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Los fenómenos extremos asociados al clima como olas de calor, sequías, inundaciones,

ciclones tropicales, entre otros, revelan una vulnerabilidad significativa de algunos


ecosistemas y muchos sistemas humanos a la variabilidad climática actual. Entre los
impactos de estos eventos se pueden mencionar daños a la infraestructura y a los
asentamientos humanos, afectación a las cadenas productivas de alimentos y el
suministro de agua, aumento en la morbilidad y mortalidad causadas por enfermedades
emergentes, y consecuencias para la salud mental y el bienestar humano. Para los
países, independientemente de su nivel de desarrollo, los impactos están en consonancia
con una importante falta de preparación para la actual variabilidad climática en algunos
sectores (IPCC, 2014).

En México los huracanes, sequías, temperaturas extremas y lluvias torrenciales, han


ocasionado graves pérdidas humanas y altos costos económicos y sociales. Esos eventos
ponen en riesgo la vida de la población, su bienestar y patrimonio; comprometen la
conservación de los ecosistemas, su biodiversidad y los servicios que estos proveen;
también limitan las oportunidades de desarrollo en el corto y mediano plazo.

El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés)
creado por iniciativa de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente, presentó en 1990 un Primer informe de
evaluación en el que se reflejaban las investigaciones de 400 científicos alrededor del
mundo afirmando que el calentamiento atmosférico de la Tierra era real, y se pedía a la
comunidad internacional que tomara cartas en el asunto para evitarlo. Las conclusiones
del Informe alentaron a los gobiernos a aprobar la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Desde su entrada en vigor en 1994 la
convención ha contribuido de forma decisiva a abordar el cambio climático y la necesidad
de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Desde el inicio de su labor en 1988, el IPCC ha preparado cinco informes de evaluación


de varios volúmenes; así como informes especiales e informes de evaluación que han
puesto a disposición de la comunidad internacional el conocimiento científico-técnico
disponible sobre el cambio climático para los responsables de las políticas públicas como
público en general que se pueden consultar aquí.

En el año 2012 el IPCC publicó un informe especial sobre la gestión de los riesgos de
fenómenos meteorológicos extremos y desastres para mejorar la adaptación al cambio
climático. Dicho informe contribuyó a definir el desafío para hacer frente a estos
fenómenos como una cuestión para la toma de decisiones en un marco de
incertidumbres, al ofrecer un análisis de la respuesta en el contexto de la gestión de
riesgos.

En el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, se incorporó un enfoque de gestión de


riesgo a desastres en conjunto con una visión más tradicional de vulnerabilidad climática.
La contribución del Grupo de Trabajo II, fue el análisis del modo en que están cambiando
los patrones de riesgos y los beneficios potenciales debido al cambio climático, y se
analizó cómo se pueden reducir y gestionar los impactos y los riesgos relacionados con el
cambio climático por medio de la adaptación y la mitigación.

En este último informe se reconoce que la adaptación urbana se mejorará con la


gobernanza eficaz del riesgo urbano a varios niveles, la sintonización de las políticas y los
incentivos, el fortalecimiento de la capacidad de adaptación de los gobiernos y
comunidades locales, las sinergias con el sector privado y la adecuada financiación y
desarrollo institucional (nivel de confianza medio). También obran en favor de la
adaptación una mayor capacidad, voz e influencia de los grupos de bajos ingresos y las
comunidades vulnerables y sus asociaciones con los gobiernos locales.

Ante un clima cambiante y la posibilidad de riesgos climáticos va en aumento, la


respuesta es la adaptación, la cual ha sido definida por el IPCC (2007) como “las
iniciativas y medidas encaminadas a reducir la vulnerabilidad de los sistemas naturales y
humanos ante los efectos reales o esperados de un cambio climático”. Por su parte, la
Ley General de Cambio Climático (LGCC) en México, define adaptación como “las
medidas y ajustes en sistemas humanos o naturales, como respuesta a estímulos
climáticos, proyectados o reales, o sus efectos, que pueden moderar el daño, o
aprovechar sus aspectos beneficiosos”.

Las necesidades de adaptación abarcan un rango amplio de opciones que contemplan las
necesidades físicas y ambientales, sociales, institucionales, de información y capacitación
de recursos humanos, y de inclusión del sector privado en el proceso de adaptación. En
México es frecuente que al momento de planificar las intervenciones para disminuir la
vulnerabilidad ante el cambio climático, se piense en opciones dirigidas a reducir los
impactos de eventos climáticos adversos como medidas tecnológicas (genotipos
adaptados, tipos de labranza, conservación del agua, aumento en la eficiencia del uso de
agua y fertilizantes, sistemas de riego más eficientes), de cambios de hábito (cambio en el
calendario de siembra, uso de cultivos alternativos), de infraestructura (construcción de
represas y defensas), y de transferencia del riesgo (seguros tradicionales, seguros
indexados). Pero, generalmente, se ignoran las medidas que aumentan la capacidad
adaptativa y reducen la vulnerabilidad subyacente relacionada con factores
socioeconómicos (acceso a los recursos, disponibilidad de información y conocimientos),
e institucionales.

Al momento de planificar la adaptación es importante analizar las oportunidades,


limitantes y límites, así como los beneficios adicionales que pueden brindar las medidas.
Las oportunidades son los factores que facilitan la implementación de las opciones como
la concientización ciudadana, la disponibilidad de herramientas de evaluación de riesgos,
las capacidades humanas y financieras para llevar adelante las iniciativas, la buena
gobernanza, y la capacidad de innovación.

México requiere de políticas e intervenciones planificadas, coherentes, no contradictorias,


y acorde a los objetivos de desarrollo. Es importante lograr una visión holística de la
problemática aprovechando las capacidades desarrolladas para otros objetivos (como la
gestión del riesgo de desastre), conectando el tema climático con las acciones de
desarrollo, y promoviendo un ordenamiento ambiental y planificado del uso del territorio

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