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Primera Lectura

Isaías 52, 7-10

¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes


al mensajero que anuncia la paz,
al mensajero que trae la buena nueva,
que pregona la salvación,
que dice a Sión: "Tu Dios es rey"!

Escucha: Tus centinelas alzan la voz


y todos a una gritan alborozados,
porque ven con sus propios ojos al Señor,
que retorna a Sión.

Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén,


porque el Señor rescata a su pueblo, consuela a Jerusalén.
Descubre el Señor su santo brazo
a la vista de todas las naciones.
Verá la tierra entera
la salvación que viene de nuestro Dios.
MISAL ROMANO

Del Común de pastores: por un Papa.

Oración colecta

Oh Dios, rico en misericordia,

que has querido que el san Juan Pablo II, papa,

guiara toda tu Iglesia,

te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas,

nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones

a la gracia salvadora de Cristo, único redentor del hombre.

Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo

y es Dios por los siglos de los siglos.

SALMO RESPONSORIAL Sal 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 9-10a y c R.

Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad
al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. R. Proclamad día tras día su
victoria, contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R. Familias de los
pueblos, aclamad al Señor, adamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre
del Señor. R. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente.» R. EVANGELIO 
Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 1-11 En aquel tiempo, había una boda en Caná
de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la
boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: —«No les queda vino.» Jesús le contestó:
—«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.» Su madre dijo a los sirvientes: —«Haced lo
que él diga.» Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de
unos cien litros cada una. Jesús les dijo: —«Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta
arriba. Entonces les mandó: —«Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.» Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo
sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: —«Todo el mundo
pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el
vino bueno hasta ahora.» Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su
gloria, y creció la fe de sus discípulos en él. Palabra del Señor Homilía: Las lecturas invitan a la
alegría. Si hay fe en Dios... Si Cristo está donde surge un problema insoluble… Que como María,
miremos a Jesús y sintamos que Jesús está como dice el evangelio de hoy: “Allí estaba… y
María, su madre, también estaba con él”. Jesús manifiesta su gloria en la felicidad de las
personas: cuando una persona es feliz, se manifiesta allí, la gloria de Cristo. En la manera que
un pueblo encuentra los caminos de la paz y la justicia, la fraternidad y el amor, Cristo está
glorificándose. Hoy la salvación aparece como un festín de bodas: y María no es simplemente
aquí la madre de aquel Jesús, María aparece en toda la rica simbología de este pasaje como la
imagen de la Iglesia: La Madre de Jesús estaba allí donde estaba Jesús. San Juan presenta entre
María y Jesús, la relación de Jesús con la Iglesia porque María es el modelo de la Iglesia. Por
eso dice el evangelio de hoy: “Estaba allí la Madre de Jesús y sus discípulos estaban también”.
Una sola cosa, Jesús, María y todos los cristianos. María es intercesión confiada. Nuestra
plegaria gana mucho cuando la ponemos en las manos de María ya que somos María, por ser
Iglesia. Cuando oramos unos por otros, cuando le decimos a Jesús “¡no tienen vino!”, cuando
nos preocupamos de pedir más por los otros que por nosotros mismos. La respuesta de Jesús
es también todo un misterio. “¡Mujer!”. Quiere decir algo más profundo, ¡quiere decir Eva!,
¡quiere decir madre de los vivientes! Para Cristo, María es algo más que su madre física, es
madre creada por Dios para engendrar espiritualmente toda una humanidad divina. También
respuesta misteriosa: “¿qué a mí y a ti?” No es un desprecio. La respuesta se parece a la que el
Niño Jesús dio a María en el templo cuando se perdió: “¿por qué me buscabais, no sabéis que
debo de estar en las cosas de mi Padre?”. ¿Qué tenemos que hacer tú y yo sino obedecer al
Padre? Es decir, la relación de la Iglesia con Jesús, obediente a la hora del Padre, colaborando
con Jesús en la obediencia a Dios. Y cuando Cristo le ha dicho: “mi hora no ha llegado” le está
diciendo: “es tu hora también la que va a llegar. Cuando sea yo glorificado, tu misión también
será glorificada. Tú serás siempre esa hora en que yo he redimido al mundo, la colaboradora
más íntima”. Como María debe ser la Iglesia: confiada pero activa: “Haced lo que Él os diga”.
No se puede dar un milagro sólo esperándolo de Dios, hay que poner de nuestra parte todo lo
que está a nuestro alcance... Supone, pues, el milagro pero también la acción. En la primera
lectura de hoy se encuentra a María, figura de una Iglesia rica en carismas. Cuando fue Pablo
VI a Fátima donó a la imagen de la Virgen un rosario. Fue el encuentro de la cumbre del
carisma, con la cumbre de la jerarquía. La Iglesia es jerarquía y carisma: La jerarquía lleva la
misión de quien dijo: "así como me envió mi Padre, así yo os envío". Y carisma es el conjunto
de cualidades que surgen en el Pueblo de Dios y que la autoridad jerárquica ordena para el
bien común. Carisma y jerarquía no se pueden separar. María no es jerarquía, María no fue
escogida para ser el Papa, no fue puesta por Cristo para que celebrara sacramentos, María se
quedó así como vosotros, una mujer del pueblo. Pero María tuvo la riqueza de los carismas.
María es todo lo que puede necesitar la Iglesia. María, como vosotros, hace vida la palabra.
María es el signo de lo que hoy se ha leído. Es modelo de una Iglesia que pone en práctica lo
que San Pablo dice: “hay diversidad de dones pero un mismo espíritu. Hay diversidad de
servicios pero un sólo Señor. Hay diversidad de funciones pero un mismo Dios que obra todo
en todos. En cada uno se manifiesta el espíritu para el bien común”. No todos servimos para
todo pero todos servimos para algo. Y ese conjunto de “algos”, constituye el bien común: “Y
así unos reciben el espíritu de hablar con sabiduría, otros de hablar con inteligencia. Hay quien,
por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe… etc” Hermanos, modos de pensar distintos,
proyectos distintos, opciones distintas, pero lo bueno es que cada uno busque el bien común.
Construyamos, según hemos recibido del Espíritu, la patria común; poner en común lo que
cada uno ha recibido. Y “Así Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus
discípulos en él”.

LECCIONARIO DE LA MISA

Para el día de san Juan Pablo II también se puede usar, además de las lecturas de la Misa del
día, cualquier lectura del Común de pastores: por un Papa. En la futura edición del Leccionario,
la citación será la n. 663A. Si se desea una celebración más solemne, se recomiendan las
siguientes lecturas (con su cita del volumen III del Leccionario mexicano):

Primera Lectura – Isaías 52, 7-10 (lectura n. 127, p. 401)

La tierra entera verá la salvación que viene de nuestro Dios.

Salmo Responsorial – Salmo 95 (96), 1-2a. 2b-3. 7-8a. 10 (lectura n. 832, p. 898)

R/. Cuenten a todos los pueblos las maravillas del Señor.

Aclamación antes del Evangelio – Juan 10, 14 (lectura n. 986, p. 981)

Yo soy el buen pastor, dice el Señor;

yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.

Evangelio – Juan 21, 15-17 (lectura n. 436, p. 624)

Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.

LITURGIA DE LAS HORAS

Texto en inglés — Texto en latín. . .

Del Común de pastores: por un Papa.

Biografía

Carlos José Wojtyla nació en Wadowic, Polonia, el año 1920. Ordenado presbítero y realizados
sus estudios de teología en Roma, regresó a su patria donde desempeñó diversas tareas
pastorales y universitarias. Nombrado Obispo auxiliar de Cracovia, pasó a ser Arzobispo de esa
sede en 1964; participó en el Concilio Vaticano II. Elegido Papa el 16 de octubre de 1978, tomó
el nombre de Juan Pablo II, se distinguió por su extraordinaria actividad apostólica,
especialmente hacia las familias, los jóvenes y los enfermos, y realizó innumerables visitas
pastorales en todo el mundo. Los frutos más significativos que ha dejado en herencia a la
Iglesia son, entre otros, su riquísimo magisterio, la promulgación del Catecismo de la Iglesia
Católica y los Códigos de Derecho Canónico para la Iglesia Latina y para las Iglesias Orientales.
Murió piadosamente en Roma, el 2 de abril del 2005, vigilia del Domingo II de Pascua, o de la
Divina Misericordia.

Oficio de lectura

Segunda lectura

De la Homilía del san Juan Pablo II, papa, en el inicio de su pontificado

(22 de octubre 1978: AAS 70 [1978] 945-947)

¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!

¡Pedro vino a Roma! ¿Qué fue lo que le guió y condujo a esta Urbe, corazón del Imperio
Romano, sino la obediencia a la inspiración recibida del Señor? Es posible que este pescador de
Galilea no hubiera querido venir hasta aquí; que hubiera preferido quedarse allá, a orillas del
Lago de Genesaret, con su barca, con sus redes. Pero guiado por el Señor, obediente a su
inspiración, llegó hasta aquí.

Según una antigua tradición durante la persecución de Nerón, Pedro quería abandonar Roma.
Pero el Señor intervino, le salió al encuentro. Pedro se dirigió a El preguntándole: «Quo vadis,
Domine?: ¿Dónde vas, Señor?». Y el Señor le respondió enseguida: «Voy a Roma para ser
crucificado por segunda vez». Pedro volvió a Roma y permaneció aquí hasta su crucifixión.

Nuestro tiempo nos invita, nos impulsa y nos obliga a mirar al Señor y a sumergirnos en una
meditación humilde y devota sobre el misterio de la suprema potestad del mismo Cristo.

El que nació de María Virgen, el Hijo del carpintero – como se le consideraba –, el Hijo del Dios
vivo, como confesó Pedro, vino para hacer de todos nosotros «un reino de sacerdotes».

El Concilio Vaticano II nos ha recordado el misterio de esta potestad y el hecho de que la


misión de Cristo –Sacerdote, Profeta-Maestro, Rey– continúa en la Iglesia. Todos, todo el
Pueblo de Dios participa de esta triple misión. Y quizás en el pasado se colocaba sobre la
cabeza del Papa la tiara, esa triple corona, para expresar, por medio de tal símbolo, el designio
del Señor sobre su Iglesia, es decir, que todo el orden jerárquico de la Iglesia de Cristo, toda su
"sagrada potestad" ejercitada en ella no es otra cosa que el servicio, servicio que tiene un
objetivo único: que todo el Pueblo de Dios participe en esta triple misión de Cristo y
permanezca siempre bajo la potestad del Señor, la cual tiene su origen no en los poderes de
este mundo, sino en el Padre celestial y en el misterio de la cruz y de la resurrección.
La potestad absoluta y también dulce y suave del Señor responde a lo más profundo del
hombre, a sus más elevadas aspiraciones de la inteligencia, de la voluntad y del corazón. Esta
potestad no habla con un lenguaje de fuerza, sino que se expresa en la caridad y en la verdad.

El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y
confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea, de tu única potestad!
¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea
un siervo! Más aún, siervo de tus siervos.

¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!

¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al
hombre y a la humanidad entera!

¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad
salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos
campos de la cultura. de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo
que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce!

Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de
su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se
siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitid, pues, – os lo ruego,
os lo imploro con humildad y con confianza – permitid que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El
tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!

Responsorio

R. No tengáis miedo: el Redentor del hombre ha revelado el poder de la cruz y ha dado la vida
por nosotros. * Abrid de par en par las puertas a Cristo.

V. Somos llamados en la Iglesia a participar de su potestad.

R. Abrid de par en par las puertas a Cristo.

Oración
Oh Dios, rico en misericordia,

que has querido que el san Juan Pablo II, papa,

guiara toda tu Iglesia,

te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas,

nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones

a la gracia salvadora de Cristo, único redentor del hombre.

Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo

y es Dios por los siglos de los siglos.

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