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ROLDAN
DOCENTE: lic. EVERT ACHAGUA
Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su
vida sensible y espiritual su crecimiento. Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud,
evitan el pecado y, si lo han cometido recurren como el hijo pródigo (Lc 15, 11 – 31) a la
misericordia de nuestro Padre del cielo. Así acceden a la perfección de la caridad. La
persona humana participa de la luz y la fuerza del Espíritu divino. Por la razón es capaz
de comprender el orden de las cosas establecido por el creador. Por su voluntad es capaz
de dirigirse por sí misma a su bien verdadero. Encuentra su perfección en la búsqueda y
el amor de la verdad y del bien.
2. Ya que leíste el texto, Con el segundo párrafo elabora un dibujo que exprese la
búsqueda del amor y la verdad desde las cosas que Dios creó, adórnalo o recréalo
con una excelente frase que recoja el contenido del texto.
3. Elabore un ensayo coherente y pertinente de aproximadamente 200 palabras
sobre la importancia de la dignidad de la persona humana, para responder a la
propuesta que hace el Evangelio en el contexto de hoy.
La justicia social sólo puede ser conseguida sobre la base del respeto y de la dignidad
trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está
ordenada a él.
Nunchía Casanare – Cel. 3143314522 3143354514 – Email: myesnu@yahoo.es
El respeto de la persona humana implica el de los derechos que se derivan de su dignidad
de criatura. Estos derechos son anteriores a la sociedad y se imponen a ella. Fundan la
legitimidad moral de toda autoridad: menospreciándolos o negándose a reconocerlos en
su legislación positiva, una sociedad mina su propia legitimidad moral. Sin este respeto,
una autoridad sólo puede apoyarse en la fuerza o en la violencia para obtener la
obediencia de sus súbditos. Corresponde a la iglesia recordar estos derechos a los
hombres de buena voluntad y distinguirlos de reivindicaciones abusivas o falsas.
El respeto por la persona humana pasa por el respeto del principio: “Que cada uno,
sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en
primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente.
Ninguna legislación podría por sí misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las
actitudes de soberbia y el egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades
verdaderamente fraternas. Estos comportamientos sólo cesan con la caridad que ve en
cada hombre un “prójimo”, un hermano.
RUBRICA EVALUATIVA