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La diabetes es una enfermedad crónica que se origina porque el páncreas no sintetiza la cantidad de
insulina que el cuerpo humano necesita, la elabora de una calidad inferior o no es capaz de utilizarla
con eficacia.
La insulina es una hormona producida por el páncreas. Su principal función es el mantenimiento de
los valores adecuados de glucosa en sangre. Permite que la glucosa entre en el organismo y sea
transportada al interior de las células, en donde se transforma en energía para que funcionen los
músculos y los tejidos. Además, ayuda a que las células almacenen la glucosa hasta que su
utilización sea necesaria.
En las personas con diabetes hay un exceso de glucosa en sangre (hiperglucemia) ya que no se
distribuye de la forma adecuada. Los especialistas advierten que, si los pacientes no siguen el
tratamiento adecuado los tejidos pueden acabar dañados y se pueden producir complicaciones muy
graves en el organismo..
Insulina
La insulina, la hormona producida por el páncreas, regula la cantidad de glucosa presente en la
sangre. La glucosa del torrente sanguíneo estimula al páncreas para que produzca insulina. Esta
insulina ayuda a que la glucosa pase de la sangre a las células. Una vez en el interior de las células,
se convierte en energía de uso inmediato o se almacena como grasa o como glucógeno hasta que sea
necesaria.
En condiciones normales, la glucemia varía a lo largo del día: aumenta después de cada comida y
vuelve a los niveles previos a la comida durante las 2 horas siguientes. Cuando los niveles de
glucosa vuelven a los anteriores a la comida, la producción de insulina disminuye. La variación en
la glucemia suele encontrarse dentro de un intervalo reducido, alrededor de 70 a 110 mg/dL de
sangre en condiciones normales. Si se ingiere una gran cantidad de carbohidratos, la glucemia
aumenta, como también lo hace después de cumplir los 65 años de edad, sobre todo después de
comer.
Si el organismo no produce la insulina necesaria para transportar la glucosa a las células o si las
células dejan de reaccionar con normalidad ante la insulina, la alta concentración sanguínea de
glucosa resultante (hiperglucemia) sumada a una cantidad inadecuada de glucosa en las células, da
lugar a los síntomas y a las complicaciones de la diabetes.
Tipos de diabetes
Prediabetes
La prediabetes es un trastorno en el que la concentración de glucosa en sangre es demasiado alta
para ser considerada normal, pero no lo suficiente para ser catalogada como diabetes. Se padece
prediabetes cuando la glucemia en ayunas oscila entre 101 mg/dL y 126 mg/dL o cuando la
glucemia 2 horas después de una prueba de tolerancia a la glucosa se encuentra entre 140 mg/dL y
200 mg/dL. Detectar la prediabetes es importante porque esta afección conlleva un mayor riesgo de
diabetes en el futuro, así como de cardiopatías. Perder del 5% al 10% del peso corporal mediante
una alimentación adecuada y ejercicio reduce de forma considerable el riesgo de padecer diabetes
en el futuro.
Diabetes tipo 1
En la diabetes de tipo 1 (antes denominada diabetes insulinodependiente o diabetes de inicio
juvenil), el sistema inmunitario del organismo ataca las células del páncreas productoras de
insulina, y más del 90% de estas células son destruidas de forma permanente. El páncreas, por lo
tanto, produce poca o ninguna insulina. Solo en torno al 10% de todas las personas con diabetes
padecen la enfermedad de tipo 1. En la mayoría de ellas, la enfermedad se manifiesta antes de los
30 años, aunque también puede aparecer más tarde.
Los científicos creen que un factor ambiental (posiblemente una infección vírica o un factor
nutricional en la infancia o en los primeros años de la edad adulta) provoca que el sistema
inmunitario destruya las células pancreáticas productoras de insulina. Existe una predisposición
genética a que algunas personas sean más vulnerables que otras a los factores ambientales.
Diabetes de tipo 2
En la diabetes de tipo 2 (antes denominada diabetes no insulinodependiente o diabetes de inicio
adulto), el páncreas continúa produciendo insulina, algunas veces incluso a niveles más altos que
los normales. Sin embargo, el organismo desarrolla resistencia a los efectos de la insulina, por lo
que no hay suficiente insulina para satisfacer los requerimientos corporales.
La diabetes de tipo 2 solía ser poco habitual en niños y en adolescentes, pero la incidencia es cada
vez mayor. Sin embargo, lo habitual es que comience a partir de los 30 años y se vuelva más
frecuente con la edad. Alrededor del 27% de las personas mayores de 65 años padece diabetes de
tipo 2. Ciertos grupos de ascendencias presentan un riesgo mayor de padecer diabetes de tipo 2: los
afroamericanos, los americanos de origen asiático, los indios americanos y los latinoamericanos que
viven en países desarrollados presentan un riesgo hasta dos y tres veces mayor que las personas de
ascendencia caucásica. También existe una predisposición hereditaria a sufrir diabetes de tipo 2.
La obesidad es el principal factor de riesgo de la diabetes de tipo 2; entre el 80% y el 90% de las
personas con este trastorno tienen sobrepeso u obesidad. Dado que la obesidad produce resistencia a
la insulina, las personas obesas necesitan grandes cantidades de insulina para mantener una
concentración normal de glucosa en la sangre.
Ciertos trastornos y algunos fármacos alteran la forma en que el organismo utiliza la insulina, lo que
da lugar a una diabetes de tipo 2. Las elevadas concentraciones de corticoesteroides (debido a la
enfermedad de Cushing o a la administración de corticoesteroides) y el embarazo (diabetes
gestacional) son las causas más frecuentes de funcionamiento deficiente de la insulina. La diabetes
también aparece cuando se produce una cantidad excesiva de hormona del crecimiento
(acromegalia) y cuando existen ciertos tumores secretores de hormonas. Igualmente, la pancreatitis
grave o recurrente y otros trastornos que dañan directamente el páncreas pueden producir diabetes.
Diabetes mellitus
Síntomas de diabetes
Los dos tipos de diabetes tienen síntomas muy parecidos.
Los primeros síntomas de la diabetes guardan relación con los efectos directos de la hiperglucemia
(concentración alta de glucosa en sangre), e incluyen:
Aumento de la sed
Aumento de la micción
Aumento del hambre
La glucosa pasa a la orina cuando su concentración sanguínea aumenta de 160 mg/dL a 180 mg/dL.
Si la concentración de glucosa en la orina alcanza valores incluso más altos, los riñones secretan
una cantidad adicional de agua para diluir la abundancia de glucosa. Dado que los riñones producen
demasiada orina, existe poliuria (micción abundante y frecuente), que, a su vez, provoca polidipsia
(sed excesiva). Puede haber adelgazamiento debido a la pérdida excesiva de calorías en la orina. A
modo de compensación, se siente un hambre exagerada.
Otros síntomas de diabetes son:
Visión borrosa
Somnolencia
Náuseas
Disminución de la resistencia durante el ejercicio
Diabetes tipo 1
En la diabetes de tipo 1, los síntomas suelen comenzar bruscamente y de modo notorio. A partir de
ella, puede desarrollarse rápidamente un trastorno denominado cetoacidosis diabética, una
complicación grave en la que el cuerpo produce un exceso de ácido. Además de los síntomas
habituales de la diabetes consistentes en la sed y la micción excesiva, los síntomas iniciales de la
cetoacidosis diabética incluyen además náuseas, vómitos, fatiga y, sobre todo en los niños, dolor
abdominal. La respiración se vuelve rápida y profunda, debido a que el organismo intenta corregir
la acidez de la sangre (ver Acidosis), y el aliento tiene un olor afrutado y parecido al del producto
utilizado para limpiar la laca de uñas. Sin tratamiento, la cetoacidosis diabética evoluciona hasta el
coma y la muerte, a veces en cuestión de horas.
Tras el inicio de la diabetes tipo 1, algunas personas tienen una fase, larga pero temporal, en la que
sus niveles de glucosa son casi normales (fase de luna de miel), debido a una recuperación parcial
de la producción de insulina.
Diabetes de tipo 2
En la diabetes de tipo 2 puede no haber síntomas durante años o décadas antes del diagnóstico. Los
síntomas son leves. Al principio, el aumento de la micción y de la sed es leve, pero empeora de
forma gradual a lo largo de semanas o de meses. Finalmente, se siente una fatiga extrema, es
probable que la visión sea borrosa y puede haber deshidratación.
A veces, durante las primeras fases de la diabetes, la concentración de glucosa en sangre es
extremadamente baja, un trastorno denominado hipoglucemia.
Dado que en la diabetes de tipo 2 se produce algo de insulina, no suele desarrollarse cetoacidosis, ni
siquiera si no se recibe tratamiento durante mucho tiempo. Sin embargo, la concentración de
glucosa en sangre aumenta de forma considerable (a menudo, hasta más de 1000 mg/dL). Estas
altas concentraciones suelen ser el resultado de algún tipo de estrés sobreañadido, como en el caso
de una infección o de la ingesta de algún fármaco. Cuando los valores de glucosa en sangre son
muy altos, aparece deshidratación grave, que puede ocasionar confusión mental, somnolencia y
convulsiones, un trastorno denominado síndrome hiperglucémico hiperosmolar no cetósico. En la
actualidad, la mayoría de los diagnósticos de diabetes de tipo 2 se deben a análisis rutinarios de
glucosa en sangre que se realizan antes de que la hiperglucemia sea sumamente grave.
Complicaciones de la diabetes
La diabetes daña los vasos sanguíneos, haciendo que se estrechen y por lo tanto se restrinja el flujo
sanguíneo. Dado que los vasos sanguíneos de todo el cuerpo se ven afectados, las personas pueden
presentar muchas complicaciones de la diabetes. Muchos órganos pueden verse afectados, en
particular los siguientes:
Cerebro, riesgo de accidente cerebrovascular
Ojos (retinopatía diabética), riesgo de ceguera
Corazón, riesgo de ataque al corazón
Riñones (nefropatía diabética), riesgo de insuficiencia renal
Nervios (neuropatía diabética); puede causar sensibilidad en los pies
Diagnóstico de la diabetes
Determinación de la concentración de la glucosa en la sangre (glucemia).
El diagnóstico de diabetes se basa en la presencia de concentraciones sanguíneas de glucosa
(glucemia) inusualmente altas. Se lleva a cabo una detección sistemática, o cribado, dirigido a las
personas consideradas de riesgo de diabetes, pero que no presentan síntomas.
¿Sabías que...?
Las personas mayores deben seguir los mismos principios generales de control de la diabetes que
los jóvenes: educación, alimentación, ejercicio y tratamiento farmacológico. Sin embargo, puede
que el riesgo de hipoglucemia (una baja concentración de glucosa en sangre) asociada a un control
estricto de la glucemia no sea beneficioso cuando la esperanza de vida es corta, como ocurre en
presencia de un cáncer avanzado.
Es más difícil controlar la diabetes a una edad avanzada. Cuando la vista no es buena, resulta más
difícil leer los glucómetros y las escalas de dosificación en las jeringas de insulina. Se pueden
tener problemas al manejar la jeringa, ya sea por artritis, por enfermedad de Parkinson o porque se
ha sufrido un accidente cerebrovascular (ictus, infarto cerebral, derrame cerebral).
La hipoglucemia en las personas mayores puede ser menos evidente que en las personas más
jóvenes. La confusión causada por la hipoglucemia se puede confundir con la demencia o el efecto
sedante de los medicamentos. Además, las personas que tienen dificultad para comunicarse (como
en caso de demencia o después de un accidente cerebrovascular) pueden no ser capaces de informar
a nadie de sus síntomas.
Educación: además de aprender a conocer la diabetes en sí misma, las personas de edad avanzada
deben aprender a coordinar el manejo de la diabetes junto con el de otros trastornos. Es
especialmente importante que aprendan a prevenir complicaciones, como la deshidratación, la
erosión de la piel y los trastornos circulatorios, y a controlar los factores que contribuyen a las
complicaciones de la diabetes, como la hipertensión y los niveles altos de colesterol. Estos
problemas son más frecuentes al envejecer, se tenga diabetes o no.
Dieta: Muchas personas mayores tienen dificultad para seguir una dieta saludable y equilibrada, que
les permita controlar la glucemia y el peso. No es fácil cambiar las preferencias por ciertos
alimentos y los hábitos dietéticos. Algunas personas de edad avanzada tienen otros trastornos que
también guardan relación con la alimentación y no saben cómo integrar las recomendaciones
dietéticas de los diversos trastornos.
En ocasiones, no pueden controlar lo que comen porque alguien cocina para ellos en casa, en una
residencia geriátrica o en otra institución. Si no son ellas mismas las que se preparan la comida, es
necesario que quienes compran y cocinan entiendan también la dieta que necesitan. Suele ser
beneficioso que tanto ellas como sus cuidadores consulten con un nutricionista el plan de
alimentación más viable y saludable.
Ejercicio físico: Las personas de edad avanzada pueden tener dificultades para incluir el ejercicio en
su vida cotidiana, sobre todo si no han sido activas o si tienen algún trastorno que limita su
movimiento, como la artritis. Sin embargo, es posible incorporar el ejercicio en la rutina habitual.
Por ejemplo, pueden caminar en vez de conducir o subir las escaleras en lugar de tomar el ascensor.
Además, muchas organizaciones comunitarias ofrecen programas de ejercicios diseñados para ellas.
Fármacos: A algunas personas ancianas les resulta difícil tomar los antidiabéticos, sobre todo la
insulina. Si los trastornos de la visión u otras afecciones les impiden llenar correctamente la jeringa,
el cuidador puede prepararlas con antelación y guardarlas en el refrigerador. Si las dosis de insulina
que se inyectan son estables, se pueden adquirir jeringas precargadas. Los bolígrafos de insulina
precargados son más adecuados para personas con limitaciones físicas. Algunos de estos
dispositivos tienen números grandes y selectores de fácil manipulación.
Supervisión de la glucemia: En las personas de edad avanzada, una visión deficiente, la limitación
de la destreza manual por artritis, los temblores, los accidentes cerebrovasculares u otras
limitaciones físicas dificultan la supervisón de la glucemia. Pero se pueden usar monitores
especiales. Algunos tienen grandes pantallas numéricas que son más fáciles de leer; otros
proporcionan instrucciones y resultados audibles, y los últimos miden la glucemia a través de la piel
y no requieren que se extraiga una muestra de sangre. Se puede consultar a un especialista en
diabetes al elegir el medidor más adecuado.
Complicaciones del tratamiento: la complicación más frecuente al tratar la hiperglucemia es la
hipoglucemia. El riesgo es mayor en las personas de edad avanzada que se encuentran débiles, cuya
enfermedad requiere hospitalización frecuente o que toman varios fármacos. De todos los
antidiabéticos disponibles, las sulfonilureas de acción prolongada son las que presentan una
probabilidad mayor de causar hipoglucemia. Cuando se toman estos fármacos, también existe una
tendencia mayor a presentar síntomas graves debidos a la hipoglucemia, como desmayos y caídas y
dificultad para pensar o para utilizar determinadas partes del cuerpo.
Más información
American Diabetes Association
JDRF
National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases