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El Colegio de Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Los
Contemporáneos en el laberinto de la crítica
MARC CHEYMOL *
Instituto Francés de América Latina
"No quiero mitos. Nada camina tanto en este continente como un mito",
afirma Alejo Carpentier en El recurso del método. La irónica lucidez
del Primer Magistrado se refiere en el contexto de la novela al poder de
la utopía política.' El estudiante politizado, primera amenaza para la dic-
tadura, no es, a sus ojos, otra cosa que un mito.
Esa palabra convoca aquí una imagen de impacto vigoroso, que goza
de un amplio consenso popular y desempeña una función ideológica en
la sociedad; del hecho real toma algunos detalles, les confiere una im-
portancia desmedida y los transforma en una caricatura. Surgen así, se-
gún el dictador, el mito del "Hombre-de-Tez-Clara-que-habría-de-venir-
del-Oriente" o el mito de "Emiliano Zapata, subiendo al cielo, después
de muerto, en un caballo negro con aliento de fuego". 2 No es real el
poder político del estudiante (pero sí su fe y su activismo), ni tampoco
el carácter salvador del hombre blanco (pero sí su aparición y la creencia
de los indios), ni la ascensión de Zapata (pero sí su caballo y su carisma
revolucionario): el objeto del mito, disfrazado en una leyenda, pierde
su realidad. Los mitos están todos condenados por definición a derrum-
barse, es decir que algún día se deja de creer en ellos -o más exacta-
* Antes de empezar, quiero conformarme a la tradición y agradecer públicamente a El
Colegio de México y en particular a la profesora Rebeca Barriga Villanueva por haberme
invitado, y por encontrarme ahora en tan grata compañía.
1 Alejo Carpentier, El recurso del 'f}étodo, en Obras completas, México, Siglo XXI,
1984, tomo VI, p. 232.
2 Estas considc::raciones se inspiran en la definición propuesta por Roland Barthes en
Mythologies [ 1957]: Mitologfas, trad. de Héctor Schmucler, México, Siglo XXI, 1980.
Aparte de Carpentier, Asturias se refirió también al mito en ese sentido, dando como
ejemplos el automóvil último modelo, la estrella de cine o el cantante de moda: María Félix,
"la mujer de todos", o Madonna son así, evidentemente, mitgs actuales. Véase "El Señor
Presidente como mito", en Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente, edición crítica, Pa-
rís-México-Madrid-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica-Klincksieck, 1978, p. 305.
[ 431 1
9 /bid., pp. 205-206: "En el mito reencontramos el esquema tridimensional [del len-
guaje]: el significante, el significado y el signo ... Lo que constituye el signo (es decir el
total asociativo de un concepto y de una imagen) en el primer sistema, se vuelve simple
significante en el segundo".
10 /bid., p. 211. Cf. "En general, el mito prefiere trabajar con la ayuda de imágenes
pobres, incompletas, donde el sentido ya está totalmente desbastado, listo para una signifi-
cación: caricaturas, imitaciones, símbolos, etc." (p. 220).
11 /bid., p. 216.
12 /bid., p. 237.
13 /bid., p. 234.
14 Cf. Luis Mario Schneider, Mlxico y ~1 surr~alismo, M~xico, Arte y Libros, 1978,
p. 4, nota 1: "Equivocadamente un gran sector de la critica suele considerar vanguardistas
a los Contemporáneos".
15 Roland Barthes, op. cit., pp. 247-252.
16 /bid., p. 222.
Al final del siglo XIX, el vocablo adquirió una coloración estética y ser
"afrancesado" significó ser simbolista o "decadente", adorador de Flaubert
y de Zola y, en fin, como Rubén Darío, ser "con Hugo fuerte y con Ver-
laine ambiguo". Así llegamos al siglo XX, es decir, al realismo de Azuela
y de Martín Luis Guzmán, a la prosa de Reyes y de Torri, a la poesía de
Tablada, González Martínez, López Velarde, Villaurrutia, Gorostiza, To-
rres Bodet. La obra de todos estos escritores -y no son los únicos- sos-
tiene un diálogo, a veces abierto y otras secreto, con la literatura francesa. 17
trasatlántico, con la complicidad de Robert Desnos); debía quedarse en París hasta 1939, es
decir de los 24 a los 35 años. Cf. Araceli Garcfa Carranza, Biobibliograf(a de Alejo Car-
pentier, La Habana, Letras Cubanas, 1984; Alejo Carpentier, Crónicas, tomo 1 (volumen
VIII de las Obras completas), México, Siglo XXI, 1985, 426 pp. Crónicas, tomo 11 (vo-
lumen IX de las Obras completas), México, Siglo XXI, 1986, 446 pp. La novela latinoame-
ricana en v(speras de un nuevo siglo y otros ensayos, México, Siglo XXI, 1981, 252 pp.
31 Sobre las estancias parisinas de Huidobro y Güiraldes, cf. Sylvia Molloy, La diffu-
sion de la littérature hispano-américaine en France au XXe si~cle, París, Presses Universi-
taires de France, 1972, pp. 89-145.
32 César Vallejo llega a París en 1923 a los 31 años, se casa con una francesa y se
queda ahí prácticamente hasta su muerte en 1938. Cf. César Vallejo, Crónicas, tomo 1: 1915-
1926, prólogo, cronología, recopilación y notas de Enrique Bailón Aguirre, México, UNAM,
1984, 466 pp. Crónicas, tomo 11: 1927-1938, prólogo, cronología, recopilación y notas de
Enrique Bailón Aguirre, México, UNAM, 1985, 674 pp.
33 De Venezuela, Arturo Uslar Pietri llega a París en 1929 a los 23 años como funcio-
nario diplomático de la Legación de Venezuela y representante ad honorem en la S.D.N.
Teresa de la Parra, hija de un diplomático venezolano, había nacido en París en 1889 y
completado su formación en España y Venezuela; regresó a París en 1923. Después de nu-
merosos viajes (en particular dos regresos a América: en 1928 con motivo del Congreso de
Prensa Latina en Cuba y en 1929), murió en Madrid en 1936.
34 José María González de Mendoza, nacido en Sevilla, tuvo una actividad periodís-
tica comparable a la de Asturias, Carpentier o Vallejo, pero no le corresponde una obra
literaria de la misma importancia.
3 ~ Paulette Patout, Alfonso Reyes y Francia, México, El Colegio de México-Gobierno
del Edo. de Nuevo León, 1990, pp. 269-495.
36 Jaime Torres Bodet sólo pasó algunas semanas en París en 1929 antes de llegar a
su puesto diplomático en Madrid; su carrera le permitiría después vivir en París de 1948
a 1964, en periodos discontinuos, como director general de la UNESCO y luego como em-
bajador de México; Jorge Cuesta, obligado por su familia a viajar a Francia, realiza una
brevísima estancia entre junio y agosto de 1928.
y ensayo, que la generación modernista -en particular Rubén Darlo, Amado Nervo y En-
rique Gómez Carrillo- llevó a un punto de densidad y perfección estilísticas comparable
al poema en prosa.
39 Roland Barthes, op. cit., p. 221.
40 Vicente Quirarte, El azogue y la granada: Gilberto Owen en su discurso amoroso,
México, UNAM, 1990, pp. 64-68.
41 Gonzalo Celorio, "Xavier Villaurrutia", en La épica sordina, México, Cal y Arena,
1990, fP· 107-128.
4 Xavier Villaurrutia, "En tomo de Jean Giraudoux", en Obras, pp. 915-917.
43 Octavio Paz, Xavier Villaurrutia en persona y en obra, op. cit., pp. 466-472. Cf.
también Gonzalo Celorio, op. cit., pp. 118-122.
¿No parecen estas líneas una perfecta definición del grupo de los
Contemporáneos? Debo confesar que este texto de Alfonso Reyes es
apócrifo, ya que suprimí ciertas palabras para favorecer mi propósito:
en realidad se trata de la descripción que hace Reyes de La Nouvelle
Revue Franfaise, cuando ésta vuelve a aparecer después de la guerra.
La crónica de Reyes fue publicada por El Heraldo de México en 1919,
el año mismo de la constitución del primer grupo de los Contemporá-
neos alrededor del núcleo de la Escuela Nacional Preparatoria. Xavier
Villaurrutia tenía entonces 16 años, José Gorostiza tenía 18 y dirigía la
Revista Nueva con Enrique González Rojo; Jaime Torres Bodet tenía 17
y fundaba con Ortiz de Montellano el segundo Ateneo de la Juventud,
ciada a la virtud poética ... clásico: se dice del escritor que lleva un
críti~o dentro, con el que se asocia para trabajar". 59
José Gorostiza escribe por su parte:
No creo que sea posible encontrar en ese "grupo de soledades" que dijera
Torres Bodet, otra característica común que el solo rigor crítico con que
se consagró a la poesía, no tomándola como una simple embriaguez verbal,
sino como un ejercicio que implica rigurosas disciplinas intelectuales. 60
cia bruta, nos acecha. Pero nunca intentó aherrojar al instinto, suprimir la
mitad oscura del hombre ... Reyes escribió una y otra vez que la tragedia
es la forma más alta y perfecta de la poesía porque en ella la desmesura
encuentra al fin su tensa medida y así se purifica y redime. La pasión es
creadora cuando encuentra su forma. Para Reyes la forma no era" una en-
voltura ni una medida abstracta sino el instante de reconciliación en el que
la discordia se transforma en armonía ... al mismo tiempo, la forma, la
medida, constituyen una dimensión ética, ya que nos salvan de la desme-
sura, que es caos y destrucción. 64