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Listado de imágenes

Siglo XIX
Fco. Eduardo Tresguerras: Templo del Carmen de Celaya
Javier Cavallari: Fachada de Sn. Carlos y Parque Lira
Lorenzo de la Hidalga: Gran teatro Nacional 1844 (demolido en 1901) Enrique Griffon
Arcos de acceso a la Alameda de Querétaro
Casa mesón con temazcal en Tacubaya
Templo del Señor Crucificado de Amatitlán
Los diseños anónimos de algunos arcos triunfales para el recibimiento de Carlota y
Maximiliano
Nicolás y Federico Mariscal (obras diversas)

Obras de Manuel Amábilis

Palacio Legislativo del francés Émile Bérnard

Teatro Nacional y el edificio de Correos del italiano Adamo Boari

Obras de Antonio Rivas Mercado y Carlos Herrera.

Siglo XX

Tres etapas y tres edificios icónicos sirven para explicar del desarrollo de la arquitectura
moderna en México. El pabellón de la Feria Universal de París en 1900, el de Río de
Janeiro en 1921 y el de Sevilla en 1929
El llamado Renacimiento Arquitectónico Mexicano, con el estilo neocolonial como la
primer corriente de la Revolución Mexicana, utilizó el lenguaje virreinal como paradigma
ideológico.
El estilo consolidado con Vasconcelos como promotor se ejemplificó en las obras del
Estadio Nacional de José Villagrán
Escuela Benito Juárez (1925) de Obregón Santacilia realizadas como máximo emblema

Rascacielos de La Nacional (1932) de Manuel Ortiz Monasterio, Bernardo Calderón y Luis


Ávila
Interior del Palacio de Bellas Artes de Federico Mariscal (1934).
Asimismo, los edificios Jardín (1931) y Basurto (1945) de Francisco J. Serrano tanto como
la obra de Segura fueron clave en el desarrollo de dicho léxico.

Juan O’Gorman revolucionó la arquitectura en México con la construcción de la


primera obra radicalmente moderna. La casa-taller para su padre en la calle de
Palmas 81 (1929) otra para Ernesto Martínez de Alba en las Lomas de Chapultepec (1928),
4 “Arquitectura basada en la solución de las necesidades de albergue de la manera
más eficaz y con el menor costo posible” en: Ida Rodríguez Prampolini, La palabra de
Juan O´Gorman, México: UNAM, 1983, pág. 122.
Diego Rivera y Frida

Instituto de Higiene y Granja Sanitaria en Popotla, Villagrán

Ciudad Universitaria

En 1945, Rivera Museo del Anahuacalli concluido tras su muerte en 1957 por O’Gorman

En 1948, Torre Latinoamericana por Augusto Álvarez

El Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA) (1949) y el Centro Urbano Presidente Juárez
(1952), en sociedad con Salvador Ortega

Instituto Mexicano del Seguro Social de Obregón Santacilia (1950)


el bloque de oficinas de Augusto Álvarez y Juan Sordo Madaleno

Edificio de Recursos Hidráulicos de Mario Pani y Enrique del Moral, todos sobre el Paseo
de la Reforma.

El edificio de oficinas en Insurgentes de José Hanhausen (1952)

Calle Lieja de Sordo (1956)


Las obras de Álvarez y Pani modificaron la idea de modernidad en base a una ciudad
cosmopolita

Enrique del Moral e Hilario Galguera realizaron el edificio de la Procuraduría General de


Justicia en 1958 así como Max Cetto construyó una fábrica –la Tenería Temola (1968)

Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares realizaron 15 mercados en dos años, como los de
La Lagunilla, Coyoacán, Tepito y Balbuena, en colaboración con Candela para la
realización de las cubiertas.

En Guadalajara se realizó el mercado Libertad (1959) diseñado por Alejandro Zohn a los 24
años de edad y el mercado Alcalde (1962) de Horst Hartung bajo una nueva concepción del
espacio público.
Candela: Medalla Milagrosa (1953), el Altillo (1958) con Enrique de la Mora y Fernando
López Carmona, y la capilla abierta en Cuernavaca (1959) con Guillermo Rossell y
Manuel Larrosa.

La cueva que O’Gorman San Jerónimo 162 (1951)


Viviendas de Belén de Carlos Lazo escarbadas en una montaña, sus casas cósmico-
atómicas (1947) en Nautla, Veracruz, o la de la calle de Sierra Leona en las Lomas de
Chapultepec (1944), así como el estadio-cráter de CU realizado por Pérez Palacios (con
Jorge Bravo) y su estadio-talud de Toluca. Igualmente, la arquitectura de Alberto T. Arai,
Álvaro Aburto o Mathias Goeritz

- Lenguaje arquitectónico después de la modernidad: Pedro Ramírez Vázquez,


Ricardo Legorreta, Teodoro González de León, Abraham Zabludovsky, Juan Sordo
Madaleno.
Plaza de las Tres Culturas en la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco (1964)

Conjunto Aristos (1961) realizado por José Luis Benlliure en la avenida Insurgentes.
(Formas orgánicas)

Conjunto Nacional de Investigación y Enseñanza Agrícola en Chapingo, de Augusto


Álvarez y Enrique Carral (1967)

Prisma triangular de la Lotería Nacional de Ramón Torres y David Muñoz (1970) sobre
Paseo de la Reforma-,

El Salón Independiente, nacido como arte de vanguardia en rechazo al autoritarismo del


estado Manuel Felguérez, Felipe Ehrenberg, Lilia Carrillo y Marta Palau en contra del
proyecto artístico oficial

Unidad Habitacional La Esmeralda de Gustavo Eichelmann y Gonzalo Gómez Palacios


(1975)
Conjunto El Rosario (1976), Legorreta, donde participaron arquitectos como Vladimir
Kaspé, José Luis Benlliure, Augusto Álvarez, Enrique Carral y Pedro Ramírez Vázquez

Los arquitectos de la llamada segunda generación, como Abraham Zabludovsky, Teodoro


González de León, Ricardo Legorreta, Agustín Hernández y Pedro Ramírez Vázquez,
nacidos acia la segunda década del siglo, estuvieron a cargo de la construcción de laimagen
de un México fuerte y en apariencia estable.

El INFONAVIT (1975) de González de León y Zabludovsky


Heroico Colegio Militar (1976) de Agustín Hernández y Manuel González Rul

Edificio de Seguros América realizado por Legorreta (1977)


La obra de Manuel González Rul la casa Israel331 (1970)

David Muñoz -edificio administrativo del Instituto Politécnico


Nacional (IPN) (1972) y la Universidad Autónoma de México (UAM)
(1978)

El edificio Mulbar de Zohn (1973)


Terminal de autobuses TAPO de Juan José Díaz Infante (1978)
El juego entre lo estático (volumetrías pesadas) y lo vívido (topografía,
naturaleza...) se resolvía por medio del uso de formas geométricas pensadas
para articular los grandes conjuntos.

Barragán, en 1977 construyó la Casa Gilardi


ones ceremoniales con materiales precisos.

<Fernando González Gortázar –donde destacan la Plaza de entrada del Parque González
Gallo (1972) y la Plaza Fuente (1973)

Espacio Escultórico (1979) realizado por Manuel Felguérez, Mathias Goeritz, Helen
Escobedo, Federico Silva, Sebastián y Hersúa en los terrenos de lava volcánica de Ciudad
Universitaria

La década de los ochenta se caracterizó por la explosión mediática de la


arquitectura mexicana contemporánea tras el galardón del Premio Pritzker
otorgado a Luis Barragán en 1980. Inició entonces una época definida por
la imagen mitificada que surgía en el extranjero bajo el nombre de Barragán,
impulsado más tarde con el término de regionalismo crítico de Kenneth
Frampton, y capitalizado después por
Legorreta, la casa para el artista Ricardo Montalbán (1985) en Hollywood así como el
Museo en San José California (1989)

Andrés Casillas, quien había sido colaborador de Barragán, así como la de Diego
Villaseñor, José de Yturbe y Antonio Attolini Lack,
Casa Pedro Coronel (1970) de Casillas
Casa Negra (1981) de Villaseñor
Monasterio de Jesús María en San Luis Potosí (1982) de Attolini Lack

Museo Tamayo de Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky

Edificios como la Universidad Pedagógica Nacional (1982)

Seguros Azteca–Xochimilco (1988) de David Muñoz,


La Casa en el aire de Agustín Hernández (1989)
Instituto de Estadística e informática en Aguascalientes (1990) realizado por Margarita
Chávez y Alejandro Caso
Palacio de Justicia de González de León y Francisco Serrano (1992)
La obra de Carlos Mijares así como la de Alejandro Zohn 1991 el edificio de los Archivos
del Estado de Jalisco-, se apoyaron en las tradiciones constructivas regionales para
plantear un discurso basado en el entendimiento del sitio y la cultura.

Augusto Álvarez realizaba entonces sus últimos edificios, como el corporativo del
Grupo Nacional Provincial (1992), Santa Fe, antes ocupada por basureros, donde comenzó
a plantearse una nueva ciudad.

El campus para la Universidad Iberoamericana (1989) Las muertes de Barragán, Juan


O’Gorman, José Villagrán, Enrique del Moral y Juan Sordo Madaleno ocurridas en la
década de los ochenta, marcaron el fin de la época de los apóstoles de la modernidad,
nacidos
durante los primeros años del siglo XX.

Surgió entonces el trabajo de Alberto Kalach, Isaac Broid y Enrique Norten quienes recién
terminaron su carrera y comenzaron a construirDicha generación realizó sus estudios de
arquitectura en la Universidad Iberoamericana y ya no en la UNAM, completando en la
mayoría de los casos su formación académica en el extranjero. Se anteponía entonces la
arquitectura de la llamada segunda generación –quienes habían nacido hacia los años
veinte, como Teodoro González de León, Pedro Ramírez Vázquez, David Muñoz y
Abraham Zabludovsky- con la de los jóvenes nacidos casi cuarenta años después. Este
nuevo grupo quiso quitarle a la arquitectura su color, sus metáforas regionalistas y su
masividad, ensayando nuevos materiales y formas que venían de afuera. En palabras de
Jorge Francisco Liernur: “No es extraño que su arquitectura rechace un primitivismo
forzado y prefieran entonces emplear los recursos tecnológicos más actuales: acero, vidrio,
materiales
sintéticos, terminados industrializados y partes prefabricadas. La exposición
Deconstructivist Architecture del MoMA de Nueva York en 1988 significó un ataque a la
arquitectura del pasado, en base a la idea de que “el reto planteado por una época se
convierte en cliché
para la siguiente.”350 En México este rechazo por el pasado que atacaba a la corriente del
posmodernismo, aunado al efecto devastador del temblor de 1985, se tradujo en una
arquitectura ocupada en sus condiciones urgentes. Como se describe en el texto titulado Un
crisol en crisis. México, formas universales e identidad regional, publicado por la revista
española Arquitectura Viva en 1995: “Las formas de Norten y de sus coetáneos tienen
también la arquitectura moderna como punto de partida, pero ya no se intenta reinventarla
de nuevo a partir de las propias tradiciones y de la realidad de un país que se debate entre el
pasado y el futuro, entre lo heredado y lo importado. El lenguaje de esta generación carece
de referencias a otro contexto que no sea el del caos abigarrado de las grandes áreas
metropolitanas. Si en las primeras décadas del siglo XX la educación arquitectónica en
México se concentró exclusivamente en la Escuela Nacional de Arquitectura de la
UNAM352 y hacia mediados del siglo XX existían menos de diez escuelas353, durante los
años ochenta el número de escuelas de arquitectura en el país había alcanzado más de
cincuenta.354 Este crecimiento y dispersión descomunal fue en paralelo al declive de
instituciones como el Colegio de Arquitectos y la Sociedad de Arquitectos. La cohesión
gremial perdió peso al mismo tiempo que las decisiones en relación a las ciudades
y la arquitectura dejaron de ser tomadas por arquitectos. Si durante los gobiernos previos
los arquitectos estaban estrechamente vinculados a la política y a la planeación urbana, a
partir de la presidencia de Miguel de la Madrid (1982-1988) fueron sustituidos por
economistas, quienes comenzaron a tomar las decisiones en torno al desarrollo de las
ciudades y la infraestructura.

El trabajo de la última década del siglo XX se caracterizó, en palabras de la crítica


argentina Marina Waisman en: “la tendencia a la abstracción, la limpieza de los planos, un
fino linealismo y la fuerza de la construcción metálica.

El Centro Nacional de las Artes (CNA) plan maestro de Ricardo Legorreta en 1994, El
conjunto con obras de González de León, TEN Arquitectos, Javier Sordo y José de Yturbe,
López Baz y Calleja, Luis Vicente Flores y Ricardo Legorreta

Museo MARCO (1991) en Monterrey de Legorreta,

Mario Schjetnan Parque Ecológico Xochimilco (1993)


CIDE (1996) de Springall y Lira.

Se desarrolló en Monterrey el trabajo de Agustín Landa y en Mérida el de Augusto


Quijano. de la Línea “A” (1991) de Aurelio Nuño, Carlos Mac Gregor y Clara de Buen,
Isaac Broid y Francisco X. Sáenz; el Mercado Pino Suárez (1992) de Sánchez
Arquitectos362; la Estación de Metro San Juan (1994) de Kalach y Daniel Álvarez; y el
Comedor de Televisa en Chapultepec (1995) de TEN Arquitectos. Estas infraestructuras, y
sobre todo el trabajo de Kalach, respondieron a un interés por las actuaciones urbanas. La
ciudad fue vista por Kalach como un “accidente topográfico” y su análisis incluyó ideas
sobre lo efímero y el sentido de renovación perpetuaEn su obra residencial, en cambio,
exaltó la relación con el paisaje natural y un carácter atemporal, en
obras como la Casa Palmira en Cuernavaca (1995) y la Casa Negro (1997) en Contadero
para el cineasta Alejandro González Iñárritu.

Albín, Vasconcelos y Elizondo –autores de la Villa Roja en Valle de Bravo (1992)- tanto
como la de Landa Alesio reflejaron un interés tanto en el objeto arquitectónico como en la
forma urbana

La última década del siglo XX en México estuvo marcada por el utópico proyecto de JVC
(Jorge Vergara Cabrera Culture, Convention and Buisiness Center) en Guadalajara.368 El
Centro, promovido por el empresario Jorge Vergara a finales de los años noventa se
imaginó como una acrópolis cultural de 240 hectáreas con proyectos de arquitectos
extranjeros como
Toyo Ito (museo), Zaha Hadid (hotel), Jean Nouvel (centro de negocios), Daniel Libeskind
(edificio universitario), Carme Pinós (recinto ferial), Philip Johnson (museo para niños),
Thom Mayne (palenque), así como de los mexicanos TEN Arquitectos (centro de
convenciones) y González de León (casa-club). A medio camino entre la ilusión o la
trampa mediática, el proyecto sirvió para incorporar un diálogo contemporáneo y global. El
trabajo
local junto al de estrellas internacionales ofreció una renovada visión de la arquitectura
mexicana así como de su potencial como detonante urbano y turístico.
La revista Arquine, creada en 1997, dedicó las portadas de dos de
sus últimos números del siglo XX a la Embajada de Berlín y al Pabellón de
Hannover, mientras mostraba obras como el nuevo Hotel Habita en Polanco
de TEN Arquitectos, la Casa GGG de Kalach, el edificio de Ámsterdam en
la Condesa de Broid que quedó finalista en los premios Mies Van der Rohe
Latinoamérica, los bloques residenciales de Javier Sánchez en la Condesa,
así como reseñó la polémica exhibición de Fernando Romero, quien mostró
sus primeros quince proyectos –no construidos- en el Museo Carrillo Gil.
Empezaba entonces un nuevo siglo y una nueva generación de arquitectos,
nacidos entre los años sesenta y setenta. Comenzaba igualmente un nuevo
gobierno, poniendo fin a más de siete décadas bajo un mismo partido en
el poder, e iniciaba además una distinta manera de abordar la ciudad. El
proyecto Vuelta a la Ciudad Lacustre, realizado por Futura Desarrollo
Urbano –grupo integrado por González de León, Kalach, Gustavo Lipkau
y Juan Cordero, entre otros- planteó, bajo una estrategia sustentable tanto
en lo ecológico como en lo social, el rescate de la condición lacustre del
Valle de México. La propuesta abrió, sobre todo, la posibilidad de repensar
nuevamente el territorio y de poder escribir su guion

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