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1/ Agilidad

El primer motivo por el que condensar es la agilización de la lectura. Cuantas


menos palabras necesitemos para narrar un suceso, más rápido será el ritmo de la
acción, con lo que facilitaremos que el lector se mantenga enganchado a la
lectura.
Veamos, como siempre, ejemplos propios. Primero un texto prolijo en detalles:

“En el parque había un bulevar, a cuyos lados se extendían


dos hileras de grandes plátanos, como también hermosas
fuentes que caían en estanques de forma circular. La gente
paseaba con sus perros, o practicaba deportes como el
footing o bicicleta, y aun había algunas personas que
conducían esos barquitos de control remoto que siempre me
fascinaron”.
Y luego la misma información condensada:

“En el parque había un bulevar conducido por dos hileras


de grandes plátanos, como también hermosas fuentes de
estanques circulares. La gente paseaba o practicaba
deportes, e incluso algunas conducían esos barquitos
teledirigidos que siempre me fascinaron”.
Hemos pasado de escribir 57 palabras a 37. Es decir, nos hemos ahorrado nada
más y nada menos que 20 palabras y esencialmente decimos lo mismo, con lo
que, como comentábamos, la lectura se ha agilizado considerablemente. En un
párrafo tan corto puede que la diferencia no sea notoria, pero a la larga sí se
evidencia considerablemente.
 

2/ Elegancia
 
El ser capaz de condensar mucho en poco confiere calidad literaria, dado que
presupone un mayor manejo del lenguaje, de las palabras, de las expresiones.
Ello no significa por supuesto que debamos ser parcos, sino simplemente no ser
lo contrario: locuaces.
Asimismo, con la condensación se obtiene muchas veces una literatura mucho
más poética, pues se exige de las palabras que ejerzan significados más
amplios o expresar nuevos usos y matices.
Para ejemplificar este punto aprovecharemos el fragmento anterior. Al caso, no
es lo mismo decir:

“En el parque había un bulevar, a cuyos lados se extendían


dos hileras de grandes plátanos”.
que:

“En el parque había un bulevar conducido por dos hileras


de grandes plátanos”.
En el segundo ejemplo hemos jugado con el adjetivo “conducido” para dotar de
mayor movimiento a la descripción. Pues hemos convertido una frase en la que
aparece una subordinada, que por ello requiere de un enlace (“a cuyos”) y a la
que hemos tenido que añadir una coma para facilitar la lectura, en una sola frase.
Con este modo poético de describir la escena, exigimos cierto trabajo mental al
lector y demostramos que sentimos alta consideración por nuestro estilo.

Dicho esto, pasamos a tratar las técnicas con que podemos obtener la
condensación narrativa:

a) Escribir solo lo relevante.


Una vez más, escribir solo sucesos y circunstancias relevantes se nos
revela como un factor indispensable para la buena literatura. Si se
quiere condensar información, la primera regla es no dar información irrelevante.
Con esto evidentemente se pierde alguna información, pero si esta
es irrelevante bien puede extraerse:
“La gente paseaba con sus perros, o practicaba deportes
como el footing o bicicleta …”
Y:

“La gente paseaba o practicaba deportes …”


¿Realmente se pierde algo fundamental con eliminar la imagen de los perros o de
los deportes concretos que se practican?

Y como el lector suele compartir un mismo contexto cultural con el autor,


comparte también ciertos esquemas con este (a no ser que provenga de una
cultura muy alejada de la del escritor, en cuyo caso dará la oportunidad al lector
de que indague sobre su propia cultura). Si hablas de deporte y de un parque,
inmediatamente te vendrá a la cabeza una persona realizando footing. Jugad con
el carácter colectivo de los conceptos culturales.
Esto no solo se da en un plano cultural, sino físico también. Así:

“… hermosas fuentes que caían en estanques de forma


circular”.
Yo ya sé que en este Universo el agua que sale de una fuente vuelve a caer por
acción de la gravedad (a menos que la fuente posea la fuerza de un transbordador
espacial). No solo compartimos un bagaje cultural, sino también la experiencia
del mundo físico. ¿Para qué mencionar este fenómeno físico de sobras
conocido?:
“… hermosas fuentes de estanques circulares”.
Cabe mencionar que hemos sido un poco radicales con la cuestión de eliminar lo
irrelevante, dado que en ocasiones el hecho de introducir más información de la
fundamental puede dar valiosos matices, e incluso hacerse de forma consciente
por razones estilísticas. En todo caso, hemos sido extremistas para facilitar la
comprensión de las técnicas narrativas.

b) No escribir obviedades. 
En cierto sentido, este punto entraría en el anterior, dado que una obviedad es
algo irrelevante. Jugad con lo implícito de los sucesos para no tener que
mencionarlos explícitamente, como en el caso de la fuente. Para una ampliación
sobre esta cuestión, enlazo a esta entrada.
 
c) No escribir redundancias.
No deben repetirse sucesos que ya se han comentado de forma implícita o incluso
explícita. Esto está muy ligado a las obviedades, dado que toda obviedad, aparte
de ser algo irrelevante, es también redundante, porque es repetir algo tácito.

d) Precisión terminológica. 
En lugar de entregarnos a farragosas descripciones, narraciones confusas, frases
obstrusas y demás, lo mejor es emplear unas pocas palabra precisas, cuyos
significado recojan todo lo que queremos expresar. Sirva para este caso el
ejemplo del punto 2).

e) No describas, narra.


En la medida de lo posible, considero preferible narrar a describir. Si
convertimos una descripción en una serie de hechos diacrónicos y no sincrónicos,
puede mantenerse el ritmo narrativo y todo queda más integrado. Para ello es útil
emplear verbos en lugar de adjetivos. Recuperando el ejemplo del boulevard, no
es lo mismo decir:

En el boulevard había una sucesión de árboles y había


fuentes de las que caía agua.
Que emplear verbos de movimiento:

En el boulevard desfilaban hileras de árboles y de las


fuentes caía agua.

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