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Ricardo Rodulfo

30 de abril a las 18:31 ·


Esta nota viene muy oportuna para reflexionar sobre lo bueno que sería que nuestros
psicoanalistas tuvieran formación musical de cierta consistencia, dada la importancia que se ha
demostrado lo musical tiene como precondición para la adquisición del lenguaje y como motor
del desarrollo afectivo, para no hablar de su importancia terapéutica en problemáticas de
difícil tratamiento, como en muchas patologías de la temprana infancia a las que cuesta
encontrarle un nombre preciso, a veces próximas al autismo pero otras no reductibles a él.

Mt Gabriel Solarz Don Rodulfo, los psicoanalistas tienen que empezar a aceptar la falta, la
castración que implica que hay una ley nacional de Musicoterapia y una profesión de mas de 60
años que concibe la musica y el sonido como forma de construir comunicación en la infancia. Su
posteo no solo es una ofensa, sino una apología del ejercicio ilegal. Si tanto le interesa realmente la
música y el lenguaje, haga una buena practica ética, anotese en la universidad, y tomese el trabajo
de formarse adecuadamente, evitando tocar "de oido" en el tema, lo cual puede justamente ser
contraproducente para el desarrollo del lenguaje y la comunicacion en los niños, cosa habitual
cuando los no musicoterapeutas hacen música con los niños que requieren atención especializada.

Ricardo Rodulfo
Para terminar, insistamos un poco: quede en claro que una cosa es la existencia y pertinencia y
competencia de la Musicoterapia en cuanto tal, a cuya ayuda por mi parte apelo cuando requiero de
su auxilio para el trabajo con un paciente y otra cosa muy diferente es reformular y reestructurar la
formación de los psicoanalistas incorporando en ella elementos y conceptos extraídos de la teoría
de la música. espero que esto despeje el lamentable mal entendido que se suscitó y que me dolió
particularmente dada mi larga prédica en defensa de las especificidades intertextuales que
componen el campo de lo multidisciplinario. Por último, pero no carece de importancia, les cuento
que la música no sólo fue mi pasión más temprana sino que en ella obtuve mi Primer Título
terciario como Profesor Nacional de Música en lo que era el Conservatorio Nacional y hoy es la
Universidad Nacional del Arte. Esto posibilitó mi desempeño como Jurado de Tesis y de Concursos
en la Carrera de Musicoterapia de Universidad de Buenos Aires. Nunca la consideré una Carrera
menor, porque nada de lo musical puede ser catalogado de menor, Un saludo cordial para ustedes:

Ricardo Rodulfo Creo que la preocupación por derivaciones correctas confunde un poco un tema
que es diferente: el psicoanalista no tiene que formarse musicalmente o en plástica o en lenguaje
para usurpar informalmente el lugar de otro profesional, la necesidad de una derivación no está en
discusión. El psicoanalista necesita elementos por ejemplo de la teoría de la música para poder
procesar teóricamente cosas de su trabajo. Aquí solo tengo que acudir a mi propia experiencia: ni
Daniel Stern ni yo habríamos podido conceptualizar en el nivel teórico más abstracto incluso,
aspectos decisivos de la vida afectiva si no hubiéramos podido servirnos de modelos musicales.
Análogamente, el interés del psicoanalista por el lenguaje también es un interés teórico y no para
competir ilegítimamente con el fonoaudiólogo. El psicoanalista tiene que ocuparse de la vida
emocional del paciente en su conjunto así como también de la repercusión de esta emocionalidad
en los planos cognitivos del paciente y para eso necesita modelos conceptuales que extrae de
diversos lugares. El psicoanalista también se ocupa del ser del paciente (por ejemplo en todo lo que
atañe en problemáticas de identidad) y eso no quiere decir que pretenda sustituir al filósofo,
porque el ser sea un concepto que proviene de la filosofía. Insisto en que se discrimine en este
plano porque si no se pueden cometer errores muy graves y malentendidos profesionales. Si un
niño de 3 años es mudo, para citar un ejemplo no tan extraño, antes que nada trabajo su caso con un
musicoterapeuta a quien derivo, además de hacer que el niño visite a un neuropediatra para
descartar otros problemas, y todo eso antes de acudir al fonoaudiólogo, porque en un caso así lo
primordial lo tiene lo musical por sobre el lenguaje. Pero esto no implica que yo deba utilizar
modelos musicales entre otros, para procesar conceptualmente como psicoanalista algunas cosas
que al niño le ocurren y sobre las que debo intervenir. La concepción que se propone, demasiado
exclusivamente orientada al problema de la derivación, correría el riesgo de una rigidez que pronto
se volvería inviable: sin que eso obstaculice la derivación al musicoterapeuta, el analista debe
utilizar su voz para dirigirse al paciente, y para utilizar su voz de manera adecuada, no basta en
absoluto que él se atenga a los significados de lo que está diciendo, debe tener muy en cuenta sus
entonaciones, sus intensidades, sus ritmos en la voz cuando se dirige al paciente porque si no toma
esto en cuenta no puede confiar en absoluto en que su intervención sea adecuada. Un psicoanalista
puede trasmitir un significado hablando, pero con una música tan poco adecuada en su voz que no
le llegue al paciente afectivamente o le haga sentir al paciente rechazo o temor hacia su terapeuta,
por el tipo de actitud emocional que su voz trasunta. No se le puede prohibir al psicoanalista que
use su voz so pretexto de que debe derivar al musicoterapeuta en determinadas ocasiones. Sea
necesario derivar o no, el analista necesita utilizar su voz y para utilizarla de una manera
fundamentada y no solo intuitiva debe poder pensar sobre su voz, y no hay manera de pensar sobre
la voz sin referencias musicales.
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