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Para nadie es extraño ver que las órdenes de sanción por infracción
leve no revisten el mínimo de motivación. La motivación de los actos
administrativos no es ajena a nuestra institución, ello se ha visto reflejado
en sendas sentencias emitidas por el Tribunal Constitucional y la CIDH. La
CIDH destaca que la motivación es la “exteriorización de la justificación
razonada que nos permite llegar a una conclusión”. Motivar implica dar
suficientes razones de legitimidad al acto administrativo; como muestra
de transparencia y objetividad.
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STC 8495-2006-PA/TC
es muy usual e innegable, siendo una clara muestra de ausencia de
motivación. Lo que llama abiertamente la atención es que, las oficinas
de disciplina en apelación, validen el acto administrativo en estas
condiciones.
Queda como reflexión y recomendación variar la forma en que se
emiten las órdenes de sanción. Es válido citar las normas legales que
fundamentan nuestra decisión, pero también es necesario e imperante
que nos pronunciemos respecto a cada uno de los argumentos de
descargo que presenten los administrados, las razones que nos permitan
graduar la sanción —principio de proporcionalidad y razonabilidad—,
criterios para la imposición de sanciones, concurrencia de eximentes y
agravantes.
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Por Yonatan Candía Valer.