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Lucy iz Medina fa Orfaley Ortiz M Mar Es es . V Hillman a Capitulo! Cuenta 1a abuela ......ssssseessesecnsseneecneccnrecsseesnreenensneenne 7 Capitulo 2 E] despertar. Capitulo 3 La tormenta Capitulo 4 El brillo de Lucy. Capitulo 5 La sucesora Capitulo 6 La abuela dijo adiéds. PE Capitulo | Cuenta, la abuela, Cuando la abuela empezaba a contar historias, yo me envolvfa en sus palabras y muy rapido entraba en esos mundos coloridos de los que solo ella portaba la Have. La realidad cambiaba y pronto habitaba otras dimensiones, siempre distintas. Son muchas las historias registradas en mi memoria, en ocasiones, esos personajes se salen y los veo caminar por las calles, subir aceras, cruzar seméforos, sentarse en la silla de al lado, leer el periédico en la mafiana, pedir una moneda, bajarse de un bus todavia andan- do y no caetse, cescaieaaocon Cams Por eso, cuando los adultos hablaban de las brujas o hechiceras, yo la imaginaba a ella, a lg abuela. Era increible ver lo que lograba solo con su imaginaci6n y su voz. Hacia todo un ritual para iniciar sus historias, nunca podia empezar sin e| material indispensable, aquel que creaba la at- mésfera, asi fuera un trapo, un palo, la escoba, una sartén, la tapa de una olla, 0 cualquier cosa que ella creyera le daba realismo a su cuento. En algunas ocasiones, se le ocurrian histo- rias de animales, Estas tenfa que contarlas en el corredor con el portén abierto, asi podia salir al jardin y arrancar de él lo que necesitaba. La vefamos casi arrastrandose cuando el personaje era una serpiente que imploraba perdén, o imi- tando a un perro, un gato, un tigre o cualquier otro animal. Otras veces, simplemente, jugaba con su voz y nos decia que cerraéramos los ojos, que asi ibamos a poder acompaiiarla a un lugar lejano, al que sélo los ciegos tenian la fortuna de entrar, 0 aquellos que prometian no abrir los ojos. Uno de esos dias, después de la visita dé una amiga que le trajo una noticia triste y de que sus lagrimas se confundieron con el agua 3 esvaneaworth Cams y el jabén cuando lavaba la TOpa, nos Hlamé i corredor, ya habiamos pensado que ese dia . habria historia. Entonces, orden en tono ne serio que cerréramos los ojos. También dijo que interrumpiria y no sabriamos el final de Io que iba a contarnos si nos veia intentando abrirlos, Mis hermanos y yo nos aseguramos y los apre- tamos muy fuerte para que nada hiciera parar a la abuela. Esvaneauu vutflams oo” Con los Ojos cerrados, ella nos introdujo en el bosque, esta vez los protagonistas serian anima. les muy pequefios. Nos advirtié que por nadg del mundo la podiamos interrumpir. Nos dijo que poco a poco ibamos a darnos cuenta de qué se trataba la historia, y que si no entendiamos esperdramos, porque se iba a convertir en un insecto, pero que aquello sdlo seria posible si teniamos los ojos cerrados. Empezé a hablar de otra forma, a contarnos de su mundo y de sus dias. Muy pronto olvi- damos que era la abuela quien hablaba y nos concentramos en su voz y en ese bosque, en sus palabras, en lo que describia. Sin darnos cuenta, nos hall4bamos en medio de otros olo- res, otros sonidos, sentiamos el olor a musgo, a tierra mojada, a eucalipto. Oiamos el zumbido de los insectos, el croar de los sapos, el cantar de los grillos, el agua que corria, y una vocecita muy dulce, era la luciérnaga que nos empezaba a contar su historia. Cscdileauy CUI ms Capitulo 2 [I despertar Pui una pequeiia larva, una muy, muy peque- fia, aunque no lo crean. La vida de larva no fue facil, habfa una gran cantidad de insectos més grandes acechdndonos, sin contar los sapos, siempre listos para comernos. Una vez, estaba yo desperezindome, me estiraba y volvia a en- cogerme. Habia caido una brisa suave, asf que todo estaba htimedo. De pronto, sentf ruidos €xtrafos, a pesar de estar en medio de miles de larvas como yo; no puedo decirles que me asus- té, Porque la verdad, no conocia el miedo, de €S0 supe cuando ya era mas grande. Lo cierto es due aquel dia me quedé esperando, intentando tt ———— —.| Cams saber qué era aquel ruido, pero un golpe stibito te, me arran- y, luego, un movimiento muy fuer , a caron de mi lugar, jqué sensaci6n mas extraftal Creo que ese dia tuve la primera experiencia cercana al miedo. esperaba, no sabia qué, Me quedé quietecita, teos en todas las pero yo esperaba. Escuché ale’ direcciones, estaba apretujada entre otras lar- vas, no podia hacer nada. De las miles que éra- mos solo quedamos unas pocas. Desde ese dia aprendi que los ruidos extrafios en mi mundo traen sorpresas muy desagradables. No sé cudnto tiempo duré mi vida de larva, muy pronto sentf que mi cuerpo cambiaba. Fue una sensacién muy extrafia, el cuerpo se estira- ba, se encogia y se ensanchaba. Una tarde, al mi- rarme en un charco de agua, nuestro espejo en el bosque, vi que ya no era la misma. Al principio me asusté un poco, pero luego me di cuenta de que esa era mi nueva imagen, la de una luciér- naga muy diferente a la pequefia larva que habfa sido. Después de eso me invadieron las ganas de volar, de subir alto, de dejar atrés mi hogar de larva. Senti un gran impulso: remontarme por el aire, y lo hice, estrenaba mi libertad, me sentia 2 Escaneauu col Cams nn tranquila, duefia del viento fresco que me envol- yfa. Allf iban varias de mis compajieras, las lu- ciérnagas; quise acercarmeles, pero una de ellas se volvié hacia a mi: iy ti, qué cosa tan rara eres? —iCosa rara? {Qué es eso? —pregunté sor- prendida, nadie me habfa Ilamado asf. —Pareces luciérnaga, pero no tienes luz como nosot penas un titilar que ni se ve. Me di cuenta entonces de que todas cllas ian un concierto de lucecitas en la oscuridad, mientras yo emitia un destello ins , Se apagaba con facilidad y no se vefa como el de las otras. De tenfan hermosas luces, hai gnificante que, ademé inmediato senti el golpe de un viento helado, un temblor que me paralizaba, permitiéndome apenas sostenerme en el aire. En ese momento, otra de las luciérnagas agreg6: —Pobre de ti. Una luciérnaga sin luz no pue- de vivir, no podrdas venir con nosotras, tendras que quedarte sola, ni pareja conseguiras. Yo no habia experimentado lo que se sentia alzar el vuelo en compaiiia y formar parte de una San multitud, y todas coordinadas en su brillo. % Cams Verlas a todas ellas juntas me hizo entender lo que habia querido decir aquella luciérnaga. Las vi ale. jarse, algunas se refan de mi, otras me miraban con tristeza y otras se fueton muy indiferentes, como sj no me hubieran visto jamas. Tomé la decisién de seguirlas sin que se dieran cuenta. | Me fue facil perseguir a las luciémagas, @ mi luz efa tan tenue, ellas no alcanzaban a me. Varias noches lo hice, volaba Siempre ca; fandome tras las hojas de los atboles cere, a ellas, asi pude ver COmo vivian los insect mi especie y otros tantos. ‘omo ver- mu- ‘anos 08 de Una noche vi a una arafia comerse a una abe- ja, no sé en qué estaba pensando la muy esttipi- da —me refiero a la abeja— pues la telaraiia era bastante grande y la abeja se fue acercando, No sé qué buscaba, lo tinico que sobresalia era un pequefio bulto, a lo mejor eso la atrajo. Vi la telarafia venirse hacia ella, 0 a ella irse contra la telarafia, no sé, y entonces, la arafia, con mucha majia la muy astuta, aproveché la confusién. Se aproximé y terminé de en- tedarla, la vi moverse con rapidez alrededor del bulto de abeja. Sus patas parecfan agujas tejedoras que iban de adelante hacia atras y de atras hacia adelante, perfectamente coordina- das, mientras unas empujaban el bulto, las otras le daban vuelta. Entonces volvia adelante yen Cuestién de segundos ya no habfa abeja, tan sdlo dos ovillos se vefan en aquella red. 6 = rsvaneauo Con Cams Me devolvi rapido hacia mi Arbol, estaba ex. hausta, por un momento cref que en lugar de | la abeja estaba yo, me quedé dormida. Aquella idea me aterroriz6. Fueron muchas las cosas que pude ver y las que aprendi en mi persecucién secreta, pero no podia esconderme siempre. Una noche que no olvido me delaté mi titilar que, aunque tenue, podia llamar la atencién en la oscuridad. Una de las luciérnagas me vio, yo estaba tras una hoja y ella me descubrié, asf que se vino con las demas y me dijo: —iTodavia estas viva? —Bueno, seguramente muy pronto vas a mo- rir. Asi pasa con cualquiera de nosotras cuando nacemos imperfectas —dijo otra. —Y una luciérnaga sin suficiente luz, eso si €s una imperfecci6n —complementé una mien- tras me observaba de arriba abajo. Ese dia supe lo que era estar realmente triste. No podia estar con las otras luciérn: vez que me vefan me fe agas, Cada hablaban de mi gran de- cto, Y Por eso no las volyia seguir. Comia poco Y S6lo lo hacia cuando el malestar me obligaba. 16 Escaneauu cul Cams En ocasiones no queria ni levantarme cuando los grillos empezaban a anunciar otra jornada para nosotros, los seres de la noche. Me daba vueltas en la cabeza aquella sentencia: “muy pronto vas a morir”. Me preguntaba si realmente eso tenia que pasarme. A veces recordaba mi primer vuelo, mi sensacién maravillosa: el viento, la altura, la velocidad, la libertad, cudntas cosas bellas experimenté cuando todavia no sabia lo de mi poca luz. rsvaneauu th Cams Capitulo 3 La tormenta, A siguiente anochecer desperté como siempre, un poco somnolienta. Creo que era demasiado temprano, pues todavia no eran evidentes las tutinas preparatorias de los que duermen en la noche. Esta vez no tenia hambre y me pregun- taba qué trabajos tendria que hacer, no sentfa ganas de hacer ninguno. Me subi a una hoja, vien ella una gota de agua gordota, senti sed, me aproximé despacio para que no se fuera a correr y se deslizara sin que hubiera podido pro- barla. Cuando empecé a beberla, su forma se fue reduciendo y algunos hilitos mojaban mis Patas. Poco a poco la vi desaparecer, pronto ya 19 _ cscareaao toh Cams no habfa ni rastros de ella. jC6mo se desvane. cen las cosas buenas!, pensé. La tarde estaba cubierta por una cortina oscu- ta, caia una brisa muy suave y el firmamento se ocultaba tras un escudo de nubes negras y densas que se estrujaban unas a otras. Al parecer, todos los animales se preparaban para algo terrible, y era evidente, por su comportamiento, que sa- bian de qué se trataba. Las hormigas caminaban en sus interminables filas mucho mas rapido que de costumbre, Ilevaban a cuestas pedazos de ho- jas y semillas, pero aun asi eran mas veloces. La arafia parecia buscar otro lugar para te- jer su red, las abejas aceleraban sus danzas, era como si este dfa tuviera un ritmo distinto, uno muy veloz. La tinica que no tenia afanes era yo. No me moveria de aquel arbol pasara lo que pa- sara, no queria tropezar con nadie, queria estar lo més sola posible. Por entre las hojas vefa es- tallar luces serpenteantes, gigantescas y violen- tas, que al golpearse contra algunos de los arbo- les esparcian chispas, y luego venia un rugido sobrecogedor que lo cubria todo. —Hola, Lucy, Lucy, Lucyyyyyyyyy...- Lucyyyyy.... 20 Escareauu cul Cams _ Escuchaba una y otra vez el mismo llamado, alternando con Jos horrendos ruidos. No se me habfa ocurrido mirar, después de todo, quién podria llamarme. Al ofr tanto aquel extrafio sonidito, decidf yoltear. Fue entonces cuando via Tino, un grillo amigo. —zQué quieres? —le pregunté casi gritando para que me escuchara. —Decirte que tienes que irte pronto, estas muy tranquila —me respondié él también gritando. —Y por qué debo irme? —Porque habr4 tormenta y este lugar se inunda y puedes morir —volvié a gritar. —Repiteme lo ultimo, por favor —le dije, porque con ese ruido no alcancé a entenderle, —Que puedes morir —me volvié a decir, lo mas fuerte que podia. —Bueno, gracias por decirmelo —grité. Me recosté en uno de los hoyos del 4rbol en el que descansaba, pues no le cref mucho a Tino lo de la inundacién. Miré hacia arriba y vi que el arbol era muy alto, podria simplemente subirme un poco mas. Este mundo me parecia tan extrafio: las abejas en su danza rapida, des- esperadas y descoordinadas; las hormigas tro- pezando unas con otras; las cigarras y los grillos con su cantar angustioso. Los drboles eran sa- cudidos violentamente por el viento. Los més delgados hasta se doblaban como si fueran 4 caerse, y los fuertes se resistian, pero sus ramas a 2 Escaneauu cuinr-Cams a_ | iban y venfan sometidas al caprich, 0 del Viento, yo estaba en uno muy grande y fy erte, A mi alrededor reinaba Ig confu. n Si6n, e] Miedo parecia haberlo invadido todo, Sonidos descono- cidos para mi se ofan por doquier, todos mezcla- dos: el del agua que rugia, e] del viento €nojado golpeando arboles, el de las hojas; aullidos horro- rosos de los animales, lamentos, En fin, la tarde anunciaba una oscuridad distinta a las que ha- bia vivido. Todos estaban desesperados Por en- contrar lugares Seguros, pero a mi Sdlo me daba vueltas en la cabeza una Pregu nta: ;Qué es una luciérnaga sin luz? Nada, me decia, nada, Salf tras ellos y Tio se habia crecid de color Oscuro y 4 Se apoderaba d €ra el firmamento lo que vi fue €spantoso. E] 0 de un modo aterrador. Era Parecia que cuando avanza- € todo el espacio. El mismo » Contenfa toda la oscuridad i * csvaneado con Cams y venia con los Arboles que S¢ encontré por el camino, incrustados, como si formaran par. te de su cuerpo. Eran como 6rganos visibles que le daban un aspecto mas violento, el de un monstruo reclamando todo para si. Una espe- cie de espiritu incontrolable, duefo de la vida . y la muerte, de todo el espacio y el tiempo. > Nosotros, frente a él, no éramos mas que unos © punticos invisibles que serfan arrasados por "3 _ese descomunal y avasallador cuerpo sin que \ ~ tuviera que hacer el menor esfuerzo. Estaba paralizada por la terrible imagen, tan asustada que no me di cuenta cuando todos se fueron. Nuevamente escuché la yoy de Tino: —jLucy, corre, no te quedes ahi! No sé ni cémo le obedect, pero corti, corti, volé, salté Y por mo- mentos hasta olvidé que volaba. Erg una fuerza desconocida. Senti como si algo Superior a mime arrastrara, me arrancara de esa Posible muerte atertadora, de esa imagen que atin, de slo recor darla, me da escalofrio. Llegué hasta otro arbol muy grande, bas- tante alejado del gigantesco monstruo. Desde alli vi salir los insectos: filas por tierra, nubes de ellos por aire, y ese eco, ese zumbido que moria lentamente, mientras ellos se perdian camino a los cerros. No supe qué pasé con Tino, si se fue con los otros 0 se qued6, Caminé hacia una hoja mas cémoda, pero todo estaba muy mojado. Como los animales se habfan ido, busqué una Pequefia cueva de las que quedaron abandona- das en la parte alta. Espacio y canto de Iluvia y de viento, era eso lo que quedaba en abundan- cia. Agotada e incrédula frente a lo que vi, me Sorprendié el suefio de nuevo. . 7, Cams Habfa dormido un largo rato y al desperta, seguia loviendo, el sonido del rio se alcanzabg a escuchar muy fuerte, pero yo nO tenia miedo, Haba descansado lo suficiente, estaba un poco més tranquila y lo vivido quedaba como el te- cuerdo de una pesadilla, de Ja que ya habia sali- do. El agua cafa en forma de gotas inmensas. Yo esperaba que escampara, en mi corta vida nun- ca habfa visto que Iloviera indefinidamente. Se me ocurrié que era cuestion de cerrar los 0 volverlos a abrir, de dormir hasta que ya no se escuchara el eco de la Iluvia. Estaba en ello cuando escuché un Ilanto, como un lamen- to, era parecido a la voz de Tino, pero no era él sino su hermano. Al inclinarme y acercarme, tra- té de iluminar un poco. En uno de los resplan- dores de un rayo vi dibujarse en la entrada de la ueva, un insecto parecido a mi ami- ojos y n pequefia c' go, aunque era un poco mas pequefio. Con otra de las violentas luces vi que estaba empapado, por sus patas corria el agua que bajaba desde su cabeza, su cuerpo era sacudido por temblores causados por el frfo de afuera y el miedo. —iQué te pasa? éPor qué no te fuiste con los otros? —le pregunté extrafiada. 26 escarreauotert Cams ee —Es que me fui a jugar, me ine! co de un Arbol, alli dormi y cuando despeme . todos se habian marchado, tien e| hue. —jEso es terrible! Debes saber gar se inundara en cualquier mom remos —le contesté. que este [y- nto y mori- — iY ti por qué te quedaste? . —Me pregunté el pequejio grillo, gimiendo yt ‘emblando. —Porque no queria ir con los demas —le dije. —&Y por qué? —pregunté el grillito muy ex- trafiado. —Porque soy una luciérnaga que no alumbra —tespondi, intentando que no se notara mi es- fuerzo al decirlo. —éY por qué? —dijo el grillito todavia sin entender. —Porque... naci imperfecta —logré decirle, Mientras esas palabras me salfan con dolor. —&Y qué es imperfecta? —inquirié el grilli- to nuevamente, que no terminaba de entender qué sucedfa conmigo. —Ya te dije, las luciérnagas tienen mucha luz y yo no, soy imperfecta —le dije con tono decidido. 27 ‘n Escall Cams a —iPero estds enferma? —interrog6 nueya. mente. —No, no. Estoy bien, pero mis coMmpaiieras han dicho que los animales imperfectos se que. dan solos y mueren, esa es la ley —respondi, intentando que esta vez mi nuevo amigo enten- diera, pero él seguia preguntando. “Cydl ley? —dijo mira a — Cuil ley? “OH ndome inquieto, _La ley de la naturaleza, deberias conog 1 “ erla _e respondi. _No la conozco y... équién hizo esa ley? _pregunté con 4nimo expectante, : _Ya te lo dije, ella, la naturaleza y antes de que me sigas preguntando que quién es, te digo que qe duefia del bosque, eso es abvio, —le dije, mientras le sefialaba afuera, aunque no se veia mas que oscuridad. uedé en silencio, pensé que y, mi situaci6n, Pe Seguia mi | No se aguanté més y cong. El grillito se q habfa entendido randome inquieto. nué con sus preguntas. | —iY ti conoces a la duefia del bosque? | __No, nunca la he visto —le dije muy extra. fiada por esta pregunta. __Y si nunca la has visto, si ella misma no te ha dicho esa ley, {por qué crees tanto cn ella? éCémo sabes que en realidad existe esa rara ley? Esta pregunta logr6 confundirme, no sabia qué responderle, yo misma no me habia cues- tionado sobre ello. Finalmente le dije lo prime- ro que pensé. Eso me lo han dicho las demas luciérnagas y ellas saben mucho al respecto. Mi amigo Grillito se sintié muy cansado y al volver a mirar hacia afuera recordé por qué ha- bfa entrado a la cueva. | —Ayddame a salir de aqui, tengo miedo, yo | no quiero morir. 30 csvaneauo con Cams re oo _No te preocupes, este es un lugar alto, no eo que el agua llegue hasta aqui —le dije mi. cr andolo € jntentando alumbrar un Poco para ver ri su cara. —iAcaso no has ofdo las historias? Este lugar se inunda hasta arriba, no queda nada seco, Mi abuelo nos ha contado que por eso se fueron to- dos —me dijo, decepcionado por mi ignorancia sobre el asunto. —Entonces vete, no pierdas mas tiempo —le dije con voz segura y casi ordendndole. —Pero es tarde, no ves, est4 oscuro, no Ile- garia muy lejos con las alas mojadas y sin saber dénde salto, de todas formas moriria. {Por qué no vienes conmigo? Con tu luz... — Grillito estaba tan triste ¥ ef tan insistente que me convencié y, sin pensarlo mucho, deci. di ayudarlo. Por un momento pude ver en una de las réfagas de luz que cafan en SU Tostro, sy valor. A pesar de la tristeza tenia una actitud de. cidida, y estaba dispuesto a todo para vivir. Yo senti que no podia resistirme a ello, aunque no estaba muy segura de poder ayudarlo. ie Bueno, te acompafiaré, pero Como ti mis. Io dijiste podriamos Morir, mi luz, es muy 0 4 ° mi 1, dificilmente podras ver e] Camino, poe: te, . _No importa —dijo él, sonriendo— lo im- ortante es que lo intentemos, porta Con mi cuerpo apenas alcanzaba 4 emitir un destello muy tenue; sin embargo, é] son- refa, todavia con los ojos Ilenos de lagrimas. Traté de ir muy cerca de Grillito, de volar bajo las hojas, de esquivar el agua para que mis alas me respondieran. Podia sentir también la respiracién de Grillito, sus ojos buscando mi luz, sus intentos para saltar en el lugar in- dicado. Era enorme el esfuerzo que hacfa para seguirme, sobre todo porque dependfa del pe- queiio titilar que desprendia mi cuerpo. Habia momentos en los que estaba tan cerca de él que sentia el palpitar de su corazén. Pensé que po- dria seguir ese ritmo, me concentré en tratar de alumbrar el camino lo mejor posible. Estaba tan empefiada en guiarlo, que hubo un momento en el d que no me fijé bien en una € las hojas. Cuando llegamos allf Grillito salté YS€ nos vino el agua encima, nuestras alas ahora staban mojadas, mas que antes, de modo que 33 OO covenwauln Cams buscamos un lugar para secarnos. Vimos un te. fugio bajo unas hojas muy gruesas y grandes habia espacios donde podiamos resguardarno, de la Iluvia. Intentamos sacudir las alas, Grillito sacudia las suyas con fuerza y el agua me salpicaba. Ni sj- quiera se daba cuenta de lo que estaba haciendo, asi que tuve que esperar a que él terminara para intentar hacer lo mismo con las mias, a lo que él protesté porque lo volvia mojar. Cuando nos escu- rrimos lo suficiente para seguir el camino, la cara de Grillito se habia transformado, sus ojos tenian més brillo; cuando yo lo iluminaba podia ver su alegria, su sonrisa, su decisién por seguir adelante y por no detenerse ante ningtin obstaculo. Este pequefio era ahora un ser que me mostraba lo que significaba la aventura de la vida. “La aventura de la vida”. Eso es. Nunca antes se me habia ocurrido pensar en €s0. Gri- Ilito debié ver algo parecido en mi porque son- rié de una forma muy especial: su boca, sus ojos y todo su cuerpo se estiraron al mismo tiemp mientras frotaba sus alas con alegria. Me conta gid, y sin decirnos nada, ambos estabamos lu- chando contra el agua, la oscuridad, el cansancio- 34 Cscdieauy ams a mas que nuestro legar a un lugar alcanzara. Era como si ya no importar esfuerzo, nuestro empefio en 1! donde la muerte htimeda no nos algunas veces volan- Grillito y yo seguiamos, ués de un rato noté do y otras dando saltos. Desp algo extrafio, estébamos sobre un pantano, ya no llovia, tenfamos que ircon cuidado. Yo sabia que ese lugar era peligroso, antes habia estado alli y sabia que una caida podia ser fatal. Comprendi también que nos habiamos desviado del camino alos cerros. Grillito me mir6 angustiado, pues le iba a ser muy dificil salir de alli, quizds mas que ami. No habia ni rastro de las hojas que normal- mente caen y permiten que saltemos de unaa otra sin ser presa de la tierra blanda y pegajosa. Me asusté tanto que perdi el sentido de orien- taci6n, necesitaba mucha luz y tenfa muy poca. Me empefiaba en sacar a Grillito de aquel lugar; ademés, era culpa mfa si le pasaba algo, pues yo lo habia Ilevado hasta allf sin saber. Le dije que descansramos, que no nos movié- ramos de ese Arbol hasta estar seguros de poder legaral otro sin caer en el pantano, Grillito acepto. Intenté hacerme a una idea del lugar, pero para lograrlo tenia que recorrerlo primero, asf se lo hice 36 cscalieauv con CamS eee gaber. Respité grandly MPECE a Volar, en dis- ‘intas direcciones. Al principio me sent aterrada porque los otros arboles estaban Muy lejos y Gri- |lito no alcanzarfa a llegar. Luego, me llené de va. lor y pensé que, de pronto, en Jo més alto de ese frbol podiamos quedarnos, pero ya Grillito me habfa advertido que ese lugar se inundaba todo. Intentar esta posibilidad era un Tiesgo demasiado grande, tenia que hacer algo. Volé para llegar hasta el arbol m4s proximo y mientras intentaba iluminar aunque fuera un poco, vi al otro lado —bueno, ahora no sé si lo vi o lo adiviné— parte del camino recorrido, se dibujaba una gran fila de drboles y arbustos. | Lo supe entonces, teniamos que devolvernos. éCémo no se me habia ocurrido? jEso era! De- volvernos y buscar otro camino, uno que nos sa- cara de allf, uno que nos Hevara a lo alto de los cetros, donde seguramente no Ilegaria el agua. Se lo dije a Grillito, su cara resplandecia de emocién cuando yo lo alumbraba. Curiosamen- te también yo me emocioné y senti dentro de mi el gran impulso de la vida contagiado por mi huevo amigo. Queria seguir, volar, luchar, no descansar hasta estar en un lugar seguro. 37 Cams Capitulo 4 [1 brillo de Luey Nuevamente emprendi el vuelo y Grillito me siguid. Luego, sorprendido, dijo: —ahora hay mas luz—. Yo no entend{ y segui, ahora tenia muy claro que mi objetivo era salvarlo. Esta vez pareciamos ir mds rapido y seguros, el camino que tomamos era una fila de arboles que nos Permitia vuelos cortos, un poco de reposo, refu- giarnos y asi una y otra vez. Por fin sentimos la cercanja de los cerros, ambos respiramos alivia- dos, eso queria decir que le habfamos ganado la Carrera a la muerte; era curioso, yo le habia ga- nado a la muerte, cuando horas antes, no hacia més que pensar que me alcanzaria. . ri escaniea Cams Al llegar a los cerros escuchamos una algara. bia. De pronto, vi el juego de luces de las luciér. nagas, y hasta ahf lleg6 mi entusiasmo. Encon- trarme con ellas queria decir que tendria que escucharles nuevamente el cuento de mi poca luz, de mi imperfeccién, de los animales que no sobreviven. Estaba a punto de devolverme, cuando escuché una voz de grillo: —jLucy, salvaste a mi hermano! SS La familia de los grillos se nog vi Ino encima, ro. deandonos. Se escuchaban voces Por todos lados: —iFue Lucy, ella lo trajo! —jEsté vivo! —jViva Grillito! —jQue viva Lucy! —erit6 su hermano mayor, Esperaré un poco —pPpensé— estén entretenidos, me iré sin q ta. Iba a marcharme, cuando Tj en mi camino. ¥ luego cuando —iA dénde vas? —No sé, a otro lugar —tespond{. —No hay muchas opciones, este e: mas seguro—. Estaba hablando con Nos interrumpié una de las luciérnag; Ss el lugar él cuando as: —iAsi que eres Lucy, la salvadora! iQuién lo iba a creer! Empezaba a Sentirme mal, su tono era bur l6n, yo queria irme, pensé que iban a empezar otra vez con los mismos comentarios de antes, Pero rapido otra dijo: —Lucy, ven con nosotras, estamos allf —se- fialé hacia un espacio centelleante. af a bss ‘ CamS cscdilea | | —jNol, yo me voy, sélo vine a acompafiay a Grillito —contesté en un tono muy seco, | +f, ee | —Pero morirds, Lucy. Este es el tinico © lugar seguro aqui en el bosque —dijo con preocupacion. —Tal vez haya otros lugares —le dije in- tentando mostrar mi valor. ‘ —No, quédate con nosotras. —insistia aquella luciérnaga. jere i quiere decir que me ace “ mi poe luz y con ia e ustedes? — : utils ¢—pregunté ansios, sa —iEs0 como SOY: diferente de su respuesta. —Estas i ; loca, pudimos ver a Grilli que tu fuerte juz lo iluminaba, tu c Ito por- Jaba muchisimo —me res » Tu cuetpo bri- spondié una lucié a luciér- naga que me mi raba en si a en silenci 0, —jHablas en serio? —dije mientras ella hizo una sefial a sus compafieras, que vinieron de in. mediato. Todas me saludaron con respeto y sy actitud era muy diferente a la de antes. —iSabes, Lucy? —dijo la mas vieja—. Nin- guna de nosotras ha podido hacer lo que ta hicis- te hoy. Nosotras alumbramos el camino juntas, pero tt, solita y con ese pequefio... Se necesita mucho valor para hacer lo que hiciste. | | —Pero si yo... Yo s6lo queria traer a Grillito, y traerlo con la luz de siempre. Yo no entendfa bien lo que habia sucedi- do, sentfa que tenia la misma luz de siempre. Notaba un cambio, pero este no ocurria en mi | cuerpo, era dentro de mi. Me sentia mas valien- te, mas segura, incluso ya no estaba dispuesta a_ que me maltrataran con ningtin comentario. Es- taba convencida de que sf tenia que seguir mi camino sola, lo harfa decidida a continuar con mi aventura. 4H Escareauu con Cams Capitulo 5 La, sucesorg La mas vieja de las luciérnagas, la lider, me miré fijamente. Entonces volviéndose hacia el grupo dijo: —La encontré. —A quién? —preguntaron en coro las demés. —Ala luciérnaga que estaba buscando, y que Sera mi sucesora —dijo con tono muy alegre. —Qué? :Tu sucesora? —preguntaron dos de ellas al unisono. —Ya saben, he vivido largo tiempo y ya es hora de pensar en quién ocuparé mi lugar —dijo | ella muy convencida de su decisién. | 45 Pe csveneaub lll Cams | | —Para eso falta mucho tiempo —dijo una de | "abe las més jovenes, ‘ —No, no falta tanto. Tengo el tiempo su. ficiente para ensefiarle lo esencial a quien me suceda. dijeron en coro: Si, puede ser Lucy, es muy valiénte, * Todo aquello era nuevo Para mMi.En mI ces tiempo dejé de ser quien crefa que la Muerte Hlegaria pronto, para convertirme en aque quien dependia la vida de otras, Eso me cié algo muy grande. Tenia que aprender chas cosas, cémo cuidar a otras Y¥ com Habja visto antes a la lider, ella siem atenta, alerta, era cuidadosa y decidid: le lla de Pare- mu- 0 guiarlas Pre estaby a a. {Cudnta responsabilidad depositaron en mi! Jamas volyi a pensar en la muerte durante e| tier tuve al frente de las luciérn: aventuras, NPo que es- gas, vivimos muchas La que mas recuerdo fue el encuentro con unos sapos horribles. Era una noche de verano. Vimos cémo una larga tira iba y venia tan ra- pido, que apenas se nos ocurrié seguir con los ojos su direccién, hasta verl a desaparecer en la boca del osado anfibio que, descaradamente interrumpia nuestro juego. Comprobamos que €ran varios sapos, estaban muy cerca, tanto, due con sus lenguas nos alcanzarian a todas si €sas tiras htimedas y pegajosas eran lanzadas hacia nosotras. Nos quedamos quietecitas, yo pensaba que i icioso NOs podian comer, fbamos a ser un delicios: Ma | | escaniea 11 CamS bocado, no podiamos volar porque de inme. diato sacarfan sus lenguotas, yo pensé: “este es el fin para todas nosotras”. Sin embargo, verlos ahi tan campantes me daba una rabia, dejarles todo tan facil y sin luchar, no, eso no podia ser, Fue entonces cuando se me ocurrié una gran idea: —Rapido, alumbren todas lo mas fuerte que puedan, luego, vayanse alejando muy len- tamente —les dije, mientras dirigia la fuga. > ———s Nuestra luz brillé con intensidg d, los sapos encandelillados no podian vernos, Tenian aue dirigir sus miradas para otros lados, Y mientras Jo hacfan nosotras nos subiamos un pote més Luego, en lo alto, intentamos formar figuras de sapos con nuesttas luces. Ellos debieron imagi- nar que los espiritus luminosos de sus antepa- . sados los visitaban, porque el bosque se inundé + con un croar ensordecedor que duré hasta la - ay ‘También hubo otras aventuras, como el dig que nos querian atrapar unos hombres, 0 cuan- do tuvimos que huir de un incendio. Siempre hubo algo que tuve que hacer como la lider para proteger al grupo. A veces tuve miedo, claro, pero encontraba el camino. De eso se trata la vida, siempre tienes algo qué resolver. Han sido muchas aventuras y en cada una he aprendido algo nuevo. Sin embargo, siento que Ileg6 el momento de empezar a buscar a mi sucesora. La aventura est4 terminando, eso es algo que se siente. La muerte nos llega a todos y creo que el momento se acerca. Ayer hablaba de ello con una de mis compa- fieras y me escuché un hijo de Tino. El jovenci- to se aproxim6 despacio y de manera silenciosa, hasta que finalmente dijo: —E] abuelo dice que debemos prepararnos, que viene una tormenta, pero ti estés muy tranquila. —mientras hablaba me miraba con expectativa. —Dile que ya lo sé, que cuando estén listos saldré con todos —le dije. —Yo pensé que te quedarfas, gno dices aca- so que tu fin Ilegaré pronto? —me replicé con suspicacia. 50 | Escaneauu con Cams Gr —_ _-M i fin si, pero la muerte debe llegarle a uno cuando es el momento y no por descuido —dije, —iNo te sientes triste, Lucy? Eso de saber que uno se va a morir... no sé... —me replicé, —wNo, la aventura hay que vivirla toda y yo lo hice. O mejor, la estoy viviendo. Todavia no termina —le dije. —Pero... —se quedé pensativo. —Si, ya sé, pequefio. Tt te sentirfas muy triste. Es eso lo que me quieres decir, verdad? —Claro, eso es... —dijo titubeando. —Llegara el dia en que sentirés dentro de tu coraz6n que es la hora de partir con tranqui- lidad. —le dije, esperando que pudiera enten- derme. —iY hay que ser viejo para sentirlo asi, bien... tranquilo? —pregunto. —No, a muchos la muerte les llega cuando atin son jévenes, 0 nifios. —se me ocurrié decirle. —iLo ves? No han vivido la aventura y se tie- nen que ir —me respondié con cierta decepcién. —Tal vez la aventura de ellos era mas corta, eso puede pasar —repuse. Bi i), ESC Cams Estaba pensando qué mas decirle al pequefio cuando escuchamos que nos llamaban, tuvimos que partir rapido. Espero que el jovencito me haya entendido. Cuando miramos hacia adelan- te ya los grillos, las hormigas y muchos otros, caminaban en filas y volaban hacia este lugar, los cerros. Aqui venimos para huir de la muerte; cuando llega el invierno, muchos sabemos que este es nuestro iiltimo viaje, pero no importa, lo recorremos contentos, y algunos, como yo, lo aprovechamos para contar historias. Peat Ya lo ven, ahora ustedes saben de mi mundo, la noche cuando adviertan las luces cente- yen enel jardin, sabrén que somos los seres de 7 aque pasa rapido por este mundo Para luego desaparecer como las estrellas fugaces, Capitulo 6 La abuela dijo adios la abuela empezé a hablar mas bajo, ninguno de nosotros habfa abierto los ojos. Cuando ella bajaba la voz queria decir que la historia estaba terminando. Nos fue muy dificil alejarnos del bosque, salir del mundo de Lucy y volver al nuestro, aunque teniamos hambre y ya el aroma de la comida preparada por mamé se esparcia Por toda la casa, saliendo de la cocina, cruzando Por la sala y asomando al corredor, como manos que impacientes nos Ilamaban. Mi hermana menor se habia dormido y los demas empezamos a abrir los ojos muy despa- | Cio. No sé por qué, pero la imagen que tengo en ° th Escaried Cams mi mente de aquel final de la historia es la de mi abuela convertida en luciérnaga y miles de luces saliendo de su cuerpo. Unos dias después ella se fue, y supimos que con esa historia nos habia dicho adiés. Los hermanos nunca volvimos a hablar de Lucy, nos quedamos con su recuerdo como el secreto que la abuela nos cont6. ‘Tampoco hablamos de ello porque no queriamos decidir quién seria su sucesor. En el fondo cada uno se sabia el elegido, cada uno duefio de su propia aventura y con eso bastaba. 56 csvatieauu comtams Una abuela contadora de historias narra a Sus nietos la vida de una luciérnaga llamada Lucy. Ella, muy pronto descubre que es diferente a las otras, lo que la hace objeto de rechazo y de comentarios malintzncionados por parte de sus compafieras Lucy tiene que vivir ixumerables aveni 1s en el bosque y enfreniar diversos peligios, incluso el de la muerte. Acompdfiala y descubre cémo se las arreglé para salir de la tristeza, y aprende sobre la fuerza interior y la importancia de la vida. H ISBN Hillman : Libros & Libros S.A. Fey perio rer

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