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Ser ruralcitadino

Desde la vereda Aguas Frías veíamos a Medellín crecer, reproducirse, pero no llegaba
hasta nosotros su progreso. De un momento a otro llegaron los mensajes primero en
folletos, despues en pendones y luego palabras rodantes anunciando que nos
integrá bamos a la ciudad, que terminaba el aislamiento y que un puesto nos esperaba
y nos igualaba con Poblado o Niquia.

La distancia se redujo, el tiempo alcanzó para el abrazo, para el beso de despedida, los
amigos, constantes compañ eros de coincidencia horaria por la precisió n de las
paradas.

Una abuela reconocida con el puesto cedido. La cultura venció la indiferencia

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