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EN BETANIA DECÍAN: “SE LO VA A LLEVAR EL DIABLO”.

POR LUIS GONZALO HENAO HENAO

Me lo contó una Periodista Betaneña del periódico EL MUNDO. Para quienes no lo


conocieron, les cuento que era el periódico liberal de Antioquia que fue fundado
por los Gaviria Echeverry para hacerle contrapeso al periódico EL COLOMBIANO,
godo hasta más no poder, como sus fundadores los Gómez Hernández. Pués
bien. Me cuenta Maria Helena Betancur, nuestra paisana periodista, que Socorro
Gómez, esposa del difunto Ricardo Agudelo (RICHE), hombre típico y poeta de la
región, le narró una historia…que para cualquiera a quien usted le pregunte de
estos lados, es una historia verídica.

Resulta que hace mucho tiempo, vinieron de Ciudad Bolívar cuatro hermanos:
Juan, Cristóbal, Tomás, Eliseo y Alejandro Gómez Orrego con sus mujeres.
Capitularon tierras en El Tablazo, desde San Joaquín a la vereda Las Mercedes y
allí se establecieron en plena selva. De ellos surgieron personas tan queridas
como Eliseo Gómez (Ganadero), Luis Eduardo Gómez,(Panelero) Efraín Gómez
(cafetero), Chan Gómez (Nunca supe si ese si era el nombre) y mujeres
luchadoras como Socorro Gómez, Doña Tina, Luisa Gómez esposa de Tuto
Muñoz, Nery Rojas y Trinidad Gómez… una ralea de buena gente

Pero no todo estaba desierto en esas tierras en aquel entonces. No se sabe de


dónde, pero había llegado con anterioridad una pareja muy extraña con la cual
tuvieron que aprender a convivir. Era un rancho en el que vivía, José Bolívar y
Mercedes, apodada “Bellota”, toda llena de hilachas y con unos dientes grandes y
negros, una mujer vulgar que tenía entre sus costumbres matar animales salvajes
y descaderar los cerdos de los vecinos; a los sacerdotes los llamaba fundones y
gallinazos. Realmente era un carácter agrio y con visos de persona que manejaba
magias ocultas. 

Mucho misterio encerraba dicha pareja porque los vecinos decían que al pasar
cerca de su rancho se sentía un olor nauseabundo y raro. Sin embargo la gente
del campo es gente buena, comprensiva y ahí “songosorongo” soportaban a “la
Bellota” y hasta escasas amistades iban estableciendo con ellos…aunque de
lejitos con los locos, como decía mi abuela. Así nos hemos comportado toda la
vida con los que llamamos “loquitos”: todos hemos sido “amigos” de Melocomí,
Banano, Mananina, Chafús, Otilia, Comidita, Maikol……pero de lejitos…de
lejitos…

Sucedió que Clementina Vásquez, esposa de uno de los mencionados hermanos,


llegó a la vereda el día en que “ Bellota” cayó gravemente enferma. Desde luego la
noticia de la enfermedad se regó y los vecinos corrieron a auxiliarla. 

Clementina llevó un Cristo traído de Roma desde Quito, vía Río Magdalena y que
consideraban tenía poder, tanto que las familias lo sacaban al patio para menguar
la tempestad o cuando la peste atacaba las cosechas. Y aunque hay algunos
incrédulos, nada más efectivo para calmar una andanada de truenos, rayos y
ventarrones que un Cristo bien puesto en el patio de la casa. Eso lo entendemos
muy bien los de raigambre campesina.

Pues Clementina elevó el Cristo durante la agonía de “Bellota”. Los presentes


empezaron a rezar el Magníficat, pero cuando aún no acababan, se desató una
tempestad. Afuera se oían lamentos, ladridos de perros, gruñidos de gato, el
viento soplaba iracundo, se escuchaban cadenas y el ruido de los árboles que se
mecían amenazantes. En medio de esta algarabía la mujer expiró!! Todos
salieron de la habitación asustados porque de un momento a otro, todo ruido cesó
y siguió un silencio total.  Como si no hubiese pasado nada, afuera, el sol brillaba.

Como era costumbre en aquel entonces, el esposo de la difunta, y uno de sus


vecinos construyeron un ataúd rústico: cuatro tablones amarrados con bejucos, y
entre comentario y comentario, se fueron a meter a la difunta. Pensando en la
jornada que les esperaba para llevarla para el pueblo.

Cuánta fue la sorpresa pues ¡no la encontraron en la cama! Debajo del lecho
estaba la tierra removida, como quemada y con olor a azufre, y el cadáver por
ninguna parte… Ahí se armó Troya! Todos comenzaron a mirar mal a José
Bolivar, a decir que eso era brujería, que era mejor que se fuera de la vereda, que
no lo querían más por ahí……pues no aguantó el viejo y al otro día, el rancho
quedó desocupado…….el mismo que días después, misteriosamente ardió hasta
consumirse.

Hoy en día, en el Tablazo, hay un paraje por donde al pasar la gente, sea a pie, a
caballo o en vehículo, se siente algo extraño y un silencio de otra dimensión. Me lo
corroboró Alberto Moná, el famoso “Muleto” que trabajaba en el bus escalera que
manejó su hermano Rafael, y dice que siempre que pasaban por ahí, los
pasajeros se quedaban callados y se sentía un escalofrío raro.

Y cuando usted se pone a hablar muchas majaderías, los Gómez en el Tablazo


dicen bajito….”Ese lo que quiere es que se lo lleve el diablo…como a Bellota”

Fuente: Maria Elena Betancur . El Mundo. Historias fantásticas del Suroeste “Mercedes
Bellota”, leyenda de Betania 23 de Septiembre de 2007.

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