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Es común escuchar a las personas hacer alegoría a la falta de dinero. El título de este escrito
sugiere un estado de recurrencia en la incapacidad de solventar distintas obligaciones. Pero al
mismo tiempo el enunciado inicial invita a la evaluación, un autoanálisis, que debe iniciar con la
pregunta: ¿Por qué no me da?
Tomando esto en consideración, el enunciado titular indica un desbalance entre las entradas y
salidas que maneja la persona. Ante esta realidad es importante tomar en cuenta que entre los
elementos ingresos y egresos, el primero no es controlable sobre la base de la decisión personal;
en otras palabras, no depende de la persona que estos se incrementen. Por otro lado, el segundo se
enmarca dentro de rango de decisiones personales
Si se parte del principio de que las salidas de dinero están sujetas a las decisiones, y existe un
desbalance en los egresos respecto de los ingresos, entonces el problema radica en una falta de
organización.
Por lo que la solución se encuentra en cómo se ejecutan las decisiones de consumo; englobando
con esto toda la estructura de gastos de la persona; desde los gastos fijos necesarios hasta los
variables prescindibles.
Esto se logra priorizando las necesidades. Definiendo qué va primero y qué va después.
Importantizando la necesidad y postergando el deseo. Tomando decisiones de consumo apegadas a
un plan que utiliza la herramienta del presupuesto como parámetro e indicador de control
financiero.
Por lo que cada persona, luego de haber hecho este auto análisis y asumir la disciplina de la
restricción, tendría altas posibilidades de cambiar el enunciado titular por «Ahora sí me da» pero
más aún podrá tener control sobre sus finanzas.