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Diego Gracia ha hecho una magistral exposición de la historia de estos principios desde la
antigüedad clásica hasta la actualidad3. Aquí no nos centraremos tanto en cuestiones históricas
cuanto en cuestiones conceptuales. Con ello pretendemos indagar cuáles son los elementos
relevantes que puede ofrecer el enfoque principialista para fundamentar una bioética
intercultural.
Respeto de la autonomía
La palabra «autonomía» proviene del griego y significa «autogobierno». Se usa por primera vez
para referirse a la capacidad de autogobierno de las ciudades-estado griegas independientes.
Para Beauchamp y Childress, el individuo autónomo es el que «actúa libremente de acuerdo con
un plan autoescogido»4. Según afirman estos autores, todas las teorías de la autonomía están de
acuerdo en dos condiciones esenciales: a) la libertad, entendida como la independencia de
influencias que controlen, y b) la agencia, es decir, la capacidad para la acción intencional.
Que un ser es autónomo no significa meramente que sigue sus propios deseos o inclinaciones.
El alcohólico que quiere vencer su dependencia al alcohol siente deseos de beber pero trata de
guiarse no por esos deseos inmediatos, sino por otros más acordes con los valores sobre la idea
que tiene de sí mismo.
Beauchamp y Childress nos dan algunas reglas para tratar a las personas de manera autónoma:
1. «Di la verdad».
No-maleficencia
1. «No mate».
Beneficencia
Justicia
Juramento hipocrático
El Juramento hipocrático es un compromiso, que solo pueden hacer las personas que se gradúan
en las carreras universitarias de Medicina. Tiene un contenido de carácter solo ético porque
orienta al médico en la práctica de su profesión.
Nuestros principios éticos nacen del Juramento Hipocrático, que recibe su nombre de su autor,
Hipócrates de Cos (460-377 a.C) al que todavía hoy en día se le considera el Padre de la
Medicina por ser el primero en dar razones científicas a la enfermedad y su curación.
«Juro por el médico Apolo, por Esculapio y todos los poderes de la salud y de la curación, en
presencia de los dioses y diosas, el siguiente juramento, que procuraré cumplir fielmente:
Daré siempre mis recetas para bien de los pacientes, según mi ciencia y conciencia, y no
dañaré nunca a nadie. Nunca procuraré a nadie un veneno mortal, aunque él me lo pidiera,
ni aconsejaré nunca nada que pueda tener por consecuencia la muerte. Jamás procuraré a
una mujer un medio para matar el fruto de su vientre, sino que guardaré siempre pura y
diligentemente mi vida y mi arte médica. A fin de no poner en peligro los órganos viriles de la
generación, no operaré nunca por mí mismo los cálculos vesicales, sino que dejaré esta
intervención a cirujanos facultivamente formados. En cualquier casa que entrare, sólo la
pisaré para bien de mis pacientes, y me abstendré de todo placer, especialmente de todo
placer sensual con hombres o mujeres, ora se trate de libres o de esclavos. Callaré sobre
cosas de que tenga conocimiento por el tratamiento de mis pacientes y hasta sobre cosas
discretas que conozca fuera de ese trato, y las guardaré para mí como un secreto sagrado. Si
guardare este juramento, goce yo de mi vida y de mi arte médica ante todos los hombres y por
todos los tiempos; mas si fuese perjuro, caiga sobre mí toda desgracia»
Este juramento está contenido en el Corpus hipocraticum, que fue reunido hacia el año 300 a.C
para la biblioteca de Alejandría, y contenía 100 escritos, procedentes de Hipócrates mismo. Es
sorprendente la tremenda actualidad de los compromisos que, según el criterio de Hipócrates,
contrae el médico con sus pacientes.
El consentimiento informado
Los datos deben darse a personas competentes en términos legales, edad y capacidad mental. En
el caso de personas incompetentes por limitaciones en la conciencia, raciocinio o inteligencia;
es necesario conseguir la autorización de un representante legal. Sin embargo, siempre que sea
posible, es deseable tener el asentimiento del paciente.
Capacidad de decisión
Competencia