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¿franciscoJ^Santamaría
A ntología
F olklórica y M usical
de Tabasco
arreglo y estudio musical de
Gerónimo Baqueíro Fóster
ISBN 968-889-000-6
Impreso en México
Contenido
Advertencia editorial 9
Agradecimiento 11
Advertencia de Francisco J. Santamaría 13
Prefacio de Gerónimo Baqueiro Fóster 15
El desarrollo musical de Tabasco,
por Gerónimo Baqueiro Fóster
Época prehispánica 21
Los evangelizadores 28
La música secular durante la Colonia 36
La herencia de los sonecitos del Coliseo de México 59
El Tabasco independiente 62
La canción romántica 71
Las bandas militares de música 75
Las orquestas 80
Las estudiantinas 81
La música bailable de salón 85
. Influencias diversas en la producción 86
Bibliografía 89
Datos biográficos de los compositores cuyas
obras figuran en esta antología 93
Antología musical 115
Huapangos, sones y zapateos 117
Canciones y corridos 273
Valses, mazurkas y schotis 415
Composiciones varias 489
índice alfabético de autores 579
Advertencia editorial
ÉPOCA PREHISPÁNICA
La fisonomía de la música de los pueblos y de las razas
ha de estudiarse partiendo de sus antecedentes históri
cos; esto es, con el mismo método que se sigue para el
estudio de los idiomas, puesto que la música es, sin
disputa, un idioma.
El investigador necesita poseer un caudal de conoci
mientos que se extienden mucho más allá de los que se
requieren para tocar el instrumento con la perfección de
un concertista, dirigir, orquestar y componer música.
En el campo del pensar, por ejemplo, no cualquier es
critor, poeta, hombre de ciencia o filósofo, está obliga
do a conocer los componentes de una lengua para poder
precisar los elementos de los idiomas muertos y vivos
que han intervenido en su formación. Esto corresponde
al filólogo.
En el del sentir, que es el de la música, por ser este arte
un idioma, con su fonética, su morfología, su sintaxis,
su semántica y su estilística, el musicólogo es ahora el
que, provisionalmente, se ha venido encargando de las
funciones del filólogo, lo que tendrá que seguir hacien
do hasta nueva orden.
Claro está que se habla de un pensar y de un sentir
predominantes y no absolutos.
Si cada lengua tiene su gramática histórica y su gra
mática viva, en las cuales se concentran las partes del es
tudio filológico, es indudable que también la música debe
tener las suyas para que, andando el tiempo, la filología
lleve, lógicamente, a la filosofía del lenguaje musical.
¿Por qué la música no ha de llegar algún día a tener
sus Stenzel y sus Vossler?
Para mí, la música popular de Tabasco, objeto de este
estudio, tiene su carácter. Un carácter acerca del cual
muy poco podrían decir los músicos que desconozcan la
geografía y la historia del estado.
La historia enseñará que el Tabasco prehispánico
(Tabasco es voz que viene del maya: Tabzcoob, “nos
han engañado”) tenía una música bastante adelantada,
al servicio de la religión, del ejército y de la sociedad, y
que esta música viene de tan lejos que en su formación
contribuyeron los olmecas y mayas, primero, y más tar
de los aztecas.
Las tribus de los mayas, chontales, tzendales, zoques
y ahualulcos, que las expediciones españolas encontra
ron en 1518 y 1519, conocían, sin duda, la música, la
danza, que es forma inseparable de ella, y hasta el tea
tro, que entre los primeros había alcanzado considera
ble adelanto.
Como testimonio de lo anterior, por lo que se refiere
a la música y la danza, me he basado en las superviven
cias, en alto grado reveladoras, del arte de las más anti
guas tribus de Tabasco, que con tanto celo conserva,
principalmente, la familia chontal.
Cuando la concentración histórica del acontecer de
aquellas razas, tan empeñosamente estudiadas ahora, se
haga, y cuando los trabajos de los etnólogos salgan a la
luz, ya los musicólogos estarán en posibilidad de au
mentar su modesta contribución, que servirá para ir lle
nando las lagunas existentes.
La aportación de los historiadores ha sido inestima
ble y seguirá siéndolo. Sin ella no se tendría la certeza de
que las relaciones de los tabasqueños con los mayas fue
ron estrechas y profundas desde tiempos remotos, así
como también lo fueron las que más tarde cultivaron
con los mexicanos.
Sí; los indios de esta parte del vasto imperio de Maya-
pán recibieron fuerte influencia cultural de los nahoas,
cuya civilización había adelantado considerablemente.
Entre los mayas, lo mismo que entre los mexicanos, la
música era una institución del Estado, totalmente regu
lada por coordinadores especializados, bajo las órdenes
de un director experto en las diferentes artes.
Se preparaba primero, en lo técnico, a cantantes, ins
trumentistas, danzantes y compositores, y cuando ya
unos y otros habían alcanzado la maestría necesaria, en
centros equivalentes a nuestros conservatorios de hoy,
pasaban a incorporarse a los conjuntos profesionales
del orden civil, militar y religioso, cuyas normas dictaba
una especie de departamento de bellas artes, con más fa
cultades que las que ahora tiene éste en los países en que
existe.
En mi estudio El secreto armónico y modal de un anti
guo aire maya, que es uno de los capítulos del libro Los
mayas antiguos (arqueología y etnografía por un grupo
de especialistas), que publicó El Colegio de México ha
biéndole encargado la recopilación a César Lizardi Ra
mos, dije en uno de los párrafos lo que aquí repito:
Fué el Dr. Pedro Sánchez de Aguilar, nacido en la ciudad de Va-
lladolid, Yucatán, el 11 de abril de 1555., descendiente de los con
quistadores Hernán Sánchez de Castilla y Hernán de Aguilar, el
que con más claridad que otros, en pocas palabras, nos dió una
idea completa, como Motolinía y Sahagún, por lo que a los me
xicanos toca, de la organización musical de los mayas, tan eleva
da y perfecta como la egipcia, la china, la judía y aun la griega,
cultura posterior a éstas.
LOS EVANGELIZADORES
La afirmación acerca de la pureza de la música india de
Tabasco no es, por supuesto, la negación, en ningún
sentido, de lo que como elemento civilizador representa
el saber de los evangelizadores transmitido a otras razas
del país.
Nadie ignora hoy cómo ha sido importante la in
fluencia nacionalista o ecuménica de los padres misio
neros sobre los indios de América, según la orden a que
ellos pertenecieron, su lugar de origen, la naturaleza de
sus conocimientos y su preparación musical, de conser
vatorios y de conventos.
Y así como el investigador tiene que tomar esto en
consideración, para poder determinar los mestizajes re
sultantes de una amalgama de la música litúrgica y la
profana de los conquistadores con la música india, en el
caso de la de Tabasco es de suma importancia no perder
ni por un momento de vista esta ausencia relativa, toda
vía a discusión, del canto llano de los rituales, de la mú
sica polifónica de grandes y pequeñas formas o de la po
pular y profesional profana del país de cada misionero
que, en otras partes, terminado el culto, los indios escu
chaban durante horas, inmóviles y como estáticos, eje
cutada por el monje organista, arpista, clavicembalista,
y también por los conjuntos formados de violín, vihue
la, arpa, salterio, dulzaina, orlo, bajón, corneta, rabel,
laúd, trompas marinas y de caza, clarines y chirimías...
que ejecutaban los nativos enseñados por los misione
ros músicos.
La opinión de que los evangelizadores nada dejaron
de su saber musical en Tabasco, o de que dejaron muy
poco, no debe aceptarse como definitiva.
Los elementos de que ahora se dispone son suficientes
para que los musicólogos —no los folkloristas— princi
pien a estudiar con ahínco y profundidad; a investigar,
sistemáticamente, acerca de la vida de los frailes de las
diferentes órdenes que en la provincia estuvieron poco o
mucho tiempo; a revisar los libros de la liturgia católica
que contienen las plegarias y los cantos, es decir, los ri
tuales de los padres oficiantes.
Observadas así las cosas con respecto a Tabasco, ha
bría que estudiar la biografía del mercedario fray Barto
lomé de Olmedo que, en marzo de 1519, el día de Nues
tra Señora de Marzo (Anunciación de Nuestra Señora),
dijo la misa solemne en tierra firme tabasqueña, después
de la cual el ejército de Hernán Cortés, saliendo al en
cuentro de los naturales, dio la batalla de Centla que,
como participante que fue, Bernal Díaz del Castillo ha
descrito sin olvidar detalle.
¿Sabía la música fray Bartolomé de Olmedo, sacerdo
te que inició en los misterios de la fe cristiana a las veinte
mujeres -en tre ellas a la que habría de ser Doña Mari
na—, que los caciques de Tabasco entregaron como pre
sente a Cortés, y a quienes él mismo administró el sacra
mento del bautismo?
Gracias a Bernal mismo podemos contestar afirmati
vamente. Cuando en el capítulo XXXVIII de su Histo
ria verdadera de la conquista de la Nueva España hace el
relato que él titula: “Cómo llegamos con todos los na
vios a San Juan de Ulúa y lo que allí pasamos” , sus pa
labras valen oro:
El Jueves Santo de la Cena de mili e quinientos y diez y nueve
años, llegaron con toda la armada a San Juan y vinieron primero
los indios mejicanos, con el propósito de saber qué hombres eran
y qué buscaban... Pasó el Viernes Santo. Y otro día, sábado vís
pera de la Pascua de la Santa Resurrección, vinieron muchos in
dios que envió un principal que era gobernador de Montezuma,
que se decía Pitalpitoque, que después... Y otro día, Pascua San
ta de Resurrección, vino el gobernador que habían dicho, que se
decía Tendile e trujo con él a Pitalpitoque... Y Cortés les dijo
con las lenguas que fuesen bienvenidos, y les abrazó y les dijo
que esperasen, y que luego les hablaría. Y entre tanto mandó ha
cer un altar, lo mejor que en aquel tiempo se pudo hacer, y dijo
misa cantada fray Bartolomé de Olmedo, que era gran cantor, y
la beneficiaba el padre Joan Díaz...
LA MUSICA SECULAR
DURANTE LA COLONIA
En el cuadro general de la evolución de la música profa
na en México durante la Colonia se ve que, conforme a
las circunstancias, ésta se desenvuelve, a pesar del retra
so de las comunicaciones marítimas de la época y de la
lentitud en el intercambio de los conocimientos, en la
más completa correspondencia con el sentir de España.
Sin conocer lo que allí sucedía, será, por lo tanto, im
posible saber la verdad con respecto a lo de aquí, y esto
nada más tratándose de los centros de población abso
lutamente dominados por los conquistadores, en que ya
la vida se desarrollaba normalmente.
El simple testimonio de Bernal Díaz del Castillo y de
López de Gomara da la seguridad más completa sobre
el hecho de que con las huestes de Hernán Cortés llegó a
México el romance, género literario y musical que en
aquellos tiempos, desde el conquistador hasta el último
soldado, todos recitaban y cantaban.
Era éste, y puede decirse que sigue siéndolo, un géne
ro artístico en boga, anónimo, popular y genuinamente
español, ya con versos de ocho sílabas, rimando en aso
nantes los pares, en vez de las antiguas tiradas de verso
de dieciséis sílabas con asonancia monorrima.
El romance presenta temas narrativos procedentes de
los cantares de gesta, con sencillez y vigor, exaltando las
glorias, las tradiciones y la nacionalidad. Recitados o
cantados, quienes los aprendían se obligaban, a su vez,
a propagarlos.
Y aunque los indígenas tabasqueños se mantuvieron
en tenaz rebeldía por mucho tiempo, aquellos a quienes
de grado o por fuerza convencieron los expedicionarios
enviados para aplacarlos, fueron, inevitablemente, asi
milando las melodías.
Desde la llegada de Hernán Cortés a tierras tabasque-
ñas, en 1519, una vez hechas las paces, los indios con
quienes entró en tratos seguramente oyeron tocar a Or-
tiz el Músico la guitarra, la vihuela y el violín, según el
caso, recibiendo las primeras impresiones con respecto
al nuevo arte venido de España.
Pero no sólo romances cantaba la soldadesca expedi
cionaria encargada de aplacar los ánimos enardecidos
de los indígenas. También escucharon, no hay por qué
dudarlo, seguidillas, que Ortiz el Músico sabía tocar,
cantar y bailar, igual que sabían hacerlo, aunque no
profesionalmente como éste, muchos de los conquista
dores.
En las expediciones que fueron a Tabasco, dispuestas
a someter a los indios embravecidos, había músicos.
Cuando el mismo Cortés, de paso para las Hibueras,
llegó por segunda vez a Tabasco, cinco años después de
la hazaña de Centla, le acompañaban tocadores de chi
rimías, sacabuches y dulzainas, que por los acentos exó
ticos de sus melodías y por la rareza de sus timbres, así
como por los ritmos tan extraños de las piezas, era im
posible que los indios oyesen con indiferencia.
Así, antes de que el régimen colonial empezara en sus
tierras, los tabasqueños que se resignaron a la domina
ción deben de haber escuchado con asombro la nueva
modalidad musical que se les ofrecía.
Muchos eran entre aquellos audaces conquistadores
españoles los que también cantaban.
Bernal Díaz relata en el capítulo CLXXIV de su
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España
que el servil factor Gonzalo de Salazar, que acompañó
falazmente a Cortés hasta Guazacualco, planeando su
traición, iba cantando junto a él —“por le complacer” —
melodías con letras improvisadas, y, tratando de per
suadirlo para que desistiese de seguir el largo y trabajo
so camino de las Hibueras, decía en los cantos: “ |Ay tío,
volvámonos! ¡Ay tío, volvámonos, questa mañana he
visto una señal muy mala! ¡Ay tío, volvámonos!” Y res
pondíale Cortés, cantando: “ ¡Adelante, mi sobrino!
¡Adelante, mi sobrino, y no creáis en agüeros, que será
lo que Dios quisiere! ¡Adelante, mi sobrino!”
Fácil será comprender que los textos poéticos de los
romances y las seguidillas eran inaccesibles por comple
to para los indígenas.
Ningún lenguaje musical del mundo requiere el me
nor esfuerzo de la razón para ser comprendido. Las me
lodías entran por otra vía, toman su lugar y quedan
para siempre en el sentimiento y en el recuerdo, cuyo
asiento es el corazón.
Pero no sucede así con la poesía. Las palabras pueden
resultar accesibles a fuerza de oírlas, aunque su signifi
cado, más si en el ordenamiento del contenido intervino
el arte, sólo llega a ser comprensible en un largo esfuer
zo del pensar.
Por las condiciones difíciles de la vida del indígena ta-
basqueño, que lo fueron igualmente para el coloniza
dor, el desarrollo de la música de romance y seguidillas
no pudo seguir el mismo curso que en otras provincias.
De 1519 a 1530 los dominadores no pudieron hacer
nada en Tabasco.
La intención primera de D. Francisco de Montejo (el
Viejo) era hacer en Yucatán y Cozumel lo que Hernán
Cortés en México.
La capitulación que obtuvo el 8 de diciembre de 1526
de Carlos V, para la conquista de estas regiones, le dio el
título de gobernador y capitán general de su futura con
quista.
Se embarcó en Sanlúcar con trescientos ochenta
hombres en mayo de 1527, llegando en septiembre a la
isla de Cozumel, donde le recibió bien el cacique.
En dos buques construidos por su teniente Lujan,
partió Montejo, después de sus andanzas de explora
ción por los centros de la cultura maya, ya en decaden
cia, al parecer, a Veracruz y México y Cortés le aconsejó
que colonizara la costa oeste de Yucatán, mejor que la
otra. Esto sucedió en 1528.
Como a fines de ese año Ñuño de Guzmán fue nom
brado presidente de la Primera Audiencia, Montejo,
aprovechándose de que los vecinos de Santa María de la
Victoria andaban en pleito con Baltasar Osorio, el al
calde mayor, obtuvo de la Audiencia no sólo el gobier
no de Tabasco, por ser limítrofe de Yucatán, cuya con
firmación pidió a Carlos V, sino el nombramiento de
Juez de Residencia de Osorio.
En 1530, Osorio, su temible rival, en represalia, tuvo
prisionero a Montejo por algún tiempo.
Después, el Adelantado gobernó Tabasco, una veces
personalmente y otras por medio de su hijo natural
Francisco de Montejo (el Mozo), hasta que, por esclavi
zar indios, de lo cual fue acusado por los franciscanos,
se le sujetó a juicio de residencia (1549), por segunda
vez, realizada ésta por el licenciado Diego de Santillán,
que condujo a privar a Montejo de cargos y encomien
das, pasando sus dominios a la Audiencia de México.
Arruinado Montejo, hizo viaje a España para apelar
de la sentencia y murió allí el año de 1553.
Montejo hijo había fundado Mérida en 1542, en la
antigua ciudad maya de T-ho (o Tihoo), que sería en
adelante la base de la dominación española en la pro
vincia.
Basado en las experiencias negativas de Tabasco, que
él gobernaba con todos los poderes desde que su padre
renunció a seguir personalmente la conquista, apaci
guó a los indios por medio de las prédicas de los prime
ros misioneros enviados desde México por Motolinía.
En 1545 la prosperidad era evidente en Yucatán, que
contaba ya con cuatro ayuntamientos repartidos así:
Campeche, Mérida, Valladolid y Salamanca de Bacalar.
Aquella terrible sublevación que, con exterminio de
colonos, puso en peligro la tierra conquistada, pudieron
dominarla Montejo (el Viejo) y su sobrino homónimo,
Francisco de Montejo, en Itzamal y, desde ese momen
to, todo cambió para Yucatán.
De 1546 en adelante, los Montejo se dedicaron a or
ganizar la provincia dictando leyes, poniendo orden y
ayudando a los evangelizadores.
Introdujeron ganado, plantas nuevas y fomentaron el
cultivo del algodón. Dieron a conocer nuevos oficios a
los indios y, en consecuencia, empezó una vida de acti
vidad prometedora, entorpecida sólo por el nepotismo
del Adelantado, que había repartido lo mejor de las tie
rras a sus parientes y amigos y que, en su ambición de
poder, hizo colocar Yucatán, desde 1543, en la jurisdic
ción de la Audiencia de los confines, de la que era presi
dente su yerno Alonso de Maldonado.
Eso fue lo que habría de servir de base a la acusación
de los franciscanos, que, saliendo a la defensa de los in
dios esclavizados, originaron la segunda residencia de
Montejo.
En Tabasco, en cambio, la contienda se hacía cada
vez más feroz.
La valentía con que los indios de la Chontalpa se de
fendieron de los veteranos, que al mando de Gonzalo de
Sandoval, obedeciendo éste órdenes de Cortés, se había
establecido en la Villa del Espíritu Santo, a orillas del
•río Coatzacoalco, aseguraba larga lucha.
El ardor de la hostilidad sé avivaba cada vez que se
extendían entre los indios las noticias del trato inhuma
no de los recaudadores de tributos a los que protestaban
por sus excesos.
El estado de guerra trajo la miseria y el desaliento y
no puede decirse que al principiar efectivamente la colo
nización, bajo el mando de los Montejo, la condición de
los indios, poco a poco sometidos, haya sido mejor que
cuando las expediciones militares.
Los malos tratos, el exagerado monto de los tributos
y el despojo de tierras, eran razones más que suficientes
para que las relaciones entre los indios y los españoles se
hicieran cada ve^ más tirantes.
Los cantos y la música instrumental de los indígenas
se tornaron en gritos de guerra y los atabales, las trom
petillas, los caracoles, las bocinas y los silbatos les hacían
coro en el mismo tono y con el mismo acento.
Era realmente imposible, en estas condiciones, un
mestizaje artístico.
Cayó D. Francisco de Montejo (el Viejo), puede de
cirse, en 1549, y fue a morir a España; pero D. Francis
co de Montejo (el Joven), hijo natural suyo, nacido en
Sevilla de sus amores con Ana de León, no pudo here
dar los cargos y títulos de su padre, los cuales pasaron
a su yerno, el oidor licenciado Alonso de Maldonado,
que dejó fama de recto juez por su comportamiento ho
norable y, muy especialmente, por su integridad como
persona de ciencia y conciencia cuando fue miembro
de la Segunda Audiencia de la Nueva España, presidida
por D. Sebastián Ramírez de Fuenleal, obispo de la isla
de Santo Domingo, de la que los otros oidores fueron
los licenciados Vasco de Quiroga, Francisco Ceynos,
Fiscal del Consejo Superior, y Juan Salmerón, que ha
bía sido alcalde mayor en Castilla del Oro.
Los hechos de mayor trascendencia en Tabasco du
rante el gobierno de los Montejo fueron la pacificación
de los pueblos de Xicalango y Cimatán, en donde los
dominadores no encontraron tranquilidad durante
veinticinco años y, por último, la solución del conflicto
que se suscitó, debido a la invasión de sus dominios por
las fuerzas de D. Pedro de Alvarado, cuando era éste
adelantado de Guatemala.
¿Dejaron ellos, como sucedió con Yucatán, un Ta
basco perfectamente bien preparado para'que fructi
ficara en su suelo la pujante cultura española, que,
tratándose de la música popular, se encontraba en una
floración sin precedente y, en cuanto a la profesional, su
polifonía rivalizaba con la de los Países Bajos, Italia y
Rusia?
Estudiada la historia de Tabasco por la vía religiosa y
por la secular, con los escasos documentos que una in
vestigación anémica y contradictoria, lenta y sin pasión,
ha podido encontrar hasta ahora, muchos de ellos equi
vocados no obstante su aspecto de veraces, treinta años
después de que D. Francisco de Montejo (el Viejo) per
diera su poder la población india se hallaba diezmada,
según la Relación de la Villa de Santa María de la Victoria
del 12 de mayo de 1579, pues de los supuestos treinta
mil indios que había cuando llegó Cortés, sólo queda
ban tres mil. En la Relación de Melchor Alfaro, del 2 de
mayo del mismo año, se dice que antiguamente en la
provincia de Tabasco hubo mucha población que fue
disminuyendo por las enfermedades, pero el informante
declara no saber el número de indios que existían en el
momento del recuento ordenado por una Cédula de 25
de mayo de 1577, expedida en San Lorenzo el Real.
Según las dos Relaciones, esta pavorosa situación fue
originada por “los sarampiones, virgüelas, catarros, pe
chugueras e rromadizos e fluxos de sangre e camaras de
sangre e grandes calenturas”, y en manera alguna, al pa
recer, por el comportamiento de los dominadores y ante
la natural resistencia de los indios a la esclavitud y a la
explotación, lo que es discutible. Sería mejor considerar
una y otra cosa.
Pero, por fortuna, la reacción vino y la prueba de que
las medidas de la corte para proteger a los indios dieron
frutos, no importa que tardíos, es que la provincia de
Tabasco, gobernada durante casi tres siglos por corre
gidores o alcaldes mayores, gobernadores e intenden
tes, entró en una era de prosperidad, ya casi al finalizar
el siglo XVI.
Nombrados por el Virrey, los corregidores o alcal
des mayores, gobernadores e intendentes, que entre las
funciones de su propio corregimiento, gobierno o lo que
sea, tenían la de proteger a los indios, se esforzaban por
inspirarles confianza y darles seguridad.
Este deseo de protección a los indios empezó gracias
a disposiciones dictadas por Carlos V, que entraron en
vigor cuando vino a México la Segunda Audiencia.
Mas los conquistadores y encomenderos, principal
mente, no disimularon su descontento.
Puede decirse que el gobierno de los Montejo, bien
se comprenderá por qué, fue ajeno a estas disposiciones,
cuyos beneficios no recibieron las tierras bajo su man
dato.
La prueba está en que el adelantado D. Francisco de
Montejo (el Viejo), temeroso de la autoridad del virrey
D. Antonio de Mendoza hizo colocar a Yucatán, en
1543, en la jurisdicción de la Audiencia de los confines.
Muy enterado estaba él de que D. Antonio de Men
doza —nieto del Marqués de Santillana e hijo del Conde
de Tendilla—, participante en la guerra de las Comuni
dades, que llegó a Nueva España como primer virrey el
15 de octubre de 1535, traía instrucciones sobre multi
tud de asuntos, entre los que estaban la humanización
de la guerra, la cuestión del trabajo forzado, la moder
nización del tributo de los indios y la abolición de la es
clavitud, de las que, como estorbaban sus planes, en
contró la manera de ponerse a salvo, en cierto modo, al
amparo de su yerno Alonso de Maldonado.
Pero, según las dos Relaciones antes mencionadas, a
Tabasco no llegaron estos beneficios en todo el tiempo
de Montejo, cuya muerte acaeció en 1553, ni durante el
gobierno de los alcaldes mayores, corregidores o gober
nadores nombrados por los virreyes D. Antonio de
Mendoza y D. Luis de Velasco; por la Audiencia inte
grada con los doctores Villalobos, Orozco, Puga y Villa-
nueva, cuya administración provisional estaba repre
sentada en la persona del licenciado Ceynos, y por D.
Martín Enríquez de Almansa, que dejó el virreinato de
la Nueva España el 4 de octubre de 1580 para ir al Perú.
Todavía no tienen a su disposición los estudiosos ele
mentos suficientes para saber a ciencia cierta en qué
época y circunstancias se inició la repoblación y vino
la prosperidad.
Por el documento de la música profana, siempre índi
ce seguro de tranquilidad social y bonanza, vemos que
el romance y las seguidillas no fructificaron en Tabasco
en corridos, ni en boleros ni boleras, manteniéndose, eso
sí, por fortuna, como elemento poético en el alma colec
tiva.
¿De qué otro modo se explicaría la disposición de los
poetas tabasqueños, extendidos a lo largo de siglo y me
dio, para hacer romances de contenido tan fuerte y de
sentimiento tan profundo, como son los de Límbano
Correa, Domingo Borrego, Félix Trilles Gil, José María
Gurría Urgel, Carlos Pellicer y otros?
¿Quién sabría decir la razón profunda que movió a
Pedro Santa Anna Rizo - e l malogrado poeta macuspa-
neco, muerto en 1869, antes de cumplir los veinte
años— a componer en ejemplares versos de seguidilla
sus pequeños poemas líricos La mañana, especie de
égloga, y Todo se acaba, que originó una de las más
conmovedoras canciones románticas tabasqueñas que
aparecen en esta Antología?
El fandango
El toro
La historia de la ganadería en el Estado dirá, cuando se
escriba, la verdad acerca del nacimiento de El toro de
Tabasco, que es uno de sus grandes sones viejos.
Alguna vez, hablando de la música colonial yucateca
del siglo XVII. señalé como supervivencias del son
popular español, vivas todavía ahí, los degolletes, las an
garipolas, los aires, las peteneras, las rondeñas, el torito,
el jarabe y el toro grande, que ahora sigue siendo el alma
de las inigualables vaquerías, recuerdo de las opulentas
fiestas de hierras y recuento de orejanos, organizadas
por los ganaderos.
Comparando El toro grande yucateco con El toro ta
basqueño, bien claro verá el conocedor que tienen un
origen común. Habrá hasta quienes crean que El toro
grande fue el padre de este toro\ pero es preferible admi
tir que son hermanos.
Uno y otro, en vez de degenerar, han fortificado su
ritmo imponente de zapateo.
Y por este ritmo alucinante, El toro, sin duda alguna,
son de principios del siglo XVII, en Yucatán originó
toritos y de estos toritos nacieron allí los zapateados
que más tarde tomaron el nombre de jaranas en compás
de seis por ocho, pues las de tres por cuatro tienen otro
origen.
En Tabasco, El toro también tuvo descendencia.
Esta se reconoce inmediatamente en El asitoy o asis-
toy que, a su vez, generó el maravilloso son El indio ena
morado, el cual, en los últimos tiempos, ha tomado el
nombre tan significativo de La caña brava.
Mas, no ha sido La caña brava la única nieta de El to
ro. Este también es abuelo de los innumerables zapateos
tabasqueños que constituyen un género de la misma im
portancia danzaría y artística que las jaranas de seis por
ocho en Yucatán.
Simultáneamente con El toro, entraron en auge en
Tabasco no solamente las décimas, las octavas y otros ti
pos de estrofas de mayor extensión, que no me corres
ponde clasificar, sino las coplas de cuatro, cinco y seis
versos, cuyo centro más intenso de producción ha sido
la provincia de Andalucía, en España.
Éstas formaron, primero, parte orgánica de ciertos
sones, cantándose precisamente en la segunda mitad de
la composición que, por tener la estructura de rondó
simple, lleva el nombre de copla.
Cada pieza se componía de estribillo, nombre de la
primera parte, y copla, que es el de la segunda, invaria
blemente cantada.
Cuando los cantadores escasearon, fueron los instru
mentistas quienes se encargaron, como solistas, de tocar
esa parte cantada -m á s tarde de valseo—, que sucedía a
la parte zapateada, alternándose sistemáticamente.
Un día —así también sucedió en Yucatán— las coplas
se recitaron por quienes las sabían y se pusieron de
moda las bombas, o sea coplas declamadas por los baila
dores, o por las bailadoras, aunque éstas con menos fre
cuencia.
Como es natural, desde que los sones de fandango,
cultivados entre los españoles, los criollos y los mesti
zos, se extendieron por el estado de Tabasco, la copla
española encontró franca acogida social.
El toro empezó como son de copla fija, lo mismo que
el jarabe, el cual apareció mucho más tarde.
Sin embargo, aunque el fandango estaba obligado a
usar sólo décimas en un principio, cuando la gente se
cansó de ellas por haberlas oído tanto, recurrió a todo
cuanto sabía, correspondiendo las seguidillas y los can
tares en versos octosilábicos, organizados en cuartetas,
quintillas y sextillas, y quedó éste convertido en un son
de bombas libres.
Claro es que estoy usando aquí la expresión cantar en
su acepción de “composición breve nacida de la lírica
popular” .
De las coplas o cantares de arte menor, que desde la
segunda mitad del siglo xvii empezaron a venir de
España, había un considerable acervo en Tabasco. Por
eso llegó a ser el género dominante en todo el siglo
XVIII, al grado de que los poetas cultos, lo mismo que
los populares, crearon coplas que más tarde también se
habrían de usar fijas o libres en los zapateos.
Cabe a D. Francisco Quevedo Ara, apasionado in
vestigador tabasqueño en el campo de la música y de la
poesía popular, la gloria de haber sido el primero en en
tregarse, con encendido entusiasmo, a recoger, para evi
tar su pérdida definitiva, aquello que del folklore litera
rio y musical se ha venido conservando celosamente en
la memoria del pueblo.
Y sin ayuda económica ninguna, sin comprensión y
aun sin el equipo técnico indispensable, lo cual le da
más valor a sus empeños de precursor, se entregó heroi
camente a la tarea.
Como fruto de sus acuciosas búsquedas, han sido pu
blicados sus folletos Lírica popular tabasqueña (Tabas
co, 1916); La poesía popular tabasqueña y Los poetas
tabasqueños que la imitan (plática del autor en la Sala
Wagner, el 29 de junio de 1931. México, 1933); mante
niéndose inédito, con el riesgo de perderse para siempre,
El cantar y la bomba en la literatura popular tabasque
ña, libro completo que quienes lo conocieron en el origi
nal escrito a máquina afirman que su contenido es de
una gran riqueza por la cantidad y la calidad del mate
rial reunido en muchos años de paciente búsqueda e in
cansable anotar y estudiar.
N o hay razones, para poner en duda la existencia en
Tabasco de tantos sones de fandango en el siglo x v iil,
como los que había en el próspero Yucatán.
A ellos se debe la floración del género poético de las
coplas que los mestizos llegaron a producir posterior
mente, con tanta perfección y sentimiento como los mis
mos andaluces.
Todos los tabasqueños están obligados a encontrar
los medios para rescatar ese libro inédito de D. Francis
co Quevedo Ara y propugnar su publicación, así como
la reedición del hoy excesivamente raro folleto intitula
do Lírica popular tabasqueña, que tiene como significa
do el de paladín de la instigación de un retorno a las tra
diciones, cuando todavía muy pocos habían advertido
la necesidad de hacerlo en favor de la emancipación ar
tística de México.
Y una vez que lo escrito por Quevedo esté al alcan
ce de los estudiosos, éstos se verán obligados a conti
nuar la tarea de recolección de lo tabasqueño que
existe, procediendo a separar lo indiscutiblemente es
pañol —ya concentrado en varias antologías de dife
rentes épocas—, que será obra de técnicos especializa
dos y eruditos.
Las condiciones del suelo tabasqueño no permitieron
la aclimatación del arpa, que los veracruzanos de las in
mediaciones de la Chontalpa llegaron a ejecutar con
rara perfección desde los comienzos del siglo xvm .pero
sí de la jarana, que fue el instrumento acompañante de
los fandangos durante más de dos siglos.
Quevedo la menciona como jaranita, diminuta y so
nora, dando a entender que era uno de los instrumen
tos en las incipientes orquestas de los tiempos colo
niales.
Él mismo ha dicho que acompañaba al violín, tenien
do ya a su lado la guitarra sexta, que había empezado a
reclamar sus derechos de instrumento de armonía, más
propio para las canciones románticas que a mediados
del siglo x ix surgieron por todo el país, respondiendo
mejor a las urgencias de un nuevo sentir.
Guadalupe Hernández, Clemente Morillo y José de
la Cruz Vasconcelos, los más famosos cantadores, im
provisadores y compositores de trovas de la Chontalpa,
que llenaron la segunda mitad del siglo XIX, tocaron
todavía la jaranita para acompañarse las coplas en los
viejos aires coloniales de fandango; y para las canciones
sentimentales se sirvieron de la guitarra, que tenía la
ventaja de poder modular tonulando, característica de
la nueva tendencia, fuera del alcance de las jaranas, ins
trumentos incapacitados para hacerlo.
£1 jarabe
Los zapateos
E l T abasco in d e p e n d ie n t e
En tanto que la inquietud independiente encendía su lla
marada extendiéndose la conflagración a todas las pro-
vincias de la Nueva España, la tranquilidad reinaba en
Tabasco. Por eso es que el Dr. Manuel Mestre Ghigliaz-
za ha escrito que “los hijos de Tabasco no figuran en el
martirologio de la Independencia” .
“¿Sentíanse mal hallados con su condición social y po
lítica y hubo siquiera aleteos de almas que pugnasen por
volar libremente?” , se ha preguntado el insigne escritor,
que se contesta a sí mismo con esta otra pregunta: “¿Qué
podríamos esperar de aquel pueblo ignorante, de aque
llos hacendados y mercaderes atentos a su negocio, sin
pizca de cultura ni horizonte intelectual; qué de aquella
sociedad donde en tres siglos no habían germinado ni ra
quíticas plantas de elemental instrucción pública?”
Una falsa tranquilidad sentíase ahí en el lapso de
1810a 1821, porque los mejor situados ya habian adver
tido los resplandores del incendio. Por esta actitud de
sorientadora pudieron firmarse las actas de protesta en
contra de los que integraban el Congreso de Apatzin-
gan, cumpliendo con el artículo 7o del Bando publicado
en la Ciudad de México por el virrey D. Félix María
Calleja.
Los ayuntamientos de San Juan Bautista de Villaher-
mosa, Tácotalpa, Cunduacán, Xalapa, Xalpa, Teapa y
San Antonio de Tabasco, bajo la influencia de muchos
.de los que habrían de intervenir más tarde en los desti
nos del Tabasco independiente, declararon en términos
serviles su fidelidad, lealtad y obediencia a la augusta
persona del rey D. Fernando V il y así lo hicieron cons
tar bajo su firma, no solamente las autoridades sino los
vecinos prominentes de la aislada provincia.
Hay pruebas documentales, reveladoras en alto gra
do para la investigación musical, que dan clara idea del
ambiente de Villahermosa en el año de 1817.
Constan éstas en un oficio que el gobernador virrei
nal, coronel D. Francisco de Heredia y Vergara, le diri
gió al “ Exmo. Sr. Virrey D. Juan Ruiz de Apodaca, con
fecha 23 de diciembre del año antes dicho” .
Gracias a D. Enrique de Olavarría y Ferrari (véase la
página 192 del tomo / de su Reseña histórica del teatro
en México), tuve la primera referencia.
Investigaba acerca del músico D. Manuel Corral, ser
vidor del virrey, que, con motivo de la aprehensión del
insigne D. Javier Mina, fusilado con lujo de crueldad el
11 de noviembre de 1817, compuso una marcha insul
tante sobre raquíticos versos de “un sujeto” cuyo nom
bre resultó ser el del coronel conde de Colombini, o sea
el Francisco María Colombini y Camayori del cual ha
bla extensamente el bibliógrafo Beristáin.
La cita de Olavarría me llevó a la Gaceta del Gobierno
de México, no. del 14 de febrero de 1818, en donde leí
el oficio de Heredia y Vergara, que transcribe íntegra
mente D. Manuel Mestre Ghigliazza en el primer tomo
de su libro Documentos y datos para la historia de Ta
basco, del cual lo tomo ahora, en el que se dice:
Exmo. Sr. —El 9 de este mes, después det medio día, llegó el co
rreo de Veracruz, y en él recibí la canción patriótica compuesta
por el teniente coronel conde de Colombini con motivo de la pri
sión del traidor Mina por el Sr. coronel D. Francisco de Orran-
tia: inmediatamente concurrieron a mi casa a la novedad, que
anuncié con la caxa y campana del principal, varias personas que
celebraron conmigo las noticias repetidas y la canción; y deseoso
yo de que el pueblo fiel disfrute de ella, dispuse que a pesar del
corto tiempo que había hasta la noche, se arreglase la música por
D. José Claper, y verificada y ensayada la canción, el pueblo de
todas clases, convidado por mí, concurrió a mi casa y plaza a las
ocho de la misma noche, en un número tan grande cual jamás se
había visto; y salimos por las calles de la villa con fortepiano, to
cado diestramente por Claper, violines y flautas a cantar la can
ción, que lo executaron por su amor al Rey y a la patria Doña
María del Carmen Gil y Doña Laureana Beltrán, acompañadas
de varios sugetos de su propia distinción. Más de tres mil qui
nientas personas componían la comitiva y muchos faroles y lu
ces que hacían clara la noche, en que rio hubo el más ligero dis
gusto, ni se oían otras voces que las del viva el rey, viva el Exmo.
Sr. virrey, viva el Sr. Uñan (el Mariscal de Campo Pascual de L¡-
ñan, Comandante en Jefe de la División que operaba en el Bajío,
de quien dependía la sección del coronel Orrantia. Nota del Dr.
Mestre) y viva el sr. Orrantia: por separado iba otra música mili
tar y la de cuerdas, en que cantaban las vecinas de los barrios co
plas análogas a la alegría que rebosaba en todos los corazones.
Puedo asegurar a V. E. que sólo quedarían en sus casas los enfer
mos, ancianos y personas muy ocupadas.
Concluido el largo paseo y canto por el pueblo, regresamos to
dos a la plaza mayor y se terminó con bayle de las personas dis
tinguidas en mi casa y de las de los barrios en la plaza: todo lo
que me ha parecido poner en noticia de V. E. por no defraudar a
este leal puerto de la estimación que se merece.
Dios guarde a V. E. muchos años. Villahermosa de Tabasco,
diciembre 23 de 1817. Exmo. sr. Francisco de Heredia y Verga-
ra.-Exm o. sr. virrey D. Juan Ruizde Apodaca.
La c a n c ió n r o m á n t ic a
A cuérdate mi dueño
de aquel aciago instante
que el destino inconstante
de ti me separó...
LAS ORQUESTAS
LAS ESTUDIANTINAS
ALEJANDRO, H ilario
CAO, Feliciano
CORZO, Benito
C u p id o R o sa l d o , Cecilio
CHÁVEZ, Mónico
D a m iá n , Domingo
D o m ín g u e z , Trinidad
E s p in o s a , Gil María
FERRER, Joaquín
G a lleg o s , Crisóstomo
G utiérrez C o r t é s , Pedro
G utiér r ez , Juan R.
JÁIDAR, Julián
JIMÉNEZ, Meleslo F.
M a d rig al , Adelaido
M agaña C o r t é s , Samuel
N arváez M á r q u e z , José
N o ta r io , Manuel
Pacheco DE H a e d o , Carmelinda
P érez M er in o , Manuel
PÉREZ, Perfecto G.
Q uevedo A ra , Francisco
R a m o s , Carlos
RAMOS, Manuel
S o sa C a r r a sc o , Pedro
Letra y Música
de
La u r o AGUILAR PALMA
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EL CURRIPIPI
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EL CUCHI CUCHI
HUAPANGO
Letra y Música
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y co_ moes.ta- baenfer.mi _ ¿o muy pronto s e me murrio. ___
y dee.lla le r e - p a r .ti __ a to -d o s m iscua-te^ zo _ nes.
y dejt.llá me rt_mi _ íie ^ ron tres gua.pt _ si.mas mu.cha _ chas,
y de a.llá me re-mi _ tie _ ron mu-chas p it-le 9 de Zangar _ to.
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N u _ jo - tro no to _ man ira - go y si to _ ma.
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di- do por un largo sé.puijb s i en. {¡e.rro Ss.bás fv¿ so - //_ d - to , en el hombro lle.vsn.do su
fue ca.rnge1lLri.co n a .li.c o semor.cho de U vi. da ro .m ín M .es, porha.ber em.brujs.da»su
m i .tro del gran ta.her - ría - cw - /o» el o . ir la sen. ci. fía to na.da, con voi a . ñ '.
sar e! cor. te .jo mor. t i . fít~ ro, y do. gaie.ra can.{a . ha la gen-te con ca.ra son.
ter.mi.nori _ do mi pía_t i. ca, porgue te. moguea.<fu> los pte . sen.íes se pon.gao de .
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L etra y M ú*ka
de
J osé L u í * IN U R R IE T A
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Letra y Música
de
> * e L u is IN U R R IE T A
EL SI NSONTE
7 .A P A T H O
Letra y Música
de
Luis INURR1ETA
f r e s , co de la l a . g u . n a , p e v e r.lee n e l ho . ñ . io n _ t e s e e s .tá a .s o .m a n .d o la
m a s s u s fu L g a .r e s . no . j o s ?que p a .r ^ a .lu m . ’o rar m i s e n . d a b e s . ¿a 1a l u z d e t u s
rcha d e s e r e n h b o . c e ¡ y o t e lo j v . ro, c íe _ J i . t o , l ú e . r e s la y u g a m i m e
Letra y Música
de
Jos* LUIS INURKIETA
0r V f yH *l*P -/á - )4 . J 11
lv J u . ■r -'—u 1y y — ^ 1y Y 1 1
«.' m e J i .j p L o -la , ay, ay, a y? U c o n .te s.U , ay, a y , a y! ten.
a * tá iétn. ce, to ' ¡a lo -d a , a ios tte h f.ie .s o .io y n mes} de cua.rcn - tagn
Ai jón te o i.c c rfi 0 .rro* y m i. la . ngsi y a .v i. lá n ; ai m a.ri - do
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L U N A DE MI E L
z a p a t e o
L«r» jr Música
de
J « e L u » INURRIETA
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EL C H I N T U L
ZAPATEO
Música de
CaisosTüMO GALLEGOS
ME GUSTAN LAS DE MI TI ERRA
ZAPATEO
Música de
Crimhtiimo GALLEGOS
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LA T U T U P A N A
ZAPATEO
Letra y Música de
JuiMN URRUTLA BUHELO
oé.na» tan ndesca noasmi do iar an.day (i . lea la dueña <U i» ce. ra _ z¿v?
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Letra y Música de
J ulun URRUTLA BURELC
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ras ^ U f*r~vo _ ro _ so Con. 3«. grar.m * /wr siempretuamor.
r ~ i n ■
LA CHI CHARRITA
ZAPATEO
Letra y Música de
juuA N URRUTIA BURELO
r L J g g g
sa - yo de la p r i . m a - v e . ra u ta _ /ñor. A u n .q u t la fies.ía de
cien.de de la p r i.m a - v e - r a e l a . mor. Va.mes u . fa in o s el
L J J LfcH LU ' \ i i* n ^
QUE B U E N O QUE TE V E O
ZAPATEO
Múika de
CftiMivrouii GALLEOOS
---- p._„------3-.—,
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EL G U A O DE DOÑA T I L A
ZAPATEO
Letr* y Mwfc*
de
P k ufictoG. PEREZ
í A ' H i r 1f c r f r L ¿ / i d ~ , r f c r r t = r l * - r r » Ap n oJ P \
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LA R I B E R E Ñ A
ZAPATEO
Letra y Música de
Samuel MAGAÑA CORTES
k h ~ r .. r ■ B-h> r- y y tf 1
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re _ ña, n* « be _ re- iwr/ more. ni - iaange _ //_
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EL P O P A L I T O
ZAPATEO
Leva y M ójíí* de
Samuel MAGAÑA CORTES
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LOS T A M A L E S DE T I A E L I G I A
ZAPATEO
Mmica de
P wlfecto G. PEREZ
- j — t-p -
fl r^r
j¡_±-- á g P f . ñ \ibi - r i. - r
e s
U tn y Música
de
A lfonso ZALDIVAR
Letra y Música
de
A lfonso ZALDIVAK
P . - P i
0 f 1 ^ - r r— — 1r r
r 11 r i ' 1 ■i i 1 ■ ?
frJX U E »r r t-ilM
ulJ ru UÜTQjl
Música de
H brundo SOBERANO
Huapangos, sones y zapateos
HAZME UN POZOL, MI VIDA
ZAPATEO
Música de
PKWEcn» G. PEREZ
QUE ALEGRE ES MI TIERRA
ZAPATEO
Música de
SOBERANO
H e * u n do
C-Lt c J U 1 c -U ¿ J J
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E U lJ L P l l Ii i iU J J J 1uU J J
fFMtr 1—f rr--P=r~et~-r—
tTT--r--- r-•r-
■»mr f f .r.-C-
1— * i - i -f-i.^r-
»T" . if -t
v^E-rf L=£^=J
P A R A MI , LAS T A B A S Q U E R A S
ZAPATEO
Múóca de
SOBERANC
H e u in u o
LA F L O R DE L MA I Z
ZAPATEO
M úsica de
M o n jco CHAVEZ
í JLkH - m ^ Tr3=^T ? =
p B U " a j L c J 1
ti.r-j y i U
f \± r$ : U _h
di '
gc=jgfcg3agqi
v ir . Be.Ua.
liz . Hermosa flor . p a _sion ole mi pa .
EL T U L I P A N
ZAPATEO
Letra y Música
de
A lfonso ZALDIVAR
EL R A N C H E R O
ZAPATEO
Música de
Canciones
y corridos
VEN
BOLERO
Letra y Música de
EL P A L O M O T A B A S Q U E Ñ O
CANCION-REGIONAL
L«ra de Músitü de
N apoleón PEDRERO f. Domínoo DAMIAN
JICARITAS
CANCION
Letra de Música de
e _ res v a _ lio . so l e . s o . ro - en manos aleu.na ¿ri.
po r que sa . bes J i . ca . r i . l a - las glorias d e m i so _
m l m l j f j l j n l j i |||TT|jT
r *
mm
— — r a
bu. jo s y»’ _ <ro „ rt'- éa can.¿a m i va .xa Cho n .ía J . jfs .
bu.jos j i _ ca - r t . t a can. ¿a m i ra, z¿r 7. ta h
~ ¡£ -------- e y P-------
ta¡ _H
y /*«
-,-r y- ---- 1----
LA BALADA DE LA SIERRA
CANCION
Letra de Música de
OJOS TRAVIESOS
CANCION
Leu* y Música
óe
Ltuao AGUI LAR PALMA
A i r e de Bambuco
J> i J> J l j ' h
p p ™
cal c¿n ¿os <? _J i-é o s tra Ví> _ io s y ¿i/ cucr.pocsculiu.
4 « j . • = l= t = S = t = = l
— Í ¿ ü >
¡ P r d
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HOGUERAS DE AMOR
C A NC I O N COSTEA A
Letra Música
y
del
R rnu» LUJAN RUB1AUR
/„ placero
/ 2? v ez P
s
o - JOS______ qveenxien.den mi pa-ston..
ru in ^-*=— c a n .. _ por p ie .d a d m e desr ¿re -
_____ c o n _ éam .p ia r e . so s o _ jo s m e con - su _ n»en.
£=
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e ,j f ^ f y f ■ N - ^ - n F#üfl
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ALBORADA
C A N C I O N • BOLERO
Mú»ca de
Cecilio CUPIDO (Jr.)
, , .H
I L U S I O N DE AMOR
CANCION
Letra y Música
del
Dr. M. E. GONZALEZ PALAVICINI
CARLOTA
CANCION
leu* y Mfeks
dd
Dr. M. E. GONZALEZ PALAVIONI
R O S A S DE A B R I L
C A NC I O N - BOLERO
Letra y Música de
J< I.IAX U R JU rm BURHJ.O
é '1 > i f f i r p ' ? 11;,
S c .lo que. — da9ld0.br dtu.na lo_ca vi sion
u .u f fS ri-t ..
• f -*
fft- fe!f «££*1.8 ,
crtMc.
»* r tf f f frr
T A R D E S DE T A B A S C O
CANCION FOX
Letxs de Música de
Raúl ZEPEDA S. P em o GUTIERREZ CORTES
NO ME DIGAS ADIOS
CANCION
Letra de Música de
R i ' ffo CASTRO VIDAL Cecilio CUPIDO (Jr.)
SANTANERA
C A NC I O N COSTERA
Letra y Música de
P edroGUTIERREZ CORTES
NOCHE TABASQUEÑA
CANCION
Letra de Música de
José QUE VEDO Cecilio CUPIDO (Jr.)
MAÑANITAS TABASQUEÑAS
C A N C IO N M A Z U R K A
Letra y Música
de
Polígamo ARIAS
A _ . i.
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ma.ña.ni. tas tan bo . n i. tas efe di. vi. nqa.tna. n e . cer. _ --------------
y quego.ces nue.vs vi mda al can.tarje mi can . cton.
Letra y Música de
C e c iu o CUPIDO (Je.)
NA DA E S P E R O
CANCION BOLERO
Letra y Música de
Lav *o AGUILA* PALMA
T O D O SE A C A B A
CA NCIO N
Leen y Música
da
Prono SANTA AN NA RIZO
Que b e .U a e s .U - ba , que be_1)a t e t a _ha., s o - b r e su v erd e t e _lio s e b a la n .
Y tr i s l e y m u s tia y triste y m u s _ tia , la con.tem pleensi.len_cioU enadean-
So_ pió la b r i . s a , so.pió la b r i _ i a , ?u« h o ja s « { asp ar.cíe -ro n como ce.
í#*
Del mismo m o.do. del mismo m o_ do , «n e s - t a tr i s t e v i _ d a seseaba
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cea— ba,
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se b a . l a n . c e a . ba - Que be lla e s ta _ b a ,
‘-r . u * " JIS*—
Qué b e. lla e s t a __ba ,
9 « s — tía , lle.no deán. g u « -tía . Y triste'tj’ m ustia Y tr is te y m u s _ ti a
n i — za} co. mo ce _ n i — za . So-pío la b r i . s a . S o _ pió la b ri _ s a ;
t o — do¡ seaca_ ba to _ do . Del mismo mo_do, Del mis.mo mo_ do,
-A -i---------------- n * 1 II . _____- -
P 3—j j j
í rrr~ — --------
|
\ ---- a)------------------ --------- — 1— § —i
■F MFJ
Letra de Música de
N oe DE LA FLOR CASANOVA U uru AGUILA* PALMA
MI S B L A N C A S M A R I P O S A S
CANCION
Letra de Música de
J. CESAR ENRIQUEZ Cecilio CUPIDO (Jr.)
Muy L ento
N o m i- r e s , t e lo rué - 9 0 . lis mi-tas dee.se ñor .
N í a .w. ves¡* y ! el f u e - 90 d & .t r o r y & p e - s ió n .
— Ak dios mis i - lo . sio . n es m íe. mor m i p o r .v e _ rtir...
MAÑANITAS TABASQUEÑAS
CANCION CORRIDO
Letra j Música de
Cierno CUPIDO (Jr.)
MA Ñ A N I T A T A B A S Q U E Ñ A
CANCION
Letra y Música de
J ulun URRUTIA BURELO
Qndante grazioso
-h J> J> £ = £ = & = Í-J -- J J j- 1i— 1 y
7■ "
1 ,1
y do— quio^rahayquijru _ b i e n e s gueins.pi . rom a _ mor. La
mo_ fta_ »i _ la con que %ve-ña al gen /i/ ru i_s* _ ñ o r. Dea_
-í -m — i j. j j r t . ir d ----T-r-t-i — i— i— i— f=t 1-
W 1 i i "H -p H - * - i —Í - Í
crea..
Letra y Mútka
de
Hilauo ALEJANDRO
H
VILLAHERMOSA
CANCION
L«tn dei
Manuel PEREZ MERINO
len to
i= =
i ¿a can toa mi ¿¿erra qut.ri. da porqmasilo sien.¿a e s ^ tt co.Ta.
TABASCO
CANCION
Letra y Música de
Luis JAIDAR
1 1 ^
... JXffl. l I ^
íífU d L -^
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l ¡É H H ^
En ¡as Un . /as es _ men. ral.
b g r^ ir ■ = 1 i ^ N t ti i i , J N - f
~ r Lr ip <p =
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del M i ¡Ojia lu na va ¿« s. ho.jan. ¿ con su luz
A +■ f t I}#,*. . * o _
i s r f á s a l im t
tro _ _ ca _ cion ___________ p i . diendo pue _ da
J U R A M E N T O DE A M O R
CANCION
Letra y Música de
J ulián URRUTIA BUREU
¡i
t
m
v i^ s ió n s u . i h _ m t d*inge.rt.Ua mor A .d io s mis
ME VOY P A R A O L V I D A R T E
C A N C I O N - BOLERO
Letra y Música de
J osé MANUEL PEREZ D
di .. a ___ irn re-cuer.do des.va _ne _ ce ________ y si a - Ua
... IT f
j ■■ L _y LsW - J'*<d----:l 1----
j 5 . ^
—1
4— —— '
EL S U S P I R O
CANCION
Letra y Música
de
J osé MANUEL PEREZ D. y
J uan R. GUTIERREZ
pi - ro s« ve p e r _ f u _ mar _ do de flo r.
EL B R E C H E R O
CANCION
Letra y Mostea
de
j o u M a n u e l PEREZ D
J ua n R. GUTIFRREZ
E N LA O R I L L I T A DE L MAR
CANCION
Letra dd Música de
Dr. Ed m u n d o SOL Lauro AGU1LAR PALMA
« 7 . ia — donde die.rss ha _ ñar- do _ der.tc coi. dar
- y
ro//.
r r f t r »
LX-. >t vy* p. - - f r i h i — i m .
r -ft. h~=ht fri -i= g
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A . ten. ten.
P p pl £ f P-P 4 ^ / ^ ^ ¡r. j y H - j - , - j
h a .c e rm i o o . cein/7 _ m - to ____ a b r a za -d o de tu cue H a ^ ......................-
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lit'r fT v t - Á ~ 'j. . ------ - E F - 1 '» |* H ~
r ^ P r í i l g j p í
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e ra - S o ____________________ Sc¡ m a r s in _ lie n - _ oo___ la
CABECITA LOCA
CANCION
Múska de
Lauro AGUI LAR PALMA
b - c» yvees.t¿s ckn.do S i . cu - d e e s » me -
*1 i ------i b«f>:h,r 1 r g = r= i
3' • M - p— ^
1 * i— ~¿L-
OIOS TABASQUEÑOS
CANCION
Letra de Música de
SaLomk TARACENA U uro AGU1LAR PALMA
Modera to
--------------------- —p i t
1 rJ N i
sión, o .jos dgé.banoy car.bón con pu _ pi _ las Je lu . ce.ros; ojos
Letra de Música de
Ma. BASTAR SASSO C kcii .n » C U P ID O (Jr.)
m so l . rtcun entosanttsd alto. v tr .
AtwhM J,
m v.jer que. r i - ¿te _
#
f r w fc fir.
U u i r
f f l - j - P r PIJ . ■ i
$ '~'r r rj r f r =='r-r r i *F i
Letra y Música
de
L e n to e x p r e s i v o Eu q u iel LOPEZ OCAMPO
LUiJ
-l« = S = . = £
- da na d• a _ mor
ERES TODA F R AGANC I A
CANCION
Letra y Música de
C ecilio CUPIDO (Jr.)
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----- atieras luces so l a _ re s ______ y tus la.bios in - ci _ tan ______ un frescorde ce
AMANECER
CANCION
Letra y Música
de
Rogelio YAfiEZ R.
SIDAR Y ROVI ROSA
CORRIDO
Letra y Música
de
Lauro AGUI LAR PALMA
p ¡ * m m m m
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3§=P PÜ
txx - p v - 7an_<ioel gran.___ a _ V to n — con e l nom . br& _
____ l ie - n o sd ta ^ r r o .jó y ----- ya _ lo r t . ile — v an -d o *** .
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"p p f ir r f.|| ^
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mazurcas y
schotis
IDILIO
VALS
Letra y Música de
J u l iá n URRirriA BURELO
? i J|- I J. ; 1 J =
Cambio m i ¿ns.¿e d t s ^ i i _______ no la lu — naen
f f - ir r r i ^ f if "7 i r i
i=fe
t e É m
VILLAHERMOSA
VALS
Letra y Música de
José Luis PERA V.
C A M P A N I T A S DE P L A T A
VALS
Letra y Música
de
MUR MU L L O S DEL U S U M A C I N T A
VALS
Letra y Música de
J u l iá n U R R U T IA BU RELO
a -----g-uff s 5* yan pa re 51CJB _ prgaí 1 mar.
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g r a fio s re ~ cuerudos g r a .to s re ~ cuer.dom de
LUISA GEO RG IN A
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Letra y Música
de
L uís JAIDAR
Lento
J. J J 3 i
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MANUELITA
VALS
Música de
AUTOR ANONIMO
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ISABEL
VALS
Mú>ica de
J cuan URAUT1A BUR£LO
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C O P O S DE R O C I O
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Música de
AUTOR ANONIMO
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VALS
Música de
CarMhunda PACHECO DE AHEDO
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SI VIERAS LO QUE SUFRO
VALS
Música de
F ranciscoQUEVEDO ARA
V a ls ta n to
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Música de
M a n u e l NOTARIO
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SOBRE LA ARENA
VALS
Letxa de Música de
J osé Ma. BASTAR SASSO D omingo DIAZ Y SOTO
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GRIJALVA
VALS
Letra de Músia de
Jos* PEON CONTRERAS Gil MARIA ESPINOSA
TE AMARE TODA LA VIDA
MAZURKA
Música de
RAMOS
Ma n u e l
Tiempo de MaznrLa
MI RAME S I E MP R E
MAZURKA
Música de
B e n it o CORZO
Tiempo de Mazarles
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MAZUXKA
Música de
Manuei. RAMOS
Tiempo de M aztirka
ACERCATE VIDA MIA
MAZURKA
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QUIEREME COMO YO TE QUIERO
MAZURKA
Música de
FranciscoQUEVEDO ARA
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NO TE VAYAS SIN MI
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Música de
P s a n c r o G. PEREZ
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Música de
La u r o AGUI LAR PALMA
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Música de
AUTOR ANONIMO
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Letra de Música de
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Tiempo de Marcha
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Música de
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E s t r o fa la
S ERENATA
(PARA GUITARRA)
Múskx de
FranciscoQUEVEDO ARA
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MI N U E T O
(PARA GUITARRA)
Música de
M o d é ra te F ranciscoQUEVEDO ARA
M UCHACHAS ALEGRES
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Música de
T rinidad LOPEZ VILLEGAS
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Indice alfabético de autores
HUAPANGO EL CURRIPIPI
AlltgntUt viuact ( J ■ I» )
124
119
381
AGUILAR PALMA, Lauro (continuación) Pág.
491
MARCHA T u m f°
OBREGON EN TABASCO
516
ALEJANDRO, Hilario
c a n c ió n ADIOS A TABASCO
so n EL AGUACATE
so n a ASISTOY ___
so n a FANDANGO
m a r c h a a NATURAL MELANCOLICO
495
ANONIMAS (continuación) Pág.
T itm p o d a D a n ta
DANZA EL PEREJIL
531
so n ^ TORO TABASQUEÑO
Ij r r
* r^ r r f r r i 163
501
ARIAS Policarpo
^ ^ ■L" iy
Pág.
CAO, Feliciano
danza MIRAME SIEMPRE
'549
CORZO, Barito
mazurca — MIRAME SIEMPRE
477
d a n za
r %
¡QUE BONITO ES AMAR!
r t& í i J- j _ ^ 537
303
C A N C IO N
AMOR FRONTEREÑO
393
177
Tiampi d i Manta
DANZA EL CUCAYO
034
299
352
Pág-
CUPIDO, Jr„ C ecilio (continuación)
ZAPATEO VULAHERMOSA
167
CHAVEZ, Mónico
zapateo LA FLOR DE MAE
266
S Í -H a / / o r d d * a -u cuando** cu . cltcjs.fe son qu€*i d
B * - lia /J a r c U l m a b * - 2 la //o r d il mo . iz m>
DAMIAN, 1
CANCION TRISTEZA TABASQUEÑA
281
DOMINGUEZ, Trinidad
danza _ . CHULAS MORENAS
547
524
467
FERRER, Joaquín
danza QUE ALEGRE AMANECER
543
GALLEGOS, Crisóstomo _
zapateo EL CHINTUL
238
239
GALLEGOS, Clisóstomo (continuación) Pág.
DANZA
ALLA EN EL CALLEJON
540
196
CANCION SANTANERA
327
zapateo CALENTURA
225
EL CARNAVAL
INURRETA, José Luis (continuación) ?ág.
ZAPATEO EL SINSONTE
230
ZAPATEO LA FERIA
202
236
204
SENO CEBOLUN
INURRETA, José Luis (continuación) Pág.
zapateo SOÑANDO VIVO YO
213
JAIDAR Julián
VALS L e n to LUISA GEORGINA
431
JAIDAR, Luis
CAMPANITAS DE PLATA
VALS
423
369
436
JIMENEZ. M elesio F.
ALBORADA
Pasa Calla o Jota callejera
563
551
533
DANZA
Tiempo <U Danta 10 CAUTIVERIO
553
DANZA
TiempodaDanza NO TEMAS MI OLVIDO
552
^ PALOMA BLANCA ^
D A N Z A Tm v ^ ^ /-5 ~ \ ^tn ,
554
188
577
RANCHERA DE MI VIDA
L0JAN RUBIAURE, Rutilo P ág.
C A N C IO N H O G U E R A S DE AM OR
296
MADRIGAL Adelaido
d a n za ¡ARRIBA, OnQUITA MIA! _ ^
535
z a p a t e o LA FLOR DE LA CALABAZA
MADRIGAL Adelaido (continuación) Pág.
danza SERA UN PECADO QUERERTE
538
ZAPATEO LA RIBEREÑA
248
NARVAEZ M , José E.
canción _ _ _ _ _ TABASGO
365
NOTARIO, Manuel
vals ¿COMO PODRE OLVIDARTE?
NOTARIO, Manuel (continuación) Pág.
canción HCARITAS
IT T " v A - .-j
246
con. toa m i t io. rra quo _ r i ■d a por q u ta s i lo
PEREZ, Perfecto G.
z a p a t e o EL GUAO DE DOÑA TILA
247
s c h o t is NO TE VAYAS SIN MI
486
453
558
556
DANZA
557
RAMOS, Manuel
T ivnpo d ^ M o ta r ca ACERCATE, VIDA MIA
RAMOS, Manuel (continuación) Póg.
MAZURCA
Tiempo de M a zu r c a OYE MIS RUEGOS
479
SOBERANO, Herlindo
zapateo CHIQUITA A QUIEN ADORO
258
I
m :t - L r h L r 264
LA BALADA DE LA SIERRA
439
417
ZAPATEO LA TUTUPANA
T u . tu _ pa. na qua can. tas cuan . aoes /oto. rct.ción ¡Xn u¡s~
599
URRUTIA BURELO, Julián (continuación) Pág.
ZAPATEO LA CHICHARREA
-j) f -je* 244
£ Can _ //>
tú 7¿a
n c h i.c h a - n
r rr jt . tta iLa
n y a v ie .n e ma _ . . . _ v í t .n. t
¿f€/?/ai J
Han p a .s a .a o ¿as / i t s . ias y e n /as J/o _ r e s . tas y*/, / a i
CANCION
A nd a nte gra zia se MAÑANITA TABASQUERA
(A _h_iÜL
358
M a .h a .n i- ta Tu. t a s . <fut . ña r a . a i o .s a at« soi
E n tu s au . ras d e. ti _ c ío . s a s con voz d « ./¿«a _ Co /
ZAPATEO mi CONTI
242
Te wtan.dounca _ p t/.Z /o deo ¿ ie n .it con _ P a . r o q ueco ¿a
VALS * á >. 1
f— Hu 426
•J //1 n 1 «
YAÑEZ R„ Rogelio
canción AMANECER
402
Des p i e r ia á n g e l mi - o ---------_ dee_j« sue - ño so m _
ZAPATEO a TULIPAN
269
NT: 3 er:
S e r ie A n t o lo g ía s