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El sembrador

Estudio de parte del maestro: Lucas 8.4 al 15, Mateo 13.1 al 23


Lectura con la clase: Lucas 8.4 al 15
Texto para aprender de memoria— los menores: 2 Timoteo 3.15, Desde la
niñez has sabido las Sagradas Escrituras ;
los mayores: 1 Pedro 1.23
Introducción
Hoy hallamos al Señor Jesús sentado a la orilla del mar de Galilea, donde una
gran multitud se congrega en derredor suyo. A fin de hablarles con más facilidad
Jesús entra en un barco, y sentado allí, a corta distancia de la ribera, les relata la
siguiente parábola.
El sembrador
Empleando palabras sencillas, el Señor presenta un cuadro gráfico de un trabajo
que era común en el oriente, y aún lo es en muchas partes. Sale un labrador de
la tierra con una canasta de semilla en su brazo izquierdo. Metiendo su mano
derecha en ella, saca un puñado de semilla, y la esparce sobre la tierra en un
movimiento que va de izquierda a derecha. Sin parar, vuelve hacia la izquierda
nuevamente, y sacando más semilla, sigue el proceso, mientras anda por la
tierra arada. La semilla que esparce el sembrador crecerá, pues tiene vida, pero
crecerá únicamente en algunas clases de tierra, no en todas.
Las cuatro clases de tierra
A través del terreno del agricultor hay una senda que suele ocupar la gente para
acortar camino. Esta, debido al constante tránsito de muchos pies, está muy
dura, de modo que al caer aquí una parte de la semilla, no puede penetrar, sino
que permanece en la superficie. Luego vienen las aves del cielo las que siempre
están buscando alimentos, encuentran la semilla y la comen toda.
Mirando hacia otra parte del terreno, nos damos cuenta de que la tierra es de
poca profundidad, tan poca en verdad que apenas cubre la piedra que yace allí
en grandes extensiones. Al caer aquí, la semilla brota luego, dando promesa de
una buena cosecha, pero faltando profundidad de tierra, no tiene donde echar
raíces, y el sol la quema.
Por una orilla crece una gran cantidad de espinas, y allí también cae una parte
de la semilla. Aparentemente logra entrar, pero de nuevo la labor resulta
infructuosa, pues al crecer las espinas estas ahogan la semilla.
Nos parece que el sembrador ha trabajado en vano, pero todavía no lo hemos
visto todo. Hay también tierra buena por donde pasó el arado, dejándola
abierta y molida, en excelentes condiciones de recibir la buena semilla. Al caer
acá, entra, brota, y a su debido tiempo produce una grande cosecha.
Sabiendo que las historias inimitables de Jesús contienen lecciones espirituales,
deseamos saber el significado de esta parábola, y Él mismo la explica con
sencillez. En primer lugar dice que Él es el sembrador, y su palabra es la semilla.
La tierra donde esparce la buena semilla representa los corazones de aquellos
que escuchan el evangelio, de manera que cada oyente debe hacerse la
pregunta, ¿cuál de las cuatro clases de tierra puede ser figura de mi corazón?
Hay oyentes cuyos corazones están endurecidos por el tráfico continuo de los
placeres y los negocios, de tal manera que se han puesto completamente
indiferentes a la voz de Jesús. Al oírla, no le dan cabida, pues otros
pensamientos dominan su atención. Para Satanás y sus emisarios es muy fácil
quitarles la buena semilla, pues con gran facilidad se olvidan de lo oído, y se
pierden en sus pecados.
La segunda clase de oyentes, tanto adultos como niños, son aquellos que son
superficiales. Al oir el evangelio, de inmediato profesan creerlo, pero jamás se
reconocieron por pecadores; no hay en ellos ninguna convicción de pecado, ni
como consecuencia, ningún arrepentimiento genuino. Después de poco tiempo,
cuando hay una pequeña persecución, cuando sus amigos o parientes
comienzan a burlarse de ellos, se manifiesta que no hay nada en ellos, pues no
tienen raíces.
La tierra llena de espinas, las cuales ahogaron la semilla, representa a todos
aquellos quejen un principio demuestran interés por el evangelio, asistiendo a la
escuela dominical o a las reuniones de evangelización. Pero éstos tampoco
llegan a ser salvos, porque otros intereses ahogan la palabra, como por ejemplo
las necesidades materiales por un lado y las riquezas por otro. Además muchos
se dejan llevar por los pasatiempos de la vida. Estas son las almas frías e
indiferentes que desean tener la salvación, y al mismo tiempo quieren al
mundo, de manera que nunca dan fruto a Dios, y por fin perecen en sus
pecados.
Nos falta considerar la parte más bella de la parábola donde Jesús habla de la
buena parte donde logró entrar la semilla, produciendo una hermosa cosecha.
¿Quién de los aquí presentes será semejante a esta última clase de tierra,
abriendo su corazón para recibir el evangelio, creyendo que Jesús murió por él?
Recordemos que el divino Sembrador dice, “El que oye mi palabra, y cree al que
me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida”.
La semilla en todos los casos era buena, la diferencia se encontraba solamente
en la tierra. Del mismo modo, la palabra de Dios puede comunicar vida a todos
nosotros, pero Satanás, el mundo, los problemas, y los placeres combinan para
impedir que ustedes sean salvos. No se dejen engañar por estos enemigos, sino
pongan su fe en la palabra que puede hacerles sabios para la salvación.
Preguntas
1. ¿De cuántas clases de tierra habló Jesús en la parábola?
2. Describan lo que sucedió en las cuatro clases de tierra.
3. ¿Qué cosa es la buena semilla? ¿cómo es sembrada?
4. ¿A quién simbolizan las aves del cielo?
5. ¿En qué sentido es diferente la buena tierra de las otras?
¿cómo puede el corazón de un niño ser semejante a la buena tierra?

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