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Por eso la nacionalización de los recursos naturales aparece como una demanda
sólo en los sectores excluidos, obreros e indígenas el 52 y el 2003, porque ella
bloquea la expansión del mercado y de la ganancia privada por sobre la vida de
todos. De ahí que la nacionalización de los recursos naturales sea una primera
condición de lo plurinacional, que conlleva una concepción diferente de soberanía
y, por tanto, de institucionalidad política. Pero la nacionalización de los recursos,
planteada desde el 2000 con el agua y que entra en vigencia con la nueva
Constitución, no sólo se corresponde con el horizonte nacional popular de 1952,
sino también confluye con el horizonte indígena de
Autogobierno. Veamos cómo se articulan estos horizontes en la nueva
Constitución:
Se establece que “la propiedad inmueble urbano no está sujeta a reversión” (Art.
57), quedando no explicitada y no aclarada la situación de la propiedad privada en
área rural, la cual está condicionada y con real posibilidad de reversión en caso de
“incumplimiento de la función social y de perjudicar al interés colectivo” (Art. 56.1 y
II).
En lo referido a la educación, tecnología e investigación, se establece que la
“educación es función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado”
(Are 77.i); asimismo, el sistema educativo se fundamenta, entre otros, en la
“educación productiva, territorial... liberadora y revolucionaria” (Art._78.II) y estará
“orientada al desarrollo de competencias, que vincule la teoría con la práctica
productiva, a la conservación del medio ambiente y el territorio para vivir bien” (Art.
80.1).