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Mateo 15:10-18

 Después de explicarles a los fariseos y escribas en cuanto a lo que verdaderamente significa la pureza
espiritual, nuestro Señor Jesucristo les aclara a sus discípulos qué es lo que realmente contamina al hombre.
Los fariseos y escribas creían que al cumplir sus tradiciones y ritos religiosos se podían mantener limpios de
toda impureza espiritual. Jesús les hizo ver que realmente no era el comer sin lavarse las manos o tocar
cualquier objeto inmundo lo que contamina al hombre.
        
En estos versículos nuestro Señor Jesús dirige sus palabras a sus discípulos y a la gente que los rodeaba, ya
que la aclaración estaba dirigida a los fariseos y escribas que habían venido de Jerusalén. Por tradición los
judíos tenían un concepto errado en cuanto a lo que verdaderamente contamina al hombre.

Estos hombres creían que si comían sin antes haber realizado el rito del lavamiento de las manos quedaban
inmundos, y aun la misma ley de Moisés establecía la prohibición de comer ciertos animales llamados por
ellos como inmundos como el cerdo, conejo y otros animales de rapiña (Levítico 11:1-23).

Los judíos creían que a través de ritos de lavamientos de manos y abstención de ciertos alimentos se
alcanzaba la pureza espiritual, pero Jesús lo desmintió y les dijo que no era lo que entra en el hombre lo que lo
contamina, sino lo que sable de su boca. Realmente lo que Jesús quería afirmar es que lo que está en lo más
profundo de nuestro ser, es lo que contamina al hombre y es lo que hay en su corazón.

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