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Cuando ser mujer en Chile ya es tener una condición desigual en cuestiones políticas y
sociales, ser migrante implica la suma de otras discriminaciones. Un país en que la migración
ha aumentado significativamente en los últimos años, arroja a las mujeres migr antes a mantenerse
relegadas a oficios de limpieza, cocina y cuidado de personas adultas mayores, siendo
marginadas y muchas veces abusadas, no solo por empleadores sino por la hostilidad social.
¿Porqué eligen Chile para migrar? Según la Naciones Unidas, su atractivo radica en la
estabilidad del país en comparación con otros de la región. Por ello, el flujo migratorio de la
última década ha sido diverso en cuanto a nacionalidades. A la tradicional migración desde Perú,
actualmente se suman las de Colombia, Bolivia, Venezuela, Haití y Argentina.
Las cifras hablan por sí solas: a Chile migran más mujeres que hombres. El Censo de 1992
indicaba que un 49,2% del total de migrantes eran mujeres. En 2010, el Departamento de
Extranjería y Migración dio a conocer que eran 52,2%. Para 2013, la CASEN evidenció que la
cifra aumentó al 55,1% mujeres mientras la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cifró
en 52,6% las mujeres migrantes en Chile.
Uno de los principales factores es la discriminación. Los resultados del estudio de Rimisp
asegura que existe una connotación distinta según el país de origen y la región de destino. Y que
la población de mujeres migrantes es más discriminada que los hombres migrantes.
Existe una discriminación que chilenos y chilenas se han encargado de demostrar y es que
a la condición de migrante y mujer, se suma la percepción – estereotipada – hacia las
personas por el color de la piel de mujeres haitian as y colombianas afrodescendientes. La
mayoría dice sentirse más discriminadas por su rasgos físicos, que aquellas que cumplen con el
patrón social aceptado por la población chilena. Ese de piel y ojos claros. El racismo es un factor
que preocupa y alerta. La sexualización del “cuerpo negro” de dominicanas y colombianas. Cómo
olvidar en 2014 cuando un grupo de diez chilenas llegaron hasta el mercado de Antofagasta
para protestar porque, según ellas, sus maridos las habían “dejado” por mujeres
colombianas.
¿Cuánta más?
A lo sucedido con Joane Florvil, se suma el de otra mujer haitiana de 43 años que muere el
8 de abril de 2018 esperando ser atendida por una ambulancia en Esta ción Central. Otro
confuso caso. Familiares intentan comunicarse con emergencias para que una ambulancia asista
a la mujer que durante la mañana se sintió mal. Según testigos, desde el SAMU se preguntó por
la nacionalidad de la paciente. Esperaron durante tres horas desde el primer llamado. La mujer
murió de un paro respiratorio cuando se encontraba dentro de un furgón que otra persona haitiana
había prestado para llevarla a un servicio de salud.
El más reciente, la situación de Maribel Joseph coincidentemente también de nacionalidad
haitiana. Tras ser desvinculada de su trabajo por encontrarse embarazada sus deudas
comenzaron a aumentar y perdió la habitación donde vivía. Su hija nació de forma prematura el
27 de julio de 2017, por ello debió estar en incubadora durante dos meses. Un paramédico del
Hospital del Carmen contó en la situación que se encontraba. Una familia chilena de Viña del Mar
se ofreció para darle una casa a ella y a la recién nacida. Maribel encuentra trabajo en Santiago
y dejó a su hija de la familia. Todos lo fines de semana regresaba a visitarla. No solo su esfuerzo
era por la pequeña sino también por los tres hijos que aún viven en Haití. En el consultorio
donde se atendía a la recién nacida llamó la atención que Maribel no llevara a su hija a los
controles. Se informó a la Oficina de Protección de Derechos de Viña del Mar. Llegaron a la casa
de la familia con carabineros. Se llevaron a Yaritza, a la niña, a un hogar.
Nuevamente se repetía la imagen: una descontrolada Maribel lloraba y golpeaba el suelo pidiendo
que le devolvieran a su hija. La historia se viraliza. Nadie le explica por qué se la quitaron, solo
existen presunciones. Maribel renunció a su trabajo, se trasladó a Viña del Mar para cumplir con
las exigencias pedidas por el Tribunal de Familia. El 7 de junio, tras meses de incertidumbre,
una familia chilena y una haitiana se abrazan: la niña es devuelta a la madre por no contar
con antecedentes necesarios para continuar en el hogar de menores.
Cuerpos sexualizados
El trabajo dignifica. De qué forma, hasta qué punto. El mercado laboral en Chile segmenta de
acuerdo a nacionalidad y el origen de las personas. El nuevo flujo migratorio es más diverso
en cuanto a país de origen, etnia, nivel socioeconómico y nacionalidad, y a la hora de buscar
trabajo, algunas mujeres tienen más posibilidades que otras. Muchas son sometidas a trata de
personas o trabajos sexuales forzados, ya que dada su vulnerabilidad y no conocer los
derechos en el país, suelen cometerse mayores abusos. Algunas son engañadas y vienen a Chile
por pasos fronterizos no habilitados, donde les roban todas sus pertenencias e incluso son
violadas.
La nacionalidad de una mujer migrante es clave para poder realizar cierto tipos de
trabajos. Mujeres bolivianas y peruanas, en su mayoría, son empleadas como trabajadoras
de casa particular. Las mujeres haitianas son contratadas para limpiar baños. Col ombianas
y venezolanas se pueden ver en cocinerías.Muchas de ellas tiene mayor nivel de escolaridad
que el promedio de la población chilena, también los trabajos que realizaban en su país de origen
eran más valorados y reconocidos, pero eso no tiene relaci ón con una inserción laboral igual o de
mejor calidad en Chile.
Milena García es una mujer colombiana que a comienzos del 2016 se instaló en la ciudad
de Pereira con una tienda de ropa americana. Si bien su negocio prosperaba, ella desconocía
que en esa localidad operaba la “Oficina de Envigado”, que nació como una organización
narcoparamilitar y que luego fue catalogada como un grupo criminal. Un día, desconocidos que
ingresaron como clientes, le pidieron dinero amenazando que la atacarían a ella o a su
familia. No accedió. Más tarde aparecieron armados y la siguieron hasta su casa en
moto. Fue entonces que decidió cerrar su tienda y huir. Eligió Chile porque había estado de
vacaciones aquí hace 5 años.
En febrero del 2017 arribó al país. Buscó uno donde su vida no corriera peligro. Pensó que Chile
la protegería y comenzó el proceso de solicitud de asilo. Sin embargo, la historia fue diferente: “he
pasado hambre y frío, e incluso, tener que dormir sobre un col chón en el piso” aseguró
Milena García en la investigación periodística “Chile con barreras: Las deudas del Estado con los
refugiados” de Karla Ibarra y Sebastián Vásquez, quienes realizaron como proyecto de titulación
en Periodismo de la Universidad Diego Portales.
Dejó a sus dos hijos en Colombia con familiares lejos de la ciudad donde fue atacada.
Pero al no tener trabajo ni dinero para comer, el reencuentro de sus hijos se veía cada
vez como una posibilidad lejana. Cruzó por tierra a Ecuador, luego a Perú y llegó a Arica.
La idea de Milena era establecerse en Santiago. Una vez en la capital, una trabajadora
social del Hogar de Cristo le comentó que su caso podría calificar para solicitar el asilo y
la motivó a seguir ese camino. Así fue como a comienzos de marzo de 2017, se acercó
hasta el Departamento de Extranjería y Migraciones en donde formalizó su petición .
En su ida a formalizar su solicitud, Milena conoció a Alexander, también de nacionalidad
colombiana. Él es atendido antes que ella pero, al salir del trámite, le cuenta que no le
permitieron concretar su petición. Fue pre formalizado y desconoce los motivos.
Un colchón y una cocinilla a gas. Eso es todo lo que tenía la habitación de Milena y
su esposo. ”No tengo dónde vivir, no tengo dinero ni comida, no tengo trabajo, no tengo
fuerzas. Fue mi peor decisión pedir ayuda aquí”, confesó Milena. Un día de abril mientras
dormían, cinco desconocidos, disfrazados de policías, con armas y cuchillos, ingresaron
hasta el cité donde arrendaban un cuarto en Estación Central. Maniataron y golpearon a
los extranjeros que vivían allí y les robaron todas sus pertenencias. Por fortuna, la pieza
que utilizaban Milena era una de las que quedaba al final y no alcanzó a ser víctimas del
robo.
El día viernes 23 de junio de 2017, Milena García tomó un bus que los lleva con destino a Lima,
Perú. Luego de llevar más de seis meses en Chile como solicitante de asilo, decide desistir del
proceso y dejar el país. Se regresa por tierra a Colombia. Lamenta que el Estado chileno no le
haya brindado mejores condiciones de acceso a vivienda, inserción laboral o social .
Reconoció sentirse desesperanzada aunque el temor de volver a su país natal era mayor. “No se
trata de pedir por pedir, pero yo creo que si uno dice que tiene hambre y f río, la ayuda debe
ser de inmediato, es algo humano”.