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¿CÓMO SUPERÉ LA IDEA DE SUICIDIO?

| ANIHILACIÓN

He estado muy triste, caí en una profunda depresión y en ese estado decidí profundizar las
sensaciones, decidí no olvidarme y me entregué a la noche, estando en soledad sentí la absoluta
incomprensión; la desesperación y la desesperanza me cobijaron, y como un velo profundamente oscuro
me cubría un pesimismo crudo que roia mis huesos. Dejé de mentirme, me sentí insignificante, dejé de
adularme, dejé de persuadirme para no matarme, dejé de invéntame razones para vivir.
He estado en lugares que nunca pensé estar, llegué hasta lo más profundo de la tierra y las llamas
quemaron mi cuerpo. Maldita vida, solo en vida se experimenta el infierno. Tengo que utilizar palabras
agresivas para describirlo, sin embargo en ese punto nada tiene color, todo es desabrido y sin ninguna
razón de ser. La vacuidad, la sensación de la nada, la huida de la existencia, la extinción de todos los
significados. Alguna vez estuve ahí lleno de vergüenza y desesperanza. Sentí la llegada al final de la
escalera al infierno y me queme con las lenguas de mis propios pensamientos.
Ah! cuantas sensaciones, no se si exista alguien en la tierra que haya sido capaz de experimentarlas
todas. El temor por la nada se funde y se extingue junto al amor y la alegría. Como si se tratase de una
inversión del Universo, todo lo bello pierde su color y los colores su significado, donde los
pensamientos se vuelven entes reales y los sentimientos escapaban como fluidos. En cada instante se
hace presente la muerte y me seduce como una virgen. El corazón se rinde de amar y comienza a sentir
el manto oscuro de la verdad que cubre por completo el alma.

Más de una vez pensé en el suicidio, y desde entonces comprendí mejor la vida. Nunca lo ví como
algo triste, hace años que no lloro, ya no sufro por nada. Tan joven y tan viejo, siento que he vivido
demasiado a pesar de mi corta edad. Siento que comprendo mejor a un anciano a punto de fallecer que
a la presunción del joven comenzando a tener fe de sus metas en la vida, buscando siempre llenar su
vacío con más vacío. Seré siempre un maldito, sin parecerme nunca a nada, a flotar en mi propio cielo.
Nada me importa realmente, podría abandonar el mundo en cualquier momento. Superé el miedo a
vivir y también a morir. Nada puede impresionarme, me dedique a experimentar todas las experiencias
capitales de las cuales se derivan todas las pequeñas sensaciones placenteras, y he leído demasiadas
páginas de libros que narran cosas inimaginables, los cuales me llevan a los límites del pensamiento.
Nada despierta en mi el asombro, todo lo entiendo rápidamente y de ahí mi hartasgo de vivir, ahora sé
cómo vivir, y toda forma de vida es absurda o insaciable, ahora ya no vivo por algo, solo vivo sin razón,
así como mi nacimiento fue sin razón, pues por azar fui colocado con unos padres que no eligieron a
su hijo y yo tuve que acostumbrarme a mis padres de igual manera. Me siento afortunado de no sentir
apego por nada, salvo a mi mismo, no a mí vida, sino solo a mi existencia.

¿Cómo superé la idea de suicidio? Lo que sucede es que jamás la olvido, no hay día de mi vida que
no tenga esa idea presente, me persigue cada noche y cada mañana, o tal vez soy yo quien la persigue a
ella. El sentimiento que produce en mi el pensamiento de dejar de existir, abandonar ésta vida de la cual
no fui responsable, abandonar el mundo que es indiferente y que se cae a pedazos, es muy voluptuoso.
Hubo un tiempo en el que mi egoísmo me decía sobre hacer algo en este mundo, tal vez cambiarlo, o
hacerlo mejor, después esa masturbación intelectual abandono mi cabeza y pensé que las obras que yo
pueda hacer jamás van a detener el curso del mundo, ni el mismo Jesucristo, enviado del cielo,
inspirando un amor elevado por la vida, logro cambiar un poco la situación, los hombres no quieren su
salvación, perseguirán siempre a aquel que les ofrezca el elíxir, ellos solo quieren morir y matar, la sed
de muerte se corresponde a todas las magníficas construcciones de artificios humanos. Ya no deseo
cambiar nada, deseo ser un hombre que contempla la masacre del infierno sentado desde la copa de los
árboles. Alguna vez mi orgullo me lanzaba un suspiro de nostalgia diciéndome que debería dejar un
legado o una imagen que me rescate del olvido de la gente o de mis seres más cercanos.
Afortunadamente mi objetividad hacía que ese pensamiento fuera sustituido por el deseo de que mi
memoria muera junto conmigo, ser un suspiro que se extingue y que caiga en la tumba así como en el
olvido. Ahora nada impide mi despedida, podría morir en cualquier momento, me siento fortalecido, ni
las palabras, ni las ofensas, ni la soledad, ni las balas, ni las extinciones, ni mi pasado, ni el futuro
pueden despertarme temor, soy un ser libre de toda ilusión y esperanza, no quiero engañarme nunca, no
creo en absolutamente nada, ni dioses ni templos, ni supersticiones, ni muertos en el cielo que me
acompañen, ni una pareja que me haga la ilusión de vivir. Sin aislarme del mundo estoy en una absoluta
soledad, sin llantos despediré a mis muertos, sin temor ni tristeza caminaré a mi muerte, no le debo nada
a nadie, nadie es capaz de penetrar mi mirada, observo los corazones de la gente y siento su dolor,
camino y los observo todos igual de confundidos, todos igual de patéticos mendigando atención,
mendigando un pedacito de amor que le dé razón a su existencia, existencia que jamás debió de ser.
Ellos no hacen falta en el mundo, así como yo, así como otros millones que sobran, todos buscamos
razones para vivir puesto que ya no quedan más razones en el mundo, se han acabado, hemos inventado
otras, esas que nos matan lenta y dolorosamente. Nuestro Dios Jehová, nuestra divinidad Jesucristo,
nuestros santos e idolos son maestros de la mentira, nos llevan a nuestra muerte y felices caminamos,
cantando al cielo, a ese cielo oscuro sin de gravedad, carente de oxígeno y de capacidad vital, ahí en
ese cielo está nuestra muerte, por ello oramos viendo arriba, odiamos abajo, odiamos el suelo, hemo
despreciado a nuestra madre, nuestro alimento crece bajo nuestros pies, y nosotros hemos despreciado
nuestro origen, por ello creamos industrias que pudren las aguas con el pretexto de darnos ropa, creamos
la esclavitud con el pretexto de darnos nuestros accesorios, creamos la extinción de los animales con el
pretexto de darnos espacios para la civilización, creamos la guerra con el pretexto de buscar la paz,
creamos la destrucción con el pretexto de darnos calidad de vida, creamos el arte de la autoaniquilacion
con el pretexto de amarnos unos a otros. Fallamos, hemos perdido, le fallamos a nuestros maestros y a
nuestros padres, como especie debemos hacernos una tregua y dejar de luchar encontra de nosotros
mismos, dejar de odiarnos y dejar de despreciar nuestro mundo. Es lamentable que muy pocos tengan
la suficiente visión sobre ésto y más aún la suficiente franqueza para hablarlo.
Cuando algo se aprecia se busca cuidarlo, pues se ve como valioso, cuando algo se desprecia se
rechaza y se busca apartarlo de la visita, cuando algo se odia se busca alejarlo o destruirlo. No hemos
visto la vida valiosa por eso nos despreciamos mutuamente, no hemos amado al mundo por eso lo
destruimos, hemos visto la vida despreciable por ello hemos traído el infierno a la tierra, hemos odiado
a nuestro mundo y por ello queremos irnos, queremos buscar en otros planetas y en las estrellas, nos
dirigimos a un desierto cósmico, una soledad fría en dónde encontraremos la indiferencia absoluta que
nos advertía nuestro sistema solar, que nos comunicaban los planetas vacíos. Pero odiamos y
despreciamos tanto al mundo que hemos invertido años y demasiado dinero en irnos de aquí, estamos
hartos del mundo y su gente, hartos del error que la naturaleza produjo y que llamamos ser humano.
Nuestras investigaciones espaciales no son más que un obra magnífica para salir y encontrarnos allá, a
lo lejos, con nuestra madre de la que hemos salido y a la que nos dirigimos, la nada.

—Joshua Ramírez (Maszer)


Agosto 2020

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