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Seguramente desde antes de que el hombre empezara a hablar ya debíamos

tener algún tipo de conceptualización respecto al estado de felicidad, más allá de


alguna de las emociones básicas que nos caracterizan. Ya en las culturas antiguas
como las que se establecieron en la región mesopotámica y del bajo Nilo, hemos
obtenido pruebas de la importancia que para el hombre ha tenido desde siempre
la felicidad. Gracias a la escritura de estas primeras civilizaciones, ha sido más fácil
evidenciar el importante rol que ha jugado hasta nuestros tiempos la felicidad
para los ciudadanos de cada pueblo que ha habitado la tierra.

La felicidad ha sido una de las más eficaces herramientas que a través de los
siglos los emperadores, reyes, políticos, corporaciones e incluso religiones, han
utilizado para mantener unidos a sus seguidores bajo esta y otras creencias. Se ha
recurrido a la promesa de felicidad en vida, después de la muerte, en
reencarnación y hasta en vida la eterna, eso sí, a cambio de ciertas
contraprestaciones, y en algunos casos, sino es que, en la mayoría, bajo la
amenaza de castigo corporal o espiritual, en esta vida o en lo que a esta le siga.

Grandes pensadores han dedicado meditaciones y disertaciones extensas para


tratar de entender y definir la felicidad. Desafortunadamente, si nos pusiéramos
en este momento a estudiar sus postulados, deberíamos dedicar meses, si no es
que años para poder abarcar todos los aspectos que se tocan, y cuyo problema es
la falta de coincidencia entre cada pensador y los demás, independientemente de
su tiempo. Por mencionar tan solo un par, Aristóteles veía la felicidad como ese
fin último al que se podía llegar en vida, cultivando las virtudes. Nietzsche la veía
como ese espíritu de lucha que le permitía al ser humano sobreponerse a los
obstáculos que le impedían alcanzar su libertad y autodeterminación. ha sido una
condición o estado humano tan importante, que incluso el país contemporáneo
de mayor importancia geopolítica, los Estados Unidos de América, la inscribió
como un derecho inalienable en su declaración de independencia.

Aunque la primera parte de lo enunciado hasta ahora pueda parecer


desesperanzador, no deja de ser cierto, y nos permite observar una característica
que parece ser común a lo descrito, por ahora no es posible definir de forma
unificada la felicidad y entre tanto que esto se logre, nos apartaremos de esta
felicidad para trabajar en un tema en el que las ciencias sociales y del
comportamiento ya están trabajando y es el bienestar.

Observando en el mundo el tratamiento que se le da a la felicidad, podemos


concluir que en su mayoría la orientación que se le da es que pareciera ser un
estado del ser humano que en gran proporción viene de afuera, de lo que una
persona, estado, credo, etc., nos inculca. Nuestro propósito es totalmente al
revés, es evaluar de adentro hacia afuera qué es lo que nos conduce a ese estado
de bienestar, de “felicidad”. Para esto empezaremos por entender cómo funciona
nuestro cerebro, y cómo es que este, logra construir una interpretación diferente
del mundo para cada uno de nosotros. Es por lo anterior, apenas lógico, que a
través de los tiempos haya sido y continúe siendo tan difícil unificar la definición
de felicidad, por ser esta tan subjetiva y ligada a un mundo diferente que somos
cada uno de los seres humanos.

La felicidad y el bienestar son temas de primer orden a nivel mundial, tanto así
que algunas de las universidades más importantes del mundo: Harvard y Yale,
entre otras, han establecido asignaturas que tratan estos temas. Por supuesto
que debido a la importancia que estos temas representan para los jóvenes de
nuestra época, estos cursos se han convertido en los más solicitados en estas
universidades.

Una vez más, nuestro propósito es que mediante las diferentes sesiones del taller,
cada uno de nosotros podamos reconocer qué es lo que nos hace realmente
felices, descartando aquellas ilusiones de felicidad que nos ha vendido la sociedad
en la que vivimos, las cuales no dejan de ser más que estímulos efímeros para
nuestro sistema de recompensa cerebral.

Una vez realizada esta etapa de autoconocimiento, pasaremos a la


implementación de aquellas metas honestas que realmente nos permitan
mantener un estado de bienestar que nos haga felices, metas que salgan de
nuestro corazón y que estén en consenso con nuestra razón.

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