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Naturalmente, los rabinos, como buenos pedagogos, debían esforzarse en hacer agradable
la tarea, educando al niño judío en el gusto por la Torá".

El objetivo de esta escuela era doble, todo él centrado en la Torá. Por una parte, debía
enseñar a leer la Torá, normalmente haciendo prácticas en el libro del Levítico, y, por otra,
debía hacer que se aprendiera de memoria la Torá, es decir, que se tenga la Torá. En nuestra
cultura actual tener la Biblia significa hacerse con un ejemplar de ella y tenerlo disponible;
en aquella cultura, en que son raros y costosísimos los ejemplares, tener la Torá es poseerla
en la memoria. No importa que no se comprenda -como tampoco es óbice para nosotros el
no entenderla para comprarla-, pues ello será tarea de toda la vida. Junto a la Torá se
enseñaba el targum. Todo ello de acuerdo con la teoría didáctica dominante en la época,
que dividía la enseñanza en dos momentos, texto y comentario: primero es el aprendizaje
del texto: aprender, hacer que el texto exista en la memoria; después es entender el texto
(normalmente en la Ber ha-Midras) a base de análisis, comentarios y exposiciones. El
método normal para memorizar era la lectura en voz alta y la repetición continua.
Ordinariamente actuaban como profesores personas ajenas al rabinado, pues los rabinos-
maestros consideraban a estos profesores como enseñantes inferiores. Terminada la escuela
elemental, la mayor parte dejaba cl estudio, pero la formación se continuaba a través de
toda la vida asistiendo a la predicación sinagogal y a las lecciones que se daban en la
escuela los sábados. El estudio constante de la Torá tiene carácter religioso y es una de las
principales manifestaciones de la piedad judía.

2. La Casa de la Investigación o Bet ha-Midras

La enseñanza rabínica propiamente dicha se recibía en la Bet ba-Midras o Bet Talmud,


Casa de la Investigación o Casa de la Enseñanza. A la edad de 10 años (según otros, a los
13), los que querían continuar el estudio iban a un maestro de halaká en la Bet ha-Midras,
con el que aprendían lo fundamental de la tradición halákica y hagádica. En los siglos 1-n
d.C. parece ser que no existía una organización formal y era el rabino el que reunía en tomo
a sí una serie de alumnos. A partir del s.I-II consta de la existencia de academias fijas, en
Séforis y Tiberias en Palestina, y en Sura, Nehardea y Pumbedita en Babilonia.

En los primeros siglos, ser rabino no es una profesión -lo será más tarde-, sino una forma
de vida, que se caracteriza fundamentalmente por el modo de vida propio de los fariseos -
especialmente en la observancia de las normas de pureza y las alimenticias- y la dedicación
al estudio de la Biblia y de la tradición oral. Por ello, en los primeros siglos, cada rabino
tiene su profesión, de la que vive y que le permite independencia en el ejercicio de su tarea.

Dos facetas tenía la formación, la convivencia con el maestro y la instrucción. La


convivencia con el rabino tenía como finalidad aprender prácticamente un modo de vida,
cómo vestir, hablar, conducirse. El maestro es una Torá encarnada, cuyo modo de
comportarse debe observar atentamente el discípulo en todos los detalles y circunstancias.
Ésta era tan importante que sin ella el alumno era como si no hubiera aprendido nada y era
considerado un ignorante, corno un ‘am ha-’ares, pueblo de la tierra. Es la primera fase del
aprendizaje, llamado en los textos rabínicos servicio de los discípulos, servicio en el sentido
propio de la palabra. Sólo cuando se había superado esta etapa, el discípulo podía sentarse
delante del maestro, es decir, dedicarse a estudiar y aprender. La convivencia con el
maestro capacitaba al discípulo para vivir en comunión con el maestro y poder ser así su
continuador en plenitud.

La otra faceta de la formación era la intelectual en la Bet ha-Midras. El método básico,


tanto en Palestina corno en Babilonia, es la repetición, mientras que en Babilonia se
emplean también a partir del s.IV d.C. la kalla y la pirka. El mundo rabínico, en los cuatro
primeros siglos de nuestra era, desarrolló extraordinariamente los métodos memorísticos
en función del aprendizaje de la tradición oral. Se sirvieron para ello de diversos medios:
la repetición -el verbo hebreo sana' equivalente al arameo tanna' (de donde se deriva
tannaítas) significa repetir y aprender-, que consistía en leer y repetir el texto de forma
semitonada, rítmica y melodiosa; derek qesara, consistente en aprender fórmulas concisas
e incisivas, del modo más breve posible; fórmulas mnemotécnicas; empleo de recursos
didácticos y poéticos, como aliteración, asonancia, paralelismo, construcciones simétricas,
«enlazar perlas» (unir textos por palabras-corchete), formulaciones pintorescas y
llamativas. El diálogo era importante y se consideraba como medio privilegiado del
estudio, por lo que una de las características de la didáctica judía es plantear cuestiones
sobre el texto y debatir sobre él. Muchos maestros y estudiantes usaban la escritura como
ayuda para conservar enseñanzas, pero no podían usarla en público, de acuerdo con la
naturaleza de la torá escrita y oral, que exigía que cada una se emplease de acuerdo con su
carácter, la rorá escrita leída y la torá oral de memoria.

En cuanto a la kalla -palabra de etimología incierta- consistía en unas jornadas de varios


días entre estudiantes y maestros sobre un tema tomado de la tradición rabínica, y después
de la aparición del Talmud, sobre un texto de éste. En época geónica se celebraban dos
jornadas, una en el mes de Elul, en verano, y otra en el de Adar, en invierno. Fueron
extraordinariamente importantes para la redacción definitiva del Talmud. La pirka, por su
parte, significa párrafo, capítulo, y consistía en la exposición pública, ante iniciados y
pueblo sencillo, de un tema halákico y hagádico. En la época geónica se celebraba los
sábados en la sinagoga de la academia y la exposición corría a cargo del jefe de la academia
o del exilarca en Babilonia. Por su carácter abierto al público en general, contribuyó
muchísimo a la difusión de la mentalidad rabínica entre el pueblo.

El período de formación no tenía una duración precisa. Solía durar años y estaba
condicionado a la consecución de los objetivos, para lo que existía un examen -minnui- en
el que el candidato debía dar a conocer sus conocimientos prácticos y teóricos,
especialmente si es capaz de decidir libre y autónomamente sobre cuestiones de halaká y
si es capaz de formar discípulos 16• Junto a esto, tenía que saber escribir la Torá,
circuncidar, dar la bendición matrimonial, tener habilidad para atar el nudo de los tefilim
y zizit. Además, ordinariamente, debía estar casado, y, como se ha dicho arriba, tener un
oficio para vivir. Normalmente, se tiende a tener profesiones que permitan libertad en la
distribución del tiempo, como artesanos, agricultores, comerciantes, u ocupar cargos
públicos que le permitan tener influencia en el pueblo, como jueces, encargado de la
sinagoga y, especialmente, el cargo de parnas, encargado de la beneficencia de la
comunidad.

La Bet ha-Midras o academia dio paso en el s.VIII, en la época de los geones1 a las yesiuas
o academias talmúdicas, que florecieron en África del Norte y en España. Seguían el mismo
método de las academias babilónicas y palestinas. Después de la Ilustración se planteó la
necesidad de modernizar el estudio con métodos más científicos y se introdujo el estudio
de la Biblia, de la lengua hebrea y de su gramática. En el s.XX, la yesiva abrió sus puertas
a un público más amplio: el judaísmo ortodoxo llegó a la conclusión de que el único medio
de oponerse a la atracción del judaísmo reformado y liberal era la instrucción del pueblo
en general. La consecuencia fue una mejor formación del pueblo, pero también una baja
del nivel general de la yesiva. Para los que necesitaban y querían un nivel más alto se
habilitaron otros centros 20. Hoy día son muchas las yesivas existentes, especialmente en
EE.UU. e Israel.

3. La ordenación

El final de la formación en Palestina era la ordenación o semika (apoyo de las manos =


imposición de las manos), con la que se simbolizaba la transmisión de la función de

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