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se festeja el 1 y 2 de noviembre, es una celebración para honrar a los muertos que

se remonta a la era prehispánica y que tras la llegada de los españoles se mezcló


con la fiestas católicas de los fieles difuntos.

En México, las tradiciones de esta celebración incluyen visitar a los seres queridos
que ya partieron en los cementerios y preparar altares con alimentos, veladoras,
incienso, fotografías y flores para recordarlos.

Las casas de los mexicanos se llenan de colores, olores y sabores alrededor de


las ofrendas; las plazas públicas y los panteones adquieren tonos únicos gracias a
las flores de cempasúchil y en los mercados empiezan a aparecer las calaveritas
de azúcar y otros dulces de temporada. Toda esta fiesta está dedicada a la
memoria de nuestros difuntos. La tradición dice que las almas de los muertos
regresan a visitarnos en los primeros días de noviembre y es nuestra labor
ayudarlos en su camino de regreso. Las ofrendas cumplen un papel importante en
este proceso, ya que guían a las almas en su camino hacia nuestro mundo. Es por
esto que en los altares se incluyen las comidas predilectas de nuestros difuntos,
veladoras, flores de cempasúchil e incienso.

“Día de Muertos”, una celebración tradicional que tiene orígenes mesoamericanos


y que honra a los fieles difuntos (coincide con la celebración católica). Los
mexicanos nos ponemos para adorar y celebrar a aquellas personas queridas que
ya no están con nosotros. Nuestros antepasados tenían muchos festejos
destinados a la muerte, y éstos se veían reflejados en los muchos rituales que
hacían cuando alguien fallecía. Por ejemplo, muchos conservaban los huesos y
cráneos de los fallecidos como trofeos, llegando incluso a decorarlos con
hermosas joyas.

México celebra un año más su independencia al grito de Dolores, el punto de


partida de la guerra de independencia de este país latinoamericano. Los
mexicanos salen a las plazas públicas y emulan cada año la noche de 1810 en la
que el cura Miguel Hidalgo y Costilla llamó a los feligreses del pueblo de Dolores,
en el Estado de Guanajuato a levantarse en armas. La fiesta está tan afianzada en
el imaginario colectivo nacional que a veces los rasgos más básicos de la
celebración se obvian o se olvidan.

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