Está en la página 1de 26

Página 1 de 26

EL ANÁLISIS DEL DISCURSO Y SUS FRONTERAS∗

por Dominique Maingueneau


Para algunos, las investigaciones que se centran en el discurso, lo que a veces se llama
"lingüística del discurso" o "análisis del discurso" (dos términos que en mi opinión no son
equivalentes, como veremos más adelante) son una ocupación no siempre seria, que
mezcla, de manera mal controlada, análisis de orden lingüístico con consideraciones
sociológicas o psicológicas de segunda mano. Desde hace tiempo, la solución más fácil ha
sido rechazarlas a los confines de las ciencias del lenguaje. Hoy en día, la situación es
menos grave, ya que una crisis de identidad generalizada afecta a las
divisiones tradicionales de las disciplinas.
Si bien es cada vez más difícil negar el interés de este tipo de
investigaciones, cabe, en cambio, interrogarse si es posible asignarles límites claros. Como
lo reconoce D. Schiffrin, "el análisis del discurso es una de las zonas más extensas y
menos definidas de la lingüística." (1994, p. 407). Un debate recurrente opone a los que,
de un lado, pretenden ver allí una disciplina con pleno derecho a la existencia y, del otro,
aquellos que prefieren ver un lugar de encuentro privilegiado entre diversos campos de
las ciencias humanas, todos confrontados al problema del lenguaje.
Es probable que el uso poco controlado de la etiqueta "análisis del discurso"
derive, por una parte, de la brecha cada vez mayor que se abre entre la inercia de las
segmentaciones institucionales del conocimiento heredadas del siglo XIX y la realidad de
la investigación actual que las ignora. Un creciente número de trabajos que tienen grandes
dificultades para reconocerse en las divisiones tradicionales pueden ser inducidos a
colocarse bajo la etiqueta de "análisis del discurso", a fin de darse a sí mismos un mínimo


Maingueneau, D. (2005). “L’analyse du discours et ses frontières”. En Marges linguistiques, nº 9, pp. 64-75.
Traducción de Nicolás Bermúdez. Revisión: Lucas Adur. Bibliografía del seminario “Análisis del discurso”.
Página 2 de 26

de autoridad, estableciendo un vínculo con un dominio que posee la ventaja de


presentarse como un campo abierto. Esto, por otra parte, tampoco se restringe al análisis
del discurso. Recorre todo un conjunto de investigaciones transversales en el ámbito de
las ciencias sociales o humanas, las que, según el país, se asocian a espacios en los que los
objetos y los procedimientos están aún mal identificados cuando se los pone en relación
con la distribución clásica de las Facultades: los "estudios culturales", la semiótica, la
comunicación...
Pero en el mediano o largo plazo esta situación no es saludable, porque en lugar de
provocar un desplazamiento de las fronteras, puede ocasionar el desarrollo de dos niveles
diferentes de investigación: uno ajustado a las disciplinas tradicionales, que sería
altamente controlado y valorado; el otro más cercano a los intereses del momento (los de
la sociedad, los de la comunidad científica), más abierto a los medios de comunicación,
pero sin una sólida base conceptual y metodológica. Está claro lo que una sociología de las
ciencias inspirada en Bourdieu podría decir de esta situación. Por mi parte, no comparto el
pesimismo de aquellos que ven en los trabajos sobre el discurso un fenómeno más
sociológico que epistemológico, incluso si se trata de un espacio cuyos contornos todavía
aparecen borrosos.
Las reticencias que manifiestan algunos respecto a los trabajos sobre el discurso
obedecen, sin duda, a la tendencia a abordarlos tomando como punto de referencia el
núcleo de la lingüística "dura". Sin embargo, las investigaciones sobre el discurso gozan de
(o padecen, según algunos) un estatuto singular que las inscriben dentro de las ciencias
del lenguaje, al tiempo que instauran una zona de cruce para el conjunto de las ciencias
humanas o sociales, incluso de las "humanidades". Resulta posible, en efecto, afrontar las
investigaciones sobre el discurso tanto a partir de la lingüística como de la psicología, la
sociología, la antropología, la teoría literaria, etc. Situación que no tiene nada de
extraordinario: la antigua filología podía ser abordada, dependiendo de cómo se la
considerara, ya sea como una empresa lingüística, ya sea desde una perspectiva histórica.
Hoy en día, cuando hablamos de análisis del discurso ya no podemos ignorar que
esta etiqueta cubre, en todo el mundo, trabajos con inspiraciones muy diferentes. Por más
Página 3 de 26

que se multipliquen los resúmenes, los manuales, los compendios, el análisis del discurso
permanece extremadamente diversificado. En la era del "e-mail" y de la movilidad de los
investigadores, las segmentaciones geográficas e intelectuales tradicionales deben
transigir con las redes de afinidades científicas que se burlan de las fronteras y que
modifican profundamente las líneas de partición epistemológicas. En análisis del discurso,
como en otros espacios, la transformación de los modos de comunicación ha modificado
en profundidad las condiciones en las que se ejerce la investigación.
Por otra parte, no se puede adjudicar el análisis del discurso a un fundador
reconocido: es un espacio que se ha construido gradualmente a partir de la década de
1960, por la convergencia de corrientes provenientes de muy diversos lugares. Algunos
prefieren poner el acento menos sobre su novedad que sobre su antigüedad, sin duda
para darle más legitimidad. Así, Teun Van Dijk considera que se trata de una prolongación
de la antigua retórica:

El análisis del discurso es, a la vez, una disciplina antigua y nueva. Sus orígenes se
remontan al estudio del lenguaje, de los discursos públicos y de la literatura, hace más
de 2000 años atrás. Una de las fuentes históricas más importante es, sin duda, la
retórica clásica, el arte de hablar bien. (1985, p. 1)

Existe, sin embargo, un peligro evidente cuando se coloca al análisis del discurso
como continuidad de la retórica, como si la retórica –o, más bien, las formas que adoptó la
retórica– no hayan sido solidarias de configuraciones y de prácticas desaparecidas
irremediablemente. En mi opinión, el análisis del discurso implica, por el contrario, el
reconocimiento de un "orden del discurso" irreductible al dispositivo retórico. Esto no le
impide volver a investir, luego de reelaborarlas convenientemente, un gran número de
categorías y cuestiones derivadas de la retórica o de otras prácticas.
El análisis del discurso tampoco vino a subsanar una falta en la lingüística del
sistema, como si a Saussure se le hubiera añadido Bajtín; a una lingüística de la "lengua",
una lingüística del "habla". Ciertamente, tiene un lazo privilegiado con las ciencias del
lenguaje, a las que pertenece –por lo menos en la concepción que prevalece
comúnmente, y particularmente en Francia–, pero su desarrollo implica no sólo una
Página 4 de 26

extensión de la lingüística, sino también una reconfiguración de un conjunto de


saberes. Se observará, por otra parte, que sólo algunos de sus principales inspiradores de
los años ‘60 son lingüistas. Entre ellos también hay antropólogos (Hymes,…), sociólogos,
(Garfinkel, Sacks...), así como filósofos interesados en el lenguaje (Pêcheux) o no
(Foucault).
Para introducir un mínimo de coherencia, teniendo en cuenta la heterogeneidad
de este dominio, estamos a menudo tentados de producir definiciones consensuales, pero
poco restringidas. Este es el caso del Handbook of Discourse Analysis de Teun Van Dijk,
que ve en el análisis del discurso el estudio de "el uso real del lenguaje, por parte de
hablantes reales, en situaciones reales" (1985, p. 2). Es el mismo caso de Deborah
Schiffrin, para quien el análisis del discurso "no sólo estudia enunciados, sino el modo en
que los enunciados (incluyendo el lenguaje utilizado en ellos) son actividades integradas a
la interacción social" (1994, p. 415). Así pues, por esta vía llegamos a representarnos al
análisis del discurso como una especie de "superlingüística", donde se reconciliarían forma
y función, sistema y uso.
Por el contrario, encontramos definiciones claras, pero evidentemente demasiado
restrictivas. Tal actitud puede corresponder a dos comportamientos bien diferentes:
- Algunos llaman "análisis del discurso" a las investigaciones que se inscriben en el
marco de su propia problemática y rechazan hacia las tinieblas exteriores a todas
las demás. No es una conducta totalmente extraña. Impulsa, en su lógica extrema,
el funcionamiento habitual de las ciencias humanas, donde uno se ve obligado a
producir una definición de la disciplina a la cual dice pertenecer que esté en
armonía con sus propias investigaciones.

- Otros, preocupados por utilizar designaciones unívocas, construyen una


definición de análisis del discurso que no toma del todo en cuenta la diversidad de
investigaciones efectivamente realizadas bajo su nombre. Cabría evocar aquí la
interesante distinción establecida por S.-C. Levinson (1983): el análisis del discurso
constituiría una de las dos grandes corrientes del análisis de las interacciones
Página 5 de 26

orales, junto con el "análisis conversacional"; el análisis del discurso, centrado en


los actos de habla, sería representado por investigaciones como las de J. Mc
H. Sinclair y M. Coulthard (1975), o las de la Escuela de Ginebra (Roulet et al.,
1985) en sus inicios. Esta distinción es sin dudas pertinente, pero no es más que
una decisión terminológica.

Con el mismo objetivo de producir una definición restrictiva, otros ven en el análisis del
discurso una disciplina que se ocuparía de los fenómenos que, en los años ‘60 o ’70, se
solían ubicar dentro de la "gramática del texto". M. Charolles y B. Combettes, por ejemplo,
titulan "Contribución a la historia reciente del análisis del discurso" (1999) lo que, de
hecho, es un panorama de la evolución de la lingüística textual. Este uso, que consiste en
llamar "análisis del discurso" al estudio de los fenómenos de coherencia / cohesión textual
–incluso puede invocarse aquí el artículo de Harris "Análisis del discurso" (1952), que
consagró la etiqueta "análisis del discurso"– no se corresponde con el uso
dominante. Sería, en efecto, reductor ver en el discurso la simple extensión de la
lingüística más allá de la frase. Eso es lo que, por otra parte, subrayan muy acertadamente
los mismos Combettes y Charolles:

En el plano del discurso, no se trata, en efecto, (...) de determinismos exclusivamente


lingüísticos, sino de unos mecanismos de regulación comunicacional heterogéneos, en
los cuales los fenómenos lingüísticos deben ser considerados en relación con factores
psicolingüísticos, cognitivos y sociolingüísticos. (1999, p. 79).

Volvemos a encontrar esta asimilación más o menos exacta entre el análisis del
discurso y el estudio de regularidades transfrásticas en J. Moeschler y A. Reboul:

El problema que pretende resolver el análisis del discurso en su origen es el de la


interpretación de los discursos. ¿Cómo, dado un discurso (una secuencia no arbitraria
de frases), podemos adjudicarle un sentido? (1998, p. 12).

El análisis del discurso se define así como la

subdisciplina de la lingüística que intenta explicar un gran número de hechos (la


anáfora, los tiempos verbales, los conectores, etc.) utilizando una unidad superior a la
Página 6 de 26

frase, el discurso, y las nociones que permiten definirlo (coherencia, memoria


discursiva, etc.). (1998, p. 14).

Es verdad que limitar el análisis del discurso al estudio de los fenómenos


transfrásticos le otorga una respetabilidad y una visibilidad que no posee cuando se
presenta como un conjunto confuso de trabajos en las fronteras de la lingüística. Aunque
evidentemente no existe ningún monopolio en materia de definiciones del análisis del
discurso, el uso que consiste en llamar "análisis del discurso" al estudio de los fenómenos
de coherencia / cohesión textual va en contra de los hábitos, y no sólo de los que
prevalecen en Francia; pienso, por ejemplo, en el manual de análisis del discurso de
Brown y Yule (1983), que se centra no en la cohesión textual, sino en la función
comunicacional de los textos.
La dificultad que hay para definir el análisis del discurso no es ajena al hecho de
que se piensa espontáneamente la relación entre "discurso" y "análisis del discurso" sobre
el modelo de la relación entre objeto empírico y la disciplina que estudia ese objeto. Una
vez que se constata que existe un dominio comúnmente llamado "discurso", identificado
más o menos vagamente con la actividad contextualizada de producción de unidades
transfrásticas, se considera al análisis del discurso como la disciplina que lo tomaría a su
cargo. Esto es presuponer algo que no va de suyo: que el "discurso" es un
objeto inmediatamente dado, y, además, que es el objeto de una disciplina.
El discurso no constituye, ciertamente, un dominio tan abierto como “la
educación" o "la prensa", por ejemplo, pero esto no significa que pueda ser saturado por
una sola disciplina. Desde esta perspectiva, defendí (Maingueneau, 1995) la idea de que el
discurso no se transforma verdaderamente en un objeto de saber si no es abordado a
partir de diversas disciplinas, cada una con un interés específico: la sociolingüística, las
teorías de la argumentación, el análisis del discurso, el análisis de la conversación, el
análisis crítico del discurso (el “ACD” anglosajón), etc. Bajo esta óptica, se debe distinguir
entre análisis del discurso y lingüística del discurso; el primero no es más que uno de los
componentes de la segunda. El interés que rige el análisis del discurso sería aprehender el
discurso como la intrincación de un texto y un lugar social, es decir, que su objeto no es ni
Página 7 de 26

la organización textual ni la situación de comunicación, sino lo que los anuda a través de


un dispositivo de enunciación específico. Este dispositivo pertenece a la vez a lo verbal y a
lo institucional: pensar los lugares independientemente de los enunciados que ellos
permiten, o pensar los enunciados independientemente de sus lugares de pertenencia,
sería permanecer por debajo de las exigencias en las que se basa el análisis del discurso.
Aquí la noción de "lugar social" no debe, sin embargo, ser aprehendida de manera
demasiado inmediata: puede tratarse de un posicionamiento en un campo discursivo
(político, religioso...). En todos los casos, el analista del discurso debe concederle un papel
central a la noción género discursivo, que, por naturaleza, desbarata toda exterioridad
simple entre el "texto" y el "contexto".
Bajo esta lógica, una misma producción verbal puede constituirse en corpus de
diferentes disciplinas del discurso. Al estudiar un debate político en televisión, por
ejemplo, el analista de la conversación o el de la argumentación no focalizarán los mismos
aspectos. El primero se interrogará sobre la negociación de los turnos de habla, la
preservación de la imagen social, los fenómenos paraverbales, etc.; el especialista de la
argumentación centrará su atención sobre la construcción del auditorio, la naturaleza y el
modo de encadenamiento de argumentos, el ethos, etc. En cuanto al analista del discurso,
se preguntará, antes que nada, sobre el género discursivo, sobre la composición textual,
sobre los roles socio-discursivos involucrados, sobre la redefinición de lo político que
implica este género televisivo, etc.
Estas disciplinas del discurso no funcionan, sin embargo, de manera aislada; son
constantemente conducidas a tomar en cuenta las perspectivas de tal(es) otra(s), pero
desde el lugar propio de cada una: se movilizan los recursos de una disciplina del discurso
para ponerlos al servicio de otra.
Sin embargo, no toda investigación sobre el discurso pertenece necesariamente a
una disciplina. Frente a muchos trabajos con orientación fuertemente descriptiva nos
vemos a veces incapacitados de decir cuál es la que los rige. Las diferencias entre ellas
aparecen, en efecto, cuando la investigación se inscribe verdaderamente en una
problemática, perfilada por el interés que gobierna a la disciplina concernida.
Página 8 de 26

Tampoco cabe exagerar la indiferenciación de los objetos en las diversas disciplinas


del discurso. Si bien no hay "datos" que sean propiedad exclusiva de una disciplina, no es,
sin embargo, innegable que cada una posee objetos privilegiados. Un analista del discurso
está a priori menos interesado que otros en las conversaciones familiares; se trata, en
efecto, de prácticas verbales difíciles de relacionar con un lugar institucional o un
posicionamiento ideológico. Es lógico también que un analista de la argumentación le
preste una constante atención al discurso publicitario y que el analista de la conversación
no tenga mucha inclinación por los corpus filosóficos, aunque se tratara de los diálogos de
Platón (lo que no le impide a los analistas del discurso sacar provecho de los trabajos
sobre la conversación (Cossutta (ed.), 2005)).
Tal concepción del análisis del discurso evoca la que prevalece en el mundo
británico. La vemos, por ejemplo, en la obra de Brown y Yule, quienes presentan al análisis
del discurso como "el análisis del lenguaje en uso", y como "una investigación acerca de
usos del lenguaje" (1983, p. 1). El manual de David Nunan, Introducing discourses
analysis, que se inscribe en la misma corriente, es más preciso:

En el caso del analista del discurso, el fin último del trabajo analítico es mostrar e
interpretar tanto la relación entre regularidades y modelos del lenguaje como los
significados y propósitos expresados a través del discurso. (1993, p. 7).

Incluso dentro de estos límites, falta mucho para que el análisis del discurso sea
homogéneo. Tuve la oportunidad de enumerar (Maingueneau, 1995, p. 8) una serie de
factores interrelacionados que conducen a la diversificación de las investigaciones en
análisis del discurso. Los recuerdo aquí:

- La heterogeneidad de las tradiciones científicas e intelectuales: esta situación,


como ya hemos dicho, está cada vez menos vinculada a una distribución
estrictamente geográfica, aunque no es totalmente independiente de ella. Es ante
todo una cuestión de redes. En varias publicaciones tuve la posibilidad de hablar
de "tendencias francesas", aunque esto no quiere decir que se encuentren
involucradas todas las investigaciones en análisis del discurso realizadas en Francia,
Página 9 de 26

ni que este tipo de investigación se desarrolle sólo en Francia, ni tampoco que


todos los investigadores que participan de estas tendencias estén implicados en un
mismo grado. Entre estas "tendencias" es posible evocar el interés por corpus
fuertemente restringidos en el plano institucional, la apelación a las teorías de la
enunciación lingüística, la consideración de la heterogeneidad enunciativa, la
preocupación por no hacer desaparecer la materialidad lingüística detrás de las
funciones del discurso, la primacía otorgada al interdiscurso, la necesidad de
reflexionar sobre las posiciones de subjetividad implicadas por la actividad
discursiva.

- La diversidad de las disciplinas de apoyo: situado en el cruce de diversos campos


de las ciencias humanas, el análisis del discurso muestra fisonomías muy variadas
según el o los campos que lo impulsan. En los Estados Unidos, la antropología y la
sociología han jugado un papel clave en su constitución; en Francia, el
psicoanálisis, la filosofía o la historia han ejercido sobre él una gran influencia.

- La diversidad de posicionamientos ("escuelas", "corrientes", etc.), con sus


fundadores carismáticos, sus consignas, etc.

- Los tipos de corpus privilegiados por los investigadores.

- Los aspectos de la actividad discursiva que son considerados: condiciones de


emergencia, de circulación, las estrategias de producción o de interpretación…

- El tipo de investigación: aplicada o no. A pesar de que es imposible trazar una


línea divisoria clara entre investigaciones aplicadas y no aplicadas, el análisis del
discurso es muy sensible a las demandas sociales.

- La disciplina de referencia de los analistas del discurso: un historiador o un


sociólogo que utilizan el análisis del discurso tenderán inevitablemente a ver en él
Página 10 de 26

un instrumento al servicio de una interpretación; este no será, al menos a priori, el


caso de un investigador perteneciente a la lingüística.

Una lista como esta presenta el inconveniente de colocar los factores de


diversificación en un mismo nivel. Además, si nos quedamos con que la distinción
lingüística del discurso/disciplinas del discurso es suficiente para estructurar este espacio,
estamos subestimando otras líneas de división. Para dar cuenta de la complejidad efectiva
de las investigaciones sobre el discurso, resulta necesario llevar más lejos la reflexión.
Existe, por otra parte, otra posición sobre esta cuestión, ejemplificada por la obra
de Deborah Schiffrin Approaches to discourse (1994). Apoyándose en una definición
específica de discurso, “enunciación como interacción social” (op. cit., p. 419), establece
una distinción entre dos niveles: el del “análisis del discurso”, que en su obra se
corresponde bastante con lo que nosotros llamamos “lingüística del discurso” –aunque
ella insiste sobre la dimensión interaccional–, y un número abierto de “abordajes” que la
especifican. Se supone que estos últimos comparten seis postulados (1994, p. 416):

1. El análisis del discurso es empírico (…)

2. El discurso no es sólo una secuencia de unidades lingüísticas: su coherencia no


puede ser comprendida si nuestra atención se limita tan sólo a la forma y al
significado.

3. El conjunto de los recursos para la coherencia contribuyen a la comprensión de lo


dicho, significado y hecho a través del habla cotidiana.

4. Las estructuras, significados y acciones del habla cotidiana se realizan de manera


interactiva.

5. Lo dicho, significado y hecho se sitúa de manera secuencial, i.e. los enunciados son
producidos e interpretados en el que contexto local conformado por los otros
enunciados.

6. Cómo algo es dicho, significado y hecho –las selecciones de los hablantes entre las
diferentes estrategias consideradas formas alternativas de hablar– se encuentra
orientado por las relaciones entre los siguientes elementos:
Página 11 de 26

(A) las intenciones de los hablantes;

(B) las estrategias convencionalizadas para hacer reconocibles la intención;

(C) los significados y las funciones de las formas lingüísticas dentro de sus
contextos de aparición;

(D) el contexto secuencial integrado por los otros enunciados;

(E) las propiedades de la modalidad discursiva, e.g.: narrativa, descriptiva,


expositiva;

(F) el contexto social, por ejemplo, las identidades y relaciones de los participantes,
la estructura de la situación, el entorno;

(G) un marco cultural de creencias y acciones.

El postulado mismo de que hay una serie de principios comunes es problemático;


es posible, por el contrario, argumentar que los especialistas del discurso sólo comparten
presupuestos bajo la forma del aire de familia wittgensteiniano. Además, en D. Schiffrin,
como suele ocurrir en el mundo anglosajón, "discurso" refiere a interacción oral. Ahora
bien, no es una cuestión trivial decidir si el universo del "discurso" se organiza en torno a
esta caracterización. Esta restricción está sin duda asociada a la ausencia de
problematización de la subjetividad enunciativa o de los géneros discursivos. No debe de
extrañarnos que, en estas formulaciones, la cuestión remita a la "situación", al "entorno",
al "contexto" y no a la institución. En cuanto a la noción de interdiscurso, queda reducida
al "contexto secuencial formado por los otros enunciados".
También cabe interrogarse sobre la naturaleza de los "enfoques" que presenta el
trabajo de Schiffrin: a) "actos de habla," b) "sociolingüística interaccional" (Gumperz,
Goffman), c) "etnografía de la comunicación" (Hymes), d) "pragmática", e) "análisis de la
conversación" (etnometodología), f) "enfoque variacionista" (Labov).
Obviamente, esta lista es heterogénea. Parece claro que la teoría de los actos de
habla y la pragmática no se sitúan exactamente al mismo nivel que los demás; no son
Página 12 de 26

"enfoques” propiamente dichos: corresponden de hecho a una determinada concepción


del lenguaje y del sentido, compartida por varias corrientes.
Encontramos en muchos investigadores un punto de vista similar al de Schiffrin;
así, el manual de S. Titscher, M. Meyer, R. Wodak, E. Vetter (2000) Methods of Text and
Discourse Analysis, yuxtapone no menos de doce "enfoques" distintos. Más
recientemente, también en un artículo colectivo, M. Stubbe et al. (2003) ponen a prueba
cinco "enfoques" en un único fragmento de conversación: nueve minutos de un
intercambio entre un hombre y una mujer en su lugar de trabajo, en Nueva Zelanda. De
estos cinco métodos ("análisis de la conversación", "sociolingüística interaccional"
(Gumperz), "teoría de la cortesía" (Brown y Levinson), "análisis crítico del discurso",
"psicología del discurso" (Potter y Wetherell)), tres no fueron incluidos en el libro de
Titscher et al. En su artículo, Stubbe et al. mencionan incluso la posibilidad de utilizar otros
"enfoques":
pragmática, teoría de los actos de habla, teoría de la variación, lingüística sistémico-
funcional, semiótica, proxémica, y varios tipos de análisis retórico, estilístico, semántico
y narrativo. (2003, p. 351)

Sorprende un poco ver aquí a la teoría de la cortesía, por ejemplo, promovida al


rango de "enfoque", a pesar de que es un componente necesario de cualquier
interacción. Una vez más, los "enfoques" se sitúan aquí en planos diferentes. Conviene
hacer una distinción entre:

- las disciplinas o las corrientes: la semiótica, la estilística, la etnografía de la


comunicación, el "análisis crítico del discurso";

- los componentes necesarios de las interacciones verbales: la proxémica, la


cortesía, los actos de habla...;

- las concepciones de lenguaje, que no son específicos de una corriente: la


pragmática, por caso.
Página 13 de 26

Esta manera de proceder no parece ayudar a detener la proliferación de


"enfoques". Tal modo de presentación, desde un punto de vista didáctico, es cómodo (por
otra parte, las obras de Titscher el al. y Schiffrin son manuales), pero induce a cierta
concepción de los estudios del discurso: el de una gran mercado donde se ejerce la
competencia generalizada, en donde cada productor propone su "enfoque" a
investigadores que hacen su elección de acuerdo a sus necesidades. Este efecto se
acentúa por la presentación elegida por Stubbe et al., que consiste en estudiar el mismo
fragmento de la conversación: es sorprendente esta independencia entre los "datos" y los
enfoques, como si estos últimos no contribuyeran de manera decisiva en la construcción
de los primeros.
Parece mejor no colocar entre los "enfoques" del discurso lo que, de hecho,
son recursos comunes a aquellos que trabajan sobre el discurso: género discursivo,
coherencia / cohesión textual, tipología del discurso, polifonía, actos de habla, teoría de la
cortesía, etc. Por supuesto, cada corriente pondrá el acento sobre determinado tipo de
recurso, pero es difícil hablar de ellos en términos de enfoque. A estos "recursos"
comunes hay que añadir los presupuestos teóricos compartidos por muchos de los
especialistas del discurso: el lenguaje como actividad, la contextualidad radical del
sentido, la naturaleza interactiva de la comunicación verbal, etc. Es inevitable que estos
presupuestos estén sujetos a discusión, pero sin ellos no habría un espacio de
investigación común. Por ejemplo, se sabe que el análisis del discurso de inspiración
francesa defiende algunos postulados que no son los de la mayoría de los investigadores;
pero no va tan lejos como para provocar una división del campo, en la medida que no se
llega a una instancia de desacuerdo sobre todos los postulados. Por otra parte, el
desacuerdo no es siempre evidente, ya que apunta a la interpretación y no a lo
presupuesto: no todos interpretan de la misma manera el postulado de la primacía del
interdiscurso, pero muchos investigadores adhieren a él.
El punto de litigio, recordémoslo, concierne a la manera de entender la diversidad
de investigaciones sobre el discurso. La posición adoptada en 1994 por Schiffrin y muchos
otros consiste en señalar que estas investigaciones se reparten entre una multitud de
Página 14 de 26

"enfoques" que son todos los puntos de vistas distintos que hay sobre el "discurso". La
posición que defendí en 1995, por el contrario, ponía en primer plano las diferentes
"disciplinas del discurso". Así planteadas las cosas, la cuestión de fondo es saber si la
investigación sobre el discurso está estructurada por disciplinas o por "enfoques", en el
sentido que le dan Schiffrin y sus sucesores (mediante la eliminación, no obstante, de
algunos indeseables, como la pragmática o la cortesía), es decir, por "corrientes". Por
"corriente" hay que entender a la vez a) una cierta concepción del discurso, b) de la
finalidad de su estudio, c) de los métodos pertinentes para analizarlo. Por ejemplo, la
etnografía de la comunicación, la sociolingüística interaccional de Gumperz y la corriente
althusseriana de la Escuela francesa (M. Pêcheux) serían todas “corrientes”.

Al contrario, ubicar en primer plano las disciplinas del discurso, supone, según
entiendo, una doble hipótesis:

1) La comunicación verbal considerada como discurso ofrece un número reducido


de ángulos de abordaje. Por supuesto, al igual que las “corrientes", las disciplinas
no son una realidad transhistórica (sabemos, por ejemplo, que el campo de la
retórica tradicional era mucho más amplio que el de las modernas teorías de la
argumentación), pero se desarrollan en una más larga duración y están menos
ligadas a la individualidad de un fundador.

2) La investigación requiere espacios sociales para la puesta en común de los


productos científicos, comunidades de investigadores que necesitan trabajar sobre
espacios menos indeterminados que el "discurso", territorios que sean comunes a
muchas corrientes.

Aquí hay que elegir entre dos actitudes. Una de ellas no le da ningún crédito al
aspecto sociodiscursivo de la investigación; la otra consiste en pensar que hay una
interacción esencial entre su aspecto conceptual y su aspecto institucional, debido al
carácter inherentemente cooperativo de esta actividad. Las disciplinas son indisociables
Página 15 de 26

de las comunidades de investigadores que comparten intereses comunes, intercambian


informaciones, participan de una manera privilegiada de los mismos eventos colectivos
(coloquios, mesas redondas, jornadas, jurados de tesis...) y figuran en la misma red de
remisiones bibliográficas. Citaré aquí las palabras de un epistemólogo de las ciencias
sociales, para quien una disciplina es a la vez

un lugar de intercambio y de reconocimiento, matriz de discurso y debates legítimos


(...) un lugar de recursos sociocognitivos, de referencias autorizadas, de normas
compartidas y de ejemplos comunes, que permiten el entramado de una tradición de
conocimiento, conflictiva, problemática, pero real. Este espacio de especialización
disciplinar es, pues, un lugar donde pueden articularse en una empresa de
conocimiento legítima –no sólo socialmente, sino también epistemológicamente, es
decir, en una empresa de conocimiento argumentada– los diversos lenguajes por los
cuales se organiza el trabajo analítico. Espacio social de legitimación de saberes, una
disciplina es, indisociablemente, un espacio lógico de construcción de argumentaciones
(Berthelot, 1996, pp. 99-100).

En esta perspectiva, si mantenemos una distinción entre, por ejemplo, dos


disciplinas del discurso, “análisis de la conversación” y “análisis del discurso”, esto es a la
vez por razones ligadas al objeto (existe, particularmente, una fuerte especificidad de las
conversaciones) y por razones de funcionamiento de las comunidades científicas: la
observación de los coloquios, los soportes de publicación, las referencias bibliográficas
muestra que los investigadores de estas dos disciplinas no ocupan el mismo espacio,
incluso si en numerosas circunstancias terminan por participar en las mismas actividades.
El “análisis de la conversación” puede aparecer como una corriente si se lo limita a la
problemática derivada de la sociología de Grafinkel, Sacks, etc.; pero es una disciplina si le
incorporamos otras corrientes. Más arriba observamos que S. Levinson (1983) distinguía
allí dos corrientes principales: “análisis de la conversación” y “análisis del discurso”.
Nos parece que no se le hace justicia a los trabajos de Labov, por ejemplo, si vemos
en ellos, como lo hace Schiffrin, un simple “enfoque” del discurso, sin referirlo, en
principio, al campo disciplinario de la sociolingüística, desde donde prolonga y renueva las
cuestiones más clásicas, relacionadas con la variación.
Dicho esto, sería evidentemente artificial inscribir a ciertas corrientes en una
disciplina determinada. Es el caso, por ejemplo, de la sociolingüística interaccional de
Página 16 de 26

Gumperz, para la cual no tiene demasiado sentido interrogarse si pertenece a la


sociolingüística, al análisis de la conversación o al análisis del discurso. Esto no impide que
los trabajos de Gumperz no reciban el mismo tratamiento ya sea que se los aborde como
una contribución al análisis de la conversación o como un medio para “tratar los
problemas de identidad y sus vínculos con las divisiones sociales, políticas y étnicas”
(Gumperz, 1989, p. 7), lo que los acerca a perspectivas más sociolingüísticas. Es posible,
incluso, ir más lejos: ciertas corrientes no se dejan encerrar en el espacio de las
investigaciones sobre el discurso: la corriente etnometodológica pertenece también a la
sociología.
Por otra parte, para dar cuenta de la realidad de las investigaciones sobre el
discurso, es igualmente necesario considerar otro modo de agrupamiento de los
investigadores el cual, aunque no esté basado en presupuestos teóricos y metodológicos,
no es menos poderoso: los territorios delimitados por el objeto de estudio (discurso
televisivo, discurso administrativo, discurso político…). A su vez, estos campos de
investigación son, por lo general, componentes de dominios más amplios: el análisis del
discurso televisivo, por caso, podrá ser un componente de los estudios sobre la televisión
o sobre los medios masivos. Como ocurre en los “estudios culturales” anglosajones, el
principio de agrupamiento es, entonces, temático: “estudios de género [gender]”,
“estudios postcoloniales”, “estudios de la cultura gay”, etc. En estos “territorios”, el
estudio del discurso no es más que uno de los enfoques posibles, junto a otros,
provenientes de otros horizontes de las ciencias humanas y sociales.
La constitución de redes de investigadores que se agrupan alrededor de un mismo
objeto (para nosotros, un mismo territorio), sin pertenecer a un mismo campo de las
ciencias humanas o sociales, ni pertenecer a la misma corriente, no es un fenómeno
marginal. Ya un postulado central de los estudios sobre el discurso, a saber, que cualquier
tipo de producción verbal es digna de investigación, tiene por corolario la rareza de los
objetos efectivamente estudiados, debido a la infinidad de corpus posibles. Son
inevitablemente los fenómenos sociales percibidos como importantes –bajo cualquier
título– los que atraen más fácilmente la atención y los que mejores subvenciones reciben.
Página 17 de 26

Se suma a esto el hecho de que la pluri, la trans, la interdisciplinariedad son hoy


ampliamente recomendadas por las políticas de investigación, por lo que se transforman a
menudo en la condición sine que non para la obtención de subsidios.
Nos equivocaríamos, sin embargo, si sostuviéramos las antiguas oposiciones que
consideraban que los agrupamientos por territorios no son más que una suerte de
aplicación sin alcance teórico. O, para decirlo en otros términos, no estaríamos en lo
cierto si afirmáramos que cuando un cierto número de investigadores de muy diversa
formación tiene como único denominador común cierto objeto, recortado en función de
una demanda de orden social, se da el caso de una yuxtaposición ecléctica de enfoques
heterónomos, cuya validez se evaluará esencialmente por su poder de intervención en la
sociedad. En realidad, las cosas son bastante más complejas. Las investigaciones por
territorios intervienen fuertemente en las elaboraciones conceptuales: el habla de los
jóvenes es, cierto, un territorio socialmente sensible e impulsor de lo mediático, pero es
también un objeto que va a influir significativamente sobre los conceptos de los
investigadores. Por otro lado, existe una dinámica intelectualmente creadora en la
pluridisciplinariedad: el sólo hecho de que durante un largo período investigadores de
disciplinas diferentes colaboren en un mismo territorio no puede tener más que efectos
profundos, tanto sobre el plano teórico como sobre el institucional.
Para resumir, podríamos decir que las investigaciones sobre el discurso implican
una interacción permanente entre dos grandes principios de agrupamiento de los
investigadores:

- En primer lugar, los agrupamientos por disciplinas del discurso y por corrientes
(incluidas o no en una disciplina). En ellos, los investigadores comparten un cierto
número de postulados y de “recursos” conceptuales y metodológicos; sin
embargo, queda claro que este “compartir” es mejor entenderlo como un aire de
familia wittgensteiniano que remitirlo a las condiciones necesarias y suficientes
para pertenecer a una clase.
Página 18 de 26

- En segundo lugar, un agrupamiento por territorios, el cual puede efectuarse en dos


niveles distintos: a) agrupamiento de los lingüistas del discurso que no pertenecen
a las mismas corrientes o disciplinas; b) agrupamientos entre lingüistas del
discurso e investigadores de otros dominios.

Estos diferentes modos de agrupamiento producen un paisaje confuso e inestable.


Por otra parte, no hay que olvidar que una cierta cantidad de trabajos de orientación
descriptiva no pertenecen ni a una disciplina, ni a una corriente, ni a un territorio, sino que
pueden ser aprovechados por múltiples disciplinas, corrientes o territorios. Lo mismo vale
para los trabajos que refieren a los “recursos” comunes a los lingüistas del discurso (tal
como ciertos estudios sobre la tematización, los conectores, la polifonía, etc.).
Pero la noción misma de agrupamiento no deja de ser peligrosa. Puede dar la
impresión de que cada investigador posee su grupo de pertenencia. Nada es más falso,
salvo algunas excepciones: en regla general, un mismo individuo puede participar en
muchos. Lo que contribuye bastante a confundir las líneas de división.


Ahora voy a reflexionar sobre las unidades fundamentales con las que trabajan los
analistas del discurso, en el sentido restringido de una disciplina del discurso que tiene un
interés específico. En el análisis del discurso francófono, la noción de “formación
discursiva”, la más antigua, coexiste con otras como “posicionamiento” y “género
discursivo”, sin que se sepa bien su articulación, incluso sin que su compatibilidad sea
realmente explicitada.
En trabajos anteriores (Maingueneau, 1991, pp. 25-28), ya subrayé la
heterogeneidad del análisis del discurso, dividido entre un comportamiento “analítico” y
Página 19 de 26

uno “integrador [“intégrative”]”. El primero fue ilustrado muy bien por la problemática de
Michel Pêcheux, característica de la Escuela francesa de inspiración lacaniano-
althusseriana: en esta corriente, fuertemente influenciada por el psicoanálisis, el análisis
del discurso apuntaba, ante todo, a desmontar las continuidades, a fin de hacer aparecer
en los textos las redes de relaciones invisibles entre enunciados. La conducta
“integradora”, en cambio, apunta a articular los componentes de la actividad discursiva,
tomados en su doble dimensión, social y textual. Este comportamiento puede ilustrarse
con los trabajos de Jean-Michel Adam (1999) o de P. Charaudeau (1995).
Esta distinción entre comportamientos analíticos e integradores puede ser afinada
y ampliada a su vez, si se considera que los analistas del discurso manejan dos grandes
tipos de unidades: tópicas y no tópicas.

LAS UNIDADES TÓPICAS

1. Las unidades de dominio


Las unidades que podríamos llamar de dominio [domaniales] corresponden a espacios
“pre-recortados” por las prácticas verbales.
Puede tratarse de tipos de discurso, asociado a cierto sector de la actividad social:
discurso administrativo, publicitario…, con todas las subdivisiones necesarias. Estos tipos
engloban un determinado número de géneros discursivos, entendidos como dispositivos
de comunicación socio-históricamente variables (el noticiero televisivo, la entrevista
médica, la guía turística…). Incluso los géneros que son definidos por su autor, como
sucede a menudo en la literatura o en la filosofía, lo son en el interior de prácticas
verbales instituidas. Los tipos y los géneros discursivos se encuentran en relación de
reciprocidad: todo tipo es un agrupamiento de géneros, todo género no es tal si no
pertenece a un tipo. No obstante, la noción de género, incluso en el sentido restringido
que le damos aquí, comprende realidades diferentes: el noticiero televisivo o la guía
Página 20 de 26

turística son rutinas estabilizadas, mientras que una obra literaria tiene un autor singular,
que puede contribuir a la categorización genérica de su texto.
La noción de tipo de discurso también es heterogénea; se trata, en efecto, de un
principio de agrupamiento de géneros que puede corresponder a, por lo menos, dos
lógicas diferentes: la de co-pertenencia a un mismo dispositivo [“appareil”] institucional, o
bien la de dependencia con respecto a un mismo posicionamiento. No es lo mismo hablar
del “discurso hospitalario” que del “discurso comunista”.
El “discurso hospitalario” es la red de géneros discursivos que operan en un mismo
dispositivo institucional, en este caso el hospital (reuniones de servicio, consultas,
informes de cirugías, etc.). En la lógica del dispositivo institucional, no es la competencia la
que estructura, en primer término, el espacio. Si pasamos a otro dominio, observamos
que para un género universitario como puede ser la defensa oral de tesis en letras y
ciencias humanas en Francia (Dardy, Ducard, Maingueneau, 2001), existe una articulación
de géneros complementarios (tesis, defensa, plan de tesis, acta del jurado evaluador...),
que son constitutivos del funcionamiento de la institución.
El “discurso comunista” es, en cambio, la diversidad de géneros discursivos
(periódicos, programas electorales, panfletos, etc.) producidos por un posicionamiento
determinado en el interior del campo político. Cada posicionamiento inviste ciertos
géneros discursivos y no tales otros, y este investimento es un componente esencial de su
identidad.
Nada impide, sin embargo, abordar el discurso comunista como el discurso de un
dispositivo institucional: en ese caso, se tomarán en cuenta los géneros discursivos
asociados al funcionamiento del partido. Es, pues, una cuestión de punto de vista.

2. Las unidades transversales


Página 21 de 26

Los analistas del discurso trabajan también con unidades que podríamos llamar
transversales, en el sentido de que atraviesan textos pertenecientes a múltiples géneros
discursivos. Podríamos hablar aquí de registros; estos se definen a partir de criterios
lingüísticos (a), funcionales (b) o comunicacionales (c).

a) Los registros definidos sobre bases lingüísticas pueden ser de orden enunciativo.
Tal es el caso de la célebre tipología establecida por É. Benveniste (1966) entre
“historia” y “discurso”, que luego fue complejizada, en particular por J. Simonin-
Grumbach (1975) y Jean-Paul Bronckart (Bronckart & al., 1985). También existen
tipologías fundadas en estructuraciones textuales, como las “secuencias” de Jean-
Michel Adam (1999).

b) Otros registros se apoyan sobre criterios funcionales. Es el caso del célebre


esquema de seis funciones propuesto por Jakobson; pero existen otros, que se
preocupan por clasificar los textos postulando que el lenguaje es movilizado de
diferentes maneras, según cumpla tal o cual función dominante: lúdica,
informativa, normativa, ritual…

c) Otros, finalmente, combinan rasgos lingüísticos, funcionales y sociales para


desembocar en registros de tipo comunicacional: “discurso cómico”, “discurso de
vulgarización”, “discurso didáctico”. Aunque se invisten en determinados géneros
privilegiados, no pueden circunscribirse a ellos. La vulgarización, por ejemplo, es la
finalidad fundamental de ciertas revistas o manuales, pero también está presente
en los noticieros televisivos, en la prensa gráfica diaria, en las interacciones
ordinarias, etc.

LAS UNIDADES NO TÓPICAS


Página 22 de 26

Las unidades no tópicas son construidas por los investigadores con independencia de las
fronteras preestablecidas (lo que las distingue de las unidades “de dominio”); por otra
parte, reagrupan enunciados profundamente inscriptos en la historia (lo que las distingue
de las unidades “transversales”).

1. Las formaciones discursivas

Unidades como el “discurso racista”, el “discurso postcolonial”, el “discurso patronal”, por


ejemplo, sólo pueden ser delimitadas por las fronteras que postula el investigador; por
otra parte, deben ser especificadas históricamente. Corresponden a corpus que pueden
contener enunciados pertenecientes a tipos y a géneros discursivos bien variados;
pueden, incluso, según la voluntad del investigador, mezclar corpus de archivo y corpus
construidos por la investigación (bajo la forma de test, entrevistas, cuestionarios, etc.).
Para este tipo de unidad estoy tentado de recurrir al término “formación discursiva”,
desviándolo tanto del valor que le otorgó Foucault (1969, pp. 52-53), como del que le
dieron Haroche, Henry, Pêcheux (1971), aunque sin traicionarlos del todo. Estos autores
no especifican, en efecto, las relaciones entre formaciones discursivas y géneros; más bien
ponen el acento sobre el hecho de que se trata de sistemas de determinaciones
inconscientes de la producción discursiva, en un lugar y en un momento dados.

2. Los recorridos

Los analistas del discurso pueden igualmente construir corpus con elementos de diversos
órdenes (lexicales, proposicionales, fragmentos de textos) extraídos del interdiscurso, sin
aspirar a componer espacios de coherencia, a constituir totalidades. En este caso, por el
contrario, se desestructuran las unidades instituidas definiendo recorridos inesperados: la
Página 23 de 26

interpretación se apoya así sobre la actualización de relaciones insospechadas en el


interior del interdiscurso.
Es posible considerar recorridos de tipo formal (tal tipo de metáfora, tal forma de
discurso referido, de derivación por sufijos…); pero, en este caso, si no se trabaja sobre un
conjunto discursivo bien especificado, volvemos a caer en un análisis puramente
lingüístico. Se puede igualmente considerar recorridos basados en materiales lexicales o
textuales: por ejemplo, la retoma o las transformaciones de una misma fórmula en una
serie de textos, o incluso las diversas recontextualizaciones de un “mismo” texto. Es así
como un trabajo se planteó a partir de la fórmula “depuración étnica” (Krieg-Planque,
2003); en ese caso, se trató ante todo de explorar una dispersión, una circulación, y no de
vincular una secuencia verbal con una fuente enunciativa. Cabe aquí también pensar en
los trabajos de Sophie Moirand y su equipo alrededor de la “memoria interdiscursiva” en
la prensa a propósito de los “acontecimientos científicos con carácter político”, como el
asunto de la vaca loca o el de los alimentos transgénicos (Moirand, 2001; Beacco, Claudel,
Doury, Petit, Reboul-Touré, 2002).
Resulta muy seductor atravesar múltiples fronteras, circular por el interdiscurso
para hacer aparecer allí relaciones invisibles, particularmente propicias a las
interpretaciones fuertes. Pero el reverso de la moneda es el riesgo de circularidad entre
hipótesis y corpus. Por eso, quienes practican este tipo de abordaje se encuentran
obligados a someterse desde el inicio a fuertes restricciones metodológicas.
Al retomar los diversos tipos de unidades mencionadas, obtenemos la siguiente
tabla:

Unidades tópicas Unidades no tópicas


De dominio Transversales Formaciones Recorridos
discursivas

- Tipos / Géneros - Registros lingüísticos


discursivos - Registros funcionales
------------------- -Registros
a) Géneros comunicacionales
Página 24 de 26

correspondientes a
posicionamientos en
campos
b) Géneros
correspondientes a
dispositivos institucionales

Entre todas estas unidades, aquellas que despiertan suspicacias con mayor
facilidad son evidentemente las unidades no tópicas: “formaciones discursivas” y
“recorridos”. En efecto, no se encuentran estabilizadas por las propiedades que definen
unas fronteras preestablecidas (cualquiera sea el origen del recorte): el principio de su
reagrupamiento está a cargo del analista. Sin embargo, no habría que exagerar la distancia
entre unidades tópicas y no tópicas. Por un lado, por más que estén de cierta manera pre-
recortadas, las unidades tópicas le plantean al investigador múltiples problemas de
delimitación, como suele ocurrir en las ciencias humanas o sociales. Por otro, existe un
conjunto de principios y de técnicas que regulan este tipo de actividad hermenéutica. Es
verdad que estas “reglas del arte” a menudo permanecen implícitas, que son adquiridas
por impregnación, pero podemos presumir que, con el tiempo, la construcción de
unidades estará cada vez menos librada al capricho de los investigadores.
Tenemos, además, total interés en no simetrizar unidades tópicas y no tópicas,
pues no obedecen a la misma lógica. De un lado, no hay análisis del discurso sin alguna
clase de unidad tópica, ya sea “de dominio” o “transversales”; del otro, replegar el análisis
del discurso sólo sobre las unidades tópicas sería negar la realidad del discurso, el que, por
naturaleza, pone constantemente en relación discurso e interdiscurso: el interdiscurso
“trabaja” el discurso, que, a cambio, redistribuye el interdiscurso que lo domina. La
sociedad es recorrida por conglomerados de enunciados activos a las que no podemos
asignarles un lugar. Forzoso es, entonces, acomodarse a la inestabilidad de una disciplina
que está surcada por una falla constitutiva. Parece imposible efectuar la síntesis entre un
comportamiento que se apoya sobre fronteras y un enfoque que las desbarata: este
Página 25 de 26

último se alimenta de los límites por los cuales aquel se instituye. Entre ambos existe una
asimetría irreductible. El sentido es frontera y subversión de la frontera, negociación entre
los lugares de estabilización del habla y las fuerzas que exceden toda localización.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Adam (J.-M.). 1999. Linguistique textuelle. Des genres de discours aux textes. Paris: Nathan.
Beacco (J.-C.), Claudel (Ch.), Doury (M.), Petit (G.), Reboul-Touré (S.). 2002. « Science in media and
social discourse: new channels of communication, new linguistic forms ». in: Discourse studies, 4
(3), pp. 277-300.
Benveniste (E.). 1966. Problèmes de linguistique générale. Paris: Gallimard.
Berthelot (J.-M.). 1996. Les vertus de l’incertitude. Paris: PUF.
Bronckart (J.-P.) et al. 1985. Le fonctionnement des discours, Neuchâtel-Paris: Delachaux et Niestlé.
Brown (G.), Yule (G.). 1983. Discourse analysis. Cambridge: Cambridge University Press.
Charaudeau (P.). 1995. « Une analyse sémiolinguistique du discours ». in: Langages, 117, pp. 96-
111.
Charolles (M.), Combettes (B.). 1999. « Contribution pour une histoire récente de l’analyse du
discours ». in: Langue française, 121, pp. 76-116.
Cossutta (F.), (ed). 2005. Le dialogue: introduction à un genre philosophique. Lille: Septentrion.
Dardy (C.), Ducard (D.) & Maingueneau (D.). 2001. Un genre universitaire: le rapport de soutenance
de thèse. Lille: Septentrion.
Ducrot (O.) & Schaeffer (J.-M.). 1995. Nouveau dictionnaire encyclopédique des sciences du
langage. Paris: Seuil.
Foucault (M.). 1969. l’Archéologie du savoir. Paris: Gallimard.
Gumperz (J.). 1989. Engager la conversation. Paris: Minuit.
Krieg-Plangue (A.). 2003. « Purification ethnique », Une formule et son histoire. Paris: CNRS
Éditions.
Haroche (C.), Henry (P.) & Pêcheux (M.). 1971. « La sémantique et la coupure saussurienne:
langue, langage, discours ». in: Langages, 24, pp. 93-106.
Levinson (S.-C.). 1983. Pragmatics. Cambridge: Cambridge University Press.
Maingueneau (D.). 1995. « Présentation ». in: Langages, 117, pp. 5-11.
Maingueneau (D.). 2002. « Analysis of an academic genre ». in: Discourse studies, 4 (3), pp. 319-
342.
Maingueneau (D.). 2003. « Quelles unités pour l’analyse du discours? ». in: Romanistisches
Jahrbuch, 53-2002, pp. 109-118 [Berlin, Newyork: Walter de Gruyter].
Moirand (S.) 2001. « Du traitement différent de l’intertexte selon les genres convoqués dans les
événements scientifiques à caractère politique ». in: SEMEN, 13, pp. 97-118.
Nunan (D.) 1993. Introducing discourse analysis. London: Penguin English.
Schiffrin (D.) 1994. Approaches to discourse. Oxford, UK and Cambridge, USA: Blackwell.
Reboul (A.) & Moeschler (J.). 1998. Pragmatique du discours. Paris: A. Colin.
Simonin-Grumbach (J.). 1975. « Pour une typologie des discours ». in : Kristeva (J.) & al., (eds.).
Langue, discours, société, Paris: Seuil.
Página 26 de 26

Stubbe (M.), Lane (C.), Hilder (J.), Vine (E.), Vine (B.), Marra (M.), Holmes (J.) & Weatherall (A.).
2003. « Multiple discourse analyses of a workplace interaction ». in: Discourse studies, 5 (3), pp.
351-388.
Titscher (S.), Meyer (M.), Wodak (R.) & Vetter (E.). 2000. Methods of Text and Discourse Analysis,
London: Sage.
Van Dijk (T.). 1985. « Discourse analysis as a new cross-discipline ». in: Van Dijk (T.), (ed.).
Handbook of Discourse Analysis, vol.1. New York: Academic Press, pp. 1-10.

También podría gustarte