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Ser o tener: el dilema de la bioética

Rogelio Laguna

Proyecto PIFFYL 2009 “Difusión de Bioética hoy en día” FFyL UNAM

A Dian Fossey, luchadora inagotable.

Una falsa “ola verde”


En los últimos años la llamada “ola verde” (proyectos ecológicos sustentables,
productos “no-contaminantes” y supuestas campañas de protección al ambiente)
ha tenido gran difusión por parte de los medios masivos de comunicación. Dicha
campaña ha generado, a su vez, toda una industria y comercio “verde”. Pues,
paradójicamente, la “preocupación” por la ecología llegó a los hogares bajo la
forma de productos, cuyo uso promete evitar el apocalipsis ambiental: bolsas y
detergentes biodegradables, papel reciclado, aerosoles que no dañan la capa de
ozono, autos que contaminan menos, gasolina sin plomo. En resumen, productos
y más productos. Esto último hace ver que las campañas ecológicas están
insertas dentro de la misma dinámica del mercado y de la preocupación por
vender, se erigen más bien como campañas anti-ecológicas, preocupadas de
fondo por mantener las ventas y no por proponer un cambio real en las
costumbres de la gente y en las políticas ambientales.
Eso hace necesario que frente a las campañas de los mass media, el
creciente número de productos “ecológicos” y a la aparente moda y popularidad de
la que gozan hoy en día los temas ambientales, quepa preguntarse desde la
postura crítica de la bioética ¿cuál es, en realidad, el problema al que nos
enfrentamos? ¿cuál es la gravedad de la situación? Y, finalmente, ¿cuáles serían
soluciones reales al problema ambiental que no sean una mera estrategia
publicitaria y comercial?

El problema al que nos enfrentamos


Franz J. Browimmer en su libro Ecocidio hace precisamente, a manera de
denuncia, un balance de la situación ambiental de nuestros días. Sus afirmaciones
son preocupantes, porque su reflexión aborda los efectos de la vida humana sobre
la Tierra: alerta acerca de la pérdida masiva de las especies en una “hemorragia
en la que desaparecen diariamente 100 o más especies”. 1 Esto último porque
junto con las actividades productivas humanas ha surgido una crisis de extinción
que supera por mucho la extinción natural de las especies. Para Browimmer esa
extinción sin tregua es “visible sin necesidad de imágenes complejas ni de
modelos complicados por ordenador. Es real y se está produciendo en todo el
mundo”.2
Por ello el filósofo afirma que nos encontramos frente a un “Ecocidio”,
producto histórico y dependiente de las acciones humanas. La pérdida masiva de
especies: aves, réptiles, mamíferos e insectos, así como de miles de especies de
plantas, es una ruptura, rápida y profunda en el orden ambiental inducida por el
hombre. Si bien la extinción es el fin natural de las especies, a diferencia de la
extinciones comunes que suceden después de que un grupo de organismos ha
llegado a un prolongado periodo de éxito y en una frecuencia que en los últimos
500 millones de años había sido de una especie cada 5 años, la extinción que
vivimos en la actualidad durante los últimos 35 años se ha acelerado a la pérdida
de al menos 4 especies al día, solamente en Brasil.
A esto hay que agregar que las selvas y los hábitats de las especies se han
reducido a tan sólo el 10% de sus niveles prehumanos, que la mayoría de las
áreas naturales están a punto de desaparecer y que cada día aumenta más la
contaminación y sobreexplotación de los recursos, el cambio climático, y la
distribución de plagas y especies invasoras.
Browimmer indica que los “cambios producidos por el hombre en el
conjunto de la biosfera no tienen precedente”.3 El ser humano a lo largo de su vida
en la Tierra ha modificado los ciclos biogeoquímicos, el clima, ha propiciado la
erosión generalizada de los suelos, la desertificación extensiva y la dispersión sin
control de contaminantes tóxicos y de organismos genéticamente modificados.
Esto se conjunta también con una tradición social de prácticas jerárquicas que

1
Franz Browimmer, Ecocidio, p.24
2
Ibid, p.25
3
Ibid. p.27
tuvo origen desde la aparición de la agricultura y que desembocó en una sociedad
de clases, el sometimiento de la naturaleza y un régimen que busca lograr siempre
la producción de excedentes.
La época contemporánea se ha caracterizado en general por una negativa
a reconocer las consecuencias ecológicas del comportamiento social humano, y el
reconocimiento que se hace a través de los medios de información, como ya
decíamos al principio de este ensayo, es más bien un falso reconocimiento. Son
las fallidas relaciones ecológicas y sociales humanas las que nos han llevado a un
ecocidio progresivo.
En esta situación límite que hemos descrito, Bryan Norton4, otro filósofo de
la Bioética actual, ve la practica injustificada de un antropocentrismo fuerte que
nos lleva al colapso ecológico, porque las personas actúan sin ideales, sin marcos
de referencia, se conducen regidas únicamente por sus principios inmediatos, de
forma caprichosa y voluntariosa sin considerar ningún límite. Es la razón que se
guía únicamente en sus fines instrumentales, sin reconocerle a la naturaleza
ningún derecho, ninguna prerrogativa o salvación.
En palabras de Browimmer: “la economía capitalista globalizadora exacerba
estos problemas amanzanado destruir toda la biosfera, infligiendo graves e
irreparables daños a un intrincado sistema que sustenta la vida.”5 Porque los
grandes productores no se detienen ante nada: talan bosques, secan pantanos,
modifican el curso de los ríos, no les preocupa socavar los ecosistemas hasta su
destrucción.
La gigantesca industria humana y la sobrepoblación demandan cada día
más materias primas, y ello ha obligado al pastoreo excesivo, la deforestación y a
la sobreexplotación de la tierra y de los recursos pesqueros. Browimmer aquí ve
una paradoja, pues mientras la industria realiza su enorme producción bajo el
lema de mejorar las condiciones de vida y abastecer a las poblaciones, las
sociedades humanas siguen igual de estratificadas y empobrecidas, además de
que han perdido terreno en las decisiones medioambientales y son arrastradas por
la ola de consumismo; aquel proyecto neoliberal y capitalista que invita a comprar
4
Bryan Norton, “Ética ambiental y antropocentrismo débil”
5
Franz Browimmer, op.cit, p.28
y comprar negando el impacto ecológico, como si hablar de ecocidio fuera una
“exageración morbosa, un inventario pesimista o un panorama desastroso y
melodramático o de ambientalistas eco charlatanes”.6
Lo que vemos hoy en día es que los medios de comunicación “maquillan”
las cifras, o aparentan olvidarlas, en complicidad con los medios de producción y
los grandes capitales, evitando mencionar las verdades incómodas que
Browimmer no teme difundir:

Hoy también se han extinguido unas 100 especies de animales y vegetales


y han desparecido otras 50 000 hectáreas de selvas tropicales; los
desiertos han avanzado otras 20 000 hectáreas; la economía mundial ha
consumido el equivalente a 22 millones de toneladas de petróleo y, por
tanto, durante esas 24 horas habremos liberado a la atmósfera otros 100
millones de toneladas de gases de efecto invernadero…7

Por causa del hombre, la naturaleza contemporánea es un vestigio de su


gloria pasada, asemeja a las ruinas de un castillo medieval de las que sólo
podemos imaginarnos su esplendor. “Puede que sea el momento de rebautizar a
nuestra especie como Homo aesophagus colossus: animal de esófago gigante
capaz de devorar sistemas enteros”.8 La dinámica actual sólo hace ver en el futuro
un colapso inminente, porque el orden de destrucción de nuestros días hará
insostenible también la existencia humana.
Sin embargo, frente al escenario anterior, ¿por qué habríamos que
preocuparnos? ¿Por qué molestarse en encontrar una explicación y una solución?
Browimmer responde inicialmente de forma práctica: porque nuestra especie
depende de las otras para su existencia. Algunas especies producen el oxígeno
que respiramos, otras producen nuestro alimento y mantienen la fertilidad de
nuestro suelo y nos dan materias primas, otras procesan nuestros desechos. “Los

6
Ibid, p.29
7
Ibid
8
Ibid, p.30
humanos no sólo formamos parte de la biodiversidad sino que somos
profundamente dependientes de ella”.9
Pero la respuesta de nuestro filósofo no sólo está inmersa en el orden
práctico, que rebelaría un afán meramente antropocéntrico, sino que reconoce que
cada especie, además de beneficiarnos de manera práctica, es única y tiene
derecho a existir por el simple hecho de que añade riqueza y belleza a la vida
sobre la Tierra. Y aun si no se quisiera aceptar el valor en sí de los recursos
naturales y las especies, a Browimmer le parece temerario que la gente, los
gobiernos y las transnacionales no actúen con firmeza ante el ecocidio ecológico,
siendo que la extinción en masa de las especies y la pérdida de los hábitats van, a
fin de cuentas, en contra de sus propios intereses.
Browimmer formula una vía política para hacer frente al ecocidio, que
expondremos en el último capítulo de este ensayo, donde hace notar que la lucha
por la protección del ambiente y por la justicia social es una sola. No obstante, si
dicha propuesta, que recorre el ámbito de lo político, es una propuesta viable a
nivel colectivo, ¿qué se puede realizar a nivel individual para evitar el ecocidio?
Es lógico que no basta, hemos insistido, en comprar productos ecológicos
o realizar pequeñas acciones: la gravedad de la situación exige que vivamos de
una manera distinta, insertos en un proyecto vital que, como explicaremos
inmediatamente, Erich Fromm y Marcel llaman vivir en el ser y no en el tener.

Tener o ser: el dilema personal de la bioética


Cuando referíamos más arriba que las transnacionales, los gobiernos y las
sociedades se encuentran regidas actualmente por fines utilitarios y mercantilistas,
no se trataba en ningún momento de subsumir la responsabilidad individual a una
responsabilidad colectiva, pues la propia forma de vida de los sujetos individuales
contribuye día a día al deterioro ambiental.
Todos los días compramos productos con distintos fines, y el acto de
comprar nunca termina, nunca se satisface por completo. Se puede decir con
evidencia que la gente se encuentra inmersa en una dinámica de consumo en la
que tiene que renovar constantemente todo: el automóvil, la sala, la computadora,
9
Ibid, p.31
el celular y el guardarropa, por decir algunos ejemplos. Como si la identidad
personal se hubiese construido sobre las pertenencias, en el ámbito de tener
cosas.
El problema, no sólo es vivir en el tener, cuestión que ya demerita la
experiencia de vida como advertimos en el pensamiento de Erich Fromm10, sino
que la vida en el tener lleva al ecocidio: el consumo sin límites y superfluo, el
apoderamiento de productos como si fueran objetos sin valor que se pueden usar
y desechar al antojo, la conquista indiscriminada de la naturaleza, la relación con
otros seres, incluso con seres humanos como si fueran meros recursos a
disposición de los deseos.
Vivir en el tener, advierte Fromm, es querer que algo se incorpore a
nosotros, querer apropiarse de algo sin límites, consumir desenfrenadamente “La
actitud inherente al consumismo es devorar todo el mundo. El consumidor es el
eterno hijo de pecho que llora reclamando su biberón” 11 Las grandes industrias, las
transnacionales que destruyen los ecosistemas, se mantienen por las gigantescas
ventas que la vida conforme al tener les reporta. Vivir en el tener es ser cómplice
de la explotación indiscriminada de los recursos naturales, del empobrecimiento y
dominio de los países del tercer mundo por las grandes potencias, de la
desaparición ecocida de las especies animales y vegetales.
La mayoría de la gente en las sociedades contemporáneas, según Fromm,
viven el modo de tener como el modo natural de existir y “hasta como el único
modo aceptable de la vida”.12

Adquirir, poseer y lucrar son los derechos sagrados e inalienables de


del individuo en la sociedad industrial. (…) A nadie le importa en dónde
y cómo adquirí mi propiedad ni lo que hago con esta. (…) Hoy en día se
hace hincapié en el consumo, no en la conservación y adquirir se ha
convertido en comprar para “deshacerse” de las cosas.13

10
Erich Fromm, Tener y ser,
11
Ibid, p.43
12
Ibid, p.44
13
Ibid, pp.77-79
La gente compra autos, vestidos, joyas, y después de un tiempo se siente aburrido
de sus posesiones y las tira para comprarse otras. Las toneladas de basura que
diariamente se genera en las ciudades, más la suma de recursos naturales
desperdiciados, muestran claramente que el modo de tener es una vía rápida a la
catástrofe ecológica y social.
Por ello Fromm invita a la vida del ser, que es la vida del gozo genuino, de
hacer lo que se desea sin esperar a cambio un fin utilitario o el reconocimiento
social. Es el camino donde no se trata de pulir el ego para ser “objetos tentadores”
dentro del mercado humano, ni de proteger la imagen a base de mentiras y
apariencias. Ser es la vía de buscarse a uno mismo en vez de dedicarse a tener y
consumir cosas.
Además, la vía del tener es siempre la vía de la injusticia, donde se afirma
el yo y se aplasta a los objetos y a otros sujetos. “No hay una relación viva entre
mi yo y lo que tengo”.14 Pero la vía del ser es la vía de la experiencia en donde el
encuentro con los demás es una experiencia viva y no se puede describir en
términos de cosas. En la vía del ser no es necesario comprar y comprar para
sentirse completo, en dicha vía la sonrisa de todo el mundo es luminosa y ¿quién
puede adueñarse de una sonrisa?
“El modo de ser tiene como requisitos previos: la independencia, la libertad
y la presencia de la razón crítica (…). Esto significa renovarse, crecer, fluir, amar,
trascender la prisión del ego aislado, estar activamente interesado, dar”. 15 Es una
especie de antropocentrismo, porque uno sigue atento a sus necesidades vitales y
sociales, pero ya no es el antropocentrismo fuerte, moderno, destructor del que
hablaba Norton, es más bien un antropocentrismo débil,16 basado en ideales y en
marcos de referencia vitales, que no permiten que nos adueñemos de todo como
si el mundo entero con sus seres, vivos y no vivos, nos pertenecieran.
Gabriel Marcel diceal respecto que el modo de ser es el reconocimiento y la
apertura al otro, al que dejamos de ver como una cosa y empezamos a ver como
parte fundamental de la propia existencia. “No puedo pensarme a mí mismo como

14
Ibid, p.84
15
Ibid, p.93
16
Cfr. Bryan Norton, op.cit.
existente, sino en tanto que me concibo como no siendo los otros”. 17 En el ser no
se puede reducir al otro a ser un mero elemento del entorno, por el contrario se
trata de comprender al otro y lo comprendo como libertad, porque es también
libertad. “Tener es encerrar, pero encerrar es impedir, es resistir, es oponerse a
algo que se derrame, se vierta, se escape”.18 Tener es el camino de someter al
otro, y no importa si ese otro es un hombre, un animal, un árbol o una cascada.
En resumen, al modo de tener en el que cada día somos instados a vivir
debemos resistir a través de la vida en el ser, vida que esquiva la embestida
consumista de los medios de comunicación y las transnacionales, y nos lleva a
mantener una postura crítica ante la industria, así como un consumo consciente y
moderado que conlleva la protección de la naturaleza. Este modo de vida es
también pie de un nuevo orden social, de un modelo público que deje de incentivar
la inseguridad de las personas para fomentarles el consumo y la explotación, y se
encargue mejor de guiarlos a un nuevo horizonte.

Bioética y política
De la misma manera que en el campo del individuo, la situación ecológica requiere
ya de una nueva manera de vida, Browimmer opina que el ecocidio exige también
una nueva forma de organizarnos colectivamente. Habrá que buscar una
organización política que se aleja de aquellos supuestos ecocidas y de injusticia
que nacieron con la agricultura: 1-Que la vida humana exige una jerarquía estricta
y la división del trabajo, 2-Que la tecnología es capaz de satisfacer las
necesidades humanas, 3-Que el ser humano tienen derecho a dominar el orden
natural de las cosas sin restricciones.
Asimismo habrá que replantear los supuestos modernos que son las
verdaderas causas del ecocidio: el modo capitalista de producción y el Estado-
nación, que han fomentado la competencia comercial y el individualismo como los
motores beneficiosos del progreso y la educación. Y lo único que han conseguido
es la desigualdad social y la devastación del planeta.

17
Gabriel Marcel, Ser y tener, p.105
18
Ibid, p.157
En la modernidad “la naturaleza queda reducida progresivamente a un
surtido de recursos explotables que se negocian en el mercado libre”.19Pero la
mayor explotación y ecocidio se ha llevado a cabo después de la Segunda Guerra
Mundial, con el surgimiento de grandes empresas transnacionales, protegidas por
las políticas neoliberales de los gobiernos, que se han encargado de explotar la
Tierra de tal manera que se ha masacrado la biodiversidad y han contaminado al
planeta de manera nunca antes vista. Todo eso junto a una política de
neocolonialismo, de empobrecimiento de los países para obtener sus recursos
naturales y la explotación irrestricta de la fuerza de trabajo.
Esto explica por qué Browimmer opina que la lucha por el ambiente y por un
mundo más justo es la misma lucha, y ve como necesaria la creación de una
democracia ecológica en la que se creen instituciones con una nueva relación con
la naturaleza y con la sociedad: unas relaciones más comprometidas con la vida.
Sólo de esa manera, para Browimmer, podremos salir de la gran catástrofe
ante la que nos encontramos y que nos hace pensar que el ser humano se
encuentra viviendo un gran festín sangriento en el que devora a la Tierra, sin
saber que es su último festín.
La bioética, sin embargo, tendrá que explorar otras posibilidades de análisis
del problema ecológico de nuestros días, de manera que se logre rescatar lo más
que se pueda de la destrucción. Tendrá también que recorrer el camino de la
política y de las acciones organizadas para que se promulguen nuevas y decididas
leyes y políticas de Estado que eviten que unos cuantos se apoderen de los
recursos naturales, los exploten y los den al consumo sin restricción alguna.

Bibliografía
Browimmer,Franz, Ecocidio, Océano, México, 2005.
Fromm Erich, Tener y ser, FCE, México, 1970.
Marcel, Gabriel, Ed. Caparros, Madrid, 1996.

19
Franz Browimmer, op.cit,
Norton Bryan, “Ética ambiental y antropocentrismo débil”

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