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Trabajo Practico n°1

de Etnohistoria

Facultad de humanidades y ciencias


sociales.

Tema: Procesos de construcción de tradiciones históricas y


reelaboraciones del pasado.
Año: 2020

ETNOHISTORIA
Trabajo Práctico n° 1:

Procesos de construcción de tradiciones históricas y


reelaboraciones del pasado.
Salomon, Frank” Una etnohistoria poco étnica. Nociones de lo autóctono en
una comunidad campesina peruana”, Revista Desacatos, México, CIESAS,
2001, (pp.65-88).

1 -Explique qué elementos analiza el autor para concluir en que el gran suicidio
indígena de Huarochirí se imagina como una victoria moral que la convirtió en
tierra de hombres y mujeres eternamente libres.

2 - ¿Por qué Salomón sostiene que debemos tomar en serio el panorama


histórico conceptualizado desde el pueblo rural por mucho que diste del
paradigma académico?

Nicolás, Vicent. Los ayllus de Tinguipaya. Ensayo de Historia a varias voces.


Ed. Plural, La Paz, Bolivia, 2015. (Introducción).

3 -El interés de las historias orales recopiladas en Tinguipaya radica


precisamente en su capacidad de cuestionar la historiografía oficial y de
ofrecer nuevas perspectivas de comprensión de la historia. A la luz de la
Etnohistoria, explique la confrontación entre memoria oral y documentos
escritos que propone el autor.

4 - ¿En dónde radica para Nicolás la importancia de las historias narradas y en


donde encuentra la más clara diferenciación entre historiografía mnemónica y
la historiografía documental?

Desarrollo
1 – El autor analiza varios elementos para llegar a esa conclusión. En primer lugar,
analiza los documentos escritos por los historiadores, antropólogos, paleógrafos, pero
también sobre documentos coloniales, litigios que se conservan en el local comunal,
pero lo hacen desde una forma científica que deja de lado al pueblo y se centran en el
discurso académico etc. y por otro lado analiza el mismo hecho desde la narrativa de
los nativos que aún viven en ese lugar, o sea desde una etnohistoria “strictu sensu” (o
sea, un conocimiento de la historia desarrollada internamente). El gran suicidio de los
Huarochi, se imagina como una victoria moral que la convirtió en tierra de hombres y
mujeres libre por que esta revuelta logro que se realizara un cambio. En un primer
momento los indígenas tenían la obligación de pagar tributos en una cantidad
estipulada, pero con el pasar del tiempo no se hacía ningún relevamiento o como lo
dicen retasa para saber el número de aborígenes que habían fallecido o escapado y
debían pagar la misma cantidad de tributo, además los aborígenes menores de 18 años
debían trabajar para llegar a pagar el total del tributo. Entonces en forma de protesta
muchos de los Huarochiranos se quitaron la vida colgándose, hasta llegar a un punto
en el que en el ayllu era imposible vivir por las pestes y los olores, luego de esto se
decretó que se realice un censo de la población indígena y que los menores de 18 años
no paguen tributo, además de que con esto se ganaron la propiedad de la tierra.
El auto de los muertos puede verse como emblema de una identidad publica autentica
y de una ideología que fundamenta la dignidad de la ciudadanía en historia endógena.
2 - Salomón sostiene esta definición porque sería un error descontar sus conclusiones
como errores pintorescos, aun cuando sus argumentos involucren errores de
paleografía o cronología. Con frecuencia los estudios académicos sobre el impacto del
colonialismo en las identidades rurales muchas veces han acentuado la implantación
de la “indianidad” coma atributo de la competencia social, rutinaria e inevitable. Las
investigaciones publicadas sobre la historia oral se inclinan a acentuar las narrativas de
la época colonial como si fueran representativas de una época de opresión soportable
aliviada solamente por esperanzas milenarias.
Los huarochiranos recuerdan la época colonial intermedia de otra manera. No niegan
el martirio de los “indios” ni subestiman los males del viejo régimen. Al contrario, lo
afirman más que los historiadores al convertir la totalidad del registro arqueológico en
su monumento. Pero consideran también que la era colonial fue el periodo cuando los
antepasados emergieron de la esclavitud.
3 - La confrontación que propone el autor entre memoria oral y documentos escritos
sólo es posible si ambas fuentes hablan efectivamente de un mismo pasado, aunque
en términos distintos y desde perspectivas distintas. La memoria oral a la que hace
referencia son esencialmente las de los narradores que aceptaron compartir sus
conocimientos acerca del pasado, pero son también las voces que quedaron grabadas
en los escritos coloniales o republicanos. La memoria siempre es de alguien mientras
los recuerdos siempre son de algo. Si empezamos el análisis por la memoria, podemos
decir que tiene características del relativismo porque cada memoria es única y, como
tal, inconmensurable. Nuestras memorias son distintas y no hay nada que hacer al
respecto, pero si nuestras memorias no son comparables entre sí, nuestros recuerdos
sí lo son y aunque los recuerdos de alguien más sean distintos a los míos, me pueden
ayudar a precisar los míos, a recordar algo que pensaba haber olvidado y a tener una
visión más completa de los hechos.
4 - Las historias narradas son efectivamente huellas del pasado, más exactamente la
huella reproducida de generación en generación del testimonio de los ancestros a
propósito de lo que vieron y escucharon o creyeron ver y creyeron escuchar. En este
sentido, ellas construyen también una historiografía, una manera de recordar, narrar y
entender el pasado aquí y ahora la reproducción de una huella no es efectivamente
algo necesario, se sostiene en un esfuerzo continuo de memoria. Y ahí radica la
diferencia más clara entre la historiografía basada sobre huellas mnemónicas y la
historiografía basada en documentos materiales: un documento material perdido o
enterrado por siglos puede de pronto volver a aparecer; en cambio un recuerdo que
no es transmitido es perdido para siempre. La historiografía occidental trabaja sobre
documentos materiales de los que no se sabe siempre muy bien de dónde aparecen ni
cómo llegaron hasta nosotros, un misterio que la crítica externa e interna del
documento está encargada de resolver, aunque no lo logra todas las veces. La
historiografía quechua-aymara se basa en cambio en la transmisión oral de
testimonios. Existen dispositivos de seguridad en el corazón mismo de la lengua que
garantizan una transmisión fiel de la información. Por otra parte, hay dispositivos
socioculturales, como la reproducción colectiva de los relatos donde cada uno controla
la palabra del otro, que tienen por objeto vigilar la calidad de la transmisión. Sin
embargo, todo ello no impide que, a la larga, pueda producirse errores de transmisión.
Por otro lado, para ambas historiografías, la amenaza no reside solamente en la
destrucción de documentos sino en la posibilidad de un falso testimonio escrito u oral.

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