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CUARTO CUATRIMESTRE
Señala, por ello, Antonio María Lorca Navarrete, para destacar la importancia de esta materia, que el
estudio del proceso jurisdiccional constituye el objeto propio de una rama del ordenamiento jurídico
conocida con la denominación de Derecho Procesal. Pero esta denominación eminentemente
tradicional y oficial en nuestro ordenamiento jurídico es, en un determinado aspecto, un tanto
estrecha y corta. En efecto, si se tiene en cuenta que el Derecho Procesal tiene por objeto el estudio
de las normas reguladoras del proceso jurisdiccional y por proceso (del latín procedere, avanzar) no
se entiende más que la marcha a seguir para hacer efectiva la función jurisdiccional, resultaría que
dicha rama del ordenamiento jurídico sólo tendría por objeto el estudio de las formas procesales que
los particulares deben observar para llevar a cabo la función jurisdiccional. Por tanto, el problema de
la tutela jurídica de los derechos no es únicamente un problema de proceso jurisdiccional.
Derecho procesal civil: Es el conjunto de normas, técnicas y doctrinas que tratan de
la presentación, desarrollo y solución de las reclamaciones planteadas ante los tribunales fundadas
en la aplicación de normas de Derecho privado. En cuanto el Derecho procesal civil hace posible la
realización coactiva del derecho sustantivo civil en sentido amplio, se dice que es un derecho
adjetivo o complementario del sustantivo o del derecho material (Derecho civil, Derecho mercantil,
etc.). Por cuanto el Derecho procesal civil implica el protagonismo de un tribunal, como órgano
del poder Judicial del Estado, se dice que el Derecho procesal forma parte del Derecho público.
Aunque la mayoría de las normas procesales civiles se refieren a los procedimientos, cabe distinguir
en esta materia el área del llamado derecho orgánico o derecho judicial, que trata específicamente
de la organización de los tribunales. Incluso cabe distinguir, dentro del mismo Derecho procesal civil,
la rama especializada del llamado Derecho probatorio o dedicado a la regulación de la prueba que,
progresivamente, adquiere cierta autonomía a compás de la importancia que se le reconoce.