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Contexto: La carta a los Hebreos fue una de las cartas que más tardó por
ingresar al canon del NT, es decir, por ser reconocida como texto inspirado
por Dios, ya que tenía algunos enigmas, principalmente, se desconocía quién
era su autor, y no estaba muy claro quiénes eran sus destinatarios. De todos
modos, en los originales la carta aparece como “A los Hebreos”. Por lo que
vemos en su contenido, esta epístola iba dirigida a una iglesia que hacía
tiempo que se había establecido y estaba integrada por judíos convertidos al
cristianismo, quienes comprenderían los abundantes detalles concernientes a
la Ley de Moisés, sus sacrificios y ceremoniales; y cómo estos símbolos
tenían cumplimiento en la llegada de Cristo, en su vida, obra y sacrificio. Era
una iglesia que había sufrido persecución pero que había tenido grandes
maestros y líderes; y también se caracterizaba por su generosidad.
La idea básica de esta epístola es que sólo Jesucristo trae a los hombres la
revelación completa de Dios, y que sólo Él nos capacita para entrar a la misma
presencia de Dios. En ese orden de ideas, el autor trata desde el capítulo 1 de
explicar cómo Jesús es el máximo referente de la revelación divina, por
encima de cualquier profeta y de Moisés; pero más aún, Jesús, siendo Dios se
hizo hombre para comprender nuestra pequeñez y rescatarnos del pecado.
En este contexto se encuentra el texto de hoy, donde se destacan que Dios, en
su hijo muestra su 1) Plena Identificación con la humanidad; y que 2) Dios
utilizó la muerte de Jesús para matar la muerte.
- Su identificación con la humanidad (v. 14a) se realizó mediante su
encarnación, y el compartir nuestra naturaleza. Su identificación con el ser
humano fue total, pero NO con su pecado. Solo un hombre podría morir por
otro, pero tendría que ser un hombre perfecto.
- Jesús, por medio de su muerte, derrotó de Satanás (v. 14b). “Destruir”
aquí no significa “aniquilar” sino “hacer inoperante”, “anular el efecto de”.
Satanás no ha sido destruido o aniquilado todavía, pero al vencerle en la cruz
y en la resurrección, Jesús tiene las llaves (símbolo de AUTORIDAD) del
Hades y de la Muerte (Apo.1:18) y delega Su autoridad en la iglesia, y por
ende en el creyente, para vencerle (Mat.12:29 y 16:19). Pero para poder
anular el poder de la muerte el Señor tuvo que morir y reventar a la bestia
desde sus entrañas. Solo podíamos ser liberados del dominio de Satanás por la
muerte de Cristo, muerte que en realidad nos correspondía a nosotros (Jn.
12:31).
Vimos que así como David mató a Goliat y luego, utilizó la propia espada del
gigante para cortarle la cabeza, así mismo Jesús derrotó a Satanás usando su
propia arma: LA MUERTE. La muerte de Jesús, fue la muerte de la
muerte. Jesús desactivó la muerte desde sus entrañas.