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El costo social
La crisis del sistema carcelario afecta al bolsillo de todos los ciudadanos. Se calcula que
en Estados Unidos, por ejemplo, cada interno cuesta a los contribuyentes unos 21.000
dólares anuales. Y los presos mayores de 60 años pueden costar tres veces esa cantidad.
En muchos países, la confianza pública en el sistema penal está menguando por otras
razones también. Se sabe de algunos delincuentes que son liberados antes de lo que les
corresponde y de otros que ni siquiera van a la cárcel debido a cierto tecnicismo jurídico
descubierto por un abogado sagaz. Por lo general, las víctimas no se sienten
suficientemente protegidas contra futuros daños y apenas tienen voz en el proceso legal.
Teniendo todo esto presente, queda en pie una pregunta fundamental: ¿logran reformar
a los delincuentes las prisiones? Aunque la respuesta suele ser negativa es algo que
devemos solucionar como sociedad.
Hay quienes cuestionan la eficacia de las cárceles, pues dicen que si bien la cantidad
mundial de presos supera ya los ocho millones, el índice de criminalidad no ha
disminuido considerablemente en muchos países. Además, aunque un alto porcentaje de
reclusos está en prisión por delitos relacionados con las drogas, la disponibilidad de
estas en las calles sigue siendo muy preocupante.
Cita :
“Degradar y desmoralizar a los presos es la peor manera de prepararlos para cuando
salgan de la cárcel.” (Frase publicada en un editorial del periódico The Atlanta
Constitution.)
En muchos casos, las prisiones solo sirven de restricción, y por un tiempo. Cuando el
recluso sale en libertad, ¿ha pagado realmente por su delito?* ¿Qué puede decirse de las
víctimas o de sus seres queridos? “Soy la madre de un muchacho asesinado —dijo Rita
en tono suplicante cuando el asesino de su hijo de 16 años salió en libertad tras cumplir
una sentencia de solo tres años—. Piensen un momento. ¿Pueden siquiera imaginarse lo
que esto significa?” Como ilustran las palabras de esta mujer, el dolor de la tragedia
suele persistir mucho después de que los tribunales han zanjado el caso y de que este ha
dejado de ser noticia.
La cuestión es de interés para todos, no solo para quienes se han visto afectados
directamente por el crimen, pues nuestra paz mental, por no decir nuestra seguridad,
depende en gran medida de que los presos, una vez cumplida su condena, salgan a la
calle reformados, y no simplemente endurecidos por su experiencia en prisión.
Si bien es cierto que las cárceles sacan a algunos delincuentes de las calles por un
tiempo, parece que hacen poco, o casi nada, por impedir la delincuencia a largo plazo.
Los muchachos y hombres jóvenes de las zonas urbanas deprimidas suelen ver el
encarcelamiento como un rito de iniciación, y muchos terminan convertidos en
delincuentes habituales. “La cárcel no reforma en absoluto a la persona —dice Larry,
que ha pasado gran parte de su vida cumpliendo condenas de prisión—. Cuando uno
sale, vuelve a hacer lo mismo.”
Este círculo vicioso tal vez explique por qué, según un estudio llevado a cabo en
Estados Unidos, el 50% de los delitos graves los perpetran el 5% de los delincuentes.
“Cuando los presos no tienen una manera constructiva de pasar el tiempo —dice la
revista Time—, suelen ocupar las horas acumulando resentimiento, por no decir una
serie de planes delictivos que [...] pondrán en práctica cuando salgan a la calle.”
Esta situación no es particular de Estados Unidos. John Vatis, médico de una prisión
militar de Grecia, afirma: “Nuestras prisiones son magníficas para producir personas
amenazadoras, violentas y ruines. La mayoría de los reclusos, cuando salen de la cárcel,
quieren 'arreglar cuentas' con la sociedad” .
Cita :
Problemas carcelarios
HACINAMIENTO. Las prisiones británicas presentan un grave problema de
hacinamiento, y no es de extrañar. Gran Bretaña es el segundo país de Europa
occidental con más población reclusa per cápita: 125 presos por cada 100.000
habitantes. En Brasil, la cárcel más grande de São Paulo tiene capacidad para 500
reclusos, pero alberga a 6.000. En Rusia, celdas preparadas para 28 presos están
ocupadas por 90 y hasta 110. El espacio es tan reducido que los reclusos tienen que
hacer turnos para dormir. En un país asiático se aglomera a 13 ó 14 personas en una
celda de tres metros cuadrados. Y las autoridades de Australia Occidental han afrontado
el problema de la falta de espacio encerrando a los presos en contenedores.
ABUSO SEXUAL. Bajo el titular “La violación en las cárceles” , el rotativo The New
York Times dice que, según un cálculo moderado, “cada año sufren abusos sexuales
más de 290.000 hombres encarcelados” en Estados Unidos. Y añade: “La espantosa
experiencia de ser violado no suele limitarse a una ocasión aislada, pasa a ser a menudo
un ataque cotidiano” . Una organización calcula que en las prisiones estadounidenses se
producen todos los días unos 60.000 actos sexuales no correspondidos.