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MATRICULA: FB-2881
LA DOCTRINA CALVO
La Doctrina Calvo, denominada así por su autor, Carlos Calvo (1824-1906), es una
doctrina panamericana de Derecho internacional que establece que, quienes viven en un
país extranjero deben realizar sus demandas, reclamaciones y quejas sometiéndose a la
jurisdicción de los tribunales locales, evitando recurrir a las presiones diplomáticas o
intervenciones armadas de su propio Estado o gobierno. Ha sido recogida en varias
constituciones latinoamericanas. Esta doctrina a veces es confundida con la doctrina
Drago, debida al también jurista argentino Luis María Drago, que establece una
aplicación más restringida del mismo principio. Calvo justificaba su tesis señalando que
era necesario impedir que los países más poderosos interfirieran en la jurisdicción de los
más débiles.
Durante la 4.a conferencia celebrada en Buenos Aires (1910) se firmó una convención
que logró incorporar la condición de que se recurriría primero a los tribunales locales
antes de acudir al arbitraje internacional, es decir, sólo en caso de denegación de
justicia. En la 5.a conferencia celebrada en Santiago de Chile (1923) se encomendó a la
Junta Interamericana de Jurisconsultos determinar los derechos civiles y garantías
individuales de los extranjeros y las excepciones que hubiese lugar. Durante la 6.a
conferencia celebrada en La Habana (1928) se acordó que los Estados debían reconocer
las mismas garantías individuales a extranjeros y nacionales. Durante la 7.a conferencia
celebrada en Montevideo (1933) se definió la responsabilidad internacional de Estado
siendo la Comisión Jurídica Interamericana la designada para establecer la normatividad
a seguir.2 No fue fácil unificar los criterios al respecto del concepto de denegación de
justicia, por tal motivo existieron varias controversias, como el caso de la expropiación
del petróleo en México.
Esta doctrina provino de las ideas de Carlos Calvo, en Derecho internacional teórico y
práctico de Europa y América. La doctrina Calvo proponía prohibir la intervención
diplomática cuando hubiera pleitos entre partes de distintos países, hasta que no
estuvieran agotados los recursos locales. La Doctrina Drago fue anunciada en 1902 por
el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Luis María Drago, en respuesta a la
renuncia de los Estados Unidosa ejecutar la Doctrina Monroe durante el bloqueo naval
contra Venezuela. Establece esta doctrina jurídica que ningún Estado extranjero puede
utilizar la fuerza contra una nación americana con la finalidad de cobrar una deuda
financiera. La doctrina Drago resultó ser una respuesta a las acciones del Reino
Unido, Alemania e Italia, quienes impusieron un Bloqueo Naval a Venezuela a finales
de1902, en respuesta a la gran deuda externa de Venezuela que el recién llegado
presidente Cipriano Castro se negaba a pagar.
CLÁUSULA CALVA
Se llama así a la estipulación de renuncia de protección diplomática que se incorpora a
los contratos entre un Estado latinoamericano y un ciudadano o corporación extranjeros,
en virtud de la cual éstos no pueden acudir a su gobierno para defender sus derechos
contractuales ni para formular reclamaciones contra la otra parte con ocasión o por
consecuencia del contrato que les vincula. La renuncia por una persona jurídica o
natural a la protección diplomática del Estado al que pertenece tiene el efecto, en la
teoría y en la práctica del Derecho Internacional, de tornar inviables las reclamaciones
de los Estados en defensa de los intereses de sus nacionales en el exterior, que fueron
tan usuales a fines del siglo XIX y principios de este. Los Estados solían tomar a su
cargo la defensa de los derechos contractuales de sus ciudadanos en el exterior cuando
consideraban que ellos habían sido vulnerados y ejercían toda la presión necesaria para
que sus reclamaciones sean atendidas. Esto coincidió con el crecimiento de las
inversiones de capital privado norteamericano y europeo en los países de América
Latina, que dio lugar a numerosas reclamaciones diplomáticas y a inevitables fricciones
internacionales.
La cláusula Calvo enerva esta posibilidad. A partir de ella todo conflicto que surja entre
las partes no será materia del Derecho Internacional ni de reclamación diplomática sino
del Derecho interno del Estado donde se han realizado las inversiones, que debe ser
resuelto por los jueces ordinarios de éste. Lo cual significa que el inversionista
extranjero, al renunciar explícitamente al amparo diplomático para toda reclamación
derivada de su relación contractual, consiente en ser tratado en pie de igualdad con los
nacionales. Asume, de este modo, el mismo tratamiento que los demás ciudadanos del
país en que ha hecho la inversión, pero éste, a su vez, está obligado a garantizarle una
administración de justicia eficiente, igualitaria y justa ante los tribunales locales o las
posibilidades de un arbitraje imparcial.
DOCTRINA DRAGO
La doctrina Drago tuvo gran incidencia entre los países hispanoamericanos, quienes
vieron en sus postulados un fuerte soporte de derecho internacional para oponerla a la
amenaza de potencias extranjeras sobre la soberanía y el territorio de las nuevas
naciones. No así lo tuvo frente a los Estados Unidos, quien la rechazó por considerarla
contraria a sus propios intereses expansionistas, y de allí que a comienzos del siglo XX,
no pocas veces ocupó a países centroamericanos y del Caribe mediante la fuerza
armada, para asegurarse de que estos pagasen las deudas públicas contraídas con
potencias europeas y de esta manera, evitar que invadiesen territorio americano, para
cobrar sus acreencias. Ejemplo de ello, lo fueron las invasiones de los Estados Unidos
en Honduras (1911), Nicaragua (1911), República Dominicana (1907) y Haití (1915),
éstas dos últimas intervenidas financieramente hasta 1941 y 1933 respectivamente.
Hoy en día subsiste la Doctrina Drago porque ningún Estado puede cobrar
compulsivamente las deudas públicas o privadas de otro Estado y, esta tesis junto con la
de Calvo se encuentra presente en la creación de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) y en la Organización de los Estados Americanos (OEA). En las cartas de
ambas organizaciones se consagra la integridad territorial de los países miembros y se
prohíbe el uso de la fuerza entre ellos, para obtener ventaja de cualquier naturaleza. En
efecto, la Carta de la OEA dispone lo siguiente: “Artículo 20: Ningún Estado podrá
aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político para forzar la
voluntad soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas de cualquier naturaleza”.
“Artículo 21: El territorio de un Estado es inviolable; no puede ser objeto de ocupación
militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado, directa o indirectamente,
cualquiera que fuere el motivo, aun de manera temporal. No se reconocerán las
adquisiciones territoriales o las ventajas especiales que se obtengan por la fuerza o por
cualquier otro medio de coacción”.
Durante los inicios del siglo XX, la inestabilidad política y económica y el atraso en los
pagos de los empréstitos realizados durante el siglo XIX, dieron pie a lo que se
denominó la Primera Invasión Estadounidense, que se extendió desde 1916 hasta 1924.
En la República Dominicana había una gran inestabilidad política y un gran
endeudamiento, que acrecentó la deuda externa. Debido a esto Estados Unidos ocupó el
territorio dominicano, alegando la violación del artículo III de la Convención de 1907,
el cual establecía que el país no podía aumentar su deuda externa sin el consentimiento
de los Estados Unidos; y éstos, además, querían dotar al país de estabilidad política. En
realidad, el interés de los Estados Unidos era por motivos fundamentalmente
económicos, ya que República Dominicana poseía grandes recursos materiales que le
servirían de mucho a los invasores.