, sino aun en la doctrina
y en la jurisprudencia; o sea, que el legislador, así como el teórico del Derecho y el
juzgador mismo, se han declarado derrotados en la batalla por su captación en pro-
posiciones lógicas definidas ante las abrumadoras dificultades que obstaculizan se-
mejante empresa. El "bomo juridictls en sus variados aspectos intelectivos, se ha
Jl
,
tentarlo legítima y verdaderamente, como sucede con varios ordenamientos que sería
prolijo mencionar. En semejantes circunstancias, el juzgador de amparo, fuera de las
hipótesis de "orden público" establecidas por la jurisprudencia y por la ley (art, 124,
frac. JI, último párrafo, de la Ley de Amparo), tiene que acudir a la idea intuitiva
que de dicho orden tenga para resolver en sentido concesorio ~ denegatorio un pro-
blema suspensional, tornando en· consideración las modalidades propias del caso concre-
to de que se trate, las cuales, a su vez, al apreciarse subjetivamente por el juez, pueden
o no responder a dicha idea, misma que, por no descansar sobre un criterio lógico-
jurídico sólido y consistente, en muchas ocasiones no rebasa los límites de un mísero
y estrecho casuismo, sembrando la veleidad y, por tanto, la inestabilidad, en las reso-
luciones judiciales. Ahora bien, el. juez acomodaticio, carente de inquietud investiga-
dora, abúlico para todo 10 que signifique creación jurídica, sin preocuparse por aportar
ideas tendientes al esclarecimiento de hondas y trascendentales cuestiones de Derecho
ni por cooperar en el proceso evolutivo de éste, puede muy bien sentirse satisfecho
con haber resuelto más o menos acertadamente el problema concreto, específico, que
se le haya planteado sin pretender que sus opiniones puedan proyectar un rayo de
luz, por más tenue que sea, en la dilucidación de cuestiones jurídicas generales, pero
el juez que propenda a encontrar la verdad jurídica, no únicamente en la concreción
sino en la abstracción, no s610 en el ámbito del casuismo sino en las regiones de la
generalidad; el juez, en una palabra, que sea digno de su condición primaria de juris-
ta, debe afanarse no solamente por realizar la actuaci6n concreta de la ley, como di-
jera Cbiovende, sino por contribuir con sus ideas a la soluci6n de los problemas que
interesan vivamente a una instituci6n de Derecho; y aunque tales ideas sean equivo-
cadas y falibles por la misma imperfección humana, no por sus yerros deben dejar
de ser materia de inquisición analítica por los que, en una gradación jerárquica, pueden
enmendarlos, posibilidad que ya supone un impulso creativo.
haya rebasado los límites de la intuici6n o del sentido común Como índices de su deter-
minaci6n y aplicación casuisticas, pues como dice el doctor Aljonsln, "a pesar de que
parece constituir la llave de tantos problemas jurídicos y que es, tan a menudo, la
última ratio del juez, ni su sentido, ni su alcance ni su legitimidad han logrado impo-
nerse", agregando que "todavía se está a la búsqueda de su exacto valor y, si se
puede decir, de' su propio equilibrio" y que "Todos los jurisconsultos, todos los prác-
ticos tienen el sentimiento de que ésta (la noci6n de orden público) es una noci6n
arbitraria, huidiza, que escapa a toda definici6n precisa y que constituye el elemento
perturbador del derecho internacional privado",'" y, pudiéramos decir nosotros, pa-
rafraseando a 'dicho autor uruguayo, de toda la Ciencia Jurídica y, en especial, de la
institución suspensional en nuestro juicio de amparo.
Seria demasiado prolijo citar las opiniones de diferentes tratadistas acerca de la
imprecisión, .vaguedad e Indole escurridiza del concepto de "orden público"; bástenos
para subrayar las notas negativas mencionadas, que acentúan lo arduo del tema que
nos hemos propuesto tratar, evocar las palabras desconsoladoras de dos de los más
connotados especialistas en Derecho Internacional Privado, Pillet y Niboyel, quienes
sobre el particular han aseverado: "la noción de orden público pasa, a justo titulo,
por ser una de las más oscuras del derecho internacional privado (por extensión,
diríamos, de toda. rama jurldica en que dicha idea se aplica por necesidad) y no es
exagerado decir que todo 10 que le concierne es aún objeto de las más vivas contro-
versias" y que "El acuerdo unánime sobre el principio del orden público cesa en
cuanto hay que precisarlo." 827
Podría decirse, como conclusi6n de lo que se acaba de exponer, que cada autor
tiene su propia idea de orden público y la diversidad de las concepciones respectivas,
que adentra al investigador en un verdadero laberinto provocando en su pensamien-
to una grave confusión, obedece a diferentes puntos de vista, los cuales, como án-
gulas parciales de observación, no han arrojado ninguna Juz capaz de descorrer el-
denso velo de nebulosidades en que se envuelve el concepto a que nos referimos.
AsI, para Mancini "el orden público depende exclusivamente de la voluntad del
Estado y comprende todas las leyes necesarias para proteger al Estado de sus enemí-
gas interiores y exteriores. los principios superiores de la moral humana y social, las
buenas costumbres, los derechos primitivos inherentes a la naturaleza humana, y las li-
bertades a las cuales ni las instituciones positivas, ni ningún gobierno, ni los actos
de la voluntad humana podrían aportar derogaciones válidas y obligatorias para esos
estados y el orden econ6mko".828 Como se ve, Mancini, lejos de formular un concepto
general de orden púbJico, Se interna por el Iácil y empírico camino de la enumera-
ci6n de hip6tesis legales en las que dicho orden debe campear, no s610 sin resolver
el problema que plantea su determinación. sino introduciendo mayor confusión en su
inteligencia, al suscitar nuevas y difíciles cuestiones por dilucidar, como son las consis-
tentes en precisar qué se entiende por "protección al Estado", "principios superiores
de la moral humana y social", "buenas costumbres", "derechos primitivos propios de Ja
naturaleza del hombre", ele.
Pillet emite una idea más aceptable de "orden público", al afirmar que "El papel
del Estado en nuestras sociedades modernas es doble, ... concentra en él y repre-
senta necesariamente los intereses de la comunidad, y además es el autor de los
intereses particulares. Las leyes que corresponden a la primera de dichas tareas son
las leyes de orden público del derecho internacional", es decir, "las que conciernen
sobre todo a la comunidad, las que benefician igualmente a todos, las que están es-
critas en interés de todos y no solamente en interés de cada uno". Comentando a dicho
tratadista, el doctor Alfonsin sostiene que "por lo tanto, será fácil,' en general, saber
si una ley de indole privada es o no de orden público. Para eUo habrá que con-
sultar a quien beneficia su aplicación: si beneficia en cada caso a ciertas personas
determinadas, con exclusión de las demás, la ley es de orden privado; si, por el
contrario, se puede considerar que beneficia a todo el mundo o a cualquier persona,
la ley es de orden público." aae
Por su parte, V alery, adoptando un método enunciativo de las hipótesis legales
de orden público, asevera que este carácter 10 ostenta toda norma jurídica que· per-
sigue cualquiera de estas finalidades: la cosa pública, es decir, la seguridad interior
y exterior del Estado, la conservación de la actual forma de gobierno, la tranquilidad
del país, su organización administrativa, la tutela de las buenas costumbres o los prin-
cipios tradicionales de la moral, la protección a los derechos individuales, a la vida,
a la salud, a los bienes, al pensamiento, al trabajo, etc. El mencionado autor, además,
agrega que las leyes de orden público se reconocen por el fin que Se propuso el le-
gislador al dictarlas y porque su violación está generalmente sancionada por eUas
mismas, mediante la prevención de una penalidad o de la nulidad de los actos que se
realicen en su contravención, agrupando dentro de ellas a las normas prohibitivas
y a las irnperativas.P?
WeiJI, al igual que Fiore, identifican las "normas de orden público" Con las "nor-
mas de derecho público", considerando equivalentes, en consecuencia lógica con dicha
identiticaci6n, a las "normas de orden privado" y las "normas de derecho privado".
Siguiendo Su equivocada idea, el primero de los tratadistas mencionados reputa como
de orden público todas las leyes que tradicionalmente ~e han estimado como de .de-
recho público, tales como las constitucionales, las de procedimiento civil y penal, las
penales sustantivas, etc., y comprendiendo probablemente que un método enunciativo
nunca conduce a una concepción general y científica que pueda aplicarse con validez
a casos concretos numéricamente ilimitados y no sólo a los que encuadren dentro de las
- hipótesis - enumeradas caprichosamente, . recurre a un criterio vago e impreciso de
calificación, estimando como normas de orden público las que "proveen al interés
general, o por lo menos al concepto, tal vez equivocado, que del mismo se haya for-
mado el legislador, desde el punto de vista económico, moral o religioso".831 La co-
rrelatividad o correspondencia que se ha pretendido establecer entre normas de "orden
público" y normas de "derecho público" y entre normas de "orden privado" y normas
de "derecho privado", nos parece muy deleznable. En efecto, los partidarios del dua-
Iismo jurldico, que hacen derivar las dos grandes ramas del Derecho, el público y el
privado, de la famosa sentencia de U/piano en el sentido de que "publicum ius es/Jo
8::0 El Orden Público, págs. 140 y 141, de Quintín Alfons¡n.
630 Op, cis., pág. lSI.
831 M4t1ual de Derecho Internacional Privada. Tomo 1, pág. S02.
726 EL JUICIO DE AMPARO
quad a4 ita/ti! Romani spectaJ,' privatuJ, qllod ad singulorum utilitatem: sunt enim
quaeddm p'¡1Ia!tlm",832 han adscrito las diferentes disciplinas' integrantes de la Ciencia
Jurídica y los distintos ordenamientos componentes del Derecho Positivo, a alguna de
dichas dos ramas, sustentando para ello diversos criterios de clasificación, tales como
el interés protegido por las normas de que trate y la índole de las relaciones regula-
das por ellas, principalmente; y aun en la actualidad subsiste, por lo general, en el
pensamiento jurídico, la tendencia de . . . hacer encuadrar, dentro del Derecho Público
o del Derecho Privado, los diferentes. derechos específicos. Así, se ha afirmado que el
primero de ellos está constituido, fundamentalmente, por el Derecho Constitucional,
el Penal, el Administrativo y el Procesal; y el segundo, por el Civil y el Mercantil;
. pero ruando ~pá1'ece en el escenario de la especulación jurídica. y dentro del Derecho
Positivo mismo un nuevo Derecho, el social, como SOn v. gr., el laboral O el agrario,
los sostenedores del riguroso dualismo tropiezan con escollos muchas veces insupera-
bles para adscribirlo al Derecho Público o al Derecho Privado, lo que obedece a la
insuficiencia o falta de idoneidad de los criterios tajantes e inconmovibles de clasi-
ficación, que conducen a la perplejidad cuando la disciplina jurídica de nueva apa-
iición presenta notas o caracteres de ambos derechos indistintamente o perfiles pro-
pios irreductibles a los de éstos. Por tanto, no parecería del todo aventurado, ni
mucho menos absurdo, situarse en la postura monista, para la que el Derecho es uno,
.constituido, sin embargo, por diferentes ramas entre las que existe tal vinculación,
tal interdependencia, que no es posible separarlas mediante un proceso discrimina-
torio, más especulativo que práctico, por lo que el dualismo c1asificativo resultac.in-
adecuado a medida que, merced a la evolución del Derecho, se reafirmen dicha vincula-
ción o interdependencia. Siguiendo la tesis que identifica a las normas de derecho
público con las de orden público, y que parecen propugnar, entre otros Weiss y Fiare,
resultará que todas las disposiciones que integren la Constitución, el Código Penal, las
diferentes leyes administrativas o los ordenamientos adjetivos, serán indiscutiblemente
de orden público, 10 que es inadmisible, pues éste, según veremos, se localiza en lo que se
llama tr causa final" de la norma jurídica, es decir, en su motivación real y en su teleo-
logia y no en su mera adscripción formal a cualquiera de las ramas que tradicional
y conservadoramente se han estimado pertenecientes al Derecho Público, motivación y
teleología que indistintamente pueden condicionar a una disposición legal que corres-
ponda a alguna de tales ramas o a las disciplinas llamadas de Derecho Privado.
Paul Bernard, profesor de la Facultad de Derecho y de Ciencias Económicas de
MontpelJier, alude a diferentes 'especies de "orden público", considerando compren;
didas dentro de la idea respectiva a la "tranquilidad pública", "seguridad pública" y
"moralidad pública", concluyendo, sin precisar la noción respectiva, que "El orden
público es alguna cosa más que la ausencia de trastornos públicos, como la salud
no puede confundirse con la ausencia de enfermedad" y que "El orden público es el
fruto. de una obra constructiva resultante de los esfuerzos para instaurar un orden
viviente, dinámico y positivo," .833
yeorges Burdeau, por su parte, considera que el orden público también persigue
fines económicos, tales como la fijación de salarios, de precios, de abastecimiento de
bienes y servicios, etc., afirmando que en una economía donde el liberalismo tradi-
cional ha cedido en el Estado contemporáneo a una economía dirigida, ésta implica
un factor importante de dicho orden, al vincularse con los intereses colectivos.8 8"
3. El orden social
Ahora bien, el Derecho, al fungir como medio de mantenimiento del orden social,
regula las múltiples relaciones que se entablan dentro de la sociedad; o sea, encauza
la conducta de cada uno de ssu miembros individuales entre sí, la actuación de la
colectividad misma desarrollada a través de sus órganos directivos y la actividad que
aquéllos y ésta puedan desplegar recíprocamente. De esta guisa, y desde un punto
de vista estrictamente jurídico, las relaciones susceptibles de regularse por el Derecho
son de tres clases, a saber: de coordinación, de supraordínadén y de supra a sabor-
dinaci6nJ traduciéndose respectivamente en vínculos o nexos que se entablan entre
simples particulares, entre distintos órganos del gobierno social o estatal y entre éstos,
por una parte, en ejercicio del poder público o de la actividad de imperio que corres-
ponde al pueblo o al Estado, y los gobernados por la otra. La diversidad de las
relaciones sociales susceptibles de regularse jurídicamente, ha servido a la doctrina
para clasificar a las ramas del Derecho Positivo en normas de derecho público y nor-
mas de derecho privado. Las primeras son las que ordenan las relaciones de supraor-
dinación y de supra a subordinación y las segundas las que encauzan las de coordi-
nación, conteniéndose su senda agrupamiento en sistemas dispositivos unitarios que
configuran, respectivamente, al Derecho Público y al Derecho Privado como las dos
grandes ramas del orden jurídico integral del Estado y las dos fundamentales disci-
plinas de la Ciencia Jurídica. Así, el Derecho Constitucional, y concretamente la Cons-
titución, están compuestos por principios y normas de derecho público, ya que la
materia principal de la regulación que establecen está formada, por una parte, por
relaciones de supraordínación, o sea, por nexos que se entablan entre los diferentes
órganos del gobierno estatal (Derecho Constitucional Orgánico) previa su estructu-
ración normativa; y, por la otra, por relaciones de supra a subordinación, es decir,
por las que existen entre dichos órganos y el gobernado moral o físico (garantías
individuales). A su vez, al Derecho Administrativo también se le ha reputado como
una rama del Derecho Público, en virtud de que las normas y principios que en su
mayoría lo constituyen, rigen igualmente dichos dos tipos de relaciones, y, por cuanto
al Derecho Penal, su carácter público proviene de que es el Estado, en ejercicio de una
potestad propia .inher~te a su poder de imperio, al que incumbe la averiguación de los
delitos y la persecución de los delincuentes. anteTos órganos jurisdiccionales por él
creados, de tal suerte que en lo que atañe a dicha doble función investigatoria y per-
secutoria, la entidad estatal, al través del Ministerio Público, hace nacer entre ella y el
particular responsable de la comisión de un hecho delictivo una relación de supra
a subordinación regida por las normas jurídicas penales. Por lo que concierne al
Derecho Procesal, sea civil, criminal, administrativo o del trabajo, también pertenece
al Derecho Público porque las reglas que lo integran, o bien estructuran a los órganos
estatales ante los que se ventilan los procedimientos respectivos, o bien rigen las rcla-
ciones que entre dichos órganos se entablan (relaciones de supraordinación) o las que
se forman entre ellos y los particulares contendientes a propósito del proceso (rela-
ciones de supra a subordinación).
730 EL JUICIO DE AMPARO
Dentro del Derecho Privado, en el que las relaciones reguladas son de coordina-
ción, existen las dos clásicas ramas específicas, el Derecho Civil stricto sensu y el
Mercantil, siendo los sujetos de_la normación por ellas establecida, personas particu-
lares morales o físicas, y si el Estado es susceptible de aparecer Como entidad en un
vínculo de coordinación a través de sus diversos órganos, ello no sucede en ejercicio
del poder público o de la potestad de imperio que corresponde a su naturaleza
propia, sino en la medida de que, prescindiendo de su soberanía, realiza actos jurídi-
cos bilaterales en concurrencia COn los particulares, colocándose en un plano de igualdad
con éstos, aunque no por modo absoluto.
Si se escudriña en la diversidad de ramas específicas del Derecho Positivo, se des-
cubrirá con facilidad la existencia de normas jurídicas que no son eminente ni estric-
tamente relacionales, sino estructurales de organismos o entidades, es decir, consti-
tutivas y denotativas de su ser propio. Tales normas, que se encuentran en las llamadas
"leyes orgánkaJ" y en cuanto a su aspecto puramente estructural, o sea, no funciona!
(carácter éste que ya supone una ordenación relacional y, por tanto, susceptible de
enfocarse, en lo que atañe a la clasificación normativa de Derecho Público o de Dere-
cho Privado al través de los criterios anteriormente apuntados), pueden adscribirse
a una u otra de dichas dos grandes ramas del Derecho, atendiendo a la naturaleza
de la entidad u organismo que estructuren, pudiendo ser, por ende, jurídicas públicas
o jurídicas privadas según el caso.
Sin embargo, y pese a lo que se ha expresado, no es posible formular tajante-
mente, con demarcaciones precisas, sistemas normativos cuyas disposiciones específi-
cas pertenezcan íntegramente al Derecho Público o al Derecho Privado, pues aun
dentro de las ramas que tradicional o clásicamente se han considerado adosadas al uno
o ,al otro, suelen encontrarse reglas concretas que no participan de la naturaleza del
todo regulador. En otras palabras, dentro de la Constitución misma o dentro de las
propias Jeyes administrativas, que~ in genere, corresponden al Derecho Público, según
. se dijo, se descubren normas que, en atención a la índole de las relaciones que rigen,
deben estimarse de derecho privado; y a la inversa, dentro del Código Civil y de los
ordenamientos mercantiles, existen normas de derecho público cuya calificación depen-
de del tipo de vínculos que regulen, por lo que es un grave error conceptuar a todas
las disposiciones específicas sin distinción, que integren un cierto cuerpo normativo,
como participes de la naturaleza de éste, de donde resulta que dentro de un deter-
minado ordenamiento jurídico, se registra una interferencia o articulación de dispo-
siciones que pertenecen al Derecho Público o al Derecho Privado y que' hace imprac-
ticable cualquier adscripción absolutista de una rama jurídica a alguno de tales tipos
de Derecho.
Por otra parte, el dualismo jurídico, para e! que toda norma o es de Derecho
Público o es de Derecho Privado, sin posibilidad de optar por una clasificación inter-
media, y que, puede decirse, representa una corriente doctrinal que es trasunto de
una ideología liberal clásica (de acuerdo con la cual sólo exi~!ían dos sujetos de dere-
cho, el Estado y e! individuo), se ha visto desconcertado Con la aparición de nuevas
relaciones sociales que difícilmente pueden considerarse, en rigor y exclusivamente de
coordinación, de supraordinaci6n o de supra a subordinación, y cuya regulación ha ori-
ginado e! surgimiento de disciplinas jurídicas antes desconocidas, como es, principal-
mente, el Derecho de! Trabajo, y el cual, merced a las dificultades que presenta su coa-
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 731
5. El orden público
El orden público es, prima facie, una especie del orden social genérico. Este,
según lo hemos indicado, se traduce en la vida sistematizada de la. sociedad, en el
arreglo o composición de los múltiples y diversos fenómenos que se registran dentro
de la convivencia humana con miras a obtener el equilibrio de las diferentes fuerzas,
actividades o poderes que en su seno se desarrollan, a fin de establecer una compa-
tibilidad entre ellos, que garantice su coexistencia y respeto recíprocos. Cuando dicho
orden social se procura por el Derecho, sea público, privado o social, aquel se convierte
en el objetivo último perseguido por éste; en otras palabras, el orden jurldico como sis-
tema normativo, es el medio idóneo e imprescindible, dentro de una sociedad o Estado
organizados jurldicamente, para lograr el orden social, llamado también estatal desde
un punto de vista político-formal.
Ahora bien, el orden social, al implicar en sí mismo un sistema, arreglo o compo-
sición de la vida Integra de la sociedad, puede propender a la preservación de la colee-
tividad misma o a la tutela de sus componentes individuales. Dicho de otra manera,
para realizarse a sí mismo mediante la implantación de tal sistema, arreglo o compo-
sición, el orden social puede tener dos ámbitos de operatividad, a saber: la propía
comunidad o las entidades particulares que la forman, siendo, por tanto, doble la
materia sobre la que actúa. En el primer caso, el orden social sistematiza, arregla °
compone la vida de la sociedad con el propósito de satisfacer necesidades colectivas,
procurar un bienestar común O impedir un mal que afecte al propio conglomerado
.humano, fenómenos éstos que no podrían registrarse sin una adecuada ordenación.
En el segundo caso, para regular la vida de la sociedad, el orden social estatuye un
arreglo, sistema o composición de la actividad particular de los miembros indivi-
duales de la colectividad, tutelando sus derechos e intereses. De ello se infiere que, te-
niendo el orden social dos esferas ~e operatividad, constituidas respectivamente por la
.comunidad .misma y Ror los individuos que la forman aisladamente considerados, su con-
sistencia o implicación genérica puede perseguir cualquiera d.-los dos objetivos especlficos
que acabamos de mencionar; ° sea, que si el orden social es uno genéricamente hablando,
desde un punto de vista específico, se traduce en dos órdenes distintos: el orden social
público y el orden social privado. El primero de ellos, es deeir el orden público consistiré,
por ende, en el arreglo, sistematización o composición de la vida social con vista a /a
determinada finalidad de JatiJfacer una lleceJÍdad colectiva, a procurar un bienestar
público o a impedir uH mal al conglomerddo humano, entendiendo por colectividad, pue-
blo o conglomerado al elemento población que, como ingrediente substancial, forme cual-
quiera de las entidades político-jurídicas que concurran en la organización del Estado,
° sea, de la Federación, de_los Estados miembros o de los municipios, en términos
de nuestra estructura constitucional; y de la que ,-se deduce, en consecuencia, que
732 EL ]UJOO DE AMPARO
existen tres tipos de orden público: el nacional o federal, el estatal stricto rens« y el
municipal. Por el contrario, el órden social será específicamente privado, cuando
el arreglo, sistematización o composición de la vida social, se establezca con el pro.
pósito directo e inmediato de preservar, bajo diversos aspectos, a los miembros sin-
.gulares de la sociedad, evitándoles un mal, procurándoles un bien o satisfaciéndoles
una necesidad, mediante una adecuada regulación de sus particulares derechos e in.
tereses. De lo anteriormente expuesto se concluye que cualquier desajuste en el orden
social público afecta, ipso facto, a la sociedad misma, poniéndola en riesgo de sufrir
un daño, de no ver satisfecha alguna necesidad suya o de imposibilitarla para obtener
un bien; en cambio, si se quebranta el orden social privado, las víctimas directas
que resientan ese quebrantamiento serán los particulares, entre quienes exista estable.
cido dicho orden.
Las ideas esbozadas con antelación llevan a la conclusión de que, tanto el orden
público como el orden privado, tienen Una finalidad mediata común, consistente en
realizar el orden social genérico, distinguiéndose esencialmente por los objetivos direc-
los, inmediatos o próximos que ambos persiguen dentro de dicha finalidad lata. En
otros términos, en el orden público, el orden social se logra mediante la preservación
o tutela del conglomerado humano mismo, bien sea, como ya dijimos, satisfaciendo
una. necesidad colectiva, evitando un mal social o procurando un beneficio a la socie-
dad; por el contrario, en el orden privado, son las esferas individuales las que consti-
tuyen su materia de protección, como vehículo para arreglar sistemáticamente la vida
de la comunidad. '
La índole de los objetivos directos, inmediatos o próximos que al través de la im-
plantación de un orden dentro de la sociedad se persigan, implica el único criterio
a priori, meramente formal, con validez general, que nos permite determinar si dicho
orden es público o privado. En otras palabras, sólo nos es dable definir al orden público
en función de su teleología formal, quedando sujeto a la experiencia histórica con-
dicionada a su vez por el tiempo y el espacio, el contenido de los objetivos inrne-
diatos, directos o próximos de tal orden. Hemos afirmado, en efecto, que el orden
público, como sistematización, arreglo o composición de la vida social al través de
sus muy variadas y múltiples manifestaciones, tiende a evitar un daño o a impedir
la causación de un mal a la colectividad, a satisfacer una necesidad pública o a obtener
un bienestar o provecho común; pero la fijación concreta de estos diversos objetivos
genéricos, sólo puede conseguirse a posteriori, atendiendo a las siempre cambiantes
condiciones de la socie~ad especifica de que se 'trate.eee De ahí que, si bien es verdad
mente de ésta, y si dicha regulación tiende a llenar sus necesidades, a solucionar sus
problemas o a tratar sus situaciones particulares, las normas que la establezcan serán
de orden privado. El criterio de calificación que se ha esbozado, y cuya imperfección
no desconocemos, sirve para constatar, si, atendiendo a su causa final inmediata y
directa (motivación y teleología), una norma jurídica determinada debe o no repu-
tarse de orden público; y como dicha causa tiene una naturaleza ontológica, trascen-
dente u objetiva, dado que se registra en la vida social misma, su ponderación es
susceptible de formularse no únicamente por el legislador. sino también, en cada caso
concreto, por el juzgador,ase de tal suerte qne ao basta, como índice absolutamente
certero y apodíctico, que una ley se auto-titule de orden público para que por modo
ineluctable se le atribuya necesariamente este carácter, sino que es menester que los
fines directos e inmediátos por ella perseguidos, propendan a satisfacer una urgencia
colectiva, a procurar un bienestar social o a evitar un mal a la comunidad. De esta
guisa, s6lo a posteriori, analizando la norma jurídica de que se trate al través de su
causa final, puede constatarse su índole de orden público o de orden privado, atribu-
tos que, por estar estrechamente ligados a la dinámica social, son eminentemente
variables en el tiempo y en el espacio, cicrunstancia ésta que devela su contingencia,
en el sentido de que, si bien en un principio pueden tales factores caracterizar a una
ley, dejan de peculiarizarla en la medida que desaparezcan del escenario de la reali-
dad los motivos que la determinaron o de que los fines perseguidos se hayan conse-
guido o dejen de tener actualidad.
336 b1a Apéndice 197J, Tesis '2, Sección "Tribunales Colegiados", pp. n y 93. Ademá<
consúltese el Informe de 1977, misma sección, págs. 49 a 52, tratándose de las materias expropia
toria y de tramportes públicos. '
736 EL JUICIO DE AMPARO
837 El concepto de "interés", cuyo tratamiento exhaustivo daría amplio margen para una
extensa monografía, es de vital importancia dentro de la técnica de nuestro juicio de amparo,
pues de Su calificación depende la procedencia o improcedencia de la acción constitucional. En
efecto, el juicio de garantías es improcedente cuando la ley o el acto que se reclame "no afecte
los intereses [uridicos del quejoso" {art. 73, frac. V, de la Ley de Amparo). Ahora bien.
esta última idea debe ser objeto de una acertada discriminación o de una atingente diferenciación
de la de "simple bueré$" y de la de "derecho subjetivo" propiamente dicho. El concepto de
"interés" in genere, según lo acabamos de aseverar. se traduce en toda situación o estado del
cual una persona puede derivar, a su favor, un provecho o beneficio; en otras palabras, el "inte-
rés" no es sino el "querer" humano (elemento subjetivo) enfocado hacia la formación o subsis-
tencia de una situación de la cual el hombre obtiene o puede obtener un beneficio o hacia la
eliminación de 10 que pueda producirle o le produzca un daño o perjuicio (elemento objetivo).
Pues bien, cuando dicha situación no esté prevista normarivamente o, existiendo de lana no sea
contraria a algún ordenamiento positivo (ley o reglamento), su creación o mantenimiento o su
supresión, en sus respectivos casos, al generar actual o potencialmente un provecho o beneficio
o al evitar o pretender impedir una damnificación, s6lo serán causas de simples intereses, los
cuales, al verse afectados por algún acto de autoridad (lato sensu}, no pueden provocar la proce-
dencia del juicio de amparo contra éste. En cambio, si la mencionada situación de provecho está
prevista legal o reglamentariamente o si el estado fáctico de dañe es contrario u opuesto a
una norma jurídica, puede afirmarse que, bajo tales condiciones, la persona que pretende bene-
ficiarse o se beneficia o la que se dafie o vaya a dañarse, respectivamente, tiene un interés ju-
rídico en la formación o subsistencia especifica de tal situación o en la eliminación de dicho
estado. .
Conforme a las ideas que someramente se acaban de exponer, es lógico distinguir el
"interés juddico" "del "derecho subjetivo". que aparentemente se confunden, y cuya senda
afectación por algún acto de autoridad hace procedente el juicio de amparo contra éste. ~
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO lNDIREcro 737
''Admitir que pueda haber en el Estado un interés colectivo que tomara su consistencia
fuera de los intereses individuales. es desconocer que el Estado no es un fin. sino un medio.
es decir, una institución que DO exista más que con un objeto humano. S6lo los hombres, en
efecto, pueden 'ser .sujetos de intereses, y por lo tanto, es imposible concebir que el Estado
tenga .i~tereses suyos que no sean intereses humanos. Evidentemente, para que los fines hu-
manos en vista de los cuales el Estado se ha instituido, puedan ser alcanzados, es indis-
pensable que. ciertos medios de acción. ciertas facultades o recursos les sean asegurados en
propiedad; parece así que el Estado tuviera intereses propios, y que la satisfacción que
reclamen estos intereses sea la condición misma de las satisfacciones a las cuales aspiran los
i?tereses particulares de sus miembros. No obstante, resulta siempre que el Estado, ser colee-
tIVO y. abstracto. es incapaz de gozar por sí mismo. y por consiguiente no es posible admitir
una utilidad o un interés puramente estatal. Es este un punto que puede considerarse como
establecido desde la célebre demostración que del mismo dio Ihering. Aun en el caso en que
el concepto de un interés propio del Estado parece afirmarse con la mayor claridad, este
concepto aparente no resiste un atento examen; es así como los bienes de dominio privado
del Estado. aunque se traten en derecho como siendo de propiedad de la persona estatal
misma, es decir, como formando sus bienes patrimoniales propios, no sirven para procurar
un fin particular al Estado, sino que son destinados realmente a procurar a la nación
ventajas cuyas utilidad, finalmente, recogen sus propios miembros. Por lo tanto, desde el
punto de vista jurídico, se puede hablar de bienes del Estado o también de intereses del
Estado; pero desde el punto de vis/a de la realidad, el pretendido interés colectivo del Estado
se resuelve invariablemente en intereses individuales, y ello no solamente en el sentido de
que, de hecho, los individuos son los que se benefician de las medidas tomadas por el Estado
en vista del interés nacional, sino también por el motivo de que la actividad estatal, cuando
. se ejerce por cuenta del grupo nadollaJ, 110 puede tener otro fin, realmente, que dar satis-
facción a los intereses de sus miembros presentes y futuros, que pasan a ser así los verde-
deros destinatarios de las medidas de interés nacional. Ciertamente está permitido oponer
el interés colectivo a los intereses individuales, si con ello se quiere indicar que el Estado,
como gerente de los asuntos del grupo entero, DO puede trabajar para. una categoría especial
y privilegiada de sus miembros, sino que debe, por el contrario, mantener el equilibrio
entre todos los intereses particulares. Esto es precisamente lo que expresa la fórmula trivial
según la cual, en el Estado, el gobierno debe funcionar en interés de todos, que esta misma
fórmula implica que los intereses a los cuales el Estado debe atender, no son en realidad otros
que los de sus propios miembros." 889
todo interés social se implica en ella por necesidad, en virtud de que las situaciones
en que éste se puede manifestar suelen no perseguirse por ordenación jurídica alguna.
En efecto, hay casos en que una actividad francamente arbitraria de las autoridades, es
decir, no encauzada jurídicamente, propenda por modo directo e inmediato a crear
estados de provecho o tutela para la sociedad, o sea, para los individuos que en nú-
mero ilimitado la compongan, sin que utilice, para conseguir dicha finalidad creativa,
las normas jurídicas como medio. de donde resulta que. en las condiciones apuntadas,
el interés social, no involucrando el substráJum de ninguna causa final normativa,
presentará un carácter exclusivamente fáctico.
De lo que llevamos expuesto con antelaci6n se deduce que un concepto apriorís-
tico, con validez general, de "interés social", s6lo es dable formularlo sustentando un
criterio estrictamente formal, o sea" haciendo consistir dicho interés en toda situación
creada normativamente o por algún hecho o acto de autoridad, de la que la sociedad
pueda obtener algún provecho o beneficio por modo directo e inmediato en el más
amplio sentido de la palabra. Queda, por tanto, a la prudente apreciación judicial la
determinación, en cada Caso concreto, del consabido interés, cuya constatación especí-
fica, s6lo obtenible de manera a posteriori, no es fácil de lograrse, pues en cuántas
ocasiones, merced a la estrecha interdependencia que existe entre los diferentes fac-
tores sociales. en especial dentro del ámbito económico, no es posible demarcar con
precisión y con límites perfectamente definidos, las esferas en que se mueven los inte-
reses individuales, en que predominan los de la sociedad y en que están en juego
los de los grupos o clases sociales, cuya preservación, no sin cierta contingencia,
puede significar paralelamente una situación provechosa o benéfica para la colectivi-
dad misma. Es en la concreción del concepto genérico y meramente formal de "inte-
rés social", donde reside la más delicada tarea del juzgador de amparo, la cual, en
ausencia de un criterio material invariable que descanse sobre bases o principios que
de manera general indique el contenido de dicho concepto, s6lo es llevadera con dig-
nidad y atingencia cuando su desempeño se finque en el patriotismo, en la honestidad
y en el sentido de responsabilidad.
Estas ideas nos conducen a la conclusión de que el juicio de amparo, al través de la sus-
pensión del acto reclamado, es una institución jurídico-constitucional armonizadora del interés
particular del gobernado con el interés social, y cuya coordinación o composición obedece, a
su vez, a un interés superior que a ambos comprende, a saber, el que radica en la obser-
vancia y mantenimiento del régimen de derecho en nuestro país.
, Este pensamiento no entraña ninguna Innovación en cuanto a la consideración sobre la
naturaleza del amparo, pues ya en el siglo pasado no faltó jurista que se preocupara por
demarcar las dos esferas en que incide su operatividad, como son, la individual y la social o
pública. Así, don Manuel Duhlán afirmaba: "En la cuestión de los juicios de amparo. como
en todas 11s grandes cuestiones filosóficas, se presentan dos sistemas que traen dividido al
mundo en el campo de la jurisprudencia y de la legislación. El individualismo, que aspira
a que sea el derecho privado la regla predominante en todas las relaciones y aplicaciones
sociales, y el sistema que pretende que el interés del Estado sea el principio regulador a que
deba darse preferencia (esiaismo), Considerados ambos sistemas en un sentido exclusivo,
no pueden servir de guía al jurisconsulto en su estudio, ni ilustrar al legislador en sus
profundas elucubraciones sobre la más conveniente marcha de la sociedad. La aplicación
aislada de los principios de cualquiera de los dos sistemas, conduce irremisiblemente o al
despotismo más inicuo o a la desorganización social." "Así es que la verdad está en alejar
el antagonismo de ambos principios y en procurar su conciliación." "Esta doctrina debiera
tenerse muy presente en la materia de los juicios de amparo. Tan elevado pensamiento corre
el riesgo de que, apoderándose de él los partidarios de una u otra escuela (los del indivi-
dualismo o los del estatismo), o lleguen a nuliñcarlo por trabas y restricciones innecesarias"
esterilizando de este modo una de las mejores ideas .de la Constitución; o 10 conviertan en
un arma anárquica, haciendo ineficaz la acción del poder público" y cooperando así al des.
crédito de tao interesante recurso. El' individualismo tenderá a dar a estos juicios una' infun-
dada extensión, exagerando las aplicaciones de su principio, con 10 que conseguiría debilitar
el poder de la autoridad o perturbaría' frecuentemente el ejercicio de sus facultades
legítimas. Si la (ley que reglamentase este recurso hubiera de seguir la inspiración exclusiva
de este sistema, ancha puerta quedaría abierta a las más especiosas pretensiones; no habría
acto oficial que no pudiera reclamarse, porque todos irremisiblemente vienen a herir un
interés privado, o a restringir el derecho individual; y si la ley atendiera sólo a esto, sin
examinar ni fijar hasta dónde puedan ser necesarias y legítimas esas restricciones en favor
de la sociedad, se vería a cada momento enervada la acción del poder, subvertidos los prin-
cipios que fundan su necesaria existencia, e interrumpida la justicia, dándose un incesante
motivo a la más escandalosa impunidad. En bien, pues, del mismo derecho individual, debe
trabajarse porque el recurso de amparo, por reglas meditadas' y precisas que fijen su ejercí-
ero, no quede envuelto en las teorías de un individualismo exclusivo, para que deje de
vérsele como un medio peligroso para el orden; sino que sirva tan s610 para satisfacer una
necesidad legítima, conteniendo a cada funcionario en la órbita que la Constitución le hubie-
re señalado."
Después de formular otras consideraciones en torno a la idea de que en el ejercicio del
amparo deben conjugarse los intereses particulares y los sociales. el citado jurista llega a
esta enfática conclusión: .... . no es acertado deiarse guiar en esta materia por un sistema ex-
c/usiv(), ni preocuparse del Iriunf() de sus fJ:/eas, sino que aiendiendo al objeto primordial que
la Constitución se propuso al instituir tal recurso, débeú consultar qué es lo que reclama el
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDmECTO 743
I
derecho privatio, y al mismo tiempo qué e! lo que en tal CaJO d611Umda el vet'Jadero interés
de la !otiedad.u SolO
no nos queda sino reiterar nuestra anterior aseveración, en el sentido de que s6lo ca-
suísticamente puede delimitarse su alcance en la aplicaci6n concreta del concepto
en Olesti6n.8f 8
tos, cuyo cobro entrañen los actos reclamados, Jea de tal manera cuantioso, que su no
percepción coloque al Estado en la situación precaria de no poder desempeñar los ser- .
vicios públicos a su cargo, circunstancias éstas cuya estimación, en cada caso concreto,
queda al prudente arbitrio del Juez de Distrito. .
Pero independientemente de la cuantía de los impuestos que se cobren al quejoso,
la juriIprtldencia, en forma tajante y sin dar lugar al arbitrio prudencial o discre-
cional del Juez Federal, ha establecido que si los actos reclamados importan el cobro
de cuotas del Seguro Social (que tienen caráctertributario}, la suspensión es impro-
cedente y debe negarse, "porque con ella-se producirían graves perjuicios al Instituto
(del Seguro Social), colocándolo en el peligro de no poder proporcionar sus servi-
cios, que son de indudable interés público.....'
Esta tesis jurisprudencial sitúa indebidamente al Instituto Mexicano del Seguro
Social en una posición de. hegemonía respecto al Fisco propiamente dicho, pues si en
relación con el cobro de impuestos subsiste la facultad discrecional para conceder
o negar la suspensión cónsignada en el artículo 135, y si sólo se sustituye por la dene-
gación obligatoria de dicha medida cautelar en los casos excepcionales a que hemos
aludido, tratándose del cobro de cuotas de previsión social, la improcedencia del
beneficio suspensional es absoluta, porque, sin importar la cuantía de tales prestado-
nes, éste necesariamente debe negarse. Creemos, en consecuencia, que únicamente en el
caso de que el monto de las citadas cuotas sea de tal manera elevado que pueda ori-
ginar la paralización de los servicios que otorga el mencionado Instituto, debería.no
concederse la suspensión contra la ejecución de las resoluciones que las establezcan.
. Por último, es pertinertte advertir que, una vez que se haya concedido discrecio-
nalmente por el Juez de Distrito la suspensión contra el cobro de impuestos, multas u
otros pagos fiscales, su eficacia está condicionada a diversos requisitos de colmacién
previa, a los que nos referiremos en el parágrafo V de este mismo capítulo.
•
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 747
detenido, pudiendo únicamente ser, puesto en libertad caucional por el Juez de Distrito
al otorgar la medida cautelar provisoria (art. 130, párrafo segundo), si el delito por el
que se hubiese practicado de detención se castiga con una pena media aritmética no
superior a cinco años de prisión, 10 que no se puede constatar a priori con los únicos
datos que suministre unilateralmente la demanda de garantías, en la que el agraviado,
por lo general, afiema no haber cometido hecho delictivo alguno.
La libertad provisional del quejoso que puede decretar el Juez Federal no quebranta
el Principio cardinal que rige la eficacia de la suspensión en el sentida de que ésta
carece de efectos restitutorios, ya que la detención de una persona, aunque importe un
hecho momentáneo, genera una situacián continua que se proyecta permanentemente
en el tiempo, traducida en la privación de su libertad personal, Por ende, la suspensión
definitiva, en este caso, al producir la excarcelación del quejoso, simplemente hace cesar
la mencionada situación, es decir, impide) para el futuro, que el agraviado permanezca
privado de su libertad por autoridades administrativas, circunstancia que en sí misma
es inconstitucional.
a} Planteamiento- de la cuestión-
fracción 1, constitucional; y que el sujeto, contra quien la citada orden se haya dictado,
no pueda ser detenido en virtud de la suspensión provisional o definitiva que se hubiere
concedido en el amparo promovido al respecto.
La mencionada medida cautelar se otorga legal y jurisprudencialmente sin el efecto
de que se paralice el procedimiento penal que, en su primordial fase, culmina con un
auto de formal prisión, ya que sólo tiene eficacia para que el quejoso, en cuanto a su
libertad personal, quede a disposición del Juez de Distrito que haya concedido la sus-
pensión, la cual queda sujeta a las medidas de aseguramiento que dicho funcionario
judicial federal haya decretado, según su prudente arbitrio. Ahora bien, si el juez que
haya librado la orden de aprehensión dicta, dentro del término constitucional, auto
de formal prisión contra el quejoso por uno o varios delitos, cuya penalidad media
exceda de cinco años de reclusión; y si el mencionado quejoso, contra el referido auto,
interpone un nuevo juicio de amparo, solicitando la suspensión de los efectos o con-
secuencias del cirado proveido, que se traducen en la afectación de su libertad pero
sonal para que sufra la prisión preventiva, ¿procede otorgarle dicha suspensión?, y,
en caso afirmativo, ¿qué alcance tiene esta medida cautelar?
La concesión de la suspensión provisional o de la definitiva contra los efectos de
una orden de aprehensión o de un auto de forma! prisión respecto de la libertad pero
sonal del quejoso, en el caso de que éste 1/0 haya sido asín detenido, ha provocado
"diversos comentarios desfavorables, muchas veces, a los Jueces de Distrito que otorgan
el mencionado beneficio suspensional, llegándose a considerar que éste (vulgo, ampa·
ro) es un serio obstáculo para la administración de justicia, que coloca a los delincuen-
tes en una situación de impunidad por los hechos delictivos que les atribuye el Minis-
terio Público y de los cuales resulten presuntos responsables. En algunas ocasiones se
alude despectivamente a nuestro juicio de amparo como medio de burlar la acción de
los tribunales que han dictado contra una persona una orden judicial de aprehensión
o un auto de formal prisión por la comisión de graves delitos, en cuya represión, se
dice, está vivamente interesada la sociedad. El clamor de algunos sectores sociales, pro·
vocado o alentado muchas veces por la publicidad periodística, ha llega al extremo de
censurar acremente a los Jueces de Distrito, quienes, se afirma, mediante autos o reso-
luciones concediendo a los presuntos responsables de un hecho delictivo la suspensión
de la justicia y a que se
contra ·su captura, contribuyen a que se sustraigan a la acción
libren del castigo social que merecen.
Para el jurista, dicho clamor sería irrelevante, como producto de una ignorancia
apasionada, si no suscitase una cuestión jurídica compleja que es preciso dilucidar desde
el punto de vista técnico-legal y jurisprudencial, con el objeto de que, atendiendo a las
soluciones que al respecto se obtengan, se la defina claramente. La mencionada cuestión
plantea los problemas que en un 'principio Se enunciaron, a saber: ¿es procedente, en
todo caso, conceder la suspensión contra los efectos de una orden judicial de aprehen-
sión o de un auto de formal prisión, para que la persona contra quien dichos proveídos
se hayan dictado no sea encarcelada o aprehendida mientras se analiza y resuelve
sobre la constitucionalidad de tales actos? ¿Si procede el otorgamiento de dicha suspen-
sión, qué efectos debe tener ésta?
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 749
gar esta medida cautelar provisional contra los efectos y consecuencias de una orden
. judicial de aprehensión o de un auto de formal prisión, por lo que concierne a la liber-
tad. personal del agraviado y siempre que ésta tIlÍn no haya sido trlectada, la suspensión
provisional. ímpíde"I•. detenci6n o aprehensión del quejoso, pues la situación de éste,
en el momento en que dicha suspensión se notifique a las autoridades responsables,
consiste en el goce, todavía no perturbado materialmente, de la mencionada libertad.
En estas condiciones, al decretar la mencionada suspensión, el Juez de Distrito debe
tomar las medidas que estime convenientes para el aseguramiento del quejoso, a fin de
que éste 00 se sustraiga a la acción de las autoridades responsables si no se le concede
la suspensión definitiva. Tales medidas de aseguramiento, cuya idoneidad queda al
prudente criterio iudicial, pueden estribar en garantía pecuniaria (depósito en efectivo
o fianza), o en diversas obligaciones que se impongan al agraviado tendientes a evitar
la mencionada sustracción (comparecencia periódica ante el propio juez o ante las auto-
ridades responsables, sujeción ~a la -vigllencia policíaca, prohibición de abandonar deter-
minado lugar e inclusive su reclusión en el sitio que determine el Juez Federal).
Si el quejoso no acata dichas medidas de aseguramiento, lo que supone fundada-
mente su intención de sustraerse a la acción de la justicia, el Juez de Distrito puede
declarar que la suspensión provisional ha dejado de surtir sus efectos, pudiendo ejecu-
tarse el acto reclamado, es decir, la orden judicial de aprehensión o el auto de formal
prisión en lo que atañe a sus consecuencias o efectos frente a la libertad personal.
Debe advertirse que, en su calidad de parte enun juicio de amparo, la autoridad iudi-
cial responsable no puede po,' sí ni ante sí apreciar si el queioso cumplió o no con las
medidas de aseguramiento. Suponer lo contrario, haría nugatoria la suspensión provi-
sional y auspiciaría 4 burla al auto en que ésta se haya decretado, debiendo la autori-
dad judicial responsable informar al Juez de Distrito sobre tal incumplimiento, para
que este funcionario resuelva lo procedente.
La suspensión provisional de los actos que afecten la libertad personal del quejoso,
sólo tiene el efecto, cuando el acto fundamental reclamado sea una orden judicial de
aprehensión o un auto de formal prisión, de que el agraviado no sea detenido o apre-
hendido por las autoridades responsables, sin impedir que el procedimiento penal, en
que dichos actos se hayan dictado, siga su curso normal¿ según lo dispone el artículo
138 de la Ley de Amparo, en relación con el artículo 136, párrafo primero, del propio
ordenamiento. .
Si la suspensión privisional se concede contra los efectos y consecuencias de una
orden judicial de aprehensión o de un auto de formal prisión, en lo que atañe a la
libertad personal del quejoso, y Ji éste ya estuviese detenido, el Juez de Distrito puede
otorgarle su libertad 'caucional si procediere conforme a las leyes penales aplicables y
con base en los datos fehacientes que se suministren a dicho funcionario respecto al
delito por el que la mencionada orden o el citado auto hayan sido pronunciados.
Además, para que el quejoso goce de la libertad caucional, debe cumplir las medidas
<fe aseguramiento que fije el Juez de Distrito para los fines anteriormente expresados
(art. 130, párrafos segundo y sexto, de -ja Ley de Amparo). .
LA SUSPENSiÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 751
Dicha suspensión, por modo absoluto, fuera del caso en que se trate del cobro de
impuestos, multas u otros pagos fiscales (para cuya concesión o denegación el Juez
de Distrito tiene facultad discrecional conforme al- articulo 135 de la Ley de Ampa-
ro), sólo procede cuando se satisfacen los requisitos previstos en el articulo 124 de
dicho ordenamiento y que son: a) que la citada suspensión la solicite el agraviado;
b) que con ella no se sigan perjuicios al interés social, ni se contravengan normas de
orden público, y e) que sean de dificil reparación los daños y perjuicios que Se causen
al quejoso con la ejecución del acto reclamado.
Por tanto, para conceder O negar la suspensióndefinitiva contra los efectos o cense-
cuencias de una orden judicial de aprehensión o de un auto de formal prisión, en lo
que atañe a la libertad personal del agraviado que aún no ha sido privado de -ella,
el Juez de Distrito debe determinar, si en el caso concreto de que se trate, se colman o
no dichos requisitos, principalmente el que estriba en que, con el otorgamiento del cita-
do beneficio suspensivo, no se perjudique el interés de la sociedad ni se infrinjan
normas de orden público, tomando en cuenta la gravedad del delito que se impute al
quejoso, la peligrosidad de éste y demás circunstancias que pudieren producir dichos
fenómenos. En tales condiciones, el Juez de Distrito no en todo caso debe conceder la
suspensión definitiva contra las consecuencias y efectos de la orden judicial de apre-
hensión o del auto de formal prisión en cuanto a la libertad personal del sujeto contra
quien los mencionados proveidos se hayan dictado, sino que goza de amplio arbitrio
para apreciar si, con tal medida cautelar, se genera o no la indicada contravención o el
expresado perjuicio.
1. Ahora bien, si el Juez de Distrito estima que se han llenado las condiciones
indispensables de procedencia de la suspensión definitiva conforme al articulo 124 de
la Ley de Amparo y otorga tal medida al quejoso en la interlocutoria correspondiente, el
alcance de dicha suspensión, cuando los actos restrictivos de la libertad personal no se
han consumado, está fijado en el artIculo 136 del invocado ordenamiento, en el sen-
tido de que el agraviado quede a disposición del juzgador federal únicamente en lo
que se refiere a la citada libertad, "quedando a disposición de la autoridad que deba
juzgarlo, cuando el acto emane de un procedimiento del orden penal por lo que hace a
-la-continuación-de-éste"-(párráf('-¡Y:-AI concederl.suspensióñ-definitiva conffi"-lóS- - --_.. - -
efectos y consecuencias de una orden judicial de aprehensión o de un auto de formal
prisión en los términos indicados, el Juez de Distrito, según lo ha establecido la juris-
prudentia de la Suprema Corte al interpretar el articulo 136 de la Ley de Amparo, está
facultado para decretar las medidas de aseguramiento. que estime adecuadas, a efecto
de que el quejoso no se sustraiga a la acción de la justicia en caso de que no se l~
otorgue el amparo, pudiendo consistir tales medidas, en -garantía pecuniaria (depósito
en efecti-vo o fianza), así como en obligaciones impuestas al agraviado (comparecencia
periódica -ante el juzgador federal o ante la autoridad judicial ante quien se siga el
juicio penal), en la vigilancia policíaca e inclusive en-su reclusión en el Jugar que deter-
mine el Juez de Distrito.
752 EL JUICIO DE AMPARO
8f'7 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Ep00l (tomo LXXV, pág. 611; tomo
LXXV, pág. 79j3; tomo LXXVI, pág. 26jl; tomo LXXIX, pág. Ij97;. tomo LXXXIII, pág.
5033; tomo LXXXI, pág. 6435; lomo LXXX, pág. 5070).
LA SUSPBNSIÓN EN EL AMPARO INDIREeTO 753
contra actos que afecten la libertad personal. El articulo 136' de la Ley de Amparo, en
su primer párrafo, indica que contra dichos actos "la suspensión sólo producirá el
efecto de que el quejoso quede a disposición del Juez de Distrito, únicamente en lo que
se refiere a su libertad personal". Por tanto,' el error que se comete en la tesis jurís-
pmdencial 661 o 181 y en las ejecutorias dictadas con posterioridad a ella, y que pre-
valecen en la actualidad, consiste en haber sustituido la expresión "sólo producirá el
efecto" por la de "prooede la suspensión", teniendo ambas 'un sentido completamente
distinto. Si, como se ha dicho, fuera del ámbito normativo del artículo 123 de la Ley
de Amparo (que previene la suspensión oficiosa), la procedencia de la suspensión de-
finitiva se rige, en todo caso (salvo la hipótesis contemplada en el articulo 135)" por
lo dispuesto en el artículo 124, y la de la suspensión provisional, por lo establecido en
el articulo 130, resulta que, vinculando lógicamente dichos preceptos con el articulo
136, se llega a -Ia conclusión de que los primeros se refieren al otorgamiento O dene-
gación de la mencionada medida cautelar en sus respectivas fases de definitividad y
provisionalidad, en tanto que el segundo a su eficacia o efectividad, lo cual presupone
siempre su procedencia. .
La trascendencia de la tesis [urisprudencíal transcrita es de gran magnitud, pues
produce diversas consecuencias.. .En primer lugar, al sostener que, independientemente
de la naturaleza del delito y de la gravedad de la pena, siempre debe otorgarse la
suspensión contra actos que afectan la libertad personal (entre los que obviamente
se encuentran la orden judicial de aprehensión y el auto de formal prisióñ), para los
efectos a que alude el artículo 136 de la Ley de Amparo, los Jueces de Distrito tienen
la ineludible obligación de aplicarla, concediendo invariablemente la citada medida
cautelar en 5SU aspectos provisional y definitivo contra las consecuencias y efectos de
.los indicados actos por lo que a la mencionada libertad concierne, no obstante que
la penalidad media con que se sancione el hecho delictivo imputado al quejoso y del
cual sea éste presunto responsable, exceda de cinco años de reclusión. La observancia
obligatoria de la expresada tesis, en segundo lugar, impide la aplicación de los artlculos
130 y 124 de la Ley de Amparo, eliminando el arbitrio judicial que estos preceptos
confieren a los citados funcionarios paar determinar la procedencia de la suspensión
provisional y de la-definitiva. Es más, al fallar los recursos de revisión que se interpon.
gan contra las interlocutorias suspensicnales dictadas por los Jueces de Distrito, los
Tribunales Colegiados de Circuito también están obligados a acatar la rnulticitada tesis
jurisprcdencíal, de donde se colige que, al través de ella, ,la Suprema Corte ha hecho
ineludiblemente partícipes del error en que incurrió, a 10$, mencionados órganos del
Poder Judicial Federal, error que consiste, como ya se dijo, en haber interpretado
indebidamente el artículo 136 y en haber dejado sin observancia los artículos 130 y
124 de la Ley de Amparo, en los casos en que la suspensión se pida contra actos que
afecten laJ.ibertad personal del quejoso. En conclusión, li facilidad con que Se otorgaba
dicha medida suspensiva por los Jueces de Distrito, nO'e!a imputable a éstos, ya que al
concederla, no lo hacían motu proprio, ejercitando su arbitrio o discreción, sino constre-
ñidos por la tan decantada tesis' jurisprudencial de obediencia legal ineludible, sentada
hace ya varios años por la Suprema.. Corte y constantemente reiterada, tesis que hizo
posible que los sujetos contra quienes se dictaba una orden de aprehensión o un auto
de formal prisión por delitos graves cuya penalidad no ameritaba la libertad, no fuesen
detenidos o aprehendidos. '
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIREcro
Sin embargo, no por el hecho de que en todo caso deba concederse la suspensión
provisional O definitiva contra los efectos y consecuencias que, frente a la libertad per-
sonal del quejoso, traen aparejados un auto de forma! prisión o una orden judicial de
aprehensión, debe concluirse que dicho quejoso goce ampliamente de su 1ihertad perso..
na1, pues entre las medidas de aseguramiento que puede decretar el Juez de Distrito,
figúra la que estriba en que el agraviado sea recluido en el sitio que designe dicho
Juez, seg6n también lo ha sostenido la Suprema Corte en varias ejecutorias que ct>n
anterioridad se han mencionado. \
violatoria de nuestra Ley Fundamental y de la Ley de Amparo por las razones que
a continuación se exponen:
Para modificar o interrumpir la jurisprudencia establecida es indispensable que la
Suprema Corte, dentro del ámbito de su competencia, dicte las ejecutorias respectivas
en los casos concretos que se sometan a su conocimiento. Actualmente ni el Tribunal
Pleno ni ninguna de las Salas que integran la Suprema Corte, tienen incumbencia
jurldica en el conocimiento de ningún caso de suspensión, 'existiendo, por tanto, la
imposibilidad insuperable para que dicho cuerpo judicial pronuncie las ejecutorias mo-
dificativas o interruptoras de jurisprudencias y, por ende, para enmendar criterios juris-
prudenciales firmes sobre la materiav-
Nuestra Constitución establece él principio de facultades expresas para las autorida-
des federales, de tal manera que, de conformidad con él, ninguna autoridad de la
Federación puede realizar acto alguno' sin tener atribuciones clara y terminantemente
previstas en las disposiciones constitucionales. Cualquier acto que lleve a cabo una
autoridad federal sin facultades legales o constitucionales, está afectado de invalidez
y es violatorio de las garantías de legalidad y de competencia constitucional consagra-
das en el articulo 16 de la Ley Suprema. •H
La resolución del Pleno de la Suprema Corte que se comenta, quebralfjta el citado
principio, por haberse pronunciado sin que dicho organismo judicial haya estado in-
vestido de facultades para variar la tesis jurisprudencial ya transcrita, careciendo, por
tanto, de validez jurídica.
Siendo inválida dicha resolución, la jurisprudencia que establece la procedencia de
la suspensión contra actos que afecten O restrinjan la libertad personal del quejoso,
independientemente de la naturaleza del delito que a éste se atribuya y de la gravedad
de l. pena respectiva, debe conceptuarle constitucional y legalmente firme y vigente, ya
que tal resolución es jurídicamente ineficaz para variarla en los términos en que pre-
tende hacerlo.
Es más, pese a la resolución de 8 de noviembre de 1955, la tesis jurisprudencial •
que constantemente nos hemos referido ha sido reproducida en la Compilad6n 1917·
1965, ba;o el número 181, y en el Apéndice 1975 con el nrimero 185, Primera Sala.
Esta reproducción indica con toda claridad que la resolución mencionada no debe preva-
lecer sobre la invocada tesis de jurisprudencia.
'La multicitada resolución sienta un grave y ominoso precedente para la estabilidad
de la jurisprudencia definida de la Suprema Corte actualmente en, vigor, ya que en
casos posteriores que pudieren presentarse sobrecualquier materia jurídica, dicha juris-
prudencia podía enmendarse o interrumpir-e simplemente a base de una mera "circular".
Para modificar una tesis jurisprudencial, se requiere que la Suprema Corte, funcio-
nando en Pleno o en Salas, dicte cinco ejecutorias na interrumpidas por otra en con-
trario, en diferentes casos concretos, y en las cuales decida en el mismo sentido, una
igual cuestión o un semejante problema jurídico. Dichas ejecutorias deben aprobarse,
cuando menos, por cuatro ministros si se trata de la competencia de alguna de las Salas
y por catorce ministros si los casos contemplados en ellas se refieren a la incumbencia
del Pleno.
La interrupción de la jurisprudencia opéra cuando las salas o el Pleno de la Suprema
Corte, conociendo de fin caso concreto dentro de 1/1 competencia, deciden, mediante
razones o argumentos jurídicos pertinentes, dejar sin efecto la tesis de que se trate.
758 EL JUICIO DE AMPARO
suspensión contra órdenes judiciales de aprehensión por los delitos a que el texto
transcrito alude:
a) Si tales órdenes aún no se hubiesen ejecutado, la citada medida cautelar no
tiene 'el efecto de 'lile el qllejoso permanezca gozando de Sil libertad /,erson-ai, sino que
una vez realizada la aprehensión, se le recluya en el sitio que el Juez de Distrito haya
designado en el auto inicial del incidente respectivo, para que, por lo que atañe a dicha
libertad, quede a disposición del indicado funcionario judicial federal.
b) La eficacia de la suspensión queda sujeta a -Ias medidas de aseguramiento que
dicho Juez debe decretar para evitar que el quejoso s~ sustraiga a la acción de la justicia
(párrafo sexto del art. 136).
e) El procedimiento penal, subsiguiente a la orden judicial de aprehensión recla-
mada, debe continuarse por el Juez responsable, en cuya virtud, al dictarse contra el
quejoso el auto de formal prisión que proceda, su situación jurídica cambia y 'qlleda
sin efecto la suspensión, por lo que, en cuanto a su libertad personal, estará sujeto a
dicho juez y ya no al de Distrito. .
d) En vista de que el Juez de Distrito deja de.ejercer jurisdicción sobre la libertad
personal del quejoso a consecuencia del auto de formal prisión, ésta quedará bajo la del
juez responsable.
e) Si el quejoso promueve amparo contra dicho auto, la suspensión que solicite no
varía su situación en lo que a su libertad personal respecta, pues continuará privado
de la misma durante la sustanciación del proceso penal en los reclusorios correspon·
dientes.
Fácilmente se advierte, al través de las breves conclusiones apuntadas, que la dispo-
sición que la reforma de 1979 adicionó al segundo párrafo del artículo 136 de la Ley
de Amparo, hace nugaroria la suspensión contra órdenes judiciales de aprehensión
libradas por delitos que se castiguen con una pena media aritmética superior a cinco
años de cárcel, y como al continuarse el procedimiento penal el juez responsable debe
dictar el auto de formal prisión que proceda, el juicio de garantías que se hubiese
interpuesto contra tales órdenes se vuelve improcedente conforme a la causa prevista
en la fracción X del articulo 73 de la invocada Ley, debiendo sobreseerse. Estimamos,
por tanto, que la citada reforma signijica un atentado contra el amparo en materia penal
cuando el acto reclamado lo constituya tma orden judicial de aprehensión emitida po,-
los 'delitos ya mencionados, dejando sin vigencia la j"risprttdencia que con antelación
comentamos.
h)- cUne/'Ú,oireS-
1. La suspensión contra los efectos y consecuencias de una orden judicial de apre·
hensión o un auto de formal prisión, respecto de la libertad personal del quejoso, no
procede de oficio, sino a petición de éste.
2. La procedencia de dicha suspensión se establece en los artículos 130 (suspen.
sión provisional) y 124 (suspensión definitiva) de la Ley de Amparo. "
3. Conforme a dicho articulo 130, los Jueces de Distrito pueden conceder o negar
la suspensión provisional contra los efectos y consecuencias de una orden judicial de
aprehensión O auto de formal prisión en lo que atañe a la libertad personal del quejoso.
4. Según el artículo 124 de la Ley de Amparo, los Jueces de Distrito están obli-
gados a conceder la suspensión definitiva con~l'os efectos y consecuencias mencionados,
Le'
760 EL JUlOO DE AMPARO
14. La citada decisión fue dictada sin que el Pleno de la Suprema Corte haya teni-
do facultades constitucionales ni legales para ello, violando, de esta manera, las disposi-
ciones conducentes de la Constitución de la República y de la Ley de Amparo.
15. La decisión de referencia es, por tanto, constitucional y legalmente inválida
V carece de fuerza obligatoria frente a los Jueces de Distrito, y Tribunales Colegiados
de Circuito, habiendo tenido ambos órganos del Poder Judicial Federal la obligación de
seguir observando la jurisprudencia firme en materia de suspensión, so pena de incurrir
en grave responsabilidad oficial. 84 9
posici6n del Juez de Distrito, quien lo pondrá desde luego en libertad provisional mediante
las medidas de aseguramiento que estime necesarias, a efecto de que pueda devolverlo a la
autoridad rspoosable si no le concedieran el amparo, pero no solamente en este caso pueden
dictarse medidas de aseguramiento, sino también en aquellas en que el quejoso pide la sus.
pensión contra una orden de detención o contra un auto de formal prisión que todavía no se
han eje.uJado. En otros términos, cuando todavía no ha sido privado el quejoso de su libertad,
y en este caso la suspensión la pide con el objeto de que no sea restringido de la misma; en
esta situación. el Juez. de Distrito puede conceder la suspensión para que el quejoso quede
a su disposición, y en tal caso dictará las medidas de aseguramiento que crea convenientes, a
fin de que el quejoso pueda ser devuelto a la autoridad resocnsable si no obtiene el amparo
de la Justicia Federal, pero esas medidas de aseguramiento no constituyen una libertad,
porque el agraviado no ha sido privado de su libertad. sino queJa suspensión 10 mantiene
libre y en condiciones de que fácilmente pueda ser aprehendido y entregado a la autoridad res-
ponsable haciendo uso de esas medidas de aseguramiento, las cuales pueden consistir en la
fijación de una garantía que no debe ajustarse a lo que dispone sobre la 'libertad cauciona!
el artículo 20 constitucional. sino que el juez, a su arbitrio. y tomando en cuenta las circuns-
tancias personales del agraviado y la mayor o menor gravedad del hecho delictuoso que se le
imputa, la fijará discrecionalmente, o simplemente. esas medidas de aseguramiento pueden
consistir en que le imponga al quejoso la obligación de comparecer las veces que estime aece-
serio, bien sea al Juzgado de Distrito O ante el juez. del proceso. respecto de éste. para la
práctica de diligencias judiciales. o vigilarlo por medio de la policía o cualquiera otra medida
de aseguramiento que juzgue necesaria."
En estos casos, la ley exige para que la suspensi6n surta sus efectos, que el quejoso
otorgue "garantla bastante para reparar el daño e indemnizar los perjuicio\; que con la
suspensión del acto- reclamado se causaren a tercero, si no obtiene sentencia favorable
en el juicio de amparo", según lo dispone el primer párrafo del artlculo 125 de la Ley.
De acuerdo oonlo preceptUado-·por la ··dÍsposíéióñ que acabamos de transcribir, se
requiere la existencia ~e IIn lereero para que la suspensi6n obtenida por el quejoso
surta sus efectos. Abara bien, ¿qué se entiende por tercero? Desde luego, bajo este
concepto no debe comprenderse a cualquier persona que tenga relación con el negocio
que haya dado origen a la interposici6n del amparo, sino aquella que tiene el carácter
de tercero per;lIdieado en los términos del artículo 5', fracci6n JJI, de la Ley. Consi-
guientemente, puede una persona tener interés directo O indirecto en que se ejecute un
acto de autoridad lesivo de los derechos del quejoso y, no obstante, por no ser tercero
perjudicado en los términos de dicho precepto, no tiene la facultad legal de poder
exigir que el agraviado garantice la indemnización a posibles daños o perjuicios que
con la suspensi6n de dicho acto se le pudieren irrogar. La Suprema Corte de Justicia
indirectamente ha restringido el alcance de la connotación de la palabra "tercero" ern-
pleada en el primer párrafo del artículo 125 de la Ley de Amparó, considerando como
tal, al tercero perjudicado en los casos previstos en el artículo 5', fracci6n JIJ, del
propio ordenamiento, al establecer en juna tesis ;lIriJpmdencial que "la suspensi6n
debe concederse sin fianza, cuando además de llenarse los requisitos de ley, no hay
tercero pet"judicado" .851
Ahora bien, ¿en qué puede consistir la garantía a que .se refiere el artículo 125 de
la Ley de Amparo? Puede estribar en cualquiera de los medios jurldicos de asegura-
miento que bajo la categoría genérica de "actos jurídicos accesorios" pueden aducirse
y que el Código Civil concreta en tres especies: la fianza, la bipoteca y la prenda, las
cuales, a su vez, pueden subsumirse dentro de los grupos genéricos de garanlía persJ!.nal
y garanlía real, según la cauci6n concreta de que se trate. Por tanto, podemos .concluir-
que la garantía cuyo otorgamiento impone el artículo 125 de la Ley de Amparo,
puede ser personal, como la fianza, o real, como la hipoteca o la prenda, Además de
estas especies en que puede prestarse la garantía, Como requisito de efectividad de la sus-
pensi6n a petici6n de parte, se suele admitir también el depósilo en dinero, como
medio de caucionar la indemnización a posibles daños o perjuicios que pudieran ocasio-
narse al tercero perjudicado por el hecho de suspenderse el acto reclamado.
a) La fianza
La fianza es, como la define el artículo 2794 del Código Civil, "un contrato por el
cual una persona Se compromete can el acreedor a pagar por el deudor, si éste no lo
hace". Aplicada esta idea a la fianza como garantía para la efectividad de la suspensi6n
del acto reclamado, el concepto respectivo se traducirá en aquel act().por virtud del cual
851 Apéndice al Tomo CXVIIl. Tesis 1067. Tesis 220 de la Compiladón 1917·196', ,
tesis 218 del Apéndite 197', Maleria General.
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECIU 765
b) La hipoteca
La hipoteCa, que es otro elemento específico por medio del cual el quejoso puede
otorgar la garantía a que se refiere el artículo 125 de la Ley de Amparo, está definida
por el Código Civil en su artículo 2893, como aquella "garantía real constituida sobre
bienes que no se entreguen al acreedor, y que da derecho a éste, en caso de incumplí-
miento de la obligación garantizada, a ser pagado Con el valor de los bienes, en el
grado de preferencia establecido por la ley". En el caso especial de la garantía en mate-
ria de suspensión del acto reclamado, la obligación hipotecaria tiene a los siguientes
sujetos: el acreedor hipotecario, o sea, el tercero perjudicado, y el deudor hipotecario,
que puede ser el mismo quejoso o una tercera persona. A diferencia de lo que sucde con
la fianza, en la hipoteca ya no es la persona misma la que se obliga con todo su patria
monio, considerando éste como un todo.. indeterminado,.. sino. que la obligación surge en
vista de un bien muebléo.Jnmueble (bajo la vigencia del Código Civil de 1884 sólo
inmueble), que se grava expresamente para responder con preferencia al pago. Por ello
se dice que la hipoteca es una garantía real, esto es, debido a que no se constituye
como la fianza, inlniltl penonae, sino en razón de una cosa determinada --res.
Los derechos y obligaciones que surgen de la hipoteca para cada una de las partes,
asl como las diversas modalidades de ésta, están regulados por el Código Civil, cuyas
disposiciones relativas deben también aplicarse por lo que respecta a la hipoteca como
garantia en materia de suspensi60 del acto reclamado.
766 EL JUICIO DE AMPARO
e) LA prenda
La prenda que es otro medio eJpecífico de otorgamiento de la garantía, bien sea ésta
judícial, convencional O legal, "es un derecho real constituido sobre un bien mueble
enajenable para garantizar el cumplimiento de una obligación y su preferencia en el
pago" (art. 2856 del Código Civil). Como garantía para indemnizar al tercero perju-
dicado de los-posibles daños y perjuicios que le pudiera causar la suspensión del acto
reclamado, la prenda es poro usual en la práctica, presentando varias analogías con la
hipoteca por ser ambas garantías reales. Al igual que por lo que atañe a ésta, las diversas
modalidades de la prenda, como garantía en materia de suspensión del acto reclamado, .
deben estar normadas por el Código Civil en sus preceptos respectivos, ordenamiento
que tiene carácter federal en los términos de su primer precepto, por lo que puede con
atingencia aplicarse en materia de amparo dentro de los limites de su naturaleza sus-
tantiva.
e) Sil fiiación
8~2 Así lo ha establecido la jurisprudencia de, la Suprema Corte en la tesis 486 del Apéndice
al Tomo CXVIII. Tesis 200 de ¡" Compilación 1917-1965, y tesis 198 del Apéndice 1975, Ma-
teria General. .
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 767
No obstante que legalmente pueden reputarse como garantlas que el quejoso debe
otorgar para que surta sus efectos la suspensión de los actos reclamados conforme
al artículo 125 de- la Ley de Amparo, a lá ~ fianza, hipoteca, prenda o depósito en
efectivo, en la práctica es la primera la más usual y, pudiéramos decir, la exclusiva. Por
tanto, a continuación nos referiremos a la fianza en forma particular, resolviendo algu-
nas cuestiones interesantes que se suscitan en tomo a ella.
1. Por lo que concierne a la idoneidad de la fianza, la jurisprudenda de la Suprema
Corte ha establecido una regla, en el sentido de que la caución que otorgue una socie-
dad mercantil que no se haya constituido con el objeto especial de otorgar fianzas. no
. debe reputarse adecrnidáenmateria de amparo.'" Nosotros esHmarriosque esta consi-
deración es correcta, puesto que una sociedad mercantil, que no sea afianzadora, sola-
mente debe realizar los actos propios de su objeto social, por lo que la actividad que no
encuadre dentro de éste, se puede reputar nula.
2. Por lo que toca a la comprobación de la solvencia del fiador, la jurisprudencia.
ha establecido que cuando el importe de la/ fianza no exceda de mil pesos, aquélla
puede acreditarse por cualquier medio legal de prueba, sin que el fiador deba tener
bienes ralees, cuya propiedad siempre se exige, si dicha garantía excede de la men-
cionada cantidad, aunque no se encuentren dentro de la jurisdicción del Juez de
Distrito.BIS'"
3. En cuanto al monto de la fianza que debe otorgar el quejoso para que surta
sus efectos la suspensión de los actos reclamados en el caso a que se contrae el artículo
125 de la Ley de Amparo, la jurisprudencia de la Suprema Corte ha establecido algunas
reglas interesantes y de trascendencia práctica a lasque a continuación nos referiremos.
En primer lugar, cuando la suspensión se concede contra una sentencia recaída a
un procedimiento en el cual las prestaciones del tercero perjudicado n0t.hayan sido
aseguradas, el monto de la fianza debe establecerse atendiendo al importe de la condena
decretada en dicha resolución y al de los intereses legales respectivos calculados por el
término de un año.BlS5
Por el contrario, cuando existe el aseguramiento de las pretensiones del tercero per-
judicado dentro del procedimiento en el cual se haya dictado la resolución Cllyas canse-
cuencias se pretenden suspender, el monto de la fianza que debe otorgar el quejoso
únicamente debe ser calculado para garantizar los perjuicios que la suspensión COrres-
_~.pondiente pueda_ocasionar a dicho te:r~e.t:o perjudicado, estimándose como tales los
853 Apéndice al Tomo CXVIII, Tesis 492. Tesis 204 de la Compiladón 1917-196', y
tesis 202 del Apéndice 1975, Materia GrneraJ.
8501 Apéndice al Tomo CXVIII, tesis 488, 490 y 489, que corresponden a las tesis 201, 203
202 de la cilada Compilaeión, y 199, 201 Y 200 del Apéndice 197', Materia General.
ses Apéndice al Tomo CXVIII, tesis 498 y 499. Tesis 359 de la Comp 1917·1965, Mat.
Civil (Tesis 377 del Aphzdice 197', ídem); Tesis 210 de la Comp. mencionada, Mat. Gen. (Te-
sis 208 del Ap, 19n, ídem); Tesis 358 de la Comp. Mat. Civil (Tesis 380 del Ap. 1975, ídem);
Tesis 211 de la Comp. Mat. Gen. (Tesis 209 del Ap. 197', ídem): El Primer Tribllnal Colegiado
en MaJeria Civil del Primer Circuito ha reducido el lapso para calcular el monto de la fianza a
seis meses (Cír. Informe de 1971. Sección "Tribunales Colegiados", pág. 110). (Idem, Informe
.197), págs. 181 Y 18~, misma Sección.] __
768 EL JUIOO DE AMPARO
intereses legales que origine la suerte principal importe de la condena, por el térmi-
no de un año.&6
4. Existen algunas regla¡ jurisprudencia/es importantes por lo que se concierne a la
¡>bligación que tiene determinada categoría de quejosos de otorgar fianza para que
surta sus efectos la suspensi6n en los juicios de amparo respectivos. Sobre el particular,
la Suprema Corte ba resuelto un conflicto de leyes existente entre las disposiciones
consignadas en los artículos 30 y 92 de la ley de Instituciones de Seguros y de Institu-
ciones de Crédito, respectivamente, por una parte, y los artículo 125, 170, 173 Y 174
de la ley de Amparo y 107, fracciones V y VI, de la Constitución (que corresponden
a las fracciones X y XI del actual precepto constitucional), por otro lado. Conforme a
los dos primeros preceptos indicados, ni las Instituciones de Seguros ni las de Crédito
tienen la obligación de otorgar fianza en los juicios de amparo para que surta sus efec-
tos la suspensión de los actos que dichas entidades impugnen, considerándose para
ello que aquéllas se reputan lo suficientemente solventes para responder de los daños
y perjuicios que la citada suspensión irrogue al tercero perjudicado. La Suprema Corte ha
sentado jurisprudencia en el sentido de que las Instituciones de Crédito (y por exten-
sión las de Seguros y de Fianzas) están obligadas a otorgar garantías y contra-garantías
en materia de suspensión de los actos que reclamen.
Dicho Alto Tribunal funda la anterior conclusión en las siguientes consideraciones, COD
las cuales estamos plenamente de acuerdo: "Si bien el artículo 30 de la Ley de Instituciones
de Seguros (arr. 92 de la Ley de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares), pre-
suponiendo la solvencia' de las mismas, determina que en virtud de aquella solvencia, que se
tendrá por acreditada, no estarán obligadas a constituir depósitos ni a otorgar fianzas legales.
dicho precepto no excluye el acatamiento de 10 prevenido por los artículos 170. 173 Y 174 de
la Ley de Amparo, reglamentarios de las fracciones V y VI del articulo 107 constitucional.
según' los cuales, la suspensión de la ejecuci6n de los laudos (y por extensi6n de cualquier
sentencia definitiva) en. cuanto proceda. s610 surtirá efectos si se otorga caud6n bastante¡ para
responder de los daños y)perjuicios que dicha suspensi6n pueda ocasionar al tercero, En otros
términos, dichos preceptos no consignan excepción alguna por razón de la solvencia del que-
joso en el amparo, y como consecuencia, quien quiera que éste sea, está obligado a otorgar
la caudón o garantía requerida por la Ley, sin que obste 10 dispuesto en el citado artículo
30 de la Ley de Instituciones de Seguros (92 de la Ley de Instituciones de Crédito), ya que
entre dos leyes en contradicción. deben prevalecer las disposiciones de la especial que rige el
acto, y esto con tanto mayor razón, cuanto que en el caso dicha ley especial es la de Amparo,
reglamentaria de la aplicación de un precepto constitucional. cuya observancia es forzosa, a
pesar de lo que en contrario establezcan leyes secundarias. Por tanto, rigiendo la Ley de Am-
paro la materia de suspensión en el juicio constitucional y previniendo, de acuerdo COn la
Constitución, que la suspensión s610 surtirá efectos, tratándose de intereses particulares. cuando
se otorgue cauci6n por los daños y perjuicios que a terceros se puedan ocasionar con ella sin
consignar excepción de ninguna especie por razón de la solvencia del quejoso. cabe afirmar
que no están exentas de la observancia de ese requisito las Instituciones de Seguros" (y por
extensión, decimos nosotros, las de Crédito y de Fianzas). 8:17 Y 858
856 Apéndice al Tomo CXVIII, tesis 497. Esta tesis se reitera por las ejecutorias publicadas
en el Tomo XCVII de la Sexta Epoca del S. ]. de la F., correspondiente al mes de julio de 196s.
Tercera Sala.
a57 Apéndice al Tomo CXVIIJ, tesis 580 r ejecutorias relacionadas: Tomo LXXlI, pág. 5738
Y Tomo XCVI, pág. 281. de la Quinta Epoca. Tesis ;uTisp,udenciaJ 213 de la Compilación 1917-
196J, Y 1eJiJ 211 del Apbldice 197J. Malet"ia General.
858 Sin embargo. fa misma Suprema Corte ha sostenido la idea contraria, en el sentido de
q~e las instituciones de seguros, v por extensión las de fianzas y de crédito. pueden obtener a
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIREcro
,
Basándose en el interior criterio, también la jiiriIprudencia ele la Suprema Corte
ha establecido que la institución descentralizada "Petróleos Mexicanos", debe otorgar
fianza para que surta sus efectos la suspensi6n que se le hubiese concedido contra los
actos de autoridad que hubiese reclamado, aunque se le haya eximido de tal obligaci6n
por la legislaci6n de emergencia.'"
5. Tratándose de la supensi6n contra la ejecución de una sentencia de desahucio,
la jurisprodencia de la Suprema Corte ha establecido que el monto de la fianza para que
dicha medida cautelar surta sus efectos, debe fijarse en el importe de las rentas en un
año, cuando el quejoso no haya sido condenado, además, al pago de cantidad alguna
en favor del tercero perjudicado." o •
6. Respecto de la reivindicación de un inmueble, el monto de la fianza que debe
otorgar el quejoso para retenerlo en su poder debe incluir no s610 el valor de dicho
bien, sino los intereses legales que la cantidad respectiva devengue durante el término
de un año, según 10 ha sostenido también la jtlri!prtllJencia de la Corte.SlJl
g) La contra-garantía
La ley da facultad O derecho al tercero perjudicado para obtener la ejecuci6n del
acto reclamado dejando sin efecto la suspensión obtenida por el quejoso mediante
garantía, si a su vez otorga contra-garantía o, como dice el articulo 126 de la Ley de
Amparo, "caución bastante para restituir las cosas al estado que guardaban antes de la
violación de garantías y pagar los daños y perjuicios que sobrevengn al quejoso, en
caso de que se le conceda el amparo".
La contra-garantía, llamada así porque invalida o hace nugatorios los efectos de la
garantía, es una caución otorgada por el tercero perjudicado para que se ejecute o con-
tinúeIa ejecución del acto reclamado. Desde luego, su efecto asegurador tiene que tener
mayor amplitud que el de la garantía constituida por el quejoso, puesto que no s610
sirve para que el tercero perjudicado resarza a éste de los daños y' perjuícios que se le
irroguen con motivo de la realización del acto reclamado, sino también para hacer
posible la restitución de las cosas al estado que guardaban antes de la violación de
garantías.
Así 10 ha. establecido la ;urisprlldnJ(id de la Suprema Corte en una tesis que dice: "La
contra-fianza que se constituye en los juicios de: garantías debe ser, en términos generales,
de más entidad que la "fianza, por cuanto a que garantiza mayores responsabilidades." 802
La contra-garantía que debe otorgar el tercero perjudicado puede consistir en. los
mismos medios especlficos de aseguramiento que la garantía, esto es,puede constituirse .
su favor la suspensión en un juicio de amparo sin que para su efectividad se requiera el otorga-
miento de las garantías correspondientes. en atención, dice dicho Alto Tribunal. a que su Ley
Orgánica las exime de tal obligación. (Art. 30 de la Ley de Instituciones de Seguros.] (Informe
correspondiente al afio de 1947, Segunda Sala, pág. 130.)
8~9 Apéndice al TOmo CXVIII, tesis 778. Tesis 202 de la CompiJacidn 1917-196JJ y te-
sis 481 del Aphzdice 1975. Segunda Sala.
- 800 Compilación 1917·-196J~ tesis 360, y tesis 381 del Apéndice 197', Tercera Sa1.,.
881 Idem, tesis 361 y tesis 382, respectivamente.
802 Apéndice al Tomo CXVIII, tesis 274. Tesis 194 de la Compilación 1917-196J, tesis 192
del Apénd,ce 197'J Malet;a General. Jurisprudencia conlraria, tesis 273 del mencionado Apén-
dice. Tesis 193 de dicha Compilatión '1 tesis 191 del Apéndice 1975, Male,;a General,
770 EL JUICIO DE AMPARO
mediante fial1za, prmda, hipoteca o depósito m efectivo dentro de los cuales el juez
tiene arbitrio de escogitación.
El monto de la contra-garantía se establece. por el juzgador según el artículo 128
de la Ley de Amparo, debiéndose ceñir, no obstante, a las siguientes condiciones
para tal efecto: a) debe comprender, ante todo, el importe de la garantía otorgada por
el quejoso; b) la cantidad que fije el juez discrecionalmente para indemnizar a éste de
los daños y perjuicios que se le causen con motivo de la ejecución del -acto reclamado;
y c) una suma extra, también fijada por el prudente arbitrio judicial, que sea suficiente
para hacer volver las cosas al estado que tenían antes de la violación alegada por el
quejoso o para indemnizar a éste en caso de que tal restitución sea imposible de lograrse.
Por último, siendo en realidad la contra-garantía B04 una garantía in genere, podemos
afirmar que las reglas legales y jurisprudenciales que esbozamos al tratar de la fianza
en la suspensión del acto reclamado, son aplicables a la primera y, particularmente,
aquella que establece que las Instituciones de Crédito, Seguros y Fianzas no están exentas
de la obligación de prestar contrafianza ante el juez de amparo o la autoridad que
conozca de la suspensión, al pretender, como terceras perjudicadas, la ejecución del acto
impugnado constitucionalmente por el quejoso.
La acción de daños y perjuicios deberá intentarse, según este precepto, dentro de los
treinta días siguientes a la fecha en que surta sus efectos la notificación de la sentencia
ejecutoria que haya negado o concedido el amparo al quejoso en sus respectivos casos
0sol>r~s~ído el juicio, debiendo su .ti.t'!!~r.",omp!.o~L~nte la autoridad que hubiese
Tampoco el criterio jurisprudencia! que se contiene en la mencionada tesis 619 es operante
cuando la ejecución del acto reclamado propende a entregar un inmueble en caso, de reivindica-
fión (Quejas 10/'8 y 246/'8, resueltas por la Tercera Sala ellO de marzo de" 19'9 Y Queja
95/'9, decidida el 2 de febrero de 1960). (Tomo XXI, págs. 64 a 68. Tercera Sala, Sexta Epoca,
y Tomo XXXII. págs. 246 Y 247, Tercera Sala, Sexta Epoca y tesis jurisprudendaJ 384 del Apén-
dice 197', Tercera Saja.)
864 Sin ajustarse a lo dispuesto en el artículo 127 de la Ley de Amparo el Tercer Tribunal
Colegiado en MaJeria Administrativa del Primer Circuito ha sustentado el criterio de que la con-
tra-garantía que ofrezca el tercero perjudicado no debe ser aceptada para dejar sin efecto la suspen-
sión, si como consecuencia de aquélla se pueden ejecutar los actos reclamados tendientes a ,paralizar
un servicio público como el de transporte. Tal criterio se contiene en las quejas fldmintJJrativas
número 43/72 y 6'/74, en las que se argumenta que "la contra-garantía no debe admitirse cuando
la e;ecución de los actos reclamados traiga aparejado un perjuicio para el interés social, porfJu~
por encima del interés particular está el interés general".
772 EL JUICIO DE AMPARO
Del articulo 139 de la Ley de Amparo se deduce claramente que la garantía que
deba prestar el quejoso para que surta sus efectos la suspensión definitiva, debe otor-
garse dentro del término de cinco días, contados a partir de aquel en que haya quedado
legalmente hecha la notificación de la interlocutoria en que tal medida hubiese con-
cedido.
774 EL JUIOO DE AMPARO
Así, el artículo 135 de la Ley de Amparo, dispone que: "Cuando el amparo se pida
contra el cobro de impuestos, multas u otros pagos fiscales, podrá concederse discrecionalmen-
te la suspensión del acto reclamado, la que surtirá efectos previo depósito de la. cantidad que
se cobra, en el. Banco de México (actualmente en la Nacional Financiera, S. A.), o en de-
fecto de éste en la institucién de crédito que el juez señale dentro de su jurisdicción, o ante
la autoridad exactora, salvo que de antemano se hubiere constituido ante esta última."
a) Regla general
Como se ve, el requisito que se exige para que la suspensión surta sus efectos contra
el acto reclamado que estribe en el cobro de impuestos, multas u otros pagos fis-
cales, consiste en el depÓsito que el quejoso debe hacer respecto del importe de
dichos conceptos.
El depósito es un acto que consiste en la entrega provisional, con carácter devolutivo,
de un objeto determinado a alguna persona. Como requisito de efectividad de la
suspensión, dicho acto se traduce en la entrega provisional, con carácter devolutivo,
que el quejoso hace al Banco de México, a CUalquier institución de crédito que el juez
señale o a la propia autoridad exactora, respecto del importe de la multa; impuesto o
cobro fiscal en que consista el acto reclamado, entrega que se constituye a la orden
de la autoridad que conozca de la suspensión. Por ende, una vez que se ha verificado el
depósito, sólo dicha autoridad puede ordenar el retiro de la suma que entrañe.
b) Excepciones
La obligación que tiene el quejoso de hacer el depósito de referencia para hacer
.-!,fegiva la.-".!1spen}.ión del acto reclamado cuando. éste implique el cobro_de multas,.
impuestos o pagos fiscales en general, tiene algunas excepciones importantes.
l. La primera de ellas consiste en que, cuando el agraviado hubiere ya garantizado
el adeudo fiscal que se le reclama ante la propia autoridad exactora, no tiene el deber
de hacer un nuevo depósito ante el Juez de Distrito o autoridad que conozca de la
suspensión.
8TO Apéndice al Tomo CXVIII. Tesis 493". Tesis 20' de la á/ada Compilación y tesis 203
del Apéndi(e 197', Materia General.
776 EL JUICIO DE AMPARO
que "Si se ha trabado embargo en los bienes del quejoso, procede conceder la suspensión
contra los impuestos, multas y pagos fiscales, sin fianza ni depósito. por encontrarse asegurado
el interés fiscal." 811.
Cuando los actos reclamados afectan o restringen la libertad personal del quejoso,
la suspensión respectiva está condicionada, en cuanto a su. eficacia, al cumplimiento,
por parte del quejoso, de las medidas de aseguramiento que, según su prudente aro
bitrio, y atendiendo a las modalidades del caso concreto de que se trate, fija el Juez
de Distrito. En relación con este tópico, ya hemos formulado las consideraciones perti-
nentes, por Jo que en esta ocasión, nos remitimos a lo que expusimos en el parágrafo
IV de este mismo capítulo.
A. Su naturaleza ,
La naturaleza incidental de dicha substanciación deriva de la índole de la cuestión
que se debate, que es de carácter accesorio o anexo a la controversia p~incipal, estri-
bando ésta en decir el derecho sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad del
acto reclamado. En efecto, al promover el quejoso su demanda de amparo, plantea
simultáneamente dos euest~one~:.. ~ 'p!i~cip~l.o f~r:td~~_~::!!...9.?~__en_ sí ~ism~_e:cP~esa
el objeto primordial de fa acción correspondiente y que es la concerniente a la inconsti-
tucionalidad del acto autoritario impugnado; y otra de naturaleza accesoria O anexa a la
primera, que consiste en la paralización o cesación del acto reclamado o de sus consecuen-
cias. Ambas cuestiones se solucionan en forma diferente, por- medios analíticos distintos
y aplicando diversas noimas legales, por lo que su ventilación procesal tiene que re-
vestir formas disímiles. Así, verbigracia, cuando el Juez de Distrito dicta el auto o la
resolución por medio de la cual concede o niega al quejoso la suspensión del acto
reclamado, no aborda la cuestión de fondo o substancial planteada por este mismo, o
sea, la relativa a si tal acto pugna o no COn la Constitución en los diferentes casos con-
signados en el articulo 103 constitucional, sino que su actividad se contrae a constatar
si es o no es de decretarse la paralización o cesación de la actuación de la autoridad
responsable en atención a los imperativos legales sobre el particular (condiciones de
a y
procedencia en materia de suspensión 'petición de parte disposiciones concernientes
a la suspensión de oficio), sin perjuicio de que en la sentencia de amparo considere o no
inconstitucional el acto impugnado.
Se dice que la cuestión que atañe a .Ia suspensión del acto reclamado es accesoria
o anexa l:! la principal, que es la de fondo, en la cual se controvierte la constitucionali-
dad de la actuación autoritaria atacada, porque sin la segunda no puede la primera
suscitarse, ya que es condición sine qua non que el quejoso o agraviado solicite la
protección de la Justicia Federal para que tenga opción a que se le otorgue la suspensión
del acto que reclama de la autoridad responsable. Si no se provoca la cuestión de fondo,
ipso iure no tiene lugar la cuestión sobre la suspensión, de lo que se concluye que ésta
es accesoria de la primera, ya que, por otra parte, su resolución está supeditada, en
cuanto a su aficacia, continuidad o -finalización, al fallo judicial que ponga fin
a la controversia fundamental. Por el_ contrario, bien puede promoverse la petición
del amparo de la Jtisticia Federal contra un acto de autoridad determinado (cuestión de
.fondo) sin solicitar la saspensián del mismo, lo cual también indica que la substancia-
ci6n de ésta es accesoria, pues sólo en los casos limirativamente consignados en el
articulo 123 de la Ley de Amparo el juez de oficio la aborda. Todo lo anteriormente
expuesto revela que, siendo la cuestión relativa a la suspensión del acto reclamado de
índole incidental o accesoria. a la controversia o contienda fundamental, su substancia-
ci6n procesal reviste el carácter de incidente, tal como se le denomina doctrinal, j1lriJpru-
dendaJ V le"aJmenle;872 bl'
812 bis No ha faltado quien pretenda, como Huberto BrÍJt110 Sierra, denominar al incidente
de suspensi6n con el nombre de "auMente de suspensión", Este deseo. que entraña un afán incon-
778 EL JUICIO DE AMPARO
B. Solicitud de la suspensión
a) La petición de suspensión del aeto reclamado se formula, por lo general, junta-
mente con la demanda de amparo, que es, según dijimos en otra ocasión. el acto pro-
cesal por medio del cual el agraviado ejercita la acción constitucional. Podemos' decir,
entonces, que la petición que el quejoso hace al órgano de control, en el sentido de
que se suspenda el acto que afecta. sus intereses y derechos, forma parte integrante
de la demanda de amparo presentada, iniciándose el expediente incidental respectivo
por duplicado Con sendas copias de dicho libelo (arts. 120 y 142 de la Ley de Amparo).
Constituyendo generalmente la petición de suspensión del acto reclamado una parte
integrante de la demanda principal (salvo cuando se trate de un caso de suspensión
de oficio, en el que, para que proceda ésta, no se requiere que exista la solicitud
previa del interesado), necesariamente tiene que adquirir el giro procesal que tome ésta.
Así, si en la demanda de amparo se notan irregularidades, notorias improcedencias de
la acción constitucional en ella entablada o cualquier otro defecto formal o de fondo
y si, consiguientemente, tiene que mandarse aclarar o desecharse de plano, según el caso,
por el órgano de control, la solicitud o petición que eleva el promovente para que
se suspenda el acto que impugna, tiene que originar las mismas consecuencias respecto
de la suspensión, salvo excepciones legales expresas. Por el contrario, si se admite la
demanda de amparo, también el Juez de Distrito aceptará ejercer su función jurisdic-
cíonal en cuanto a la suspensión solicitada, dictando en el incidente correspondiente, que
se forma por duplicado COn sendas copias de dicho ocurso, el auto iniciat'que provisto-
nalmente la decrete, sin perjuicio de la índole y términos en que se pronuncie la
resolución incidental respectiva [ínterlocutoria suspensional},
b) Pero no por el hecho de que el quejoso no solicite la suspensión en la misma
demanda de amparo, debe concluirse que no pueda pedirla con posterioridad, en escrito
diverso, pues el artículo 141 de la Ley establece que el incidente respectivo puede
promoverse l/en cualquier tiempo, mientras no Se dicte sentencia ejecutoria".
La posibilidad de que el quejoso promueva el incidente de suspensión en el caso
de que no hubiere. pedido ésta en su demanda de amparo, existe no sólo en tanto el
Juez de Distrito no pronuncie la sentencia constitucional, sino aun en el supuesto
de que este fallo haya sido recurrido en revisión ante la Suprema Corte o ante el
Tribunal Colegiado dé Circuito que corresponda. Por ende, puede muy bien acontecer
que el procedtmíento de primera instancia se haya concluido, y que, _sin embargo, el
sulto_de iñnovaci6n, contraria. la designación que tradicionalmente, durante siglos, se ha adjudicado
a. la substanciación procesal de cuestiones accesorias que surgen o se plantean en un juicio principal.
Además, el término "accidente" tiene diversas acepciones, sin que ninguna de el/al pueda ser corree-
lamente aplicada en maleria procesal. Dichas acepciones las expone el distinguido filólogo y grao
mñticc don Martín Alonso en su importante obra intitulada "Enciclopedia del Idioma", y cuya auto-
ridad no puede negarse ni desconocerse, a no ser por dicho incomprensible y confuso "innovador".
I
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 779
C. Auto inicial
Al admitir el Juez de Distrito la demanda de amparo, simultáneamente a la pronun-
ciación del proveído inicial que recae a aquélla en tal sentido, dicta el auto que enea-
beza el procedimiento incidental sobre la suspensi6n del acto reclamado. El aulo inicial
que recae en el incidente de suspensión tiene un importante contenrdo, al cual nas
vamos a referir a continuación.
En primer lugar, una vez que el ]uéz de Distrito hace la declaración de tener por
presentado al quejoso solicitando la suspensión de los actos que reclama en su demanda
de amparo y ordena la formación del incidente respectivo, pide a las autoridades res-
ponsables su informe previo} que deberán rendirlo dentro de las veinticuatro horas
siguientes al momento en que reciban la notificación correspondiente. Acto continuo,
en el mismo auto inicial del procedimiento de suspensión, el Juez de Distrito señala
día y hora para la celebración de la audiencia incidental, acerca de la cual después
trataremos.
Ahora bien, en el propio auto inicial, y por la sola voluntad jurisdiccional unilateral,
se puede decretar lo que se llama la snspensián provisional del acto reclamado.
Esta suspensión es, desde luego, una paralización que .afecta a la actividad autoritaria
impugnada en la vía de amparo por el agraviado, y recibe el adjetivo de "provisional",
porque su subsistencia dura mientras el Juez de Distrito dicta la resolución que COrres-
ponda en su incidente de suspensión, concediendo o negando la cesación definitiva
del acto reclamado. Por consiguiente, puede suceder que la suspensión provisional
decretada en el auto inicial que encabeza el incidente de suspensión se erija a la catego-
ría de definitiva, en caso de que así se declare en la resolución incidental, o deje de
subsistir, en el supuesto de que se establezca que no es de suspenderse el acto reclamado.
la suspensión provisional es, pues, efecto de un acto potestativo} unilateral, del Juez
-de-o Distrito, -pues para- decretarla no. resuelve. cuestión .controvertidaulguna. la posibi-
lidad legal de que se conceda dicha suspensión traduce una medida preventiva toma--
da por el legislador para proteger los intereses del quejoso mientras se resuelve sobre la
suspensión definitiva (o suspensión propiamente dicha) del acto reclamado.
la procedencia de la suspensión provisional está prevista en el artículo 130 de la Ley
de Amparo que dice: "En los casos en que proceda la suspensión conforme al artículo 124 de
esta ley, si hubiere peligro inminente de que se ejecute el acto reclamado con notorios per-
juicios pata el quejoso, el Juez de Distrito, con la sola presentación de la demanda de amparo,
podrá ordenar que las cosas se mantengan en el estado que guarden hasta que se notifique
a la autoridad responsable la resolución que se dicte sobre la suspensión definitiva, tomando
las medidas que estime convenientes para que no se defrauden derechos de tercero y se eviten
perjuicios a los interesados, hasta donde sea posible, o bien las que fueren procedentes para
el aseguramiento del quejoso, si se tratare de la garantía de la libertad personal:'
780 EL JUICIO DE AMPARO
Sobre esta facultad discrecional don Fernando Vega se expresaba en los siguientes términos:
"Cuando una regla depende en gran parte del criterio [udicial, cuando el prudente arbitrio
desempeña un papel importante, hasta el punto de suplir el silencio del legislador, es racio-
nalmente imposible dar reglas absolutas, porque el criterio humano es irreductible, esencialmente
disímbolo, explicándonos l.OS3 heterogeneidad, la diversidad de las escuelas, la contradicción
de los sistemas, i la lucha de las opiniones.
"La potestad conferida al Juez de Distrito, de suspender provisionalmente los actos recia.
medos, es de esa naturaleza; su fuente principal está en el criterio, que es su regulador único.
Es de aquella clase de materias en que el Legislador confía más bien en la conciencia del
juez y en su buen sentido práctico, que en Sl,1 penetración propia. El autor de una le)' o
de un precepto general no tiene la doble vista suficiente para abarcarlo todo, ni sus ojos
son los de un Panopreo, o de un Argos." 873
813 bill aro Infof'trle de 191$, págs. 18' Y 186, sección "Tribunales Colegiados".
782 EL JUICIO DE AMPARO
E. El informe previo
1. Consideraciones genera/es
Hemos afirmado que en el auto inicial del incidente de suspensión, el Juez de
Distrito pide a las autoridades responsables su informe previo, que es el acto por virtud
del mal éstas manifiestan Ú son o no ciertos los actos reclamados y esgrimen las
razones que jllzguen conducentes para' demostrar la improcedencia de la smpensián
definitiva solicitada por el quejoso {art. 132, primer párrafo, de la Ley).
A diferen-cia del informe justificado que, como ya vimos, es el documento en que
la autoridad responsable defiende la constitucionalidad del acto reclamado, pugnando
por la negativa del amparo, o por el sobreseimiento del juicio respectivo al invocar
alguna causa de improcedencia de éste, el informe previo no debe aludir, por· modo
absoluto, a la cuestión de fondo suscitada en el procedimiento constitucional, sino que
tiene que contraerse a expresar si los actos impugnados SOn o no ciertos y a alegar
motivos para que' se niegue la suspensión definitiva,
Puede suceder que la autoridad responsable no rinda al Juez de Distrito su informe
previo. En este caso, la Ley de Amparo establece en favor del quejoso una presunción
de certeza de los actos reclamados para el solo efecto de la suspensión (último párrafo
del artículo 132). Esta restricción indica que la existencia de dichos actos sólo se
presume para los fines de la resolución incidental que otorgue o niegue la suspensión
definitiva, pues en el procedimiento de fondo, el agraviado conserva la obligación de
probarlos por los medios que estime pertinentes, so pena de que se sobresea el amparo.
Además de dicha presunción legal, la falta de informe previo hace incurrir a la
autoridad responsable en una sanción, consistente en una corrección disciplinaria que
le puede imponer el Juez de Distrito "en la forma que prevengan las leyes para la
imposición de esta clase de correcciones".
Al rendir su' informe previo, la autoridad responsable puede convenir en la certeza
de los actos reclamados, por lo que en este caso, la cuestión relativa al otorgamiento o
denegación de la suspensión definitiva, se resolverá atendiendo a si se llenan o no las
otras dos condiciones genéricas de su procedencia, mismas a que hemos aludido con
anterioridad.SU,
Puede acontecer, por el contrario, que la autoridad responsable en su informe
previo nieglle la existencia de los actos reclamados. En este supuesto, el quejoso tiene
la obligación procesal de probar su certeza en la audiencia)incidental a que se refiere
el artículo 131 de la Ley, mediante los elementos que este' precepto menciona.
Así 10 ha considerado la jurisprudencia¡ al sentar que: "Debe tenerse como cierto el
informe previo, si no existen pruebas contra lo que en él se afirma, y consecuentemente, ne-
garse la suspensión, si se negó la existencia del acto reclamado, a no ser que en la audiencia
se rindan pruebas en contrario," 8H'
Las afirmacions contenidas en el informe previo tienen una presunción de veraci-
dad, que sólo puede destruirse por las pruebas que aporte el quejoso en la audiencia
8H Véase parágrafo JI, de este mismo Capítulo.
. 815 Aréndice al Tomo CXVHI. Tesis ¡-571. Tesis 120 de la Compilación 1917-196', y te-
sis 118 de Apéndice 197J, Materia General.
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 783
incidental. A diferencia del informe justificado, que debe acompañarse con las constan-
cias que respaldan las aseveraciones que en él vierte la autoridad responsable, tratán-
dose del informe preyio, ésta .no tiene la obligación procesal de probar sus asertos,
sin que ello obste para que el Juez de Distrito los aprecie al dictar la interlocutoria
sobre suspensión definitiva, con vista, sobre todo, a los requisitos de procedencia de
esta medida cautelar consignados en las fracciones II y III del artículo 124 de la Ley
de_!\_m:I~aro. 510 _
Sin embargo, tratándose de las aserciones contenidas en el informe previo que con-
ciernan a la afecJací6n del interés social o ti la contravención de normas de orden público
en el caso de que se concediera la suspensión definitiva al quejoso, las autoridades respon-
sables 'deben aportar pruebas en la audiencia incidental que demuestren los citados fenó-
menos, cuando éstos no sean notorios ni evidentes. Este criterio ha sido sustentado [uris-
prudencialmente por el Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer
Circuito, en ejercicio de las facultades que al respecto establece el artículo 193 bis de la
Ley de Amparo, ya que la materia suspensional, tratándose de amparos bi-instanciales,
es de la incumbencia exclusiva de los Tribunales Colegiados,516 bis
La prevención judicial para que las autoridades responsables rindan su informe
previo debe notificarse a éstas por oficio, al darles a conocer el auto inicial del inci-
dente respectivo en que aquélla se decreta. Sin embargo, "En casos urgentes el Juez
de Distrito podrá. ordenar a la autoridad responsable que rinda el informe de que se
trata, por la vía telegrtifica", debiendo el quejoso expensar los gastos correspondientes
(art. 132, párrafo segundo).
Ahora bien, puede suceder que sean varias las autoridades responsables y que resi-
dan en diversos lugares, algunos de ellos fuera de la circunscripción territorial del
Juez de Distrito. En este caso, a virtud de la distancia, suele acontecer que dichas
autoridades no rindan su informe previo con la debida oportunidad, es decir, antes
de la celebración de la audiencia incidental, por no haber sido notificadas o no existir
constancia de la notificación respectiva. En este supuesto, "se celebrará la audiencia
respecto del acto reclamado de las .autoridadcs residentes en el lugar (de la jurisdic-
ción del Juez), a reserva de celebrar la que corresponda a las autoridades foráneas;
pudiendo modificarse o revocarse la resolución dictada en la primera audiencia, en
vista de los nuevos informes" (art. 133).
S76 Este es el criterio sustentado por la Suprema Corte que no s610 deriva de la tesis ju-
risprudencial ya invocada, sino de las siguientes ejecutorias: Semanario Judicial de la Federación,
Tomo LXXV, pág. 1594; Tomo LXXIII, págs. 71B3 y 5983; Tomo LXXVIII, pág. 280; Tomo
LXXXI, pág. 6383; Tomo CI. pág. 301. Y Tomo cn, pág. 685. Quinta Epoca.
878 bis Or. Informe de 1974. Sección "Tribunales Colegiados", págs. 55 a 57.
,
784 EL JUIaO DE AMPARO
para demostrar la falsedad de las aseveraciones que en él hayan asentado las autoridades
responsables. Esta falsedad consiste en la negativa de los actos reclamados, de tal suerte
que si éstos se realizan después de la interlocutoria suspensional que haya negado la
suspensión definitiva con base en la ausencia de tales actos, dicha realización implicará
una causa superaeniente para revocar o modificar la citada resolución en los términos
del artículo 140 de la Ley, sin perjuicio del delito que las mencionadas autoridades
hayan cometido en los términos del artículo 204 del propio ordenamiento.sts e
F. La aJJdienda incidental
inspección 'j udicial, dicha audiencia debe suspenderse pa,a que Se practique tal pro.
banza, reanudándose una vez que haya quedadoconcluida,
Sobre este particular, existe. una importante tesis de la Suprema Corte en el sentido de que
cuando 1ft prueba de inJperdón ocular tenga 'lile desobogarse fuera. de /a residencia del Juez
de Distrito -o no pueda rendirse en la misma juba en. que se hubiere señalado /a celebra-
ción. de /a audiencia incidental, ésta 'deberá transferirse. Dada la trascendencia de la mencionada
tesis, transcribiremos /Ia parte conducente de la misma en que se contiene dicha conclusión:
"El artículo 131 de la ley Orgánica de los artículos 103 y 107 de la Constitución Fe.
deral, expresamente faculta al quejoso'.f?ara que en la audiencia del incidente de suspensión,
ofrezca las pruebas documental y de instecci6n ocular que estime pertinentes.
"La redacción de este artículo supoae que esas pruebas pueden prectícarse en el mismo
día de la audiencia, pero no contiene determinación alguna acerca de que, de no poderse
practicar inmediatamente la prueba de inspección ocular, no sea de aceptarse; disposición que,
de existir, sería absurda, porque en ese caso el beneficio que concede dicho artículo s610 lo
recibirán las personas que radican en el lugar de residencia del Juzgado de Distrito. Tal
absurdo hace suponer que la prevención contenida en el citado artículo 131, respecte al derecho
del quejoso para- ofrecer la prueba de inspección ocular, tiene que ser aplicable en todos los
casos, aun en aquellos en que dicha prueba tenga que ser practicada fuera del 'lugar de residen.
cia del Juzgado de Distrito. Es verdad que en esos casos se hará imposible resolver sobre /a
suspensión en la fecha señalada par(/ la audie'lcia, pero esto sólo significa que esa audie11cia
será transferida. La transferencia de la audiencia en el incidente de suspensión, que hace
imposible que el Juez de Distrito resuelva sobre esta suspensión dentro del término marcado
por el artículo 131 de que se viene hablando, está plenamente autorizada por el artículo 133,
para todos aquellos casos en que alguna o algunas de las autoridades responsables funcionen
fuera del lugar de la residencia del Juez de Distrito y que no sea posible rindan el informe
previo con la debida oportunidad. Si en esos casos, según lo previene el-artículo 133 citado,
el Juez de Distrito está facultado para celebrar la audiencia respecto a autoridades que
residen en el lugar, y reservar la celebración de la que corresponda a las autoridades foráneas,
para fecha futura, seguramente que, por analogía y mayoría de razón, en casos como el actual,
en que no sea posible practicar la audiencia en el término señalado por el artículo 131, por
imposibilidad de recabar desde luego la prueba de inspección ocular ofrecida, entonces el Juez
de Distrito también podrá transferir esa misma audiencia." eso
Una :vez practicadas las pruebas que se hayan ofrecido en la audiencia incidental,
las partes' pueden producir sus alegaciones, que son las consideraciones jurídicas ten-
dientes a demostrar, con apoyo en las probanzas aducidas, que la suspensión definitiva
debe otorgarse o negarse, según el caso, por el Juez de Distrito.
Formuladas las alegaciones por las partes,' dicho funcionario debe dictar, en la
misma audiencia incidental, la resolución que proceda, concediendo o negando la sus-
pensión definitiva de los actos reclamados, "o lo que fuere procedente con arreglo al
articulo 134", precepto al que posteriormente aludiremos.
Un problema que no deja de tener trascendencia procesal consiste en determinar
si la audiencia incidental puede o no diferil'se en forma análoga como suele aplazarse'
la audiencia constitucional con base en lo dispuesto por el artículo 152 de la Ley de
Amparo que ya hemos comentado en un capítulo procedente. En otras palabras, ¿las
partes pueden pedir el diferimiento de la audiencia incidental acreditando ante el Juez
de Distrito que oportunamente solicitaron la expedición de copias certificadas de
aunque la parte quejosa no precise los documentos sobre Ios que debe versar (Informe de 1968,
Segunda Sala, págs. 48 Y 49).
S80 Informe correspondiente al año de 1948, Primera Sala, págs. 61 y 62.
LA SUSPENSiÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 787
Si los informes previos asientan que los actos reclamados ya están consumados y
que contra ellos es improcedente la suspensión definitiva por no satisfacerse la segunda
condición genérica de su procedencia, el quejoso puede también ofrecer la prueba de
inspección ocular para acreditar hechos o circunstancias objetivos, susceptibles de apre-
ciars~ ~r los sentidos, que indiquen que dichos actos aún no se han realizado cabal-
mente para que contra sus efectos, consecuencias o ejecución se le otorgue la mencio-
nada medida cautelar.
En Io que ñtañc a 'la tercera de- -las-condicioncs genéricas de- procedencia de la
suspensión, es decir, la que estriba en que con ella no se afecte el interés social ni se
violen normas o disposiciones de orden público, el Juez de Distrito goza de amplio
arbitrio discrecional para determinar su presencia en cada caso concreto, misma que
no es susceptible de demostrarse mediante prueba directa y sin perjuicio de que las
autoridades responsables aporten los dooonentos probatorios que estimen idóneos para
acreditar dicha afectación o violación, ruando estos fenómenos no sean notorios, según
lo ha sostenido jNl'úpmc!encia/mente el Primer Tribunal Colegiado del Primer Circuito
(Cfr. Informe de 1974. págs. 55 a 57).
Las anteriores consideraciones llevan a la conclusión de que la audiencia incidental
no es susceptible de diferirse en el mismo supuesto en que se aplaza la audiencia
constitucional conforme al artículo 1:52 de la Ley de Amparo. atendiendo a la teleología
788 El JUICIO DE AMPARO
eeo ute Sin embargo, el Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa, en una tesis,
ha sustentado el criterio contrario. Or. Itr/arme de 1977, págs. 101 Y 102, Sección "Tribunale::: "
Colegiados", ,
ti6]. L~s-condusiones que hemos apuntado no significan que la audiencia incidental no pueda
diferirse en casos diversos del que prevé el artículo 152 de la Ley, Entre ellos puede mencionarse
el que estriba en que de los iníormes previos se dé fllell/a has/a la m;1111a dll~;e1Jcia sllspemiQnJ
o se reciban en es/e mismo (lC/O procesal, según lo ha sostenido el Tercer Tr,bllflaJ Colegitt;do en
MaJeria AdmÍlziJlraliva del Primer Circuito, argumentando que cualquiera de esas dos orcuns-
rancias colocan ni Quejoso en un estado de indefensión (Or. ln/orme de 1971. Sección "Tribu-
nales -COlegiados'·,"-Pág. 89 e "ínjorme 7e 1978. págs. 90 y 91, misma Secciénf.Por lo contrario,
no es motivo para diferir la audiencia suspensional el hecho de que 110 se hubiese emplazado al
tercero pNiudicmio con anterioridad a la fecha señalada para su celebración, según acertadamente
10 ha considerado el Tribunal Colegiado del Segundo Circuito en una tesis que asienta: "Como el
artículo 131 de la Ley de Amparo impone al juez constitucional la facultad (sic) de ordenarle
a la responsable que rinda su informe previo en 24 horas y además lo obliga a celebrar la a.u-
diencia incidental dentro de un plazo de 48 horas, claramente se advierte la pretensión del legis-
lador para que el problema suspensional sea resuelto en un lapso no mayor de 7~ horas, aunque
no sea emplazado el tercero perjudicado y sin perjuicio de que éste pueda recurrir e.1 fallo inci-
dental tan pronto como se apersone al juicio de garantías, De aceptar lo centrarte resultaría
inútil la disposición contenida en el artículo 131 en consulta, dado Que sería prácticamente im-
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 789
G. lA impensión definitiva
:1) La interlocutoria mspensional
De las consideraciones que hemos formulado se desprende que, como accesorio a
la controversia constitucional que plantea el quejoso, surge un (011 flieto jltrídico entre
éste, por una parte, y la autoridad responsable y el tercero perjudicado (si lo hay),
por la otra, sobre la procedencia o improcedencia de la suspensión definitiva. Dicho
conflicto se forma por las pretensiones opuestas de tales sujetos procesales, -pues el que·
jaso exige que se conceda la citada medida cautelar y sus contrapartes que se le niegue.
Por tanto, la resolución que dicta el Juez de Distrito al dirimir el mencionado conflicto
jurídico, es de carácter destacadamente jlJrisdicciolla/; y como recae a una cuestión
accesoria, de tipo incidental, recibe el calificativo de interlocutoria, no teniendo, por
ende, la naturaleza de "auto", como en forma indebida se denomina por la Ley de
Amparo.
La interlorutoria suspensional puede tener un contenido triple, a saber: concesorio
de la suspensión definitiva, denegatorio de esta medida cautelar o declarativo de qlle
el incidente respecJivo qlleda sin masería.
posible obtener la constancia de emplazamiento del tercero en un lapso tan breve, sobre todo si
éste radica fuera del lugar del juicio. Por lo demás, no hay que olvidar que el incidente suspen-
sional se tramita con la finalidad de resolver si se paralizan o no los actos de autoridad y, ade-
más, que el Juez de Distrito está obligado a salvaguardar los intereses del tercero perjudicado
exigiendo 'la fianza correspondiente, si advierte que puede causársele perjuicio, por todo Jo cual
debe concluirse que la falta de emplazamiento del tercero no le impide al juez celebrar la au-
diencia incidental" (Informe de 1971. Sección "Tribunales Colegiados". Pág. 150). Por su parte,
el Primer Tf'ibunal Colegiado en Materia Adminismuioa del Primer Circuito ha sostenido que el
caso de diferimiento de la audiencia constitucional a que se refiere el articulo 153 de la Ley de
Amparo se debe hacer ex!ensivo para suspender I~ audiencia inciden~al ct.:an1o en el/a se ~mpu{fe
de falso el informe preno (íniorme de 1978, pags. 91 y 92, Sección Tribunales Coleaiados ):
882 Apéndice alTomo CX-VrII. "TesT; 811. Tesis 268 de la Compilación 1917-1965. y tesis 282
del Apéndice 197', Tercera Sala.
S!l3 Apéndice al Tomo CXVIII. Tesis 104:\.
790 EL JUICIO DE AMPARO
para que ésta se otorgue, el agraviado debe simplemente demostrar de manera prestm-
tioe, su interés jurídico en la obtención de la citada medida, a efecto de comprobar el
supuesto del requisito previsto en el artículo 124, fracción IlI, de la Ley, cual es la
dificultad en la reparación de los daños y perjuicios que se le pudieren causar con
motivo de la ejecución de los actos reclamados, daños y perjuicios que siempre deben
afectar dicho interés.
3. En impecable congruencia con la naturaleza del incidente de suspensión, la
[urisprndencia ha establecido que en la interIocutoria suspensional no deben "estu-
diarse cuestiones que se refieran al fondo del amparo".ss.
Esta imposibilidad no sólo atañe al examen de la constitucionalidad o inconstitu-
cionalidad del acto reclamado, sino a la procedencia o improcedencia del juicio respec-
tivo, de tal suerte que al concederse o negarse la suspensión definitiva, jamás se deben
tomar en cuenta causas o motivos que pudieren originar el sobreseimiento.v'"
Discrepando radicalmente del criterio jurisprudencial invocado, el licenciado Ricardo
Cauto ha sostenido desde hace tiempo, y reiterado en forma constante, la tesis de que
para negar o conceder la suspensión se debe pre-jflzgar sobre la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de los actos reclamados, independientemente de que en la senten-
cia de fondo el juzgador de amparo se aparte de su criterio pre-decisorio, adscribiendo
dicho letrado a la citada medida la denominación de "amparo provisional".
No compartimos la idea del mencionado jurista, por las razones que nos permitire·
mos aducir a continuación.
El principio que obliga al juzgador de amparo a uo abordar ninguna cuestión que
lataña al fondo del juicio constitucional, para resolver sobre el otorgamiento o la dene-
gación de la suspensión, está firmemente asentado en la diversa índole decisoria de
ambos tópicos. En efecto, la procedencia de la suspensión, como lo hemos aseverado
repetidamente, radica en la reunión concurrente de tres condiciones genéricas, que son:
la existencia de los actos reclamados; la naturaleza de éstos y la satisfacción de los
requisitos previstos en el artículo 124 de la Ley, entre los que se destacan los que se
88. Apéndice al Tomo CXVIII. Tesis 1046. Tesis 189 de la Compilación 1917-1965, y le-
sis 187 del Apé!1di~e 19751 AiaJeria General.
8&5 Así también lo ha considerado la Jurisprudencia en la tesis 1047 del Apéndice citado.
888 Tratado Teórico-Práctico de la Suspcmiól1 en el Amparo. Págs. 51 Y 52, Edición 1957.
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 791
Por otra parte, y en congruencia puntual con la tesis del licenciado Cauto,. podría
en muchos casos negarse la suspensión de los actos reclamados, al prejuzgarse sobre
792 EL' JUICIO DE AMPARO
de ser órganos con imperio propio en el incidente 'tie suspensión, para devenir partes
procesales sin voluntad coercitiva y sujetas a la potestad judicial.
Ahora bien, cuando el Juez de Distrito, en ejercicio de las facultades que le con-
fiere el artículo 124, in fine, de la Ley, fija la situaci6n en que habrán de quedar las
cosas al conceder la suspensión definitiva y toma las medidas pertinentes para conser-
var la materia del amparo, las modalidades que al respecto se hubiesen establecido
deben ser puntualmente acatadas por las autoridades responsables, sin que éstas pue-
dan, mote proprio, imponer condiciones al quejoso, con el propósito de que su ínsa-
tisfacci6n habilite la realización de los actos suspendidos.
Una vez concedida la suspensión definitiva y fijada por el Juez de Distrito la
situación tantas veces aludida o decretadas las medidas de conservación mencionadas,
pueden surgir conflictos entre las autoridades responsables y el quejoso respecto de la
observancia o cumplimiento de la interlocutoria correspondiente. En tal caso, y previa
la substanciación del incidente de inejecución a que nos referiremos posteriormente,
dicho funcionario está legalmente facultado para dictar las "órdenes necesarias", a
efecto de que la suspensión definitiva y las modalidades que en relaci6n con ésta se
hubiesen establecido, sean debidamente obedecidas, de conformidad con lo dispuesto
por los artículos 143 y 111 de la Ley de Amparo.
Hemos afirmado que la concesión obligatoria de esta medida cautelar deriva, por
modo rigurosamente lógico. de su procedencia, misma que, a su vez, se funda en la
co1maci6n conjunta de tres condiciones genéricas, que son: la certeza. de los actos
reclamados, la suspendibilidad de éstos conforme a su naturaleza, y la satisfacci6n de
los requisitos previstos en el artlailo 124 de la Ley. Pues bien, en sentido Contrario, si
alguna de dichas condiciones no se cumple, la interlocutoria que dicte el Juez de Dis-
trito en el incidente suspensivo debe necesariamente negar la suspensi6n definitiva al
quejoso. Tal sucede. en consecuencia, en cualquiera de estos supuestos:
1. Si los actos reclamados no son ciertos;
2. Si, a pesar de que resulten existentes, su carácter los manifieste como no sus-
ceptibles de ser paralizados, O sea, por lo general, cuando son absolutamente negati-
vos o están totalmente consumados;
3. Si su detención afecta el interés social O viola disposiciones de orden público
(frac. U debrt,·U4); y " _. __ ....
4. Si con motivo de su ejecución no se causan" al agraviado "daños y 'perjuicios
de difícil reparación (frac. III del mismo precepto)"
Las citadas condiciones de improcedencia de la suspensión definitiva se encuentran
en una puntual sucesión Iógica, que debe recorrer el proceso intelectivo de Juez de
Distrito para negar la mencionada medida. De esta guisa, la interlocutoria suspensional
debe examinarlas en el estricto orden en que Se presentan, sin que sea necesario pon-
derar todas, pues basta que alguna opere, para que con apoyo en ella se declare im-
procedente la suspensión, sin invertir, no obstante, la sucesión lógica en que deben
ser analizadas.
La interlocutoria que niegue la suspensión definitiva produce obviamente el efecto
de expeditar "la jurisdicción de la autoridad responsable para la ejecución del acto
796 EL JUIOO DE AMPARO
805 bis Entre .Ias diversas hipótesis que pueden aducirse sobre hecho o causa superveniente,
figura la que concierne a la realización- de '10.1 -actos reclamados..que .hayan sido negados por las
autoridades responsables, con posterioridad a la interlocutoria que por la inexistencia de los mismos
no haya concedido la suspensión definitiva al quejoso. Esta hipótesis ha sido proclamada por el
Tercer Tribunal Colegiado en Malcria Administrativa del Primer Circuito, en la tesis siguiente:
"Si las autoridades responsables negaron inicialmente los actos reclamados, 10 que motivó la neo
gativa de la suspensión definitiva por falta de materia y posteriormente los ejecutan o tratan
de ejecutarlos, ello constituye un hecho superveniente para los efectos de dicho artículo:' (ar. ln-
[ormr 1975. Pág. 155. Sección "Tribunales Colegiados"). Este criterio ha sido legalmente adoptado
tratándose de iuicios de amparo en materia penal. según se advierte del artículo 1.:;6. séptimo
párrafo, de la Ley que en ocasión anterior comentamos.
896 A,sí lo ha sostenido la Suprema Corte en las ejecutorias que aparecen en los Tomos
LX.XII, pago 4956; ev, pág. 239: crn, pág. 1683 del Semanario Judicial de la Federación
Quinta Epoca. '
• 891 Aréndi.ce .al Tomo cxv~n, tesis 1061. Tesis 216 de la Compilación 1917.1965 y te.
ns 214 de Apendlce 1975, Materia General.
800 EL JUICIO DE AMPARO
La facultad que tienen los Jueces de Distrito para conocer en materia de suspensión
siempre es ejercitable, en cualquier momento, mientras en el juicio de amparo respec-
tivo no se dicte sentencia o resolución que cause ejerutoria.5 SS Esta jurisdicción abierta
explica el por qué de la duplicidad del incidente de suspensión, ya que, a pesar de que
contra la interlocuroria suspensional se interponga la revisión, el Juez de Distrito
sierupre está en aptitud de conocer y decidir todas las cuestiones que se susciten en
tomo a dicha resolución y de revocar o modificar ésta, cuando ocurra algún hecho
superveniente que le sirva de fundamento. En este último caso, si el mencionado te-
curso aún no se resuelve por el Tnbunal Colegiado de Circuito correspondiente, revo-
cada la ioterlocutoria impugnada, la revisión queda sin materia, y sin perjuicio de
entablarla contra Ja resolución revocatoria o modificada de que se trate.
A. Su procedencia
Tanto el auto que decreta la. suspensión provisional como la interlocutoria en que
se conceda la suspensión definitiva de los actos reclamados, impone-a las autoridades
responssbtes obligaciones de no hacer, consistentes en abstenerse de llevar adelante la
actividad que haya sido impugnada por el quejoso. En otras palabras, como tales
resoluciones- no constriñen a las mencionadas autoridades para desempeñar. actos. de
carácter positivo, no son susceptibles de ejecutar defectuosa ni excesivamente, salvo
los casos a ·que aludíamos en ocasión precedente, al tratar de la procedencia del recurso
de queja, y en esta virtud, cualquier acto que se despliegue. para realizar la actividad
autoritaria paralizada importará, en términos generales, un incumplimiento a las deci-
siones suspensionaJes y el cual puede registrarse en las hipótesis' que a continuación
nos permitimos señalar.
Ahora bien, si dichos actos distintos tienen el mismo sentido de afectación que los
reclamados, pero diferente motivo o causa eficiente, traducido este elemento en algún
hecho o circunstancia posterior a la interlocutoria correspondiente, se estará en presencia
de actos nuevos .que no acusan incumplimiento a dicha medida cautelar. Boa Por el
contrario, si el motivo o causa eficiente del acto posterior, aunque diverso de este
elemento en los actos reclamados, es efecto o consecuencia del motivo o causa de éstos,
las autoridades responsables que ejecuten o emitan dicho acto posterior incurrirán en
desobediencia a la suspensión definitiva.tl:04
Si el acto reclamado y el posterior tienen el mismo motivo o causa efiéiente, pero
diferente sentido de tr/ectaci6n, no habrá in=plimiento a la interloeutoria suspensional,
a no ser que el sentido de afectación en el acto posterior sea efecto o consecuencia del
propio elemento en el acto reclamado.s'"
Por último, es obvio. que si el acto posterior y el reclamado divergen en ambos
elementos y entre los de lino y los de otro no existe ninguna relación causal, no se
estará en presencia de incumplimiento alguno a la suspensión definitiva, por tratarse
de actos subsJancialmente diferentes.
3. Si la suspensión definitiva se concede contra una ley que haya sido reclamada
como auto-efectiva ninguna autoridad, sea o no responsable! debe realizar acto alguno
en perjuicio del quejoso con apoyo en sus disposiciones, pues en caso contrario incurre en
incumplimiento de la inter1ocutoria respectiva) a no ser que la citada medida cautelar
se haya otorgado en relación con alguno o algunos de sus preceptos, porque entonces no se
desobedece la resolución suspensional, si dicha autoridad se funda en las disposiciones
no suspendidas) siempre que el contenido normativo de éstas no esté en relación causal
o teleológica con las que impliquen la materia de la citada suspensión.
Respecto de éstas rigen los mismos principios sobre los que descansa la eficacia
de las ejecutorias que conceden la protección de la Justicia Federal. En efecto, aunque la
Jllrisprudencia 006 que establece que las sentencias de amparo no sólo deben ser obedecidas
por las autoridades responsables, sino por las que, no habiendo tenido este carácter,
deban ejecutarlas o acatarlas por virtud de sus funciones, sólo alude a los fallos cons-
titucionales, su alcance debe comprender analógicamente tanto a los autos de suspensión
provisional, como a las inter1ocutorias que otorg¡p. suspensión definitiva, si se atiende
al principio jurídico que enseña que "donde existe la misma razón debe existir la misma
disposición", "
Así, si el espíritu que anima a la jurisprudencia señalada estriba en evitar que las
ejecutorias de amparo sean burladas por las autoridades no responsables, pero que,
1106 Tesis -406 del Apéndice al Tomo CXVIIJ, equivale a la tesis 101 de la: Compilación
1917~196'. 'J tesis 99 del Apéndice 197', M4Ieria General.
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO INDIRECTO 805
conforme a sus funciones, deban cumplirlas, por concurrir con las responsables en la
realización cabal de los actos reclamados contra los que se haya impartido la protección
federal, dicho propósito debe existir tratándose de las resoluciones suspensionales, ya
que sería una aberración inadmisible que, mediante esa sabia extensión de obligato-
riedad, sólo se asegurara la eficacia del juicio de amparo al través de uno de sus aspectos,
cual es el de fondo, y se dejara sin efectividad el que concierne a la suspensión de los
actos reclamados, medida que fácilmente podria ser objeto de ludibrio por parte de
las autoridades que, no habiéndose señalado como responsables, debieran cooperar en la
realización completa de tales actos.
Es más, si la citada tesis jurisprudencial se apoya en la interpretación del articulo
107 de la Ley de Amparo, que establece una especie de responsabilidad solidaria entre
las autoridades responsables y sus superiores jerárquicos en lo que toca al incumpli-
miento de las ejecutorias constitucionales, y si las disposiciones de tal precepto se hacen
extensivas a los casos en que se trate de la inobservancia de las resoluciones sobre
suspensión, según lo estatuye el artículo 143 de dicho ordenamiento, es lógico concluir
que la consabida tesis debe aplicarse, por analogía indiscutible, para referir la obe-
diencia que al auto de suspensión provisional y a la interlocutoria que concede la
suspensión definitiva deben prestar las autoridades no responsables que, en atención
a sus funciones, deben concurrir con las responsables en la realización exhaustiva de los
actos reclamados, conclusión que, por otra parte, ha sido ya apuntada por la propia
Suprema Corte.90 T .
Pero no solamente las autoridades no responsables tienen la obligación de acatar
las resoluciones suspensionales que se dicten en un juicio de amparo en los términos
que se acaban de expresar, sino también los in/criare! jerárq¡¡icos de las responsables
y, en general, cualquiera autoridad que actúe o pretenda actuar como ejeclltora de éstas,
aunque no haya tenido intervención en el procedimiento. constitucional, ya que, si la
suspensión provisional O definitiva se concedió contra la ejecución, efectos y consecuen-
cias de los actos reclamados, su paralización opera absolutamente con independencia
a las autoridades que traten de llevarlos adelante. .
Por último, la consideración de que la debida y puntual observancia de los fallos cons-
titucionales importa una cue-rión de orden público, debe hacerse extensiva al cumplimien-
to de las resoluciones suspensicnalcs, pues de admitir el supuesto contrario, se llegaría
a la aberración de que sólo en tales fallos tenga interés la sociedad, para que se con-
serve el orden establecido por la Ley Fundamental, y que, en cambio, carezca de él en
.cuanto almantenimiento de la materia del amparo, y sin el cual, en muchas ocasiones,
éste resultaría nugatorio e irreparablemente consumados los actos violatorios de- la Cons-
titución. En otras palabras, si el interés social estriba en que las sentencias de amparo
sean puntualmente obedecidas por las autoridades responsables y no responsables en los
casos ya señalados, para evitar la burla y el ridículo que originaría su desacato con
que se afrentaría la majestad de la Justicia Federa! y consolidar la vida institucional
del país, tales fenómenos de evitación y consolidación no se lograrían obviamente, si la
sociedad no estuviese también interesada en que los autos de suspensión provisional'
y las interlocutorias de suspensión definitiva debieran observarse rigurosamente por
9M Informe correspondiente al año de 1945, Segunda Sala, pág. 177 a 178, así como las
ejecutorias visibles en los Tomos LXXXN, pág. 1661; Tomo LXXXV, páS. 23'0, y XLIX,
página 2019, de la Quinta Epoca.
806 EL JUICO DE AMPARO
dichas autoridades, ya que el respeto al juicio de amparo debe ser total, es decir, asumirse
en relación con todas las resoluciones judiciales que en él se dictan, independientemente
del procedimiento en que se pronuncien. A la. misma conclusión se llega desde el
punto de vista estrictamente lógico, pues si el cumplimiento del acto culminatorio
del juicio de amparo, cual es la ejecutoria constitucional, ha sido justamente reputado
como cuestión de orden público por la jurisprudencia de la Suprema Corte, la obser-
vancia de cualquiera resolución judicial que en tal procedimiento se dicte, sobre todo de
las concernientes a la suspensión provisional y definitiva, tiene que participar de dicho
carácter, ya que los atributos del fin o los de la causa deben imputarse, respectivamente,
a los medios y a los efectos.
l. roRAS GENERALES
En los amparos uní-instanciales en que el acto reclamado esté constituido por una
sentencia del orden civil} la suspensión s610 procede a petición de parle, comprendién-
dose dentro de este tipo de resoluciones tanto los fallos civiles en sentido estricto como
los mercantiles. El requisito de la solicitud de la suspensión lo consigna expresamente
911 A'léndice al Tomo CXVUI, Tesis 10'4. Tesis 3'3 de la Compilación 1917·1965, y le.
tis 373 de Apéndice 19n_ Tercera Saja.
1)12 Puede fácilmente advertirse la contradicción entre los articulas no y 174 de la Ley de
Amparo por lo que concierne a la competencia para conocer de la suspensión COntra Jaudos definí-
tivos laborales, pues mientras que el primero faculta a la autoridad responsable, o sea, a la que
hubiese dictado dichos fallos (Grupo Especial de la Junta de Conciliación y Arbitraje), el segundo
dispone que es el presidente de este organismo el que debe proveer sobre la mencionada- medio
da cautelar. Creemos que el artículo 174 debe prevalecer sobre el 170, ya que éste ordena que la
suspensión debe sujetarse a las disposiciones del Capitulo correspondiente de dicha Ley y dentro
de las cuajes se comprenden las establecidas en el citado artículo 174. La contradicdén que
apuntamos obedeció a una ligereza legislativa en que incurrieron las Reformas de 1967. pues se
dejó de modificar el precepto últimamente indicado para cohonestarlo con el 170.
LA SUSPENSIÓN EN EL AMPARO DIRECTO 809
el articulo 173 de la Ley, debiéndose conceder esta medida cautelar, siempre que
con su otorgamiento no se contravengan normas de orden público ni se afecte el interés
social, y que, de ejecutarse la sentencia civil reclamada, se causen al quejoso daños
y perjuicios de dificil reparación (art. 124, en reladón con el precepto que se acaba de
señalar yeon el 175 de la Ley).
Dada la índole de los intereses que se debaten en un juicio del orden civil strieto
sens« o mercantil, que son generalmente privados, la suspensión contra la ejecución
de los fallos respectivos siempre procede, por ejemplo los requisitos a que se refiere el
artículo 124, fracción Il, de la Ley, y a cuyas disposiciones remite su articulo 173.
Sin embargo, cuando el juicio civil en que se hubiese dictado la sentencia reclamada
versa sobre una cueslión alimenlaria, la suspensión ha sido considerada improcedente
por la jurisprudencia de la Suprema Corte, en el caso de que dicha sentencia condene
al deudor alimentista al pago de pensiones futuras, procediendo tal medida cautelar, en
cambio, en manto a la condena que se refiere a las pensiones insolutas ya exigibles. 91S
Otorgada la suspensión contra la ejecución de una sentencia civil (lato sensu) , su
eficacia se condiciona al requisito consistente en que el quejoso dé fianza para responder
de los daños y perjuicios que, con motivo de la citada medida, se pudiesen causar al
tercero perjudicado (arts. 107 constitucional, frac. X, y 173 de la Ley), quien, a
su vez, tiene el derecho de prestar contra-fianza para llevar adelante la ejecución del
fallo reclamado, dejando sin efecto la aludida suspensión. El objeto de la contra-fianza
estriba en indemnizar al quejoso de los daños y perjuicios que se le pudiesen irrogar
por la ejecución de la sentencia combatida, haciéndose exigible dicha contra-garantía, si
contra el propio fallo se concede el amparo.
Por lo que concierne a la fijación del monto de la fianza y de la contra-fianza y a la
admisión de esta última, son aplicables a la suspensión contra la ejecución de una
sentencia civil definitiva (lato sensu), las disposiciones contenidas en los artículos
125, párrafo segundo, 126, 127 Y 128 de la Ley, que estudiamos en el capitulo inme-
diato posterior, por lo que reproducimos las consideraciones que en tomo il estos pre-
ceptos hemos formulado. 'H
En cuanto a la exigibilidad de las garantías y contra-garantías que se presten en el
incidente de suspensión relativo a un amparo directo en materia civil (lato sensu) ,
se substancia ante la propia autoridad responsable, en los términos previstos en el
articulo 129 de la Ley, que ya examinamos en el capitulo precedente (art. 176).
91.7 aro Informe de 1972, Primera gala, págs. 3' a 38. Idem, Apéndite 197J, tesis 183,
Primera SaJa. .
. 918 . Apéndice al Tomo CXVIlI. Tesis 1057. Tesis 175 de 14 CtmJpil«i&n 1917-1965, te-
sil 252 del Apéndice 1975, CUdI1a SaJa.
812 EL JUICIO DE AMPARO
Este criterio general ha sido aplicado por la jurispruaen(ia en casos específicos, para
concluir sobre la Improcedencia del beneficio suspensional contra la ejecución de laudos dictados
por las Juntas de Conciliación y Arbitraje.
1. Así. si el laudo condena al patrón a pagar a los deudos del trabajador una indemni-
urión por muerte de éste, la suspensión no debe otorgarse.ese
2. Igualmente dicha medida cautelar es improcedente, si la condena estriba en la reins-
saladón del trabejadcr.ec
3. Tampoco procede la suspensión, si el laudo arbitral reclamado condena al patrón al
pago de la indemniza(ión por arddente de trabajo en favor del obrero.9 2 2
4. La multicitada medida cautelar no debe concederse, además, si la condena estriba en el
pago de salarios, hasta por el importe de éstos en seis mese!,. término que se ha considera-
do como necesario para la tramitación del juicio de garantías.9 28
Esta tesis jurisprudencia! debe entenderse aplicable únicamente en el caso de que el laudo
arbitral reclamado no condene a la reinstalación del trabajador, pues de' 10 contrario, la repo-
sición del obrero en su trabajo, no lo coloca en el peligro de no poder subsistir mientras se
decide el juicio de amparo respectivo, por 10 que contra el pago de los salarios caldos sí es pro-
cedente la suspensión, independientemente de su cuantía, 9Z40
Hemos afirmado 025 que la jurisprudencia, la Constitución y la Ley han hecho exten-
siva la procedencia del amparo directo contra laudos dictados por el Tribunal mencio-
nado, o sea, contra los fallos definitivos que pronuncia este órgano administrativo-
jurisdiccional, en los conflictos jurídicos que surgen entre los trabajadores y empleados
al servicio del Estado y las unidades burocráticas donde desempeñan sus labores. En
consecuencia, de la suspensión contra la ejecución de los referidos laudos conoce el propio
Tribunal en su carácter de autoridad responsable, de acuerdo con los artículos 107,
fracción XI, de la Constitución y 170 de la Ley de Amparo.
Pues bien, aunque la jurisprudencia se funda en la similitud que existe entre los
laudos dictados por las Junlas de Conciliación y Arbilraje y los pronunciados por el
Tribunal de Arbitraje, para consignar la procedencia del amparo directo contra estos
últimos, tratándose de la suspensión ha considerado que esta medida está regida por
princípios diferentes en uno y en otro caso, por lo que las normas legales y jurispruden-
ciales que regulan la suspensión en materia laboral propiamente dicha, no son aplicables
respecto de los fallos que emite el citado Tribunal.
As!, la Suprema Corte ha sostenido que: "Aun cuando es cierto que, en términos ge-
nerales, existe una relación de trabajo entre el Poder Público y sus servidores, también 10 es
que esta relación no tiene las características de un verdadero contrato de trabajo; tal cómo está
previsto en nuestra ley laborista, supuesto que ésta tiende esencialmente a regular las activlda-
des del capital y del trabajo como factores de la producción o sea, en funciones económicas;
10 que no sucede tratándose del Poder Público y de sus empleados, atenta nuestra organización
política y social, porque las funciones encomendadas al Estado no persiguen ningún fin ecoeé-
miro, sino más bien un objetivo de control para la convivencia de los componentes de la
sociedad. Por ello no puede afirmarse que exista paridad en los fenómenos jurídicos enunciados
y, por lo mismo, lóg;,amenl' no plica' auptarst qlle la ;uriJprudencia sustentadd en relaGión
can la suspensión, traJándose de verdaderos contraes de Jraba;o, .haya de regir ese mismo ,
fenómeno, cuando se trala de traba;adores al servicio del Estado." 926
Congruentemente con las consideraciones que informan dicha tesis, la misma iu"¡s~
prudencia ha establecido, en oposición a 10 que sostiene tratándose de laudos de las
Juntas de Conciliación y Arbitraje, que contra la ejecución de un fallo pronunciado
por el Tribunal de Arbitraje que condene a la reinstelacién del trabajador o empleado
burocrático, es procedente la suspensión.ser
-- Es más;-partíendo de la idea-de que las normas .que regulan la suspensión en materia
laboral propiamente dicha no son aplicables a los laudos que dicta el mencionado Tri-
bunal, debe lógicamente concluirse que la suspensión contra la ejecución de éstos, en
perjuicio del, órgano estatal condenado, es procedente en todo caso, sin que su efectivi-
dad deba condicionarse a requisito alguno, por reputarse solvente al Estado "para
responder de las obligaciones que le resulten'"."·