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CENTRO HACEDOR DE FUTURIDADES MATERNALES

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“Estos feminismos traman el
deseo de un pachakuti
feminista como horizonte
político de expectativas hacia
donde debe dirigirse la lucha
antipatriarcal y anticolonial.
Y ese pachakuti feminista
requiere de nuevos tratos
sociales para sostener la
reproducción de la vida y el
trabajo del cuidado. Las
feministas tenemos el deber
político de pensar en la
maternidad (…)”. Carol
Arcos Herrera
by L U I S A F U E N T E S G U A Z A

Obra cabecera: Ringaround Aroise (1965) Eva Hesse

Converso con la académica, teórica y pensadora feminista, Carol Arcos Herrera


(Santiago, Chile, 1980), cuya investigación sobre el surgimiento del concepto
moderno de maternidad del proyecto liberal en Chile a lo largo del siglo XIX se alza
como un eslabón imprescindible para entender la dinámicas y dependencias
implícita entre maternidad y Estado-Nación en América del Sur.
Su reflexión planeta un espacio revelador y crítico sobre cómo los feminismos
antirracistas y anticoloniales están encajando todas las cuestiones relacionadas
con la reproducción social y trabajo materno poniendo atención en los mandatos
donde queda eliminado el sentir del cuerpo gestante y cuerpo sostenedor.

Luisa- ¿Podríamos desmantelar la lógica del trabajo materno como


corpomaldición o como proceso de alineamiento o como carga irreversible
frente la posibilidad de articular nuevas reatribuciones donde dar la teta no
sea sinónimo de poner lavadoras o sostener no sea sinónimo de encierro en el
espacio privado unido a una redistribución social no-externalizada, no-
privatizada, no-negadora de los derechos de las criaturas en la primera
infancia de todas las actividades que configuran el trabajo materno como
potencialidades para la transformación de las condiciones de vida?

Carol- En primer lugar, es necesario reconocer las maternidades como un trabajo


(como bien lo dices tú) y esto, evidentemente, se hace posible gracias a la
desestabilización cultural, intelectual y política que hacemos desde los feminismos
en lo que se ha venido a llamar la cuarta ola, pero, que para el contexto
latinoamericano, prefiero denominar feminismos anticoloniales y antirracistas.

Entonces, hablar de trabajo materno significa, por una parte, actualizar el debate
sobre el nudo producción/reproducción, o capital/vida, ya presente en el
feminismo de la década del 70, pero, por otra, cuestionar también sus propias
premisas clasistas, racistas y neocoloniales. No solo pienso en los feminismos
norte-norte, sino también en nuestros feminismos latinoamericanos hasta los 90,
cuando no atendían a las dinámicas de colonialismo interno, por ejemplo.

En este terreno son fundamentales las propuestas de Silvia Federici, las


perspectivas de la economía feminista (en las Españas tienen pensadoras muy
fecundas en este ámbito, Amaia Pérez Orozco, Esther Velásquez, por nombrar solo
algunas), y, por sobre todo, destaco el trabajo descolonizador de las feministas
comunitarias bolivianas María Galindo y Julieta Paredes, y la figura de Silvia Rivera
Cusicanqui desde su posición ch’ixi (concepto mediante el que da cuenta de una
comunión problematizada entre múltiples diferencias culturales, un en medio de la
contradicción). Como he dicho en Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y
biopolítica de lo materno (2017) estos feminismos traman el deseo de un pachakuti
feminista como horizonte político de expectativas hacia donde debe dirigirse la
lucha antipatriarcal y anticolonial. Y ese pachakuti feminista requiere de nuevos
tratos sociales para sostener la reproducción de la vida y el trabajo del cuidado.
Las feministas tenemos el deber político de pensar en la maternidad y no dejar
este terreno abierto al mercado de ideas fascistas y conservadoras que
constantemente reactualiza absurdos, pero resonantes y peligrosos, discursos
maternalistas y naturalistas en consonancia con la defensa supuesta que hacen de
la vida en sus proclamas antiabortistas. Es un asunto que nos atañe vital y
políticamente y que no deberíamos continuar mirando con recelo o como el eterno
goce (en el sentido psicoanalítico del término) patriarcal al que debemos
someternos.

Entonces, a tu pregunta respondo que sí, sí es posible si desde el feminismo nos


proponemos pensar en las maternidades y transformar las relaciones de poder-
saber-afecto en las familias, en la casa, en el Estado, en el feminismo. Es una tarea
que debemos hacer en conjunto. 

Luisa- ¿Podríamos re-asignar la crianza como territorio para la generación de


verdaderas condiciones de igualdad y justicia como espacio de aprendizaje
revolucionario desde el origen de la vida sin que ello suponga reforzar el
constructo cuerpo-comunidad-femenino o reforzar los roles de género o
contribuir a la mitologización de la feminidad?, ¿podríamos gestar y sostener
desde la emancipación asumiendo tales actividades?

Carol- Es lo deseable, ¿no? Pero debemos generar las condiciones no solo


materiales, que son fundamentales, sino también simbólicas. No es posible, por
ejemplo, que una estudiante en un programa de Ethnic Studies en Estados Unidos,
mexicana y pobre se sienta mal por ir a clases porque es madre joven, se sienta
juzgada porque ser madre es sinónimo de ser patriarcal por antonomasia en uno
de los programas de avanzada y supuestamente más de izquierda de su
universidad. O cómo es posible que un estudiante gay de postgrado me pregunte
cuando estaba embarazada de mi segunda hija: “¿Estas embarazada? ¡Ah bueno,
no todos los hijos se abortan!” ¿Qué está pasando? Si nosotras no podemos
despatriarcalizar la maternidad, ¿quién lo hará?.

Debemos pensar en cómo hacer, ¿no? Ya estamos haciendo algunas cosas, como
reorganizar el trabajo doméstico y del cuidado con nuestras parejas, familias, pero
nos queda mucho por hacer en esos contextos y aún más en el mundo asalariado,
en las relaciones laborales. Y, cómo no, entre nosotras las feministas.

Luisa- ¿Podrías ahondar más en lo que comentas sobre cómo la teoría


feminista “continua mirando con recelo o como el eterno goce (en el sentido
psicoanalítico del término) patriarcal al que debemos someternos” todas las
cuestiones relacionadas con la reproducción social?
Carol- Cuando me refería a la noción psicoanalítica, sobre todo lacaniana, de goce
lo hacía en un doble sentido. En primer lugar, es un concepto complejo no solo
teóricamente en el marco del psicoanálisis, sino también para la teoría crítica
feminista. Recordemos que Lacan, en un primer momento, piensa la noción de
goce ligada a la de placer sexual, para posteriormente repensarla en la trama de
sus fórmulas de sexuación (proceso mediante el que un sujeto deviene sexuado).
Es en este último marco que Lacan desarrolla una idea diferencial del goce: el goce
fálico y el goce femenino (llamado también suplementario, pues no sufriría la
interdicción de la castración), y el que también ha sido activamente discutido
desde el feminismo psicoanalítico o el psicoanálisis feminista. Autoras tales como
Luce Irigaray, Julia Kristeva, Juliet Mitchell, Nancy Chodorow, Jessica Benjamín, Jane
Flax, entre otras, nos han permitido utilizar las valiosas herramientas del
psicoanálisis para cuestionar la unidad del sujeto (desde el psicoanálisis somos
sujetos deseantes, asujetados o divididos) y pensar en las diversas y conflictivas
maneras en cómo devenimos sujetos sexuados. El trabajo de estas y otras autoras
se ha posicionado desde, al menos, dos filiaciones teóricas, por una parte, aquellas
que trabajan desde la teoría freudiano-lacaniana y la otras que lo hacen desde la
teoría de las relaciones objetuales, sobre todo a partir de la figura de Melanie
Klein. No me detendré mucho más en esto, porque es para otra conversación, pero
sí recomendaría la lectura de la introducción de Silvia Tubert a la edición española
de Psicoanálisis y feminismo. Pensamientos fragmentarios (Ediciones Cátedra) de
Jane Flax. El goce, grosso modo, radica en el intento permanente de exceder los
límites del principio de placer, su economía causa sufrimiento. El goce, entonces,
es un efecto significante operando sobre el cuerpo y que elabora una forma de
satisfacción sustitutiva, pero que el sujeto no la siente como placentera, sino como
dolorosa. En este sentido, es posible decir que el proceso de sexuación implica el
lugar real donde alguien se debate con opciones de goce y síntoma. Este es un
tema que me viene interesando mucho. Ahora mismo estoy escribiendo acerca de
cómo tres escritoras latinoamericanas del siglo XIX (Carmen Arriagada, Juana
Manuela Gorriti y Nísia Floresta) textualizan el síntoma en sus epistolarios. Si bien
podría entenderse que estoy reposicionando la aspiración patriarcal de que las
mujeres solo pueden significar su libertad o su falta mediante la exhibión de un
cuerpo sufriente, por el contrario, lo que busco es releer la senda de esa herida
como una simbolización en donde la muerte habita el deseo de escritura.

Creo que me alejo de tu pregunta, pero ahora vuelvo. Te decía que pensaba en la
idea de goce en un doble sentido. Entonces, en el primer sentido quiero enfatizar,
por si no ha quedado claro, que analizo el problema de la maternidad desde un
enfoque psicoanalítico. En segundo término, pero ligado a lo anterior, considero
que debemos comprender la maternidad o las maternidades no solo bajo la
economía sufriente del goce. Pienso en diversos argumentos, desde los más
cotidianos discursos del narcisismo neoliberal yo soy para mí, lxs hijxs son un
estorbo. Con esto no digo que es abosolutamente imprescindible que las mujeres
tengamos una vida con nosotras mismas, nuestro cuarto propio o intimidad, pero
lo que promueven los discursos a los que me refiero no es la emancipación, sino
que, por el contrario, lo que movilizan es la producción de consumidoras y
hedonistas mujeres para el capital. Ahora bien, también pienso en discursos
intelectuales más acabados y con los que a momentos coincido, pero con los que
al final del día no estoy de acuerdo. Por ejemplo, el libro Contra los hijos de Lina
Meruane, una de las autoras chilenas que más me gusta por lo demás. Es
interesante el argumento de su premisa general, pues el libro es una diatriba
contra los hijos tiranos, contra la infancia en su articulación contemporánea y
neoliberal, razonamiento con el que concuerdo, pero también va tejiendo una
postura muy contraria al trabajo materno: “la máquina de hacer hijos es nuestra
condena” (15), una condena para las mujeres. Evidentemente, como señalé antes,
el ejercicio de la maternidad debe ser una elección libre, la que nunca es del todo
consciente por supuesto, pero es muy distintido comprender la maternidad como
un interdicto que como una condena. Cuidar de otros también nos hace libres y
podemos hacerlo, de hecho, feministamente. Meruane arguye: “Estarán a punto
de gritarme: ¡maldita tú! ¡feminista de tomo y lomo!”, y yo diría no tenemos nada
de gritarle, somos feministas pensando en la experiencia más desgarrante para la
subjetividad de una mujer, pero también debemos hacerlo para construir
maternidades feministas y, por lo tanto, en la senda también abierta hacia la
experiencia LGTBI. Sin embargo, creo que no debemos olvidar el cuerpo-gestante-
sostenedor. De lo contrario, se hacen válidos las demandas del mundo gay por
conseguir vientres de alquiler o el tráfico de mujeres desde el sur global hacia el
norte, que satisfagan ya no solo la industria de la prostitución, sino también de la
gestación.

La maternidad no puede seguir siendo un interdicto patriarcal, debemos tener la


liberad psíquica y material de desear ser madres o no, pero algo bien distinto es
tener una posición antireproductiva. La maternidad es un conflicto subjetivo tan
potente que se vuelve un espacio privilegiado para la repetición, vale decir, la
experiencia que posibilita más fuertemente el retorno del goce materno, la madre
el primer Otro para el psicoanálisis, sobre el cuerpo. Placentera y dolorosa,
ambivalencia materna es la idea que para mí mejor figura la maternidad.

Luisa- ¿No te parece que hemos tenido que asimilarnos de manera


masculinizada desde los feminismos de la tercera ola para llevar a cabo la
emancipación ajustando nuestro cuerpo y sus sentires a estructuras
falocéntricas donde el empleo y asalariarte estaba en el centro negando la
necesidad de prestaciones sociales que apoyen la reproducción social?

Carol- Sí, por supuesto. Tú hablas justamente de bio-procesos y eso es tan


importante. Gran parte de las veces olvidamos el peso que tienen dichos bio-
procesos en la vida cotidiana de las personas. No es lo mismo ir a trabajar
embarazada que sin estarlo, o con la regla, o amamantando. La experiencia
corporal y psíquica de las mujeres es diferencial, y eso no nos hace menos o más
hábiles para desarrollar tal o cual trabajo frente a la masculinidad, pero devenir
mujeres (cisgénero o transgénero, heterosexual u homosexual) es un proceso
evidentemente distinto que no tiene por qué escenificarse con las herramientas
más agresivas del patriarcado. Pienso, por ejemplo, en colegas mujeres fálicas que
desmerecen el trabajo doméstico y que no están dispuestas a pensarlo porque no
merece la pena, es patriarcado y punto. Lo privado es político, lo íntimo es político
y la maternidad requiere que la pensemos políticamente.

Luisa- ¿Podemos ya poner sobre la mesa que los actuales feminismos


anticoloniales y antirracistas o desde el norte-norte, lo de la cuarta ola,
demandan una teoría crítica y un tratamiento público que reconozca los bio-
procesos o procesos encarnados que atraviesan al cuerpo-gestante y al
cuerpo-sostenedor durante el trabajo materno?, ¿estamos legitimadas para
articular un feminismo bio-integrativo que asuma los distintos sentires no-
masculizados en relación a la maternidad?

Carol- Pucha! (como decimos en Chile), claro que sí. Lo estamos haciendo desde
nuestros propios lugares. Creo que conocerte a ti y las redes activistas que estás
formando ayudarán enormemente en una tarea que con estos ritmos nuestros
recién comienza.

Luisa- Mil gracias, Carol.

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"Creo que una de las grandes trampas del sistema Maternidad-cuerpo, ¿estamos legitimadxs para
es que te presenta encrucijadas que no son tales. plantear un feminismo bio-integrativo
Te hace creer que es por ejemplo incompatible postidentitario no-esencialista no-racializado?
criar con estudiar o trabajar. Una elección del todo En "Sin categoría"
o nada. Pero eso es falso, es compatible (...). Es la
sociedad la que lo hace incompatible,
expulsándote de forma directa o indirecta. El
problema es que luego naturalizan esa expulsión".
Marta Busquets
En "Bio-procesos y bio-necesidades"

Debate público: "Hacia nuevas maternidades y


crianzas: cuerpo, trabajo y psique" en Museo
Nacional Reina Sofía próximo 25 de abril a las
18.30h
En "Javier Rosa"

5 abril, 2019 – Bio-procesos y bio-necesidades / Carol Arcos Herrera / economía feminista / Feminismo
antirracista y anticolonial / Jane Flax / Jessica Benjamín / Julia Kristeva / Juliet Mitchell / Luce Irigaray /
maternidad-cuerpo / maternidad-psique / maternidad-trabajo / Nancy Chodorow / pachakuti feminista /
Silvia Tubert

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