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La Guerra de la Restauración fue una guerra llevada a cabo en Santo Domingo

desde 1863 hasta 1865 entre los dominicanos y España, que el conservadurismo
dominicano había invitado de nuevo a tomar posesión del país 17 años después
de la Guerra de la Independencia contra la República de Haití y 42 años después
de que los habitantes de la parte oriental se declararan independientes de España.
El 16 de agosto de 1863, un grupo de patriotas dominicanos liderados por
Santiago Rodríguez asaltaron la ciudad fronteriza de Dajabón y alzaron la bandera
dominicana en el Cerro de Capotillo. El grito de Capotillo fue el detonante de la
Guerra de la Restauración. Los dominicanos entraban en combate al grito de
"¡Viva la República!". El grito de guerra de los españoles era: "¡Viva la Reina!".13
La lucha entre los rebeldes dominicanos y las fuerzas españolas continuó hasta
1865 cuando la reina Isabel II de Borbón decidió abandonar la colonia.

En 1861, el general Pedro Santana había arrebatado la presidencia a


Buenaventura Báez, quien había quebrado la Tesorería de la Nación con grandes
ganancias para sí mismo. Frente a una crisis económica, así como la posibilidad
de un nuevo ataque de Haití, Santana pidió a España que retomara el control de
su antigua posesión bajo la categoría de provincia, con tan solo 17 años de
independencia. Al principio, la monarquía española estaba preocupada, pero con
los Estados Unidos ocupados con su propia guerra civil e incapaces de imponer la
Doctrina Monroe, consideraba que había una oportunidad para reafirmar el control
en América Latina. El 18 de marzo de 1861, se anunció la anexión, y Santana se
convirtió en gobernador general de la recién creada jurisdicción.

Sin embargo, este acto no fue bien recibido por todos. El 2 de mayo, el general
José Contreras lideró una fallida rebelión, y Francisco del Rosario Sánchez
encabezó una invasión desde Haití (cuyo gobierno aunque oficialmente neutral, le
preocupaba que España afianzase su poder en la zona), pero fue capturado y
ejecutado el 4 de julio de 1861. Eventualmente Santana renunciaría a su cargo en
enero de 1862 tras sostener diferencias con las autoridades españolas en Cuba
que limitaron su poder y que destituyeron a sus amistades para colocar a
peninsulares en los cargos de poder; la reina Isabel II le confirió el marquesado de
las Carreras como compensación por sus servicios al Reino.

Las autoridades españolas comenzaron a alienar a la población en general


mediante el establecimiento de una política conocida como “bagajes”, que
requería que los ciudadanos entregaran cualquier animal de trabajo a los militares
españoles sin ningún tipo de garantía de indemnización. Esto fue especialmente
problemático en la región del Cibao en el norte, donde los agricultores dependían
de sus animales para su sustento. Un segundo factor fue cultural: el nuevo
arzobispo de España se horrorizó al descubrir que un gran número de parejas
dominicanas no estaban casadas bajo la Iglesia Católica. Esta situación se
produjo debido al pequeño número de sacerdotes en el país, así como la pobreza
y la falta de caminos y transporte para llegar a una iglesia para casarse. Con las
mejores intenciones, el arzobispo Bienvenido Monzón quería poner remedio a esta
situación en un corto tiempo, pero sus demandas solo irritaban a la población local
que había llegado a aceptar el estado actual de los nacimientos "ilegítimos" de
forma normal.

Económicamente, el nuevo gobierno también impuso aranceles más altos para los
productos no españoles y los buques y trató de establecer un monopolio sobre el
tabaco, contrariando a las clases comerciantes también. A finales de 1862, los
funcionarios españoles estaban empezando a temer la posibilidad de una rebelión
en la región del Cibao (el sentimiento anti-español no era tan fuerte en el sur). Por
último, había rumores de que España volvería a imponer la esclavitud y enviar a
los dominicanos negros a Cuba y Puerto Rico.

Mientras tanto, España había emitido una orden real en enero de 1862 declarando
su intención de recuperar los territorios que Toussaint Louverture había tomado
por Haití en 1794. En un intento de sofocar los disturbios en la región dominicana,
las tropas españolas habían desalojado a los haitianos que vivían en estas áreas a
lo largo de la frontera haitiano-dominicana. El presidente haitiano, Fabre Geffrard
renunció a su posición de neutralidad y empezó a ayudar a los rebeldes
dominicanos.

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