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Rhodophiala rhodolirion, añañuca, es una especie botánica de planta herbácea perenne, geófita,

bulbosa, endémica de Chile y de Argentina, en ambos lados de la cordillera de los Andes.

De bellísimas flores rosas o blancas. Tiene amenaza a su existencia por pérdida de hábitat.

Descripción, distribución y hábitat[editar]

Es una planta bulbosa y perenne de alto valor ornamental. Tiene flores de color rojas o blancas con 6
pétalos. Se encuentra en alturas extremas, muy por encima de la línea del bosque (la elevación absoluta
depende de la latitud) en áreas con constantes precipitaciones con períodos secos cortos que no duran
más de 1 mes. Están en pleno sol sin ninguna protección en lugares planos o laderas de exposición norte.
La planta resiste temperaturas bajas (hasta -15° C incluso -20° C), puede estar cubierta durante meses (1
- 8 meses) por la nieve.

Leyenda[editar]

Muchos años antes de la Independencia, el pueblo de Monte Patria, ubicado en la actual provincia de
Limarí, se conocía con el nombre de Monte Rey, bautizado de esta manera por los españoles. En este
lugar vivía Añañuca, una hermosísima joven que era cortejada por casi todos los jóvenes del pueblo,
pero sin que por ello alguno de ellos hubiera sido capaz de conquistar el esquivo y reservado corazón de
la muchacha.

El tiempo pasaba tranquilo para esta joven, hasta que un día asomó en el poblado un extraño minero,
buen mozo y gallardo, quien iba en busca de un tesoro perdido del cual había escuchado. El minero, al
ver a Añañuca, quedó impresionado con su belleza y decidió quedarse en Monte Rey. Con el tiempo
ambos jóvenes terminaron por enamorarse mutuamente.

Pero una noche, el joven tuvo un extraño sueño. Un espíritu de la montaña le dio a conocer el lugar
exacto donde se encontraba la veta de la mina con al cual tanto había soñado. Y así, sin pensarlo dos
veces, el joven minero decidió partir en su búsqueda. Añañuca esperó y esperó a su buen mozo y
gallardo minero, sin embargo, él nunca regresó. El espejismo de la Pampa se lo tragó.

La joven vivió sin consuelo hasta que, finalmente, murió de una infinita pena amor. Añañuca fue
sepultada por la gente de Monte Rey en un día de fuerte lluvia. Al día siguiente, cuando el sol alumbró;
el valle como por arte de magia se llenó de bellas flores rojas, las que hoy se conocen con el nombre de
Añañuca, en honor a la joven.

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