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TEMA:

ESTADO DE EMERGENCIA

INTEGRANTES:
1.-CESAR AUGUSTO RUIZ LOZANO.
2.- LUIS ENRIQUE MARIN GOMERO.
3.-CARLOS CRISS CORCUERA LA PORTILLA.
4.- PERCY LEONEL ACEVEDO TORRES.
5.-RICHARD ALEXANDER SANDOVAL CALDERON.
6.- RUEL CORDOVA MACEDO

DOCENTE:

Dr. Oswaldo León Delgado

2020
Defensa Nacional y Derechos Humanos.. Dr. BOBADILLA GRADOS, Luis
F.

RESUMEN

La importancia de este tema radica en el hecho de que comprende la problemática de los


derechos fundamentales en las situaciones de mayor riesgo en la vida de los Estados,
que son aquéllas en las cuales se puede comprobar hasta dónde se han desarrollado los
derechos fundamentales y su protección jurídica, y cuánto hace falta para perfeccionar
sus mecanismos de defensa.

Es obvio también, que los derechos humanos están en íntima relación con valores y
principios morales, con principios jurídicos y con determinados bienes y valores
fundamentales que exigen protección en todo momento y circunstancia, y con mayor
razón aún, cuando se ven en grave peligro ante situaciones de emergencia excepcional,
de crisis extraordinarias o de conflictos armados.

Las facultades de suspensión o derogación de derechos fundamentales «pueden en cierta


manera definirse en el Estado constitucional, como una forma de protección especial de
la libertad. Estos poderes extraordinarios que ejercen los Estados solamente pueden
encontrar fundamentación en el marco de un Estado de Derecho que regule su ejercicio
y los límites del poder público, y que determine las responsabilidades legales a que da
lugar la infracción de las autoridades oficiales en el ejercicio de sus facultades o poderes
extraordinarios. Las facultades de excepción de los Estados pueden en alguna medida
restringir derechos y garantías de las personas, lo cual encuentra justificación «en la
necesidad suprema de mantener a toda costa aquellos bienes esenciales a toda la
sociedad civilizada.”

Los estados de excepción constituyen una defensa del Estado. Para algunos autores los
estados de excepción no son más que un mecanismo de defensa del «status quo”
constitucional, y constituyen «la reacción última del Derecho ante el asalto ilegítimo de
la fuerza en contra del Estado.’ Las facultades de suspensión de derechos son poderes
especiales y extraordinarios que nacen como facultades jurídicas precisamente de su
reconocimiento legal, debido a la necesidad de actuar de forma urgente y ágil, pero
también de manera efectiva, ante hechos y acontecimientos graves e insuperables, cuya
solución no es posible por las vías normales y ordinarias con que cuenta el Estado
moderno.

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Es entonces la necesidad de resolver las crisis graves e insuperables, la que fundamenta


en última instancia el uso de las facultades de suspensión de derechos y garantías, con el
objeto de que esta suspensión contribuya al restablecimiento de la normalidad, a la
preservación de los valores y bienes jurídicos que atañen a toda la colectividad, y en
definitiva, a la defensa del orden constitucional.

El ejercicio de estas facultades supone un margen de discrecionalidad de parte del


Estado, especialmente del Poder Ejecutivo, sobre diversos aspectos relacionados con la
situación de hecho o situación excepcional, con su valoración como situación
insuperable y con la misma necesidad de tomar medidas especiales. Ello no implica en
ningún momento discrecionalidad para actuar fuera de la ley y sin control alguno. Se
entiende que los Estados al ejercer las facultades de excepción deben estar en todo
momento sometidos al Derecho, a la legalidad de excepción, y en general, a la legalidad
constitucional y al Derecho Internacional vigente.

Para algunos autores la discrecionalidad en el uso de las facultades de suspensión de


derechos consiste en el «margen de apreciación de lo que sea estrictamente
indispensable para el restablecimiento de la normalidad.”’ Por ello es que se impone el
establecimiento de controlesjurídicos, políticos y de otra índole a estas facultades
discrecionales de los Estados, para estar legitimadas en el marco de un Estado de
Derecho.

**tales facultades, «están juridificadas por la misma función de defensa del Estado de
Derecho, por la proporcionalidad de las medidas que se usan, por la necesidad de
utilizarlos y por los controles de carácter público** (aquí se evidencia la ponderación)

CARARACTERÍSTICAS

 Las facultades de excepción son facultades especiales y extraordinarias


destinadas a regir en períodos de anormalidad constitucional en la vida de los
Estados, por un tiempo relativamente corto, es decir, que son facultades
temporales, por lo que nunca pueden ejercerse de manera permanente o
indefinida.
 Se ejercen frente a situaciones graves e insuperables por los mecanismos legales
normales. No pueden, por lo tanto, invocarse en situaciones vagas o de menor
gravedad.

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 Su ejercicio provoca una alteración en el equilibrio que existe entre los poderes
del Estado. Produce, en consecuencia, una concentración de poderes en el
Ejecutivo con perjuicio o alteración en los demás poderes, especialmente en el
Poder Judicial
 Estas facultades no pueden ejercerse de manera absoluta e ilimitada.
 Son facultades sujetas a regulación legal. No son, por lo tanto, facultades
arbitrarias o ilegales. Están sujetas a controles constitucionales y legales y a la
supervisión internacional.
 Conllevan la utilización de la coacción y de la fuerza institucional más allá de lo
permitido en épocas de normalidad.
 Su extralimitación con perjuicio a los derechos humanos de la colectividad da
lugar a responsabilidad legal interna e internacional.

Estas facultades pueden ejercerse en diverso tipo de situaciones anormales, entre las que
se comprenden especialmente los conflictos armados, las tensiones internas y los
disturbios interiores.’ Pero en términos generales, se comprende toda una diversidad de
situaciones que van desde los desórdenes públicos incontrolables, las graves
alteraciones al orden público, los casos de rebelión, sedición, invasión del territorio,
amenazas a la independencia o seguridad del Estado o de la nación, catástrofes,
epidemias, graves acontecimientos ocasionados a la naturaleza, hasta las situaciones
propias de un conflicto armado interno, internacional o guerras de independencia
colonial.

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ESTADO DE EMERGENCIA

Dentro del Título IV “De la estructura del Estado”, en el Capítulo VII “Régimen de
excepción”, en artículo 137 de la Constitución Política del Perú, se encuentra a uno de
los dos supuestos que permiten poner en recesión a determinados derechos
fundamentales: el Estado de Emergencia.

A primeras luces es muy confuso aceptar la premisa de la posibilidad del cese


momentáneo de algunos de los pilares imprescindibles del ordenamiento jurídico, tanto
peruano como internacional, empero, es en las faldas de la “ponderación” donde se
cobija el Régimen de excepción.

El presente trabajo tiene la tarea de desmenuzar paso a paso los términos y situaciones
que, en su conjunción final, permitirán la comprensión satisfactoria del tema.

Es menester entonces, empezar definiendo la situación constitucional de nuestro estado


y del orden internacional:

1. Consideraciones previas
1.1. Del Estado Legal al Estado Constitucional

Al estado legal lo define perfectamente el “principio de legalidad” el cual, según


Ramíro Ávila (2009), master en Derechos Humanos por la Universidad de
Columbia, se extiende y explica en los siguientes ámbitos:

 La ley determina la autoridad y la estructura del poder.


 El poder se encuentra concentrado en una clase política que es la que
conforma el Parlamento.
 La burguesía, a través de la idea de ciudadanía y representación, colmó el
parlamento, limitó al ejecutivo y controló al Judicial: Los límites del
estado los impone el parlamento (el ejecutivo solo puede hacer lo que
establece la ley y el judicial es una mera “boca de ley”, es decir,
solamente puede resolver conflictos por lo establecido estrictamente en la
ley)
 El parlamento podría incluso cambiar la constitución, eliminar los
derechos y restringir las garantías: LA COSNTITUCIÓN NO ES
RÍGIDA Y SE PUEDE REFORMAR POR EL PROCEDIMIENTO

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ORDINARIO DE CREACIÓN DE LEYES; los derechos son los que


están reconocidos y desarrollados en las leyes.

Bajo este modelo de estado, no es ningún inconveniente el reducir derechos de


los individuos en determinadas situaciones, ya que son mera creación legal que
tiene el mismo rango que un decreto legislativo o supremo que podría determinar
una situación “x” que implicará la modificación de la situación jurídica de las
personas.

Empero, la situación es distinta cuando hablamos del Estado Constitucional de


Derecho el cual se consagra como el paradigma internacional que domina la
nueva época. Ramíro Ávila (2009) expone respecto a este modelo:

 La constitución determina el contenido de la ley; la constitución es la


carta madre del ordenamiento jurídico y toda legislación se ciñe a los
principios generales que esta dispone.
 La constitución consagra a determinados derechos como el fin del estado
mismo (art. 1 de la Constitución Política del Perú: “la defensa de la
persona humana y el respeto a su dignidad son el fin supremo del Estado)
(Esto reemplaza al estado legal en el cual el estado tenía como fin tácito a
la dinámica del poder).
 Se configura entonces al Estado (poder constituido) como estructura,
derechos como fin y democracia como medio (poder constituyente).
 Los derechos de las personas son, a la vez, límites del poder y vínculos.
Límites porque ningún poder los puede violentar, aún si proviene de
mayorías parlamentarias, y lo que pretende es minimizar la posibilidad
de vulneración de derechos; y vínculos porque los poderes del Estado
están obligados a efectivizarlos y lo que se procura es la maximización
del ejercicio de los derechos.

Es en este segundo supuesto de Estado que nos damos cuenta de la verdadera


problemática alrededor de los Regímenes de Excepción, ya que, pese a la
situación casi todopoderosa de los derechos fundamentales, el Estado puede
establecer imperantemente su reducción en los supuestos en los que se
configuran dichos regímenes. La pregunta de: ¿Qué sustenta a los Regímenes de

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Excepción para que puedan mermar derechos fundamentales? Será respondida


luego.

1.2. Ponderación
Alexy, leído en Atienza y García Amado (2016), padre de la concepción más
aceptada sobre ponderación, establece qué: La ponderación se configura en una
situación en la que entran en conflicto dos derechos o principios y se tiene que
delimitar el marco de actuación o “preponderancia” que tiene uno sobre el otro;
es un principio último del ordenamiento jurídico, que a su vez consta de tres
subprincipios:
 Idoneidad: “una medida que limita un derecho para satisfacer otro, debe
ser idónea para obtener esa finalidad” (Atienza y García, 2016, pp.14).
 Necesidad: “no puede ocurrir que la misma finalidad pudiera alcanzarse
con un coste menor”. (Atienza y García, 2016, pp.14).
 Proporcionalidad en sentido estricto: “la optimización en relación con las
posibilidades normativas” (Atienza y García, 2016, pp.14).

Es así que: “Cuanto mayor es el grado de la no satisfacción o de afectación de


uno de los principios (o derechos), tanto mayor debe ser la importancia de la
satisfacción del otro” (Atienza y García, 2016, pp.14).

2. Antecedentes
La creación de disposiciones jurídicas para regular las situaciones graves de
conflictos internos o externos surgieron en forma definida en el derecho romano,
en cuanto se establecieron normas de duración temporal con el fin de que las
autoridades públicas pudiesen superar las situaciones de peligro derivadas de
insurrecciones internas o de guerra exterior. En efecto, el destacado jurista
alemán Cari Schmitt señaló que durante la República se estableció la dictadura
comisarial, la que consistía en la designación por el cónsul a solicitud del
Senado, de un funcionario durante un periodo de seis meses con atribuciones
para hacer frente a la emergencia, pero en la práctica, si la situación se
normalizaba antes de concluir dicho plazo, el comisario debía dejar su cargo. El
mismo autor distinguía entre esta dictadura temporal (comisarial) y la
permanente (soberana), que se transformaba en tiranía como las ejercidas por
Sila y por César. (Fix-Zamudio, 2004)

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Esta dualidad de conceptos continuó durante la Edad Media, en la cual con


numerosas variantes se diferenciaba entre la asunción de facultades amplias
necesarias en momentos de conflictos internos y externos, que tenían una
duración limitada, y el tirano, quien usurpaba o distorsionaba estos poderes de
manera permanente, y como es bien sabido varios autores, entre ellos Santo
Tomás de Aquino, justificaron el tiranicidio en la segunda hipótesis. Durante el
Renacimiento se distinguía entre el jura imperii, que comprendía los atributos
del soberano, rey o emperador, y que comprendía la expedición de la legislación
y su aplicación, en relación con el jura dominationes, que se ejercitaba durante la
guerra y la insurrección, en interés de la existencia estatal y de la tranquilidad
social, situación durante la cual el soberano podía apartarse del ius comune.
Tanto en la hipótesis de una situación normal como en las de excepción, las
atribuciones del soberano, al menos teóricamente, estaban reguladas
jurídicamente, en el primer supuesto por el ius imperii, y en el segundo por el ius
especiale. (Fix-Zamudio, 2004)
Durante la etapa que se ha calificado como Antiguo Régimen, es decir durante la
existencia de los regímenes absolutistas de Europa continental, y en cierta
medida también en Inglaterra, las situaciones de emergencia no se regulaban de
manera precisa, y especialmente tratándose de los conflictos internos en los
cuales predominaban los motines, es decir las insurrecciones populares,
especialmente en momentos de escasez de alimentos, estos disturbios se
reprimían de manera pragmática, castigar duramente a los más conspicuos y
perdonar a los demás. De acuerdo con la doctrina, las situaciones de emergencia
tenían un carácter predominantemente preventivo más que represivo, ya que se
tomaban medidas, como el suministro de alimentos cuando los mismos
escaseaban, para evitar hasta donde era posible las revueltas. (Fix-Zamudio,
2004)
Con el surgimiento del constitucionalismo clásico, que se inicia con la lucha de
independencia en los Estados Unidos de América y la revolución francesa en el
continente, se desmantelan los procedimientos preventivos del antiguo régimen y
comienza una nueva etapa con el establecimiento del concepto del orden público
constitucional como opuesto al del sistema absolutista del antiguo régimen, ya
que esta nueva regulación se caracterizaba por ser esencialmente represiva frente

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a las prácticas preventivas anteriores; legal en lugar de arbitraria, y finalmente


efectiva respecto de la ineficacia frecuente del régimen autocrático anterior.
Además, en esos primeros textos fundamentales modernos, se introdujeron los
lineamientos de las facultades de emergencia, así fueran escuetas, con lo cual
principió la constitucionalización de las declaraciones de los estados de
excepción, que posteriormente se desarrollaron en la legislación, para hacer
frente a las insurrecciones internas y a las amenazas externas. Además, debe
tomarse en cuenta que en esos nuevos documentos constitucionales se
incorporaron los derechos humanos de carácter individual (de propiedad, libertad
y seguridad), que fueron precisados en las Constituciones locales de los Estados
Unidos de América, e incorporados a la carta federal en 1791, y en la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en Francia,
que fue añadido a la carta de 1791.
La carta federal de los Estados Unidos de América reguló de forma muy concisa
las situaciones de emergencia, ya que en el artículo I, relativo al Congreso
Federal, dispuso en su fracción VIII, inciso 15, que el propio congreso estaba
facultado para convocar a la milicia para ejecutar las leyes de la Unión , suprimir
rebeliones y repeler invasiones, así como en la fracción IX, estableció en su
inciso 2 que el derecho de hábeas corpus no podía ser suspendido por el mismo
órgano legislativo, salvo que lo requiriese la seguridad pública, en los casos de
rebelión o de invasión. Durante la guerra civil y las dos guerras mundiales, el
Congreso Federal expidió regulación para autorizar al Ejecutivo de la Unión
para tomar medidas de emergencia, entre ellas la suspensión del citado
procedimiento de hábeas corpus y la expansión del poder militar, con restricción
de las libertades individuales, aun cuando en estos supuestos se presentaron
intervenciones de los tribunales federales para proteger algunos de estos
derechos. (Fix-Zamudio, 2004)
En el Perú, desde que la Carta de 1979 recogiera la figura por primera vez en
un texto constitucional peruano, el estado de emergencia ha sido aplicado
innumerables veces, en multiplicidad de situaciones, pasando así a formar parte
del panorama institucional ordinario del país. En la década de los ochenta del
siglo
pasado, ante la brutal arremetida de la violencia política de Sendero Luminoso

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(más tarde, también del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, MRTA), el


Estado optó por una respuesta fundamentalmente militar y represiva, apoyada en
la declaración del estado de emergencia, que trajo como consecuencia
violaciones
masivas y sistemáticas de los derechos humanos, pese a que la Carta entonces
vigente, lo mismo que la actual, sólo permitía la suspensión o restricción del
ejercicio de cuatro derechos fundamentales (libertad y seguridad personales,
inviolabilidad del domicilio, libertad de reunión y libertad de tránsito en el
territorio nacional). (Siles, 2017)
Las cosas no fueron diferentes en el siguiente decenio, ni siquiera con los
cambios en la materia introducidos por la Constitución de 1993 (algunos,
ciertamente
notables, como la consagración del contralor jurisdiccional parcial bajo régimen
de excepción), y pese a la captura de los principales líderes de los grupos
subversivos y al consiguiente desbaratamiento de éstos. A lo largo de los años
noventa, durante la Presidencia de la República de Alberto Fujimori, el país
mantuvo el régimen de excepción constitucional en diversas partes del suelo
patrio, siempre como medida para hacer frente a la subversión. (Siles, 2017)
El creciente uso del estado de emergencia frente a los desastres naturales y,
quizá más preocupante aún, como medio para garantizar la seguridad ciudadana
y combatir ciertas formas de delincuencia común (lo que ocurre ahora en la
Provincia Constitucional del Callao y en las provincias del Santa y Casma, en el
departamento de Áncash). Igual mención merece el empleo de las Fuerzas
Armadas para colaborar en tareas de control del orden interno ante acciones de
protesta social, sin proclamación del régimen de excepción. (Siles, 2017)

3. El régimen de excepción en el estado constitucional

El estado de excepción constitucional es un régimen especial que se aparta del


que está en vigor durante la “normalidad constitucional” y que procura someter
una “amenaza existencial”, esto es, un peligro de singular gravedad que se cierne
sobre la propia vida de la Nación o del Estado. En consecuencia, hace falta
otorgar poderes extraordinarios al Ejecutivo y habilitarlo para afectar
determinados derechos fundamentales y aun para, eventualmente, recurrir a las

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Fuerzas Armadas en reemplazo de la Policía, aunque siempre con el objetivo


superior de restaurar el funcionamiento normal de las instituciones y preservar la
Constitución

La importancia de este tema radíca en el hecho de que comprende la


problemática de los derechos fundamentales en las situaciones de mayor riesgo
en la vida de los Estados, que son aquéllas en las cuales se puede comprobar
hasta dónde se han desarrollado los derechos fundamentales y su protección
jurídica, y cuánto hace falta para perfeccionar sus mecanismos de defensa.

Los derechos humanos están en íntima relación con valores y principios morales,
con principios jurídicos y con determinados bienes y valores fundamentales que
exigen protección en todo momento y circunstancia, y con mayor razón aún,
cuando se ven en grave peligro ante situaciones de emergencia excepcional, de
crisis extraordinarias o de conflictos armados.

Los estados de excepción constituyen una defensa del Estado. Para algunos
autores los estados de excepción no son más que un mecanismo de defensa del
“status quo” constitucional, y constituyen “la reacción última del Derecho ante el
asalto ilegítimo de la fuerza en contra del Estado”. Las facultades de suspensión
de derechos son poderes especiales y extraordinarios que nacen como facultades
jurídicas precisamente de su reconocimiento legal, debido a la necesidad de
actuar de forma urgente y ágil, pero también de manera efectiva, ante hechos y
acontecimientos graves e insuperables, cuya solución no es posible por las vías
normales y ordinarias con que cuenta el Estado moderno. (Meléndez, 2003)

Es entonces la necesidad de resolver las crisis graves e insuperables, la que


fundamenta en última instancia el uso de las facultades de suspensión de
derechos y garantías, con el objeto de que esta suspensión contribuya al
restablecimiento de la normalidad, a la preservación de los valores y bienes
jurídicos que atañen a toda la colectividad, y en definitiva, a la defensa del orden
constitucional.

Es aquí donde hacemos uso de uno de los conceptos expuestos en la sección de


saberes previos: La ponderación. Es importante entender que siempre existen
conflictos entre derechos o situaciones y estos, en las cuales, para poder

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establecer un actuar justo, se tiene que lesionar un derecho en favor de otro más
importante. El la situación de un régimen de excepción, se pondera entra las
libertades individuales y algunos derechos más (estrictamente establecidos) y la
defensa de todo el ordenamiento jurídico, a través de la protección de su
instancia máxima: la constitución; es decir, se pondera entre defender las esferas
individuales (mediante los mecanismos institucionalizados por ley en la
normalidad del status quo de la constitución) y defender a la colectividad de
individuos ( sociedad) a través de la defensa de la constitución mediante
mecanismos “excepcionales” que asegurarán a largo plazo la no vulneración de
los derechos fundamentales.

El ejercicio de estas facultades supone un margen de discrecionalidad de parte


del Estado, especialmente del Poder Ejecutivo, sobre diversos aspectos
relacionados con la situación de hecho o situación excepcional, con su
valoración como situación insuperable y con la misma necesidad de tomar
medidas especiales. Ello no implica en ningún momento discrecionalidad para
actuar fuera de la ley y sin control alguno. Se entiende que los Estados al ejercer
las facultades de excepción deben estar en todo momento sometidos al Derecho,
a la legalidad de excepción, y en general, a la legalidad constitucional y al
Derecho Internacional vigente. (Meléndez, 2003)

Tales facultades, están juridificadas por la misma función de defensa del Estado
de Derecho, por la proporcionalidad de las medidas que se usan, por la necesidad
de utilizarlos y por los controles de carácter público

Según Meléndez (2003), estas son las características de un Estado de excepción:

 Las facultades de excepción son facultades especiales y extraordinarias


destinadas a regir en períodos de anormalidad constitucional en la vida de los
Estados, por un tiempo relativamente corto, es decir, que son facultades
temporales, por lo que nunca pueden ejercerse de manera permanente o
indefinida.
 Se ejercen frente a situaciones graves e insuperables por los mecanismos
legales normales. No pueden, por lo tanto, invocarse en situaciones vagas o
de menor gravedad.

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 Su ejercicio provoca una alteración en el equilibrio que existe entre los


poderes del Estado. Produce, en consecuencia, una concentración de poderes
en el Ejecutivo con perjuicio o alteración en los demás poderes,
especialmente en el Poder Judicial
 Estas facultades no pueden ejercerse de manera absoluta e ilimitada.
 Son facultades sujetas a regulación legal. No son, por lo tanto, facultades
arbitrarias o ilegales. Están sujetas a controles constitucionales y legales y a la
supervisión internacional.
 Conllevan la utilización de la coacción y de la fuerza institucional más allá de
lo permitido en épocas de normalidad.
 Su extralimitación con perjuicio a los derechos humanos de la colectividad da
lugar a responsabilidad legal interna e internacional.
Estas facultades pueden ejercerse en diverso tipo de situaciones anormales, entre
las que se comprenden especialmente los conflictos armados, las tensiones
internas y los disturbios interiores.’ Pero en términos generales, se comprende
toda una diversidad de situaciones que van desde los desórdenes públicos
incontrolables, las graves alteraciones al orden público, los casos de rebelión,
sedición, invasión del territorio, amenazas a la independencia o seguridad del
Estado o de la nación, catástrofes, epidemias, graves acontecimientos
ocasionados a la naturaleza, hasta las situaciones propias de un conflicto armado
interno, internacional o guerras de independencia colonial. (Meléndez, 2003)
Lo distintivo de los estados excepcionales es entonces que, una vez declarada
formalmente la emergencia por los órganos competentes, el poder queda
concentrado en el Gobierno (modificando el cuadro de división de poderes
propio de la normalidad constitucional – ejecutivo, legislativo y judicial con sus
respectivas funciones cada uno-), Gobierno que recibe potestades extraordinarias
con vistas a adoptar medidas prontas y eficaces que permitan al Estado dominar
la causa de la crisis. De allí que el Tribunal Constitucional peruano (Leído en
Siles, 2017) considere que el régimen de excepción se caracteriza por la
“concentración del poder, con permisión constitucional, en un solo detentador
-normalmente el jefe del Ejecutivo-, mediante la concesión de un conjunto de
competencias extraordinarias, a efectos de que la acción estatal sea tan rápida y

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eficaz como lo exijan las graves circunstancias de anormalidad que afronta la


comunidad política”

4. Estado de Emergencia
El estado de emergencia se declara ante cualquier catástrofe nacional para
reponer las cosas a su estado anterior. Conforme al artículo 137.1 de la
Constitución peruana de 1993, el órgano legitimado para declarar el estado de
emergencia (como también el estado de sitio) es el Presidente de la República.
Se trata, pues, de un acto de autoinvestidura. El peligro de la autoinvestidura
prevista para el estado de emergencia peruano (como también para el estado de
sitio) es, desde luego, la posibilidad de un ejercicio abusivo de esta potestad, sin
que ni el Parlamento ni la judicatura alcancen a ejercer los controles adecuados
de orden político y jurisdiccional, respectivamente. Pero tal peligro tiene que ver
directamente con la apreciación de las circunstancias que habilitan la
proclamación, es decir, con las causales que la Carta prevé para la introducción
del régimen excepcional.
El sustento para la concentración de poderes en el ejecutivo y en ningún otro
más es la celeridad ya que, a diferencia del congreso, el ejecutivo no tiene que
someterse a largos e intensos debates para dar solución a un problema o darle
forma a una alternativa de procedimiento.
La Constitución peruana de 1993, en reiteración textual de su antecesora de
1979, estipula que el Presidente de la República, con acuerdo del Consejo de
Ministros, puede decretar el estado de emergencia “en caso de perturbación de la
paz o del orden interno, de catástrofe o de graves circunstancias que afecten la
vida de la Nación”, mientras que el estado de sitio puede ser declarado, siempre
por el primer mandatario de la nación, con acuerdo del gabinete ministerial, “en
caso de invasión, guerra exterior, guerra civil, o peligro inminente de que se
produzcan” (artículo 137).
Las diferencias esenciales entre los dos Regímenes de excepción que nos
presenta la constitución se exponen claramente en este cuadro presentado por la
Pontífice Universidad Católica del Perú, en su blog institucional:
http://idehpucp.pucp.edu.pe/notas-informativas/5-cosas-debes-saber-los-derechos-
humanos-estado-emergencia/

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Pese a que ahí se estipule qué derechos fundamentales pueden ser restringidos,
esto no implica que se de paso a una completa desprotección, ya que el artículo
200 de la Constitución establece la posibilidad de interponer garantías
constitucionales a fin de examinar la razonabilidad y la proporcionalidad de las
restricciones a los casos en concreto. Además, existen otras normas legales e
infra legales que regulan esta situación:
 El procedimiento para la declaratoria del estado de emergencia está regulado
por los Decretos Supremos N° 058-2001-PCM y N° 069-2005-PCM.
 En el caso de desastres naturales, también existen disposiciones relevantes
en la Ley N° 29664 – Ley que crea el Sistema Nacional de la Gestión del
Riesgo de Desastres y su Reglamento aprobado por Decreto Supremo N°
048-2011-PCM
 También, debe tomarse en cuenta el Decreto Supremo N° 074-2014-PCM
aprobó la “Norma complementaria sobre declaratoria de estado de
emergencia, en el marco de la Ley N° 29664, del Sistema Nacional de
Gestión de Riesgo de Desastres – Sinagerd”
Tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como la
Convención Americana sobre Derechos Humanos contienen, ambos
ratificados por el Perú, contienen una disposición relativa a las situaciones
excepcionales que pueden dar a lugar la restricción de los derechos
humanos, así como establecen un catálogo de derechos que no admiten
restricción.
El siguiente cuadro, presentado por la Pontífice Universidad Católica del
Perú, en su blog institucional: http://idehpucp.pucp.edu.pe/notas-
informativas/5-cosas-debes-saber-los-derechos-humanos-estado-emergencia/ ,

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resume las disposiciones del Pacto Internacional de Derechos Civiles y


Políticos como la Convención Americana sobre Derechos Humanos
correspondientes:

Así mismo presenta un cuadro referente a los derechos que no pueden ser
restringidos bajo ninguna premisa:

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CONCLUSIONES

Entonces, en resumen y conforme al artículo 137 de la Constitución Política


del Perú:
1. El estado de Emergencia es un régimen de excepción por el
cual se busca restituir el status quo del estado constitucional.
(Tiene como máxima duración 60 días)
2. Es declarado por el Presidente y el Concejo de Ministros y les
da a estos todas las facultades necesarias para actuar con
celeridad y eficacia.
3. Se declara solamente en las circunstancias de:
a. Perturbación de la paz o del orden interno.
b. Catástrofe.
c. Graves circunstancias que afecten a la vida de la
nación.
4. Puede restringirse o suspenderse el ejercicio de los derechos
constitucionales relativos a la libertad y la seguridad
personales, la inviolabilidad del domicilio, y la libertad de
reunión y de tránsito en el territorio comprendidos en los
incisos 9, 11 y 12 del artículo 2° y en el inciso 24, apartado f
del mismo artículo.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ávila, R. (2009) Del Estado Legal de Derecho al Estado Constitucional de


Derecho y Justicia. Revista de Colaboraciones Jurídicas, 22(80),
775 – 793. Recuperado el 24 de Mayo de 2019, de: https://revistas-
colaboracion.juridicas.unam.mx/index.php/anuario-derecho-
constitucional/article/download/3900/3428

Atienza, M. y García, J. (2016) Un debate sobre la ponderación. Palestra


editores: Lima

Fix-Zamudio, H. (2004) Los estados de excepción y la defensa de la


Constitución. Boletín mexicano de derecho comparado, 37(111),
801-860. Recuperado el 25 de mayo de 2019, de
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0041-
86332004000300002&lng=es&tlng=es.

Meléndez, F. (2003) Los derechos fundamentales en los estados de


excepción según el Derecho internacional de los derechos humanos.
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