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Naturalmente, los rabinos, como buenos pedagogos, debían esforzarse en hacer agradable
la tarea, educando al niño judío en el gusto por la Torá".
El objetivo de esta escuela era doble, todo él centrado en la Torá. Por una parte, debía
enseñar a leer la Torá, normalmente haciendo prácticas en el libro del Levítico, y, por otra,
debía hacer que se aprendiera de memoria la Torá, es decir, que se tenga la Torá. En nuestra
cultura actual tener la Biblia significa hacerse con un ejemplar de ella y tenerlo disponible;
en aquella cultura, en que son raros y costosísimos los ejemplares, tener la Torá es poseerla
en la memoria. No importa que no se comprenda -como tampoco es óbice para nosotros el
no entenderla para comprarla-, pues ello será tarea de toda la vida. Junto a la Torá se
enseñaba el targum. Todo ello de acuerdo con la teoría didáctica dominante en la época,
que dividía la enseñanza en dos momentos, texto y comentario: primero es el aprendizaje
del texto: aprender, hacer que el texto exista en la memoria; después es entender el texto
(normalmente en la Ber ha-Midras) a base de análisis, comentarios y exposiciones. El
método normal para memorizar era la lectura en voz alta y la repetición continua.
Ordinariamente actuaban como profesores personas ajenas al rabinado, pues los rabinos-
maestros consideraban a estos profesores como enseñantes inferiores. Terminada la escuela
elemental, la mayor parte dejaba cl estudio, pero la formación se continuaba a través de
toda la vida asistiendo a la predicación sinagogal y a las lecciones que se daban en la
escuela los sábados. El estudio constante de la Torá tiene carácter religioso y es una de las
principales manifestaciones de la piedad judía.
En los primeros siglos, ser rabino no es una profesión -lo será más tarde-, sino una forma
de vida, que se caracteriza fundamentalmente por el modo de vida propio de los fariseos -
especialmente en la observancia de las normas de pureza y las alimenticias- y la dedicación
al estudio de la Biblia y de la tradición oral. Por ello, en los primeros siglos, cada rabino
tiene su profesión, de la que vive y que le permite independencia en el ejercicio de su tarea.
El período de formación no tenía una duración precisa. Solía durar años y estaba
condicionado a la consecución de los objetivos, para lo que existía un examen -minnui- en
el que el candidato debía dar a conocer sus conocimientos prácticos y teóricos,
especialmente si es capaz de decidir libre y autónomamente sobre cuestiones de halaká y
si es capaz de formar discípulos 16• Junto a esto, tenía que saber escribir la Torá,
circuncidar, dar la bendición matrimonial, tener habilidad para atar el nudo de los tefilim
y zizit. Además, ordinariamente, debía estar casado, y, como se ha dicho arriba, tener un
oficio para vivir. Normalmente, se tiende a tener profesiones que permitan libertad en la
distribución del tiempo, como artesanos, agricultores, comerciantes, u ocupar cargos
públicos que le permitan tener influencia en el pueblo, como jueces, encargado de la
sinagoga y, especialmente, el cargo de parnas, encargado de la beneficencia de la
comunidad.
La Bet ha-Midras o academia dio paso en el s.VIII, en la época de los geones1 a las yesiuas
o academias talmúdicas, que florecieron en África del Norte y en España. Seguían el mismo
método de las academias babilónicas y palestinas. Después de la Ilustración se planteó la
necesidad de modernizar el estudio con métodos más científicos y se introdujo el estudio
de la Biblia, de la lengua hebrea y de su gramática. En el s.XX, la yesiva abrió sus puertas
a un público más amplio: el judaísmo ortodoxo llegó a la conclusión de que el único medio
de oponerse a la atracción del judaísmo reformado y liberal era la instrucción del pueblo
en general. La consecuencia fue una mejor formación del pueblo, pero también una baja
del nivel general de la yesiva. Para los que necesitaban y querían un nivel más alto se
habilitaron otros centros 20. Hoy día son muchas las yesivas existentes, especialmente en
EE.UU. e Israel.
3. La ordenación